Conadepianos

Memorias de los verdaderos autores del Nunca Más

 

El 20 de septiembre se cumplen 39 años de la entrega del Nunca Más, fecha en la que finalizó el trabajo de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Nosotros integramos la CONADEP como abogades y funcionaries y logramos reunir ahora a los pocos que la conformamos realmente, es decir quienes concretamente trabajamos e hicimos el Nunca Más. Nos pudimos ubicar luego de tantos años –por eso somos pocos– y hemos programado algunas cosas sobre esa fecha que nos parece importante recordar y actualizar para la gente joven que no vivió esa época, es decir para mantener la Memoria.

Somos los trabajadores “sobrevivientes” de la CONADEP los hasta ahora ubicados, por eso quisiéramos que se sumen quienes formaron parte de la Comisión y quieran y puedan colaborar con el recuerdo.

Queremos aclarar que la CONADEP fue conformada públicamente por los llamados “notables”: Ernesto Sábato, un reconocido escritor, elegido presidente por el resto de sus miembros; Ricardo Colombres, abogado y ex rector de la Universidad de Buenos Aires; el médico René Favaloro, quien renunció sin conocerse claramente el motivo; el ex rector de la UBA Hilario Fernández Long; el obispo Carlos Gattinoni, pastor evangélico de la Iglesia Metodista Argentina; el científico Gregorio Klimovsky, matemático y filósofo; el rabino Marshall Meyer, activo militante de los derechos humanos y fundador del Movimiento Judío por los Derechos Humanos; el obispo católico Jaime de Nevares; el activista de derechos humanos Eduardo Rabossi; la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú. Los tres miembros elegidos por la Cámara de Diputados fueron los radicales Santiago Marcelino López, Hugo Diógenes Piucill y Horacio Hugo Huarte.

Con pocos meses previstos de funcionamiento, para intentar cumplir –aunque más no fuera parcialmente– sus objetivos se contrataron muchas personas, que fuimos en realidad quienes hicimos toda la tarea y confeccionamos el Nunca Más. No fueron los “notables”, que no llevaron a cabo investigaciones, sino que fuimos los “conadepianos”, es decir quienes estuvimos presentes en la construcción de la Memoria y del “Nunca Más”.

El objetivo de la CONADEP era esclarecer los hechos sucedidos en el país durante la dictadura que gobernó el país entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. Su misión fue recibir denuncias y documentos sobre las desapariciones, secuestros, torturas y ejecuciones durante ese período y publicar un informe sobre los crímenes de Estado. Para tratar los diferentes aspectos se crearon cinco secretarias y se relevaron miles de casos. Cada uno se documentó en un archivo numerado. Se compilaron más de 50.000 páginas de documentación.

El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas comandadas por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti dieron el golpe de Estado más violento y despiadado de la historia de nuestro país. Lo que sucedió a partir de entonces no tenía precedentes: se secuestró, se violó, se asesinó, se robaron bebés, se arrojaron personas desde aviones al río y al mar, se sembró el terror en las fibras más profundas de la estructura social.

Cinco días después de asumir el gobierno, el Presidente Alfonsín creó la CONADEP con el objetivo de investigar los crímenes cometidos por la dictadura cívico-militar. Se designaron numerosas personas –muchas de ellas vinculadas a organizaciones de derechos humanos– que trabajamos incansablemente y en tiempo récord para llevar a cabo las investigaciones.

Nueve meses después, el 20 de septiembre de 1984, se le entregó al Presidente el Informe que incluía testimonios de sobrevivientes y de familiares de las víctimas, detalles sobre las torturas, un inventario de más de 300 centros clandestinos de detención y una lista parcial de las personas desaparecidas, entre muchos otros datos.

 

 

Se pudo presentar una lista completa con los datos de 8.961 desaparecidos, advirtiendo que era “inevitablemente una lista abierta”, y que “muchas desapariciones no [habían] sido denunciadas, por carecer la víctima de familiares, por preferir estos mantener reservas o por vivir en localidades muy alejadas de centros urbanos”.

Esa voluminosa investigación fue editada y publicada bajo el título Nunca Más y serviría de base del Juicio a las Juntas de 1985, en el cual fueron juzgados y condenados algunos de los comandantes de las Fuerzas Armadas.

El Informe da testimonio de la desaparición y muerte de personas durante la dictadura. A partir de los relatos de esos hechos aberrantes, la Comisión concluyó con una serie de recomendaciones para iniciar acciones legales contra los responsables.

La represión se caracterizó por crear la figura del “desaparecido”, alguien que en palabras de Videla no estaba “ni vivo ni muerto”. Se colocó al desaparecido en un no-lugar y se montó para ello un sistema totalmente clandestino: el terrorismo de Estado, que tenía como efecto la ignorancia sobre la suerte de miles de hombres y mujeres, una categoría fantasmal. Desde el momento del secuestro la víctima perdía todos los derechos, se la privaba de toda comunicación con el exterior, se veía sometida a suplicios y a sus familiares se les negaba que estuviera encarcelada.

Cuando se produjo el proceso de recuperación democrática hubo un clamor, principalmente de los familiares de las víctimas que exigían que se informara qué había pasado con cada una. La sociedad en su conjunto salió de un espacio de niebla.

Ese fue el efecto principal que tuvo la CONADEP, el Nunca Más y luego el Juicio a las Juntas. Para los sobrevivientes y los familiares de las víctimas, por otro lado, la creación de la comisión significó la posibilidad de hablar y ser escuchados.

Asimismo, el Informe le otorgó mayor legitimidad pública a la voz de los familiares y los militantes de los organismos de derechos humanos. La sola publicación de esa información atentaba contra uno de los propósitos centrales de la política de desaparición: borrar todas las huellas de los crímenes cometidos.

Nosotros fuimos parte del grupo de personas que trabajó en la CONADEP en la investigación y la elaboración del Nunca Más, que consistió en recibir las denuncias de sobrevivientes y familiares y tratar de ubicar en qué centro clandestino habían estado en cautiverio. Uníamos las características mencionadas, que descubrir, ubicar y calificar los centros de detención. Se calculó que hubo cerca de 500, aunque si se suman los temporales la cifra crece. Fue un trabajo súper artesanal que se hizo en menos de diez meses. Mientras trabajábamos, jamás imaginamos el impacto que tendría el material que estábamos preparando. En el momento nos parecía que no era tan importante lo que estábamos haciendo, pero analizándolo en retrospectiva, la CONADEP quedó como una institución memorable precisamente por el Nunca Más, que logró que el conjunto de la sociedad se enterara de lo ocurrido y sirvió como prueba en los juicios por delitos de lesa humanidad que vendrían después, y cuyas investigaciones se detuvieron por muchos años cuando se dictaron las leyes del olvido.

El próximo miércoles 20 se cumplen 39 años de la entrega del Informe confeccionado por quienes investigamos y dejamos parte de nuestra vida en esa tarea, corta en el tiempo pero fundamental para la reconstrucción de la Memoria y la Justicia.

 

¿Por qué una CONADEP?

En 1982, tras la derrota en Malvinas, la dictadura ya no pudo recuperarse y se generaron las condiciones para un nuevo escenario político, en el que surgió la demanda de enjuiciamiento de los responsables de los crímenes cometidos. Un buen ejemplo fue la multitudinaria Marcha por la vida, de octubre de 1982, que tuvo como consigna central el juicio y castigo a los culpables.

La dictadura respondió a la movilización social en abril de 1983 con el informe conocido como “Documento final de la Junta Militar sobre la guerra contra la subversión y el terrorismo”, en el intentaba justificar el genocidio, descalificaba las denuncias por desapariciones, daba por muertos a los desaparecidos y dejaba al criterio de Dios el juicio final sobre sus crímenes. Esa mirada asumió carácter jurídico con la ley 22.924 de “Pacificación Nacional”, más conocida como ley de autoamnistía, en la que se instaba a que el pasado “nunca más vuelva a repetirse” y se pretendía justificar una vez más todos los delitos de lesa humanidad cometidos.

Apenas asumió la presidencia, Raúl Alfonsín derogó la auto-amnistía y ordenó juzgar a las tres primeras juntas militares, aunque recibió fuertes cuestionamientos de los organismos al reformar el Código de Justicia Militar para que fuera el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el que tuviera la potestad de juzgar la sumatoria de delitos de sus propios miembros: pocos confiaban en la imparcialidad de semejante tribunal. A medida que ese rechazó crecía, tomaba fuerza la idea que había impulsado el movimiento de derechos humanos: crear una comisión parlamentaria que juzgara los crímenes de la dictadura.

Alfonsín no estaba de acuerdo: temía que si se dejaba esta tarea en manos del Poder Legislativo se generara un clima político de alta tensión y se produjera un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas. Con el fin de esquivar esa alternativa, en los círculos cercanos al Presidente radical comenzó a tomar relevancia la idea de crear una comisión integrada por “notables” de la sociedad civil capaz de llevar a cabo las tareas de investigación. En estas condiciones políticas surgió la CONADEP.

Por todas estas razones, el Nunca Más es altamente valorado socialmente, pese a que su prólogo generó una serie de polémicas porque allí quedó expuesta la interpretación de la violencia política conocida como “teoría de los dos demonios”, que fue rebatida formalmente en 2006, al cumplirse el 30º aniversario del golpe de Estado, cuando el gobierno de Néstor Kirchner publicó una reedición y actualización del libro con una nueva introducción –sin reemplazar a la anterior–, crítica de la visión de los dos demonios.

 

Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos de Kirchner y autor del nuevo prólogo del Nunca Más.

 

En realidad nunca se pudo saber quién fue el autor del prólogo original que no incluye firma. En 2012 volvió a encenderse la controversia sobre la reedición del Nunca Más cuando la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú afirmó en el diario La Nación que se había quitado la firma de Sábato del prólogo original, ante lo cual la propia editorial aclaró que aquel prólogo nunca llevó la firma de Sábato ni de ninguno de los miembros de la CONADEP.

A pesar de esta polémica, que en realidad es ajena al texto del Informe, el Nunca Más siguió provocando una alta identificación en la sociedad argentina, como lo prueba el hecho de que su título se convirtió en una consigna utilizada en diversos tipos de manifestaciones públicas convocadas para pedir justicia, no solamente cuando se trata de hechos relacionados con la dictadura sino también con reclamos vinculados al respeto de los derechos humanos en general. Por varios motivos, es uno de los libros más importantes que se han producido en la Argentina desde la reapertura democrática y en el siglo XX, y su impacto social sigue siendo asombroso.

 

 

 

 

* La autora fue abogada de la Secretaría de Denuncia de la CONADEP.

 

 

 

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