Ciencia para resistir

Frutos bilaterales en medio de la sequía

 

El trabajo científico colaborativo de tres décadas entre la Argentina y Chile permitió el desarrollo de dos herramientas de gran potencial político, técnico y social ante la presente mega-sequía y los alcances del cambio climático en la región. El Observatorio de Nieve de los Andes de Argentina y Chile, que se presentó la semana pasada, y el Atlas Sudamericano de Sequía (SADA), en 2020, fueron desarrollados en forma conjunta por investigadores del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), con asiento en Mendoza, y el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia –(CR)2–, con sede en Santiago.

La cordillera de los Andes es gran captadora y acopiadora de agua dulce, fundamental para la vida de millones de personas y la biodiversidad en Sudamérica. Capta la humedad que proviene del océano Pacífico, especialmente con las precipitaciones del invierno, que son la reserva de los caudales de las cuencas hídricas. Así, el monitoreo y seguimiento de la cubierta de nieve es clave para el manejo estratégico y técnico del agua a ambos lados de la cordillera, sobre todo en medio de la mega-sequía que se manifiesta desde 2010, la más cálida, prolongada y extensa en mil años, según estudios propios de (CR)2.

 

 

Imagen de la cordillera de los Andes tomada por la NASA.

 

 

El Observatorio es una plataforma web con información satelital que permite ver las coberturas de nieve desde 2000 a la fecha –con un retraso en el procesamiento de datos de dos o tres días–, para un área de 142.000 kilómetros cuadrados, vertebrada en torno a mil kilómetros de los Andes centrales. Ese recorte territorial comprende la zona de Chile central, que concentra aproximadamente el 70% de la población del país. Al este, el sur de Catamarca, San Juan, Mendoza y norte de Neuquén. Esta base de datos confirma y detalla la merma drástica en ocho cuencas hídricas argentinas y 18 chilenas. La información permite hacer proyecciones en lecturas asociadas a mediciones de caudales de los organismos públicos de aguas, los de las estaciones meteorológicas (temperatura, viento, precipitaciones) y de monitoreo de glaciares, según planteó parte del equipo que lleva adelante el proyecto en la presentación realizada online el martes pasado. La plataforma requirió una década de trabajo previo para el desarrollo de la metodología, sintetizó Ricardo Villar, ingeniero forestal especializado en paleoclimas, uno de los autores del cuarto informe Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) e investigador clave en la realización del inventario nacional de glaciares creado por ley nacional.

 

 

 

 

 

 

 

La herramienta

Leandro Cara, becario del CONICET, desarrolló el método para la reconstrucción de las imágenes satelitales, aplicado en el río Mendoza como área piloto en una etapa previa. Explicó que los sensores de los satélites Modis Terra y Modis Aqua de la NASA brindan el dato de la cobertura de nieve (no el de su profundidad) con una imagen al día (ocho escenas en total), lo que permite hacer el análisis evolutivo de cada cuenca e integral del área.

El diseño de la web es accesible para la navegación para cualquier usuario no especializado. Se puede consultar el registro diario, anual o total acumulado del período documentado con representación en mapas y en curvas de relación entre cobertura nival y caudales. Es posible desandar los promedios generales, comparar cuencas a un lado y otro de la cordillera y asociarlos a otros eventos contemporáneos, de acuerdo a los intereses y saberes de los usuarios.

Mariano Masiokas, doctor en Geografía e investigador del CONICET, mostró la aplicación de la plataforma en la relación entre nieve, caudales de los ríos y masa de los glaciares en los Andes centrales. Para 1909 y 2020 cuenta con los registros de caudales de once estaciones meteorológicas; para la nieve, los de ocho estaciones a partir de 1951. Las imágenes satelitales a partir de 2001 fueron un salto respecto a los registros con instrumental.

 

 

Mariano Masiokas.

 

 

Estas imágenes satelitales no incluyen los hielos de los glaciares, excepto cuando están cubiertos por nieve, precisó Cara. Sin embargo, el modelo desarrollado por Masiokas le permitió la reconstrucción de la masa en el caso del glaciar Echaurren Norte, de la cuenca del río Maipo, el único de Sudamérica estudiado por el World Glacier Monitoring Service (WGMS) desde 1975. “Casi ha desaparecido”, indica el balance negativo de la masa de este glaciar con los registros de 20 años, gráfico demoledor realizado por Masiokas. Un caso puntual de los alcances de la presente mega-sequía.

Por su parte, René Garreaud, doctor en Geofísica, climatólogo, habló con una imagen sin nieve del centro de esquí El Colorado, a pocos kilómetros de Santiago de Chile, este invierno. “Podemos dar respuestas con datos, no sólo con ideas, sobre el cambio climático”, dijo, respecto al potencial del Observatorio y valorando la mirada conjunta a la cordillera. Explicó la aplicación de variables climáticas a los caudales, para lo que hizo una lectura comparada de dos cuencas hídricas ubicadas a la misma latitud (el Maipo en Chile, el Tunuyán en la Argentina). En general, el Maipo mantiene menos caudal que el Tunuyán para las mismas fechas. La última temporada fue un año atípico donde fuertes vientos bajaron la acumulación de nieve en las nacientes del Tunuyán, lo que luego influyó en el caudal.

 

 

 

Mirada global al territorio

En 2013 se formó el (CR)2. El biólogo Duncan Christie se sumó con base en Valdivia, donde es docente de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral. Investiga en hidroclima, por lo que trabaja en colaboración tanto con Masiokas (en glaciares, por ejemplo), y con Mariano Morales en dendrocrolonogía, para la reconstrucción climática a partir de los anillos de los árboles y el Atlas de la Sequía. En el caso de la cuenca del Maipo, analizaron y armaron un archivo ambiental con bosques datados en mil años, por lo que pudieron hacer el análisis de la sequía para el centro de Chile para ese período largo, a diferencia del Atlas que tomó 600 años para los 300 bosques analizados, explicó Christie, para poder tener un corte homogéneo. El trabajo en colaboración entre CONICET y (CR)2 empezó antes, especialmente entre investigadores que formaron a los más jóvenes que hoy encabezan proyectos, coincidieron en destacar tanto Christie como Cara.

Ni la huella de la presencia humana ni el impacto del cambio climático son homogéneos en el territorio. En ese sentido, Chile ofrece situaciones particulares, lo que se enlaza con la actualidad política y el presente del neo-extractivismo, entre otros núcleos duros. En 2007 ya empezaron a advertir la crisis hídrica, que se transformó en sequía para 2010 y en mega-sequía al persistir con las temporadas. A fines de 2015 presentaron el informe “La megasequía 2010-2015. Una lección para el futuro”, que entregaron en mano a la entonces Presidenta Michelle Bachelet. El documento –claro, corto, contundente– quedó viejo. Los registros se agravaron. Para fines de este año probablemente editen su actualización, anticipó Christie. De todos modos, los resultados de las actualizaciones en mano los aportan al debate actual del proceso por la nueva Constitución nacional, en el que el cambio climático y el status jurídico del agua están en debate. “Acá es transversal la cuestión climática. Está incorporada”, describió el docente universitario, en un panorama bastante alejado de la agenda argentina dominante. El año pasado, el déficit hídrico fue del orden del 80%. El área metropolitana concentra el mayor consumo de agua para consumo humano en las grandes ciudades, el uso industrial, agropecuario y las presas hidroeléctricas de mayor envergadura. La presión demográfica del problema se impone en la agenda local.

 

 

La megaminería afecta los glaciares en Chile.

 

 

Las lluvias disminuyeron porque las corrientes del Pacífico migraron al sur, lo que también se confirmó en las precipitaciones en la península Antártica. Chile central se está haciendo árido. El déficit de lluvia tiene dos forzantes, natural y antrópica. El largo plazo de los mil años permite al equipo de geofísicos determinar las razones de los cambios que, para el caso de Chile, es un 60% por causas naturales y un 40% por los gases de efecto invernadero. En esta mega-sequía se acoplaron ambas razones, resaltó Christie.

 

Embalse El Yeso, centro de Chile.

 

 

“Nos hacíamos las mismas preguntas”, resumió. Al leer sus producciones, al escucharlos en los medios de comunicación, al conversar con algunos de ellos, se advierten posiciones de defensa integral de territorio austeras en el discurso, con abordajes favorables para nutrir la política comunitaria.

 

 

 

 

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