Como cuidarnos de los que nos cuidan

Que sea lo que Dios quiera

 

Hace 35 años, con la finalización de la dictadura, uno de los permanentes temas de discusión era los contenidos de los programas de estudio de los cadetes de las fuerzas armadas y de seguridad, fuerzas plagadas de miembros que habían participado del reciente genocidio y ahora debían someterse a las decisiones del poder político. No sucedió sin grandes resistencias internas.

La doctrina de la seguridad nacional fue quedando atrás, aunque las fuerzas instituyentes de las agencias de seguridad tienden a retomar prácticas autoritarias por sobre el poder civil.

La gestión del Ministro de Seguridad Cristian Ritondo se apresta a incorporar 2.500 alumnos a los cursos para suboficiales de policía. Pero tiene dos problemas: el cualitativo y el cuantitativo de los postulantes. Ritondo relajó entonces las condiciones para lograr incorporar esa cifra, que incidirá en la calidad de los futuros suboficiales de policía. En cuanto a los contenidos curriculares, han quedado en manos de policías y docentes del Centro de Altos Estudios de Especialidades Policiales (CAEEP).

El Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, intervenido en 1997 y luego creado el Ministerio de Justicia y Seguridad, vuelve lentamente con la gestión de Ritondo a ser “la Jefatura de Policía”, tal como se designaba la sede de la Policía en la calle 2 de La Plata. A tal punto es así que se está planteando que el personal civil regido por la Ley 10.830 (del personal de la Provincia de Buenos Aires) sea apartado del Ministerio. En el acto del día 8 de febrero, durante el cual asumió el nuevo Subjefe de Policía, Comisario General Sergio Pérez, reaparecieron viejos íconos policiales: los uniformes del abanderado, las marchas, el Capellán “pidiendo la ayuda de Dios para combatir el narcotráfico y la inseguridad y también la del patrono, San Miguel Arcángel”. Si el Capellán General espera la ayuda de Dios, es que no confía demasiado en la policía.

 

La selección de reclutas para el curso de suboficiales:

Lamentablemente, los funcionarios políticos responsables de los ingresos están tan poco calificados como la mayoría de los postulantes. El área de reclutamiento depende del Subsecretario de Planificación, Gestión y Evaluación, Vicente Ventura Barreiro (ver nota “La bonaerense retoma las riendas”). La tarea específica de incorporaciones está delegada al Director Provincial de Planificación Estratégica, Matías Ojeda, sujeto de confianza de Ventura Barreiro. Como ninguno posee experiencia en el tema ni en el de los contenidos de los cursos, lo delegan en personal policial repitiendo los antiguos esquemas.

No debe sorprender tratándose de los funcionarios de Ritondo: a Ventura Barreiro le precedió en el cargo el contador Patricio Lombilla, sin antecedentes curriculares para la función pública. Su profesión es la compra-venta de futbolistas. En diciembre de 2015 tuvo la responsabilidad de la formación de los policías de un día para otro. El crédito con el que contaba era su amistad con Ritondo, que viene desde la infancia. Así de seria es la gestión. Permaneció seis meses en el cargo.

 

Patricio Lombilla y su rama femenina policial

 

En el presente, Ojeda delegó la temática de los ingresos al Comisario Mariano O. Cepeda, Coordinador de Control y Seguimiento de Ingresos “de facto”, porque no está designado en esa función. Cepeda se desempeñó en la gestión de Casal/Scioli como Director de la Escuela Descentralizada de Policía de San Nicolás.

Hasta hoy se inscribieron vía web alrededor de 24.000 aspirantes a suboficiales de la PPBA. Se estima que ingresaran 2.500. La cifra no es definitiva porque el Subsecretario Legal, Técnico y Administrativo, Ignacio Greco, de vacaciones en enero, no hizo las cuentas de acuerdo al presupuesto del Ministerio de Seguridad para el ejercicio 2019.

Los postulantes son de extracción social muy humilde y con un nivel de instrucción muy bajo. Por la vocación policial no se pregunta hace años porque se descuenta que la motivación es la salida laboral. Los postulantes que aprueben el curso, a fines de 2019 serán suboficiales de policía, cobraran lo que hoy es un sueldo de $ 18.000 mensuales y tendrán un arma. Como seguramente el sueldo no les alcanzará, la mayoría entrará en el círculo vicioso de la corrupción institucional.

 

 

Un detalle sorprendió a los empleados que tienen antigüedad en el tema y que es indicador de la situación socio-económica: por primera vez hay suficientes postulantes en AMBA norte. Siempre eran de oeste y sur. Ahora, con la pobreza expandiéndose en forma de mancha de aceite, hay suficientes postulantes en Tigre, San Fernando y San Isidro, distritos que había que cubrir con postulantes de otras zonas del AMBA.

Hay una cifra que alarma a Ritondo, Ventura Barreiro y Ojeda: luego de la evaluación intelectual y psicotécnica, menos del 15 % fue declarado “apto”. Ritondo quiere llegar a 2.500 postulantes aptos y por ahora no lo consigue. Luego de estas dos evaluaciones, deben aprobar otros requisitos: examen físico, ciclo secundario completo, antecedentes penales, el “visu” que por primera vez es vinculante (entrevista y visualización los postulantes por parte de oficiales de policía). Si el ojo de un comisario con sus subjetividades dice que la traza del postulante no le gusta, queda afuera.

Luego se chequean sus antecedentes y relaciones apelando al uso ilegal del software “i 2”. Del 15 % que supera la poco exigente evaluación psicotécnica, hay un buen número que queda en el camino por otros motivos: ausencia de piezas dentarias, antecedentes penales, mujeres con hijos, etc.

Ante la realidad aplastante de las cifras, el Subsecretario Vicente Ventura Barreiro dio la orden de bajar la vara: en una reunión con su personal de confianza que ingresen “hasta los que les falta un brazo”. Insiste con tener 2.500 ingresantes.

 

Ventura Barreiro con Ritondo, pierna menos, pierna más.

 

La orden de Ritondo también menciona porcentajes: el 80 % de los ingresantes deben ser hombres. El porcentaje deja unas 500 vacantes para las mujeres, en el mismo momento que Vidal le pidió a Ritondo que promueva mujeres policías a primeros planos, ya que su gabinete es totalmente masculino y es año electoral.

Se postulan más mujeres, su presentismo en la primera entrevista es mucho mayor y el rendimiento supera al de los varones. A las mujeres con hijos, aunque sean brillantes, directamente no se las incorpora; se les toma la entrevista para mantener las formas. Consultado un comisario a cargo de una de las escuelas de reclutamiento por el motivo de entrevistar mujeres que no serán incorporadas, respondió: “Porque si se les dice la verdad, sería discriminatorio”.

Un jefe dice del área reclutamiento de Bahía Blanca dice: “En las entrevistas se los chicanea un poco, porque son gente que durante 30 años obedecerá órdenes y tendrá un arma. Tienen que saber que los van a putear y a escupir. No pueden tener baja tolerancia a la frustración. Se les dice que van a ganar 18.000 $ y que los pueden matar en la calle. El sueldo es el mismo que hoy ganan trabajando de peones de albañilería. Muchos recién toman conciencia de esa situación en la entrevista y se levantan y se van”.

Aquellos que concluyan todos los pasos y logren ingresar al curso de Suboficiales en marzo de 2019, habrán gastado sólo en reunir los requisitos formales (certificados de antecedentes, reincidencia, etc.) $ 5.000.

 

Evaluación psicológica:

Las evaluadoras son psicólogas; evalúan en promedio de 10 minutos a cada postulante para lograr sopesar entre 200 y 250 aspirantes por día. El número de aspirantes que cada una evalúa dependerá del presentismo de las mismas psicólogas. El promedio de aspirantes que cada psicóloga evalúa es de 12 por día, pero pueden llegar hasta 20.

Las pruebas comienzan solicitando al postulante que lea el “consentimiento informado”. Si no comprende el texto, difícilmente pase a la segunda etapa. Luego se les hace el test de Bender y el de persona bajo la lluvia.

 

La planilla de evaluación

 

La mayoría de las psicólogas son contratadas; el resto son de Sanidad de la PPBA. Estas últimas son también contratadas, es decir, tienen el sueldo de Policía y además un contrato por su trabajo en “Ingresos”. A las psicólogas-policías es a quienes les llega la orden del Ministro emanada de Ventura Barreiro y Ojeda y, finalmente, ejecutada por Cepeda. Como este último es policía, aplica la jerarquía policial y el autoritarismo, ordena las reevaluaciones y mágicamente un resultado “no apto” se transforma en “apto”.

El postulante que desaprueba las pruebas psicotécnicas debería esperar seis meses para una nueva evaluación. Sin embargo es muy común que personas declaradas “no aptas” sean evaluadas nuevamente sólo unos días después y mágicamente sean declaradas “aptas”. Son “los casos especiales”, pedidos del Ministro, de Ventura Barreiro o de algún jefe policial. Quizás de esos casos sí se ocupe el Director Provincial Matías Ojeda.

En tanto Cepeda, obediente, ejecuta la orden de “bajar la vara”. No se atreven a darles la orden a las psicólogas contratadas, ajenas a la policía, porque carecen del concepto de “obediencia debida”. Entonces para ordenar reevaluaciones se apela a las psicólogas-policías, que tienen jerarquía y conocen la subcultura institucional. "Pero no todas comemos vidrio", dice una de las psicólogas-policía. “Después hay despelote y te cita la Justicia, como en el caso del novato Orlando Rodríguez, que tenía 20 ó 22 años y se suicidó en el marco del “Operativo Sol” de 2017. Ahí la psicóloga que le dio el apto se vio complicada”.

 

EL psicotécnico

 

La manera en que un superior le da una orden a las psicólogas suele disfrazarse de sugerencia: “Este tiene que entrar porque el Ministro lo pidió”, susurran al oído. En otros casos de reevaluación, los postulantes están “coacheados”: hacen los dibujos del test de Bender de una manera no espontánea, aunque en el test de frases incompletas, donde se ve el inconsciente, denota el verdadero perfil del evaluado. Para cubrirse en el resultado final, las psicólogas tildan los cuatro motivos por los cuales sugieren un “seguimiento” del evaluado: posibles dificultades en la adaptación al régimen, posibles dificultades en el área académica, posibles dificultades a nivel de las relaciones interpersonales y en el ultimo motivo, que es “otros”, colocan factores emocionales. De ese modo cumplen con la sugerencia del superior pero se cubren profesionalmente. Le avisan a la Escuela que tienen que hacer un seguimiento de cerca al postulante y ya deja de ser su problema.

Véase el ejemplo de J. C. M., que fue evaluada por la psicóloga Fátima Toledo como “no apta”. Dos meses después, su colega Mariela M. Ragaini la declaró “apta”. No transcurrieron los seis meses y de “no apto” la candidata pasó a “apto”.

Otro caso entre muchos: el 10 de diciembre de 2018, N.A.V. fue evaluado como “no apto” por la Lic. Mariela N. Ragaini; el 21 de diciembre fue evaluado nuevamente con el mismo resultado por la Lic. Carolina Espinosa Viale. Y el 11 de enero de 2019, finalmente la Lic. Laura Cecilia Rodriguez lo evaluó por tercera en un mes y lo declaró “apto”.

Esto explica casos como el de Diego Agustín Farías, desafortunadamente llamado por los medios como “el loco de la bicicleta”, un muchacho que apuñalaba mujeres en la vía pública, detenido un mes atrás en La Plata. El victimario claramente tenía rasgos psicopáticos e ingresó a la policía con un “apto”. El Ministerio de Seguridad se limitó a decir que era “empleado administrativo”. Efectivamente, hacía tareas administrativas pero era personal policial.

 

Ver: https://diagonales.com/app.php/contenido/el-presunto-loco-del-cuchillo-de-la-plata-sera-un-polica/12548 y otras notas.

 

“Las psicólogas atendemos la sugerencia porque no queremos perder el contrato. Necesitamos la guita. Entre la tensión de declarar “apto” a alguien que no lo es y seguir contratadas, elegimos esto último”, dice una de las psicólogas que solicita no ser citada con su nombre.

Cuando el próximo mes comience el curso para suboficiales cuyos contenidos curriculares se desconocen, habrán ingresado postulantes que sortearon los filtros de ingreso por necesidad del sistema (hay que alcanzar un número mínimo) y por favores personales, sin contemplar que el Estado le está proveyendo un arma a quien quizás no deba portarla. Visto desde el otro extremo, hay casos de gatillo fácil, torturas, femicidios, homicidios a manos de policías. Se recurre a los antecedentes del perpetrador y se encuentra con rasgos psicológicos negativos. Pero ya será tarde. Habrá que cuidarse de los que nos cuidan.

 

Nada demasiado nuevo bajo el sol

El 12 de junio de 1957, en la misma semana de los fusilamientos contra militantes y militares peronistas ordenados por los dictadores Pedro Aramburu e Isaac Rojas, la revista Así, año III, n°, 76, publicó una nota titulada “Repítense los casos de policías delincuentes”. Este es su texto:

 “Con creciente alarma, con el imaginable estupor, comprueba la población que esta ola de criminalidad que se ha desatado como un azote sobre Buenos Aires, muchos de los delincuentes que la policía logra detener son precisamente… policías, es decir, hombres a quien el estado contrata y arma para velar por la tranquilidad y el orden. Sensacional resultó el caso de un agente de policía, que en sus horas libres trabajaba como taxista, asaltado y asesinado por dos malhechores que luego se comprobó también pertenecían a la repartición policial….

…Todo en esta desconcertante comprobación habla de un estado de cosas inquietante en la policía de nuestro país…. Los motivos, evidentemente son complejos. Aunque todo deriva de una manifiesta deficiencia de la organización. La policía no puede seleccionar a sus servidores, como ocurría en otras épocas, porque en la actualidad no hay un ciudadano que se decida ingresar a la repartición sino como último recurso y con la esperanza de poder abandonarla lo más pronto posible. Es el de policía una ocupación nada fácil, de suma responsabilidad, ciertamente peligrosa, y que impone sacrificios para desempeñarla…

…la falta de policías es absoluta. El reclamo es infructuoso. Y así sucede que se procede automáticamente a la incorporación de los pocos que se deciden a alistarse, sin una discriminación adecuada de sus aptitudes para las complejas tareas que tendrán que desempeñar. La práctica más común para buscar nuevos agentes es reclutarlos en el interior, y generalmente los que se inscriben son muchachos jóvenes, ansiosos por salir de un medio de precarias posibilidades y a quienes el ofrecimiento de ingresar a la policía significa un medio para radicarse en Buenos Aires, en relativas condiciones de seguridad económica. De esos agentes incorporados sin un firme criterio selectivo, un porcentaje resulta apto para la función y otro no.

 …No faltan, por supuesto, los carentes de escrúpulos para quienes el uniforme ofrece una magnífica posibilidad de utilidades ilícitas. A ello se une la escasez de la paga para hacer factible, en determinados casos, la transformación de un policía en un delincuente. Sueldos mayores no serían una absoluta garantía de ejemplaridad en la virtud, pero resulta innegable que quien gana para vivir por lo menos con decoro, ha de sentir menos inclinación al delito que aquellos cuya existencia se desenvuelve en torno a angustiosos problemas económicos”.

 

 

 

 

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