CON EL PIE DERECHO

La música que escuché mientras escribía

 

Vuelvo al Cohete después de dos semanas en las que me dediqué a hacer las cosas que más me gustan en la vida. Y para reiniciar con el pie derecho, la elección de la música no es difícil. Bach, siempre Bach.

En orden de preferencias, las suites para cello solo, que Pau Casals descubrió en una casa de viejas partituras de Barcelona casi dos siglos después de que Bach las anotara en un pentagrama. Hasta entonces se habían olvidado como meros ejercicios para practicar el instrumento, que no se concebía como solista. El Nen del Tost, como le llamaban al pibe que tocaba en ese café de Barcelona, tenía apenas 13 años y descubrió la belleza incomparable de esas piezas, que se emperró en ejecutar como nunca nadie lo hizo, ni antes ni después. Las estudió durante 35 años antes de tocarlas en público y grabarlas. ¿Te imaginás lo que son 35 años? No habrá ninguno igual, jamás de los jamases.

 

 

 

 

 

 

Después, las partitas que grabó Rosalyn Tureck y que sonaban día y noche en la casa de mi infancia en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, y que por eso son mi versión favorita, por encima de las endiosadas de Glenn Gould.

 

 

 

 

 

 

Y por último el concierto para dos violines, mal llamado doble concierto para violín, en la grabación del mayor virtuoso del instrumento desde que hay registro, Jascha Heifetz. Tanto, que tocó los dos violines, en lo que para la época fue además un alarde técnico.

 

 

 

 

 

Que tanta hermosura se derrame este año sobre El Cohete, sus lectores y el resto de los argentinos.

 

 

 

 

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