Con el secreto a la tumba

Murió el chofer de Etchecolatz que admitió en privado el secuestro de Clara Anahí Mariani

Hugo Guallama fue condenado por la Masacre de la Calle 30 y por el secuestro de Jorge Julio López, entre otros casos.

 

A las 19.50 del martes 15 de abril, en el Hospital Municipal Raúl F. Larcade de San Miguel, dejó de respirar para siempre uno de los criminales de la Policía bonaerense de Ramón Camps. El cabo que integró una de las patotas de la dictadura en la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1977, tenía 78 años y estaba internado en la cama 8 de la Unidad de Terapia Intensiva por una enfermedad broncopulmonar obstructiva crónica. La noticia les llegó a sus compañeros de prisión en la Unidad 34 de Campo de Mayo a la hora de la cena y tres días después lo despidieron desde la cuenta en X que crearon en julio del año pasado para difundir sus quejas contra la Justicia que los condenó por crímenes de lesa humanidad. En un hilo que sumó apenas un puñado de “me gusta”, “Los muertos vivos” denunciaron que el fallecimiento fue por “odio judicial” y “abandono institucional”.

 

 

Hugo Alberto Guallama fue el chofer personal del ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz. Preso desde 2005, fue condenado a perpetua en 2012 por el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata en la mega causa “Circuito Camps”. Los jueces lo nombraron 131 veces en una sentencia de 1.784 páginas, donde se detalla su culpabilidad en “los delitos de homicidio calificado de Diana Esmeralda Teruggi, Roberto César Porfidio, Eduardo Mendiburu Eliçabe y Juan Carlos Peiris; sustracción, retención y ocultamiento de un menor de diez años en perjuicio de Clara Anahí Mariani Teruggi; y la privación ilegítima de la libertad agravada en perjuicio de Jorge Julio López y Nilda Emma Eloy”

 

Matar, secuestrar y robar bebés

La medianoche del 1º de octubre de 1976, Nilda Eloy, de 19 años, se despertó con la patota de Etchecolatz rodeando su cama. Al mando del grupo de tareas estaba el propio comisario y entre los policías que irrumpieron en la casa de los padres de la estudiante de Medicina, a dos cuadras de Plaza Moreno, en La Plata, estaba Guallama. La interrogaron arriba del colchón, le revolvieron la casa, le pegaron a su madre y se la llevaron tabicada con las manos atadas a la espalda. Así la subieron a un Dodge 1500 “con olor a nuevo”, según recordó años después ante la Justicia la militante de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos fallecida en 2017. Con Guallama al volante y Etchecolatz en el asiento de acompañante, tardaron unos 20 minutos en llegar hasta el centro clandestino de detención La Cacha, el primero de los seis campos de concentración del Circuito Camps en donde Eloy fue torturada y permaneció secuestrada-desaparecida hasta su liberación en 1979. Esa noche, el cabo comenzó un raid criminal que sería reconocido con su ascenso “por méritos extraordinarios” y un premio de la Bonaerense con la Orden San Miguel Arcángel.

 

Nilda Eloy fue secuestrada con 19 años y luchó contra la impunidad hasta sus últimos días.

 

El 27 de octubre, siempre con el jefe a su derecha, condujo el auto de la Policía hasta las calles 140 y 69, en la localidad platense de Los Hornos. También de noche, la patota fue en busca de Jorge Julio López. Esa vez se quedó en el auto, apuntando con un arma hacia el domicilio del militante del Peronismo de Base que ese día desapareció por primera vez, para permanecer secuestrado en diferentes centros clandestinos por tres años. López reconoció al chofer de la patota varios años después y declaró que volvió a verlo en la Comisaría 5ª y en el Pozo de Arana, siempre acompañando a Etchecolatz. Cuando se produjo su segunda desaparición, en 2006, los dos condenados fueron apuntados como posibles ideólogos desde la prisión.

Un mes después del primer rapto de López, al mediodía del 24 de noviembre, Guallama, Etchecolatz y hasta el propio Ramón Camps protagonizaron la Masacre de la Calle 30, el ataque de las fuerzas conjuntas de la dictadura que duró más de cuatro horas y terminó con la vida de cinco militantes y el secuestro de Clara Anahí Mariani Teruggi, la nieta de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani.

 

Diana Teruggi.

 

 

La Justicia pudo probar que el chofer participó del ataque subido a los techos, junto a su comisario y el jefe de la Policía. Fue Guallama el que mató por la espalda a Diana Teruggi, la mamá de Clara y dueña de la casa donde funcionaba la imprenta de Montoneros. El periodista Laureano Barrera lo cuenta así, en La Casa de la Calle 30 (Tusquets, 2022):

“La última sobreviviente de la casa es Diana. Tiene 25 años, estudia Literatura, es ayudante de una cátedra y corre. Lleva entre sus brazos lo único que importa en esa última tarde: la pequeña Clara Anahí.

–¡Baja, Negro, que no se te escape!

La voz cascada es de Etchecolatz. ‘El Negro’, Alberto Guallama, su chofer, está ahora al lado suyo en el tapial y hace blanco sobre la espalda de Diana (...) Cae al pasto, herida de muerte. Acaso en su último acto voluntario, amortigua el peso de su cuerpo para preservar el de su hija. Queda tendida en el patio, cerca del árbol de limones, en medio de la balacera sin fin. Su sangre entibia el cuerpo de su hija de tres meses, que llora, sana y salva”.

Casi cuatro décadas después, ante la Justicia, Guallama primero negó su participación en la masacre diciendo que ese día no estaba de servicio. Después, cuando las evidencias despejaron cualquier duda sobre su participación en el operativo, escribió una carta desde la cárcel donde dijo recordar algunos detalles.

 

Lo que se lleva

En el año 2000, la propia hija de Guallama y su ex pareja fueron a la Comisión Provincial por la Memoria para encontrarse con Nilda Eloy, que en ese entonces trabajaba en el lugar. Fue ahí que contaron por primera vez todo lo que sabían sobre el chofer del comisario. Distanciada de su ex pareja, la mujer reveló que en una oportunidad la llevó a la puerta de lo que hoy es el Espacio de Memoria Casa Mariani Teruggi para relatarle todo lo que había hecho en esa casa: el disparo por la espalda a Diana; y todo lo que había visto: que a la beba se la llevaron viva.

Años después, fue citada como testigo y ratificó sus dichos ante la Justicia. Fue un testimonio clave.

Guallama y su jefe terminaron sus días detenidos en la cárcel de Campo de Mayo, que los organismos de derechos humanos denuncian como un penal con condiciones de detención de privilegio. El hospital donde murió el “Negro” queda a cinco cuadras del Sanatorio Sarmiento, donde hace tres años falleció Etchecolatz. Ninguno contó –nunca– quién se llevó a Clara Anahí.

“Siempre da un poco de tristeza la muerte de ellos, por lo que se llevan –le dice a El Cohete a la Luna la abogada querellante Guadalupe Godoy–. Con Guallama todes pensamos en Chicha y en Clara Anahí”.

 

 

Clara Anahí Mariani aún no conoce su identidad.

 

 

 

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