Cómo y por qué se fracasó

Lo que no se hizo, lo que se hizo mal y el balance de resultados de la gestión

 

Las causas que nos condujeron al presente estado de cosas no son únicas y los hechos, tampoco. Se trata, ante todo de conjuntos multicausales de razones y acontecimientos que conviene desbrozar para lograr un mejor entendimiento y la mejor elección sobre los caminos a seguir en lo que viene.

En una primera instancia se puede pensar que estos conjuntos podrían ordenarse en carencias, errores y hechos  de nuestro gobierno, de nuestros dirigentes y también en los propios de cada uno de nosotros mismos; también conviene analizar  los aciertos y las acciones de nuestros oponentes. Y sobre esas bases empezar a delinear cómo seguir para reorganizarnos y recuperar el poder en las próximas elecciones.

 

De nuestro gobierno

El gobierno de Alberto Fernández fue muy malo, no por lo mucho que se hizo bien, sino por lo que no se hizo, por lo que se hizo mal y por el balance de resultados de su gestión. Lo que mejor sintetiza lo que no se hizo es el incumplimiento del contrato electoral, empezar por los últimos. El gobierno fue incapaz de cuidar los ingresos y la capacidad de consumo de quienes prometió mejorar. Tampoco fue capaz de resolver las inequidades que lastiman a nuestra sociedad.

La gestión de Alberto Fernández se caracterizó por su falta de garra, como quedó demostrado con las idas y vueltas en el caso Vicentín, con la renegociación de la deuda externa llevada adelante por Martín Guzman y la falta de comunicación efectiva de lo mucho que se hizo bien. En definitiva Alberto gobernó tratando de no enojar a nadie pero terminó enojando a todos, no sólo a los poderes concentrados, sino en especial a la mayoría del electorado.

Lo que no se hizo y lo que se hizo mal explica el balance final de los resultados de la gestión:

 

 

Además de haber triplicado el nivel de inflación, el resultado de la gestión demuestra el aumento de la pobreza y la indigencia a pesar de la reducción del desempleo, números que sólo se explican mediante la transferencia de la riqueza desde abajo hacia arriba, exactamente lo contario de lo que prometimos en la campaña electoral.

Los resultados de estos incumplimientos no sólo se tradujeron en los resultados electorales, lo que es mucho más grave, resultaron en la pérdida de credibilidad que viene sufriendo el peronismo que se proyecta en el futuro.

De nuestros dirigentes

Estamos ante una profunda crisis dirigencial y no se trata de hacer leña del árbol caído, pero sí de señalar algunos errores que contribuyeron a la derrota.

El más importante es la inacción de la dirigencia política ante el incumplimiento del contrato electoral que, con la excepción de Cristina Fernández de Kirchner, no supo ver y que, en todos los casos, no quiso o no pudo hacer lo necesario para corregir ese desvío.

La dirigencia hizo centro en la defensa de los derechos, mientras nuestros votantes querían vernos como factor de cambio, en especial en la batalla anti inflacionaria perdida ante los poderes concentrados, ante quienes no actuamos como se debía.

Muchos de nuestros mensajes de campaña referían a la defensa del Estado al que no gestionamos como habíamos comprometido ni como se esperaba. No escuchamos y por ende no pudimos llegar a los sectores desposeídos, a quiénes no reciben ninguna asistencia del Estado ni a quienes no tienen nada que perder. En definitiva nos faltó hacernos cargo de que el peronismo será revolucionario a no será nada.

Nuestra doctrina y nuestros valores de justicia social, libertad económica y justicia social conservan plena vigencia, pero la crisis de representatividad dirigencial que venimos sufriendo nos priva de conducción y de la credibilidad imprescindible para hacerlos valer.

En estas condiciones nos queda la presión y la organización popular para reconstruir de abajo hacia arriba una dirigencia acorde a los desafíos que venimos enfrentando. Necesitamos con urgencia una actualización doctrinaria y una renovación dirigencial; afortunadamente tenemos una juventud dispuesta a reemplazarnos y a quienes tenemos que alentar y ayudar en ese proceso.

 

De nosotros como militantes

En los últimos años perdimos nuestra capacidad de lucha para alcanzar nuestros objetivos.

Nos acostumbramos a los derechos concedidos por decreto, a los beneficios otorgados sin lucha a los consumidores, trabajadores, desempleados, investigadores, artistas, entre muchos otros.

Pasamos de querer mejorar la sociedad a cuidar acríticamente a nuestro gobierno. De luchar a obedecer, para colmo a obedecer a una gestión que claramente incumplió sus promesas de campaña.

A tal punto nos dejamos domesticar que cuando Cristina denunció a los funcionarios que no funcionan no hicimos nada y cuando intentaron asesinar a Cristina ante la vista de todos no hicimos lo suficiente. El “si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar” quedó como una clara muestra de nuestra inacción.

Tampoco tuvimos la capacidad de darnos cuenta de los profundos cambios que desde hace ya mucho tiempo se vienen operando en “el subsuelo de la Patria”

Cualquier explicación que querramos ensayar sobre el cómo y por qué llegamos hasta acá debe comenzar por lo que hicimos y lo que dejamos que hacer como militantes.

 

De nuestros oponentes

Milei supo interpretar el malestar generado por una democracia que en el mundo y en nuestro país no funciona adecuadamente ni genera los resultados económicos y sociales que se esperan de ella; también supieron aprovechar los resultados de los mensajes de odio sembrados por los poderes y los medios concentrados en su paciente trabajo desde hace más de 10 años.

Con sus propuestas delirantes, supo canalizar la furia de buena parte de los sectores populares y sus deseos de cambio ante un Estado incapaz de resolver cuestiones fundamentales como la inflación y la mejor distribución de la riqueza.

Ahora a cargo del gobierno y con el apoyo de JxC  y de los sectores concentrados de la economía intenta aplicar a rajatabla las políticas ultraliberales  que ya demostraron su fracaso, a las que sin vergüenza agregan una inédita entrega de la soberanía nacional; medidas que a pocos días del inicio de su gestión ya comienzan a generar una visible reacción popular que seguramente irá en aumento e incorporando en modo creciente a sus propios votantes a medida que comprueben en carne propia los resultados de su acción de gobierno.

 

Cómo seguir

Siguen sólo algunos elementos, a los que el devenir de los acontecimientos irá agregando otros para el debate que necesitamos para oponernos primero en modo efectivo a la concentración económica y la pérdida de soberanía que pretende imponer el anarco capitalismo y para recuperar el poder en una segunda etapa.

Con seguridad, lo primero y más importante es mantener y reforzar la unidad de concepción y de acción de todas nuestras fuerzas políticas, sociales, sindicales, intelectuales y del sector productivo, superando cualquier diferencia que ya exista y las que puedan presentarse en el futuro. Ante el poder de nuestros enemigos y sus intentos para dividirnos y destruirnos no cabe otra cosa que la unidad sin ningún condicionante ni ninguna excusa.

Lo segundo y con seguridad lo más importante, es hacernos cargo de la pérdida de credibilidad que sufrimos y que es imprescindible recuperar en el modo más amplio que nos sea posible. Recuperar credibilidad no pasa por refregar a quienes no nos votaron mensajes “yo te lo dije”, que creo totalmente contraproducentes. La recuperación requiere en primer lugar escuchar con humildad y espíritu abierto a quienes perdieron la confianza, sus razones y los problemas que no supimos o no pudimos resolver. Recuperar la credibilidad será un proceso que requerirá tiempo, paciencia y comprensión de nuestra parte, pero que es imprescindible para nuestra acción política y para recuperar el poder perdido.

El tercer elemento a tomar en cuenta es hacernos cargo de la debilidad que significa la pérdida de liderazgos que permitan una conducción política efectiva. Esa pérdida nos obliga a invertir el proceso de construcción política al que veníamos habituados; escuchando a todos y fundamentalmente dando espacio a los más jóvenes para que se hagan cargo de conducir la construcción de una Patria justa, libre y soberana a la que aspiramos y no pensamos renunciar.

Debemos monitorear y poner en evidencia los resultados de las medidas del gobierno y su impacto sobre la sociedad; asimismo tendremos que comenzar a elaborar nuestras propias propuestas para nuestro próximo gobierno destinadas a revertir los daños creados y  avanzar un desarrollo nacional con soberanía y justicia social. Para que no caigan en saco roto los resultados del monitoreo y de nuestras propuestas deberían comenzar a ser divulgadas a medida que vayamos recuperando nuestra credibilidad.

 

 

 

Mucho agradeceré cualquier aporte que hagan llegar a mi correo, [email protected]. Para el análisis de lo ocurrido, abrevé en lecturas de los análisis de Sebastián Scolnik, del Colectivo Editorial de la Revista Crisis, Juan Elman, Javier Ortega, la entrevista de Enrique de la Calle a Luciano Chiconi, Aldo Duzdevich y Dante Palma, cuya lectura recomiendo; a ellas agregué una síntesis de los innumerables intercambios mantenidos con mis compañeros de la Comisión de Desarrollo Productivo del Instituto Patria y del Movimiento Productivo 25 de Mayo, con otros compañeros de militancia, así como mis propios pareceres.  Las ideas de cómo seguir en lo que viene son de mi exclusiva responsabilidad y las presento como propuestas para un debate indispensable entre quienes creemos que la construcción de una Patria justa, libre y soberana, no sólo es posible, sino también imprescindible.

 

 

 

 

 

 

 

[1] la juventud, los sectores de economía popular e informal, las familias de los barrios populares, los que no tienen vivienda propia, los pobres del campo y de los pueblos de la Argentina profunda.

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