Cinco años igual

La muerte de Alberto Nisman sigue como el primer día: atravesada por la disputa política y judicial

 

Ya estaba bajando el sol cuando el timbre de la casa de Patricia Bullrich empezó a sonar. Era el domingo 18 de enero de 2015. Cuatro días antes, Alberto Nisman había presentado una denuncia contra la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, acusándola de pretender encubrir a los iraníes sospechados de haber volado la AMIA en 1994. Bullrich había visto al fiscal un par de veces desde la presentación de la denuncia, y había hablado mucho más. Ese día, un grupo de diputados de lo que después sería Cambiemos se reunió en su casa para preparar una audiencia en el Congreso que serviría de plataforma para Nisman. Son algunos de quienes ayer sostuvieron una marcha para homenajear al fiscal y renovar acusaciones contra el nuevo gobierno.

 

La primera reunión

Cuando Bullrich llegó a la UFI-AMIA, frente a Plaza de Mayo, se encontró que Laura Alonso leía un resumen de la denuncia que Nisman había mandado a presentar en plena feria a los tribunales de Comodoro Py.  Era el mediodía del miércoles 14 de enero, y nadie salía de su asombro en Buenos Aires.

Nisman había elegido el juzgado de Ariel Lijo, que por entonces investigaba el encubrimiento al atentado. Lijo estaba de feria –como la gran mayoría de sus colegas de Comodoro Py— y lo estaba suplantando María Servini.

Nisman hablaba a borbotones. Estaba al teléfono con Edgardo Alfano, el periodista que esa noche conducía A Dos Voces en TN.

—Si vas a la noche a A Dos Voces, bajá los decibeles. Hablá más lento –le aconsejó Bullrich.

Según declaró en la causa, la diputada y el fiscal no tenían confianza. Lo había conocido unos tres o cuatro años antes. Se habían visto en una reunión del Congreso Judío Mundial. Nuevamente, según ella declaró, lo había cruzado un año antes y él le había dicho que estaba trabajando en una investigación sobre el Memorándum de Entendimiento con Irán que Argentina había firmado en enero de 2013.

Cuando se presentó en la fiscalía, Alonso no dijo exactamente desde cuándo lo conocía. Sí relató que Nisman la llamó para agradecerle una mención a su trabajo en una columna que había publicado en enero de 2014 en La Nación. Era un texto contra el Memorándum. En ese entonces, habían quedado en tomar un café que no se concretó hasta el 28 de mayo de 2014. Fue al mediodía en el Hotel Intercontinental. Allí supuestamente sucedió la pregunta célebre de la entonces diputada: ¿Voy a tener que pedir el juicio político de la Presidenta?

 

 

La vuelta

Nisman había arrancado el año de vacaciones en Europa con su hija Iara, que acababa de cumplir quince años. Su otra hija vacacionaba con su madre, la jueza Sandra Arroyo Salgado. Estaban también en Europa. Nisman se volvió antes de lo planeado. Dejó a la chica en un aeropuerto a la espera de la madre y de la hermanita y regresó a Buenos Aires. Llegó el lunes 12 de enero a las 9.15 al aeropuerto de Ezeiza.

Seis días antes, le había mandado un mensaje a Alonso. Le preguntaba si iba a estar la semana próxima en Buenos Aires y si podían tomar un café. “Yo news”, le escribió el fiscal, dándole a entender que tenía algo para comunicarle.

No parecía un retorno tan intempestivo.

El 12 pasó por su fiscalía. Habló con el secretario Fernando Comparato y le dijo que iba a presentar la denuncia. Comparato le recomendó esperar a que terminara la feria. Nisman no estuvo de acuerdo. Al día siguiente, no fue a la UFI y se quedó en el departamento 2 del piso 13 de la torre Boulevard del complejo Le Parc. Desde allí se comunicó con Alonso y con Bullrich y las citó a su oficina para el día siguiente. La presentación de la denuncia estaba en marcha.

 

 

Los mensajes

En cuanto Bullrich y Alonso salieron de la UFI-AMIA, empezaron los mensajes con el fiscal.

—Soy Patricia Bullrich. Estuvimos pensando que vengas mañana a las 12 horas al Congreso. Yo te convoco formalmente como presidente de la Comisión de Legislación Penal.

—Sí

—Listo, te avisamos (en qué) sala más tarde. No lo comunicamos hasta última hora.

—OK

—A las 12 te esperamos en la puerta del Palacio.

—¿No puede ser la semana que viene? Hoy voy a TN

—¿Va a ser con prensa?

—Sin prensa Patricia

—Sin prensa. Ya está arreglado.

Después de las cuatro de la tarde del miércoles 14, Nisman la llamó a Bullrich. Arreglaron que iría el lunes 19 a las 15. El fiscal le insistió que debía ser una reunión reservada. “Si no, no puedo hablar”, le dijo.

A las 17.23, le mandó un nuevo mensaje. “Ok, gracias. Nos vemos en A Dos Voces”. Al rato la llamó una secretaria para preguntarle si iba a acompañarlo al estudio de TN. En el estudio, se encontró con Elisa Carrió, quien al tiempo sería la madre fundadora de Cambiemos.

El sábado 17, Nisman estaba en su casa. La llamó a Bullrich desde un número privado. Seguía preocupado por la presentación en el Congreso, especialmente después de que el entonces canciller Héctor Timerman leyera una carta de Interpol en Casa Rosada desmintiendo la denuncia de Nisman.

—¿Usted me va a garantizar la seguridad? –le preguntó Nisman.

El fiscal quería saber si iban estar el diputado Andrés Cuervo Larroque y Fernando Esteche, dirigente de Quebracho, a quienes también había incluido en la denuncia. Bullrich le dijo que Larroque tenía derecho a estar como cualquier otro integrante de la Cámara de Diputados.

—Algún insulto se va a comer –le aportó serenidad la diputada.

 

 

La segunda reunión

Cuando el grupo de diputados llegó a la casa de Bullrich el domingo 18, Nisman ya estaba muerto en el baño de su casa. A un costado estaba la Bersa calibre 22 que el día anterior le había llevado Diego Lagomarsino, un técnico informático que trabajaba para él desde 2007 y al que Nisman había incorporado a la UFI-AMIA a condición de que le diera la mitad de su sueldo cada mes.

Bullrich llegando a la marcha por el quinto aniversario de la muerte de Nisman.

El encuentro había sido convocado a pedido de Alonso, según ella declaró en la causa. Estaban la dueña de casa, Alonso, Federico Pinedo y Cornelia Schmidt-Liermann. Por altavoz se comunicaron varias veces con el radical Mario Negri.

El quinteto tomó una decisión: Nisman iba a entrar con un auto de Diputados hacia la cochera. Iban a hacer que subiera por un ascensor interno hasta el despacho de Pinedo sin que nadie lo viera y que esperara ahí hasta que resolvieran si la reunión podía hacerse de manera secreta, declaró el propio Pinedo. Era improbable que la reunión se llevara a cabo, reconoció la propia Alonso en su declaración.

A Nisman nunca llegaron a comunicárselo.

 

 

La investigación

Viviana Fein estaba de turno en la noche del 18 de enero de 2015. La llamó su secretario Bernardo Chirichella para avisarle que algo había pasado en Le Parc y la pasó a buscar. Estuvo a cargo de la investigación desde ese día hasta diciembre de ese año, cuando decidió asumirla la jueza Fabiana Palmaghini. Sin embargo, continuó participando de la pesquisa hasta el 1 de marzo de 2016 – mientras sostenía cruces fuertes con Arroyo Salgado y, al final, también con Palmaghini.

Solo un día después de escuchar a Antonio Jaime Stiuso la jueza mandó la causa a federal. Después de idas y vueltas que llegaron hasta la Corte, la investigación quedó en manos del juez federal Julián Ercolini y del fiscal federal Eduardo Taiano.

Fein nunca llegó a escribir su dictamen. Ella siempre sospechó que a Nisman lo habían inducido al suicidio. No le creyó jamás a Stiuso que no lo había atendido porque tenía el teléfono en vibrador. Se quedó siempre esperando que Yahoo –vía Estados Unidos– le abriera los correos del fiscal y que la jueza autorizara un allanamiento en Paraná, donde estaba alojado el servidor desde donde le habían mandado un Troyano al celular de Nisman.

 

 

Una explosión de llamados

Cuando la causa pasó a los tribunales federales, Fein reunió a un grupo de periodistas que venían siguiendo el caso y protestó.

—Me sacaron la causa cuando estaba investigando a los espías –dijo sentada en su oficina de la calle Tucumán, a metros del Obelisco.

Fein había detectado una inusual cantidad de llamados de hombres vinculados a la agencia de inteligencia durante el domingo 18. Lo había hecho con la división de Fraudes Bancarios de la Policía Federal. Un teléfono que le había llamado la atención especialmente era el de Fernando Pocino, entonces director de Reunión Interior de la todavía llamada Secretaría de Inteligencia (SI).

Aunque los medios lo presenten como una novedad, esa actividad telefónica inusual e incluso entre distintas bandas de la SI fue señalada por la propia Fein en 2015. Uno de los que respondía a Stiuso y estuvo activo, incluso intercambiando con Pocino, fue Alberto Mazzino, un politólogo que había sido el director de Análisis de la Secretaría antes de que Cristina Fernández de Kirchner la descabezara en diciembre de 2014.

Mazzino había hablado con Nisman un par de días antes de Navidad, según declaró en la causa. “Ahora que los rajaron a ustedes vienen por mí”, contó que le había dicho el fiscal antes de irse para Europa. Nisman viajó y volvió. Presentó la denuncia y Stiuso, su principal aliado en la pesquisa, dejó de atenderle el teléfono.

La posibilidad de un desplazamiento de la UFI-AMIA fue introducida en la causa por Mazzino para explicar la denuncia. Nunca estuvo en los planes de la procuradora Alejandra Gils Carbó sacar a Nisman. Incluso el fiscal le contó a la propia Bullrich que Gils Carbó estaba preocupada por su seguridad.

Después de la denuncia, Nisman volvió a llamar a Mazzino.

—¿Qué piensa Jaime de la denuncia? —le preguntó Nisman, según declaró Mazzino.

—No sé. No hablé más –dijo que le respondió.

 

 

Un llamado

Cuando Nisman presentó la denuncia, Carlos Stornelli estaba veraneando en Pinamar. Es una práctica que sostuvo a lo largo de los años, como mostró la denuncia de Pedro Etchebest ante el juzgado federal de Dolores.

Stornelli declaró dos veces ante Fein. Le dijo que no era amigo de Nisman, pero lo llamó el viernes 17 de enero. “Era muy crítico, sin base científica por supuesto, de la actitud profesional y mediática que había asumido el doctor Nisman”, le aclaró a su colega la segunda vez que la vio. Según dijo Stornelli, le ofreció a Nisman guardarle la prueba en una caja de Seguridad que tenía en el Banco Provincia. Nisman se lo agradeció y quedaron en verse en febrero – cuando terminara la feria.

Durante esos días siguió hablando con Pocino, a quien dijo conocer desde 1980. En la madrugada del 19, Stornelli recibió un llamado de Cristian Ritondo – una de las patas peronistas del PRO de Mauricio Macri.

—Carlitos, salió en un portal que al Ruso lo encontraron en un charco de sangre – le dijo Ritondo, que en un par de meses se iba a convertir en el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires.

Cortó y llamó a Pocino. Stornelli testificó que Pocino le dijo que no sabía nada, que estaba descansando afuera de Buenos Aires y que debía ser una operación. Acto seguido Stornelli se comunicó con su colega Carlos Rívolo, actual presidente de la Asociación de Fiscales, porque estaba de turno en Buenos Aires.

Stornelli y Rívolo encabezaron la marcha del 18 de febrero de 2015 al cumplirse un mes del fallecimiento de su colega y mientras su otra colega, Fein, estaba en plena investigación.

 

 

La causa

El 26 de diciembre de 2017, Ercolini dictó el procesamiento de Lagomarsino por haber llevado el arma que terminó con la vida de Nisman. Lo acusó de partícipe necesario en el homicidio. Cuatro de los diez custodios de Nisman terminaron procesados también. Tres por encubrimiento y el cuarto únicamente por incumplimiento de los deberes de funcionario público.

La base para decir que Nisman fue asesinado vino de un peritaje que Taiano le pidió a Gendarmería, la fuerza que estaba bajo la conducción de Patricia Bullrich. Clarín supo varias semanas antes cómo iba a terminar el informe. El aporte de Gendarmería tuvo algunos ribetes que tanto el juez como el fiscal debieron dejar a un lado: una hora precisa de la muerte (las 2:46 del domingo 18), la presencia de ketamina y de dos hombres en el baño.

Nadie pudo determinar quiénes fueron esos dos supuestos hombres ni cómo ingresaron a Le Parc. La fiscalía de Taiano dice que en el edificio hay puntos ciegos – lugares que no son captados por las cámaras. De hecho, esos puntos ciegos fueron advertidos por la defensa de Lagomarsino.

El mes pasado, la Policía Federal (PFA) remitió un peritaje hecho sobre todas las cámaras del complejo de Puerto Madero. La Federal sacó 25.000 capturas de pantalla de personas que estuvieron en Le Parc entre el 15 y el 18 de enero. También se capturaron las patentes de los vehículos que ingresaron. Todavía resta que los ocho empleados de la fiscalía lo analicen.

Lo mismo que un análisis sobre dispositivos electrónicos, que hizo Cibercrimen de Gendarmería. Estiman que fueron 200 equipos peritados: es decir, teléfonos, computadoras, discos rígidos o pendrives secuestrados de las casas de Lagomarsino y de los custodios. Taiano también pidió que peritaran aparatos que estaban en Casa Rosada porque dice que hubo un desperfecto misterioso que afectó el registro de entradas y salidas.

El fiscal también ordenó que la División de Delitos Complejos de la PFA vuelva a hacer un entrecruzamiento como el que pidió Fein en 2015 y mostró el tráfico intenso de comunicaciones durante el domingo en que apareció muerto Nisman. En su oficina, explican que son 45.000 llamados los que están analizando – que se remontan a un año antes de la muerte de Nisman. El estudio no está terminado aún. Dicen que emplean un software de Estados Unidos, que suele caerse por el caudal de datos que le introducen los investigadores.

 

Un mensaje siniestro: Dos fuentes aparecieron teñidas de rojo en Plaza de Mayo.

 

 

 

El próximo golpe

Taiano quiere mandar pronto a juicio a los cuatro policías. No sucede lo mismo con Lagomarsino, que el 30 de diciembre pidió la elevación.

El fiscal también analiza pedir el llamado a indagatoria a las autoridades que estuvieron en el departamento de Nisman al momento del hallazgo del cuerpo: el entonces secretario de Seguridad Sergio Berni, el jefe de la PFA Román Di Santo, el prefecto general Luis Heiler, el juez Manuel De Campo y la propia Fein.

Taiano sostiene que hubo irregularidades en el operativo: que se tomaron los rastros en algunos lugares y en otros no; que se hizo tarde; que no se peritó la cama (donde estaban sentadas la madre de Nisman y la amiga que la acompañaba) y que se tardó en advertir que había un tercer acceso al departamento.

Fein está más que tranquila. Está jubilada hace más de tres años y disfruta de sus nietos. Sigue las novedades de la causa. Recuerda de memoria declaraciones y resultados de análisis. Ya les dijo a propios y extraños que espera con ansias el llamado de Taiano.

 

 

 

 

 

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