Chineo en el siglo XXI

Una práctica aberrante, clasista y racista, que debe ser abolida

 

Es difícil escribir en la urgencia. Cuesta ordenar el pensamiento y la información con la conciencia de que mientras se redacta, las cosas están pasando. En la Argentina, a la violencia conocida que recibimos las mujeres a diario, se suma una violencia específica, un tipo de violación sexual que no sólo amedrenta el cuerpo femenino, sino el cuerpo originario, el cuerpo pobre, el cuerpo infantil. La práctica conocida como “chineo” refiere a la violación sexual cometida contra las niñas de las comunidades de los pueblos originarios, mayormente en las provincias del norte del país. El chineo, o la expresión “andar de chinas” hace alusión a una práctica que ocurre desde hace siglos. Muchas de las violaciones son ejecutadas por grupos de varones y es usual que la niña violada esté en el inicio de la pubertad y haya tenido recientemente su primera menstruación. Luego de la violación suceden otras aberraciones. En algunos casos, el femicidio; en otros, un embarazo no deseado que ni siquiera cuenta con la asistencia para un aborto legal, seguro y gratuito. En ciertas ocasiones, luego del espanto, sobreviene el suicidio.

Si bien se trata de una práctica antigua, es en el último tiempo que el concepto ha trascendido las fronteras de las comunidades y llegado a oídos de vastos sectores de la sociedad, aunque aún otros la desconocen. Son las mujeres de las comunidades las que están llevando a cabo la labor por desnudar esta realidad inenarrable, en busca de la promulgación de leyes que la modifiquen. Han comenzado el trabajo de la denuncia, de la concientización, de la militancia para terminar con ese statu quo. Marilyn Cañío, integrante mapuche de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, señala con contundencia: “A las nenas las eligen cuando empiezan a menstruar. No es aleatorio”. Y agrega: “Los machos salen de cacería”. Esta última cita no es un fragmento de la revista National Geographic, es la cotidianeidad en zonas despojadas de un Estado que vele por la seguridad de las ciudadanas. Por su parte, Chana Mamani, del colectivo Identidad Marrón, sostiene: “Las niñas indígenas asesinadas no se nombran con nombre y apellido, son ‘una niña’, casi como un genérico. No son puestas en el lugar de sujeto”. Pareciera que hace falta recordar que estas mujeres jóvenes, cuya seguridad está sistemáticamente pendiendo de un hilo, son ciudadanas argentinas. El Estado tiene que, en estos casos, poner en valor la multiculturalidad y desarrollar creativamente dispositivos que contemplen la identidad de las personas que se intenta contener. La línea 144 puede, por ejemplo, intimidar a una mujer cuyo castellano no es fluido. Denunciar puede no ser una opción cuando ni siquiera está derrumbado el mito de que la violación es cultural.

 

 

La herida colonial

En el marco de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Ana María Rodríguez Flores desarrolló una tesis titulada: “El chineo… o la violación como costumbre: violencia sexual de varones criollos hacia mujeres indígenas en el Chaco argentino”, que describe minuciosamente cómo los invasores coloniales ejercieron violencias sexuales que inciden hasta el presente: “El fenómeno que nos ocupa, el chineo, no puede entenderse en toda su amplitud a menos que reconozcamos las marcas de la colonialidad que los conquistadores imprimieron sobre las mujeres originarias de estas tierras y en las que el imaginario sobre las mismas desempeñó un papel primordial, toda vez que contribuyó a construirlas como criaturas no humanas o menos que humanas, disponibles tanto para el trabajo como para el usufructo sexual de los varones blancos”. Y añade, evocando a Enrique Dussel, que “el descubrimiento de América puede ser interpretado como el comienzo, en realidad, de un encubrimiento que niega la humanidad del otro descubierto. Esto supone una triple operación que, como señala (Karina) Ochoa Muñoz, envuelve tres dimensiones: la racialización ─puesta de manifiesto en la colonización de sus habitantes en tanto “seres inferiores”─, la bestialización ─expresada en su esclavitud─, y la feminización ─evidenciada en el sexismo y la misoginia propios de la conquista─”.

Dora Barrancos, investigadora, socióloga, historiadora y educadora, sostiene que hoy en día el chineo no sólo es ejercido por los criollos, hombres ajenos a las comunidades, sino también por varones que pertenecen a las mismas. Sin embargo, más allá de que se haya diversificado el perfil de los violadores, importa entender el origen de estas violencias para comprenderlas en su magnitud. Rodríguez Flores cita en su tesis una serie de textos históricos, documentos que dan cuenta de los relatos de viajeros, colonos, teólogos, que describieron su mirada y sus conductas en relación con las mujeres que habitaban estas tierras. Quizá el más emblemático de los fragmentos –repulsivo, pero que ayuda a comprender en qué moldes se fundió tanta violencia– sea el siguiente:

“Mientras estaba en la barca, hice cautiva a una hermosísima mujer caribe, que el susodicho Almirante me regaló, y después que la hube llevado a mi camarote, y estando ella desnuda según es su costumbre, sentí deseos de holgar con ella. Quise cumplir mi deseo, pero ella no lo consintió y me dio tal trato con sus uñas que hubiera preferido no haber empezado nunca. Pero al ver esto (y para contártelo todo hasta el final), tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó grandes gritos, tales que no hubieras podido creer tus oídos. Finalmente llegamos a estar tan de acuerdo que parecía haber sido criada en una escuela de putas (Michel de Cúneo, 1495)”.

 

 

Cinco puntos, cinco siglos

Hoy comienza en Salta el 3° Parlamento Plurinacional de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir, que se desarrollará durante cuatro días en la localidad de Chicoana, y espera alrededor de 300 participantes. Uno de los temas centrales de la agenda es la necesidad de que se legisle en contra del chineo. Son cinco los puntos centrales que las comunidades exigen:

  • Que sea declarado crimen de odio.
  • Que sea un delito imprescriptible.
  • Que se lo nombre y entienda como una práctica colonial.
  • Que se responsabilice, inhabilite y dé de baja deshonrosa a militares, gendarmes y policías que violen a mujeres indígenas.
  • Que se responsabilice e inhabilite a trabajar en territorios indígenas a las empresas que tengan violadores entre sus trabajadores.

El reclamo es contundente. Da cuenta de la necesidad de normas que habiliten una transformación profunda, cambios sobre ese imaginario que Rodríguez Flores bien describe cuando desglosa los documentos donde los invasores relataron a las indígenas como estos seres hipersexuales que los hombres no podían evitar violar. Ese paradigma es el mismo que sostiene la realidad que hoy en denuncia Barrancos: “Cuando se juntan las condiciones de ser mujer, pobre e indígena, esa intersección es brutal, porque ahí hay una capacidad de victimizar más violentamente a las mujeres. Hay, a su vez, una vulneración completa de los derechos de la niñez. Estos crímenes no pueden prescribir”.

 

 

El 2° Parlamento Plurinacional de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir se realizó en Las Grutas, Río Negro, en 2019.

 

 

 

El componente racista

Para los varones que ejercen la violación sexual en el contexto del chineo, opera un ejercicio de poder en dos direcciones: por un lado, sobre la mujer avasallada, cuyo cuerpo y cuya libertad se disciplinan en este acto vejatorio. Por otro lado, sobre los varones no-blancos, que son “lo otro”, “los otros”. Al violarse los cuerpos de las mujeres de sus comunidades, entendiendo al cuerpo femenino como un territorio, se los humilla también a ellos. Este poder se ampara en una confraternidad: “el nosotros”. Los varones que violan lo hacen en un marco de amparo mutuo, de complicidad con los varones que asisten propiamente a esa violación y con los otros que aunque no estén allí, la legitiman.

Cuando algo lleva siglos ocurriendo, requiere de una enorme determinación y lucidez para decretar que, un día, esos siglos terminen. Existe en la conciencia individual y colectiva un punto de inflexión. Hay una trompada que es la última que se recibe. Hay una violación infantil que es la última que se deja pasar por cultural. Luego, poner a andar la rueda de la transformación del sentido común puede tomar años, pero sin el primer paso, no pueden venir todos los demás. La campaña “Basta de chineo”, impulsada y sostenida por las mujeres de los pueblos originarios, viene a echar luz sobre esta práctica aberrante, clasista, racista, cuyo final no puede ser ejecutado por las comunidades en soledad, sino por la sociedad argentina en su conjunto, como Nación plurinacional.

 

 

 

 

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