Cómo borrar ese apellido

La necesidad de invisibilizar los delitos del ex Presidente y el rol vertebrador de las corporaciones

 

El 5 de junio de 2007 el entonces Presidente Néstor Kirchner pronunció la inolvidable frase “Mauricio es Macri”. En esa etapa, el presidente del Club Boca Juniors se lanzaba a la arena política mientras buscaba diferenciarse de un apellido cargado de imputaciones de contrabando, lavado de activos, fraudes, estafas y otros delitos económicos. Los fantasmas de aquella escena vuelven a irrumpir en la política: varios de los socios históricos del dirigente cambiemita intentan liberarse de la contaminación que Mauricio impone, actualmente, sobre todo lo que toca. Entre ellos, Horacio Larreta intenta deshacerse de los vestigios de su historia compartida, mientras el primo intendente de Vicente López­, Jorge, insiste en que se lo identifique más con su nombre de pila que con su apellido.

El 2 de marzo de 2019, a los 88 años, falleció Franco Macri. Quince días después, su hijo Mauricio manifestaba ante el operador comunicacional Luis Majul que su padre era parte integrante de “un sistema extorsivo”. Limpiarse del pasado y eludir la historia han sido prácticas constantes de la derecha local: han eliminado a los patriotas de la gráfica de los billetes y se han especializado en barrer sus delitos y crímenes debajo de la alfombra. Esa tarea de yo no fui es la que proponen con insistencia los analistas de marketing político que rodean al jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Esos mismos asesores de imagen recomiendan –sobre la base de estudios de opinión pública y relevamientos cualitativos realizados en los últimos seis meses– una división de tareas entre los confrontativos y los dialogantes. La versión más confrontativa contra el gobierno de lxs Fernández deberá ser liderada por la trifecta mediática y por las corporaciones patronales, especialmente la Mesa de Enlace, la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Por su parte, los máximos referentes de Juntos por el Cambio se ocuparán de exhibir un perfil menos agrietado para equilibrar la estrategia de pinzas consensuada con los poderes fácticos. Esa operación le permitirá a Larreta –asegura uno de los sociólogos contratados para elaborar la estrategia– preservar lo que denominan los ejes del cuadrilátero, consistentes en:

  1. despejar el camino de toda contaminación con el macrismo explícito (limpiarse, lo denominan);
  2. impedir la irrupción de una tercera vía (Randazzo/Ocaña/Stolbizer);
  3. conservar el núcleo duro de la derecha doméstica; y
  4. impedir fugas ultraliberales de las expresadas por Javier Milei/José Luis Espert y Ricardo López Murphy.

Los dos primeros objetivos serán activados –insisten los consultores– por una tropa cambiemita remozada, limpia de vestigios altisonantes. Los dos últimos designios, encargados de llevar el discurso al paroxismo de la confrontación, provendrán de la trifecta mediática y las corporaciones patronales, en total coordinación con el búnker cambiemita.

Una muestra de esta última funcionalidad, que aseguran será disimulada por fuera de Juntos por el Cambio, se escenificó el último viernes con el tractorazo convocado por los mismos actores que en 2008 desafiaron las retenciones móviles y que en la actualidad reclaman el levantamiento de los controles dispuestos por el gobierno para garantizar la alimentación cárnica de lxs argentinxs. Uno de sus instigadores, el ex ministro de Mauricio Luis Etchevehere, lideró la movilización con el explícito pedido de que no participaran en ella los referentes partidarios amarillos.

Los partícipes del tractorazo serán los encargados, durante los próximos dos años, de organizar a los exportadores en pos de una amenaza de lockout intermitente, conducente a enrarecer el clima económico. Esa será la impronta con la que el policía malo hostigará al gobierno, en complicidad con el perfil supuestamente dialoguista del larretismo. La corpo será uno de los pilares encargados de tirar de la cuerda al tiempo que los republicanos de Juntos por el Cambio, ataviados con su ancestral atuendo de prohombres civilizados, se ofrecerán como alternativa plural y moderada, dispuesta a motorizar la unidad nacional y superar las diferencias. Una clara estrategia de pinzas, reiterada en varios períodos a los largo de la historia argentina.

 

 

Policía bueno y malo

 

Héctor Magnetto y el desaparecido Bartolomé Luis Mitre. Dos referentes históricos de la trifecta mediática.

 

En forma concurrente, las usinas multimediales profundizarán el reclutamiento de figuras aptas para el consumo electoral, lucrativas para saltearse la imprescindible instalación de candidatos que no hayan alcanzado el reconocimiento público. El servicio consistirá en capitalizar el mainstream comunicacional y reconvertirlo en capital político, economizando la ardua tarea de formar cuadros competentes para dar debates públicos: los referentes promovidos sólo deberán ser capaces de repetir consignas, refrendar frases hechas y/o combinar las incidencias políticas con los cotidianos escándalos televisivos.

Algunos ejemplos de estos alistamientos son Carolina Losada –conductora del Grupo América, de A24 y ex colega de Baby Etchecopar–, que se lanzó recientemente como candidata a senadora por Santa Fe con la divisa cambiemita. Otro caso es el del conductor radial Carlos Eguía, que se dispone a competir por un escaño legislativo por Neuquén, también por las listas de Juntos por el Cambio. Desde Jujuy se suma Rosario Agostini, una de las periodistas responsables de generar el clima de estigmatización contra Milagro Sala, que habilitó luego la persecución pseudo-judicial implementada por Gerardo Morales.

Estos tres bisoños referentes mediáticos devenidos en candidatos se suman a quienes ya se han incorporado el macrismo en la última década: Diego Valenzuela, actual intendente de Tres de Febrero; el conductor Franco Bagnato, transformado en senador provincial bonaerense, y el ex candidato a jefe comunal de Avellaneda, Luis Otero, hombre de Magnetto que perdió contra Jorge Ferraresi en 2019. Otro arquetipo es Héctor Gay, quien acumuló 30 años de periodismo para transmutarse en intendente de Bahía Blanca. Por su parte, Anita Martínez abandonó su lugar en la televisión santafesina para integrar la Cámara Baja en representación del PRO, revistiendo luego como concejala en Rosario.

Esta estrategia explica los pasos del larretismo con relación al macrismo residual y sus exponentes más pausados, como el primo Jorge, o sus versiones más frenéticas como Patricia Bullrich, Fernando Iglesias o Waldo Wolff. Para pavimentar su camino a 2023, necesita obstruir el paso en CABA a la ex ministra de seguridad y –al mismo tiempo– acordar con las huestes radicales de Martín Lousteau. De esa manera, instala a María Eugenia Vidal como su sucesora y deja allanado el camino para negociaciones futuras con los radicales amarillos que, de no lograr imponer la nueva esperanza neurocientífica de Facundo Manes, se allanarán a aceptar como potenciales acompañantes de fórmula a una de las actuales senadoras, etiquetadas como “las dos Silvias”, para el caso de perder la interna con Larreta: la tucumana Elías y la jujeña –socia del carcelero Morales– Giacoppo.

La estrategia, revela uno de los analistas contratados para coordinar los focus groups, pretende llegar a 2023 con un acuerdo multipartidario orientado a garantizar la gobernabilidad futura, sin renunciar al modelo neoliberal financiarista que sustenta Juntos por el Cambio. Considera, con indudable inconsciencia, que puede alcanzarse una concordancia política sin poner en discusión los dos modelos en pugna: el especulativo-rentista basado en el endeudamiento sistémico (con anclaje interamericano) versus el productivo, focalizado en el empleo y la integración de América Latina y el Caribe.

 

 

Tintorería de manchas

 

 

El jefe de gobierno porteño necesita limpiarse del apellido Macri, de la misma forma que Jorge busca olvidar su parentesco y Mauricio intentó desligarse de su padre. Los asesores de Larreta le advierten que el incremento de causas que involucran al fundador del PRO puede contaminarlo si no se divorcia de forma urgente de los referentes que hacen presente al ex titular de Boca Juniors. Sobre el actual funcionario de la Fundación FIFA se acumulan causas como la del Correo, las maniobras con el Meinl Bank, los créditos otorgados a Vicentin, los parques eólicos, el espionaje, las peripecias de la Mesa Judicial –con uno de sus cofrades, Fabián Pepín Rodríguez Simón, con pedido de captura internacional– y las imputaciones de enriquecimiento ilícito y lavado de activos, denunciados por la Oficina Anticorrupción (OA) que encabeza Félix Crous. El caso del suministro de material represivo a un gobierno golpista quizás se sume a la larga lista de dictámenes judiciales: demasiadas referencias tribunalicias en ciernes para una alianza que se proclama como expresión de la pureza republicana, la honestidad tecnocrática y la decencia sustentada en valores.

Esa mancha venenosa es la causa por la que excluyó a Patricia Bullrich. Es la misma razón por la que se busca sacar del juego al primo Jorge y por la que Larreta se asocia con los radicales cordobeses de Mario Negri, con el único objetivo de desembarazarse de Gustavo Santos, ex ministro de Turismo de Macri. Estas divisiones son percibidas por el grupo más amarillo de radicalismo residual como una ventana de oportunidad. El empoderado Gerardo Morales declaró en referencia a la imposición de Diego Santilli en territorio bonaerense: “Este es el problema del manejo del poder, cuando uno se cree poderoso y cree que lo puede todo. No es una buena señal al electorado. La actitud de Horacio debilita a la coalición, pero por suerte el radicalismo va a dar la lucha”.

Sucede que en la Provincia de Buenos Aires se repite la misma lógica impulsada por los asesores de campaña larretista: el denominado Grupo Dorrego (¿algo más discordante que el nombre de un caudillo federal para un grupo campestre ligado a la derecha vernácula?) que acompañaba al primo Jorge se desintegró y se dio a la tarea de cultivar cálidas reuniones con Diego Santilli. Dicha traición enfurece al primo Jorge. Si bien nació en Tandil, vive hace dos décadas en San Fernando. En 2009 fue electo diputado provincial por el distrito de Lomas de Zamora y desde 2011 es jefe comunal de Vicente López. Su deseo es ser gobernador provincial, pero su apellido, cree, se lo está impidiendo.

Podrán hacerse especulaciones de todo tipo sobre el devenir de los Macri. Pero aquello de lo que no hay dudas es que la alianza que han conformado posee un umbral de reciprocidad lo suficientemente exiguo como para permitir que sean entregados a las fieras sus propios padres, primos o socios. Quizás es un momento oportuno para poner en evidencia a aquellos que hacen de la actividad política una carrera de ambiciones ajena a los sueños colectivos. Que piensan la participación partidaria como un espacio para hacer ampliar sus negocios o para asociarse/congraciarse con los poderes fácticos locales o globales. Una etapa para explicitar que los proyectos son más relevantes que la codicia. Y que la empatía siempre es más convincente que una mísera disputa por espacios de poder, al servicio de los poderosos. Aunque logre sacárselo de encima, Larreta seguirá siendo Macri. Sin embargo, ni uno ni otro, ni siquiera el primo Jorge, lograrán dilucidar con precisión el eco de la sentencia atribuida al procónsul Quinto Servilio Cepión en el año 169 antes de Cristo: “Roma no paga traidores”.

 

 

 

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