Cohetazos

El asesinato del funcionario iraní Suleimani estrecha los márgenes argentinos para una política independiente

 

El jueves, el gobierno de Estados Unidos asumió la responsabilidad del asesinato en el aeropuerto de la capital iraquí del líder de las milicias shiitas iraníes, el general Qassem Suleimani, y de su lugarteniente en Irak, Abu Mahdi al-Muhandis. Un acto de guerra sin declaración de guerra, en territorio de un tercer país, abatiendo a un funcionario político de primer nivel, completamente al margen del derecho internacional. La explicación de que fue un golpe preventivo para impedir ataques inminentes contra ciudadanos norteamericanos es tan falsa como pueril: intenta simular que se actuó en defensa propia, lo cual sí es admitido por la carta de las Naciones Unidas. Para colmo, Brasil emitió una declaración oficial de "apoyo a la lucha contra el flagelo del terrorismo y reitera que esa lucha requiere la cooperación de toda la comunidad internacional, sin buscar ningún justificativo o relativizacion para el terrorismo".

El ataque a la embajada de Estados Unidos en Teheran, también fue repudiado por Colombia, donde dentro de dos semanas sesionará la Conferencia Ministerial Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo, como recordó también Itamaraty. La sesión anterior fue presidida en Buenos Aires, en julio de 2019, por Jorge Faurie. "El terrorismo no puede ser considerado un problema restringido a Medio Oriente y a los países desarrollados, y  Brasil no puede permanecer indiferente a esa amenaza, que afecta inclusive a Sudamérica", agregó el gobierno de Brasil. Este último párrafo parece una respuesta directa a las opiniones vertidas por funcionarios argentinos, como la ministra de Seguridad Sabina Frederic y el propio presidente Fernández. Brasil vuelve a ofrecerse así como gendarme subimperialista en la región, tal como hizo hace medio siglo, cuando Richard Nixon dijo que hacia donde se inclinara Brasil se inclinaría Latinoamérica. Según documentos desclasificados por la ONG National Security Archives, en 1971 Nixon analizó con el dictador Emilio Garrastazú Medici la participación de Brasil en el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende.

Ahora no se trata de una dictadura militar sino de un gobierno electo. Al contrario, según el diario Folha, de San Pablo, los militares trataron de disuadir al presidente Jair Bolsonaro de seguir ese rumbo. El diario cita dos encuentros del ministro de Seguridad Institucional, general Augusto Heleno, quien le pidió que Brasil mantuviese una posición neutral, pero el presidente no le hizo caso. Según Folha, Heleno y otros asesores militares piensan que Brasil no gana nada en alinearse con Estados Unidos, y que esto puede tener consecuencias en las relaciones con Irán. Bolsonaro llegó a decir en una entrevista con la TV Bandeirantes, que Soleimani intervino en el atentado a la DAIA de 1994, de lo que no hay ningún indicio en el expediente judicial. No es lo mismo decir las brigadas Al Quds que Soleimani, quien en el momento del atentado era un joven oficial de 37 años y no el jefe de esa organización. Ni Daniel Pedro Santoro, más flojo de fuentes que de costumbre, pudo citar otra cosa que "un informe reservado".

 

El general y su mascota.

 

El atentado en Bagdad, de una precisión tecnológica abrumadora y la posición de Brasil al respecto, generan un condicionamiento adicional a los que se describen en la nota principal de esta edición. Al-Muhandis dirigía el grupo Kataib Hezbollah y con ellos también murió un dirigente del partido político libanés, Hezbollah.

Durante el gobierno de Maurizio Macrì y como parte de su pegoteo con los de Trump y Netanyahu, la Argentina incluyó a Hezbollah en una lista de organizaciones terroristas. Antes de asumir, el Presidente Alberto Fernández dijo que revisaría esa decisión, lo cual dio lugar a presiones públicas y privadas que surtieron efecto, porque no se volvió a hablar del tema, con toda lógica dada su baja prioridad para la Argentina y la importancia que le asigna Washington.

Algo similar ocurre con las posiciones del nuevo gobierno argentino respecto de Venezuela y Bolivia. En el primer caso, Fernández ha sido crítico del gobierno del Presidente Nicolás Maduro, pero se negó a calificarlo de dictador y planteó el retiro argentino del Grupo de Lima, formado a instancias de Estados Unidos para dar una pátina multilateral al derrocamiento de un gobierno electo que busca la Casa Blanca. A raíz de una solicitud explícita del Departamento de Estado durante la visita de Alberto a México, tampoco ese retiro se produjo, si bien el canciller Felipe Solá apunta a desarrollar otras alianzas, como la reanimación de la CELAC, a cuya reunión ministerial viaja mañana, y dejar que el Grupo de Lima se extinga como una vela sin oxígeno.

Maduro también fue blanco de un ataque con drones artillados durante un desfile militar en agosto de 2018, pero sin la precisión que acabó con Soleimani. Y es ostensible el rol de Estados Unidos en el golpe contra Evo Morales en La Paz, por el que Trump felicitó a los militares bolivianos. La próxima elección del Secretario General de la OEA es otro momento de posible fricción. Estados Unidos postula la reelección del tránsfuga oriental Luis Almagro, activo partícipe en las ofensivas en Caracas y La Paz, mientras la Argentina se inclina por la ecuatoriana Fernanda Espinosa, quien fue canciller de Lenín Moreno y de Rafael Correa, quien hoy no mantiene la mejor relación con ella. Espinosa cuenta con el apoyo de México pero sus chances de imponerse son remotas.

Estados Unidos es el principal accionista del FMI, posición que puso en juego para conseguir el extraordinario apoyo crediticio de la institución al gobierno de Macrì. El propósito de Fernández es que ese respaldo se mantenga ahora para sus propuestas de renegociación, por parte del ministro de Economía Martín Guzman, cuyo nombramiento contó con el previo visto bueno de Kristalina Georgieva, quien es amiga del protector de Guzmán, Joseph Stiglitz.

El Presidente cree que los desplantes de Mauricio Claver-Carone, el cubano que se encarga de Subamérica en el Consejo Nacional de Seguridad, no son relevantes mientras cuente con la aquiescencia del Departamento de Estado, desde el que Elliot Abrams le pidió disculpas cuando Claver dejó Buenos Aires sin asistir a la asunción del nuevo gobierno, disgustado por la presencia de un ministro venezolano y de Correa. Confiar en el principal operador del affaire Iran-Contras, condenado por la Justicia e indultado por Bush padre, y reclutado ahora para dirigir el cambio de régimen en Caracas, delata un notable optimismo de la voluntad, que es sólo una parte de la fórmula gramsciana. Durante la cita en México antes de asumir, Claver se jactó del rol que cumplió como director provisorio del FMI para que el Fondo sostuviera como hizo al gobierno de Macrì. Se le congeló la sonrisa cuando Alberto le respondió:

-¿Y quiere que le agradezca? El Fondo es corresponsable del desastre que ocurrió en la Argentina.

También disintieron sobre temas más calientes. Fernández consideró inútil el bloqueo a Venezuela, que hace sufrir al pueblo y no afecta a la dirigencia. Claver respondió que habían tenido una mala experiencia con el levantamiento del bloqueo. Pero se refería a Cuba y Obama.

Desde el punto de vista latinoamericano, el levantamiento del bloqueo a Cuba fue la mejor medida de política estadounidense hacia la región— repuso Fernández.

Hace diez días dos funcionarios de la embajada en Buenos Aires pidieron una reunión con el Presidente y otra con el canciller. El gobierno las unificó, en la Casa Rosada pero sin la presencia de Fernández. Lo bien que hizo: funcionarios de segunda y tercera línea, como Mary Kay Carlson y Chris Andino, formularon cuestionamientos inadmisibles a la política exterior argentina y al propio jefe de Estado.

Andino, quien viene de ocuparse de narcóticos en Afganistan, llevó la voz cantante. Eso le permitió exhibir con generosidad una ignorancia jurídica sólo superada por su torpeza política. Dijo que, como asilado, Evo Morales no podía formular declaraciones políticas y preguntó si el Presidente lo sabía. El canciller Felipe Solá, el secretario de asuntos estratégicos Gustavo Béliz y el designado embajador en Washington, Jorge Argüello, tuvieron que explicarle que el status del ex Presidente boliviano no es de asilado sino de refugiado, con los mismos derechos y obligaciones que un ciudadano argentino. Luego el barbado Andino dijo que Evo Morales era un enemigo de la democracia, que todas sus actividades eran perjudiciales para Bolivia y para la región, y que la Argentina debería revisar su conducta si no deseaba que afectara la relación bilateral. Solá le respondió que era una afirmación amenazante e impertinente.

Cuando solicitaron las reuniones dijeron que serían reservadas, pero Infobae hizo público el apriete, del que es parte integral vía Daniel Hadad. Su cronista, Roman Lejtman, dice abiertamente que maneja información de la CIA.

Pese a la firme respuesta oficial, Andino volvió a comunicarse días después para sugerir la conveniencia de una declaración argentina similar a la que acaba de difundir Brasil, cosa que no sucedió. Ni Brasil ni Estados Unidos dijeron nada sobre el asedio a la embajada de México en La Paz. Es evidente que no importan los hechos sino quién los realiza.

Luego la agencia informativa de negocios Bloomberg ligó en forma explícita las posiciones argentinas hacia Venezuela y Bolivia con la actitud de Estados Unidos en las cuestiones económicas. Un “alto funcionario del gobierno de Trump” que habló “bajo condición de anonimato” dijo que el asilo a Evo y los compromisos con Maduro “cruzaron una línea roja y podrían costarle a la Argentina el respaldo del FMI y las inversiones norteamericanas en Vaca Muerta”. Por supuesto, Bloomberg afirma que Alberto y sus asesores son pragmáticos y entienden esos riesgos, mientras Cristina es el demonio.

El fluido contacto del ministro de Economía, Martín Guzmán, con la directora ejecutiva del Fondo le permite entender la índole de los mandatos que desde el Consejo de Seguridad Nacional se dirigen al edificio de la calle 19 donde atiende Georgieva, a solo una cuadra de la sede de la secretaría general de la OEA.

Georgieva y Guzman

 

Mientras Georgieva está decidida a apoyar al discípulo de Stiglitz, Claver Carone trabaja sobre la línea del organismo, procurando que las decisiones económicas se subordinen a las tomas de posición políticas. Las declaraciones de Itamaraty y de Bolsonaro son la peor noticia posible para la Argentina.

El secretario de Estado Mike Pompeo declaró que el atentado a Soleimani no procura iniciar sino terminar una guerra, y el propio Trump anunció que no buscan un cambio de régimen en Irán. Sólo el tiempo lo dirá, pero no hay duda de que los dronazos de Bagdad y el alineamiento acrítico del gobierno de Brasil también estrecharon los márgenes de libertad con que cuenta la Argentina, endeudada y con el sobrevuelo de los buitres, para formular una política independiente. El refuerzo de la protección de fronteras y de objetivos estadounidenses e israelíes en la Argentina no implica la aprobación del asesinato de Soleimani. Por el contrario, el comunicado emitido ya cerca de la medianoche del sábado por la Cancillería, corregido en forma personal por el presidente, declara "preocupación" por "los recientes acontecimientos", que describe como "eventos violentos protagonizados en un mundo global y consecuentemente hiper-conectado", que pueden "tener consecuencias directas en todo el planeta".  En la Argentina "podemos dar testimonio de lo dicho" porque "hemos sido víctima al menos en dos oportunidades de actos de terrorismo internacional". 

Pero lejos de sumarse al coro como segunda voz de Bolsonaro, la Argentina "insta a las partes en conflicto a que dispongan las medidas que permitan contener la tensión y trabajar en pos de una salida pacífica y negociada que evite escaladas que pongan en riesgo la seguridad internacional". El texto llama a la comunidad internacional para que "todos asumamos posiciones constructivas y reclama a las organizaciones multilaterales que asuman las responsabilidades que se les han confiado, en particular en materia de paz y seguridad internacional".

Partes en conflicto, solución pacífica y negociada, multilateralismo. Firmeza, principios y al mismo tiempo prudencia son las palabras de orden.

 

 

 

 

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