La situación internacional
No es fácil resumir los incesantes cambios producidos por Trump con sus idas y vueltas permanentes. Pero debe quedar muy en claro el sentido de todos ellos. El principal objetivo de Estados Unidos es ahogar el desarrollo de China, con un cerco en todos los planos: económico, financiero, comercial, tecnológico, militar y comunicacional.
Trump declaró abiertamente sus pretensiones imperialistas de consolidar la hegemonía mundial estadounidense. Comprar Groenlandia, anexar Canadá y retomar el Canal de Panamá. Poco después, inició diálogo con Putin buscando terminar rápidamente la guerra en Ucrania para concentrar su poderío militar en el cerco a China con 300 bases en Asia y el Pacífico. Todo ello está empantanado por el descabellado belicismo de Zelensky y los europeos. La guerra continuará, los rusos seguirán avanzando, Ucrania quedará en ruinas, con millones de muertos, heridos y emigrados. No hay paz a la vista.
En Gaza, Trump propone expulsar a todos los palestinos y luego hacer una Riviera en Medio Oriente, la variante de limpieza étnica que complementa el genocidio del gobierno israelí. Este genocidio no sería posible sin el apoyo permanente de la inteligencia, logística y el armamento provisto por Estados Unidos. El freno de Trump al ataque israelí a Irán es prueba de ello. Israel no puede atacar a Irán sin ese apoyo. Estados Unidos no apoya el ataque porque desataría consecuencias imprevisibles, desconcentrándolos de su principal objetivo estratégico de contener a China.
El último capítulo es la guerra de los aranceles iniciada el 2 de abril. Desde el punto de vista de la teoría económica, es un completo sinsentido, pero Trump avanza no con las reglas del comercio internacional que Estados Unidos creó desde 1944, sino con la fuerza bruta del imperio militarmente dominante.
Inicialmente, Estados Unidos impuso aranceles adicionales del 10% a todo el mundo y más elevados a algunos países: China 34%, India 26%, Corea del Sur 25%, Japón 24%, Unión Europea 20%, entre los importantes. China replicó con firmeza y el tema escaló hasta el actual 145% contra China y, por parte de China, el 125% contra Estados Unidos. Trump declaró una pausa de 90 días, hasta el 7 de julio, manteniendo sólo el 10%. Actualmente continúan las negociaciones Estados Unidos-China con un arancel provisorio del 30% recíproco y la liberación para importar celulares y laptops chinas. Ahora Trump advierte a Europa con imponerles el 50% de aranceles si no ceden a sus demandas.
Estos bruscos cambios provocaron la devaluación del dólar y caídas en el valor de las acciones y los bonos en Estados Unidos. Si Trump no hubiese hecho la pausa de 90 días, hubiese precipitado una grave recesión en Estados Unidos y el mundo. Peligro que no ha pasado, ya que los capitales no se están dirigiendo a Estados Unidos por la baja del valor actual de los bonos del Tesoro, porque Estados Unidos tendrá mayor inflación mucho antes de lograr que retornen empresas industriales a su territorio.
China enfrenta una menor exportación, ocupación industrial a corto plazo y reducción de su tasa de crecimiento, antes prevista en el entorno del 5% anual. El comercio internacional puede caer un 2% a nivel mundial con caída de precios de commodities en general, tema que afecta a la Argentina en sus principales fuentes de exportación actuales (agropecuarias y agroindustriales) y en desarrollo (energía y minería).
La Argentina bajo Milei
La alta inflación del gobierno de Alberto Fernández fue el factor desequilibrante —no el único— que nos hizo perder las elecciones. Milei devaluó un 118% apenas llegó al gobierno, resultando en una inflación del 25,5 % ese mes. Mintió que esa inflación era responsabilidad del gobierno peronista y que extrapolando hubiese dado 17.000% anual. Disparate y mentira, dos constantes de su gobierno.
La devaluación era inevitable. Había muy pocas divisas brutas en el Banco Central al fin del gobierno de Alberto Fernández, y las divisas netas eran negativas (las netas incluyen el cálculo de las obligaciones de pago a un año).

Las devaluaciones devuelven la competitividad a las actividades productivas, sean primarias o industriales, pero al corto plazo producen una caída del poder adquisitivo de los salarios y la adhesión política. Con tipo de cambio atrasado y sin reservas no se puede afrontar el servicio de la deuda externa, una bola de nieve que crece desde hace casi 50 años, con la excepción de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que la redujeron sensiblemente.
Bajas reservas y devaluación son parte de lo que denominamos “Mecanismo Infernal”, que nos persigue desde hace muchas décadas: alta inflación - ahorro en dólares de empresas y particulares - fuga de dólares - endeudamiento externo que facilita la fuga - atraso cambiario como ancla anti inflacionaria - nueva devaluación. La fuga acumulada es de la misma magnitud que nuestra deuda externa.
Milei no usó la devaluación del 118% para dar más competitividad al sector productivo. Deliberadamente no tomó ningún recaudo para evitar el pase acelerado a los precios. Mientras tanto, el capital financiero volvió a hacer la bicicleta financiera —ahora llamada carry trade— de traer dólares luego de esa devaluación, colocarlos en bonos con moneda indexada por inflación y otros productos financieros y retirarse antes que se produzca una nueva devaluación. De allí el crecimiento de la deuda pública total, la externa en dólares y más aún la interna en moneda local.

Pero con un dólar nuevamente barato y un país caro en dólares no se pueden rehacer las reservas para estabilizar el cambio. Con el ingreso del crédito del FMI, la liberación parcial del cepo y la definición de bandas de flotación del dólar, se produjo una devaluación oficial moderada y una caída de los paralelos, la “pax cambiaria” que Milei espera dure hasta las elecciones.
Ninguno de los dólares financieros que entraron fue al sector productivo. Como la inflación posterior anuló la maxidevaluación de diciembre de 2023, para no devaluar han ideado un conjunto sucesivo de sinsentidos que incrementaron la deuda al tiempo que perdonaban a los evasores. Hicieron el blanqueo más atractivo para el dinero en negro, con lo que lograron 23.000 millones de dólares, que se están usando para continuar la bicicleta. Como se acababa este filón, tuvieron que volver al FMI a pedir un nuevo endeudamiento por cerca de 23.000 millones, incluyendo el Banco Mundial, el BID y la CAF. La última movida es el actual proyecto para “gastar los dólares del colchón” sin que ARCA pregunte de dónde vienen. Salga o no salga, esta legislación sirve para adormecer a quienes piensan que todo va bien y continúa la confianza en el gobierno. La apuesta es si alcanzará hasta las elecciones. El gran capital y los Estados Unidos harán lo necesario para que ello sea posible.
Actuando como si ya hubiese ganado las elecciones de medio término, Milei está implementando cambios en la legislación laboral, comenzando por el derecho a huelga, el sistema de jubilaciones y otros retrocesos laborales y sociales. Aquí se conjugan las demandas del FMI y el proyecto reaccionario del gobierno. Al no poder privatizar YPF —batalla parcial ganada por la oposición—, busca profundizar la entrega de Vaca Muerta al capital internacional y sus socios locales. Por la baja drástica del precio del litio se han ralentizado sus proyectos, que —a diferencia de YPF— no cuentan con empresas argentinas experimentadas.
El apoyo de Estados Unidos para lograr el nuevo endeudamiento con el FMI y otros organismos no es gratis; lo pagaremos con pérdida de soberanía: reducción de los lazos comerciales, financieros y de inversiones con China y una base militar en Tierra del Fuego, entre otras entregas. En la guerra arancelaria de Estados Unidos contra el mundo no hay beneficios para la Argentina a pesar del servilismo cipayo de Milei. Estados Unidos cobrará el 10% adicional a toda exportación argentina, además del 25% adicional sobre acero y aluminio.
Esos retrocesos sociales y la pérdida de soberanía son el verdadero costo del nuevo crédito con el FMI y la sumisión a Estados Unidos.
Cambios sociales y sus consecuencias políticas
¿Cómo ha sido posible todo este retroceso sin una reacción más enérgica del conjunto de los trabajadores? Fue por los cambios en la composición de las clases trabajadoras en los últimos 50 años. La clase obrera organizada ha sido la columna vertebral del movimiento nacional peronista. Pero, a partir de la última dictadura, las clases dirigentes se han propuesto desmantelar el sector industrial para quebrar la resistencia de los trabajadores organizados sindicalmente. El reiterado atraso cambiario ha ido desplazando a los productos e insumos nacionales en beneficio de los importados. La reducción de obreros industriales fue su consecuencia.

Entre el mejor momento de la industria nacional (1974) y el año pasado, se nota la caída vertical de la ocupación industrial, del 39,1% al 11% sobre la ocupación total en Gran Buenos Aires, el aglomerado más industrial del país. Eso produce la fuerte reducción de la columna vertebral del peronismo. Nuestro movimiento se formó y continúa estructurado para luchar por el mantenimiento y crecimiento de los derechos de los trabajadores, pero al momento actual, parte importante de los hijos y nietos de aquellos obreros industriales son trabajadores de subsistencia por cuenta propia o asalariados informales de pequeñas empresas con bajos salarios y sin ningún derecho laboral. En este sector popular desorganizado laboralmente, centrado en el sálvese quien pueda y sin horizonte de futuro, se encuentra uno de los principales apoyos políticos de Milei.
El atractivo de Milei es que odia “en la misma frecuencia de onda” que esos trabajadores informales en estado permanente de frustración y rencor. Esas frustraciones y rencores han sido transformados en odio, instilado y canalizado inteligentemente por Milei y batallones de trolls pagados en las redes sociales. El enemigo es una indefinida “casta” que en la mente de los trabajadores informales es todo aquello que les impide salir de su pésima situación. Si Milei no odiase y atacase en forma desaforada a cualquiera que lo critique, perdería el apoyo de su base dura. Es un odio estudiado y aprovechado a conciencia.
Reflexiones finales
El marco internacional se agravará y, cuando todo el mundo intenta protegerse de las negativas consecuencias que vienen, nuestro gobierno quiere hacer un tratado de libre comercio con Estados Unidos, el colmo del cipayismo. Es el momento de la defensa de la soberanía y la producción nacional, no de rifar los pocos grados de libertad que aún tenemos.
A nivel nacional, el peronismo debe cambiar el discurso porque el sujeto histórico ha cambiado: la mitad de la población trabajadora está en la informalidad en trabajos de baja productividad y bajos ingresos, y no abundan ideas claras dentro del movimiento peronista de cómo superar el problema.
La salida es un plan de re-industrialización, propuesta que apenas hemos esbozado, única forma sustentable de aumentar genuinamente el producto y reducir esa marginalidad con ocupación de calidad. Si no sembramos la esperanza tras un objetivo económico cierto y posible no recuperaremos el apoyo electoral del enorme sector laboral informal y de muchos trabajadores formales que también se han alejado.
La unidad política del peronismo es necesaria, pero aun lográndola está lejos de ser garantía de triunfo. Una propuesta convocante en manos de una conducción con capacidad, experiencia y poder político sin disputas son condiciones necesarias si queremos recuperar el apoyo popular. Concentremos en ello nuestros esfuerzos.
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