La Construcción del enemigo

Se multiplican los conflictos entre Estados y con un puñado de enormes corporaciones

 

En el Antiguo Medio Oriente y en la Grecia Antigua varios relatos mitológicos apelaban al ingenio y al heroísmo de los dioses para salvar a los seres humanos del poder destructivo de la guerra. Desde épocas inmemoriales, la imagen de una serpiente con entrañas venenosas, múltiples cabezas y capacidad para regenerar partes de su cuerpo, recorre a diferentes a culturas. Símbolo de la omnipotencia de la guerra, la serpiente desafía a los dioses que pueden destruirla porque su inteligencia y destreza trasciende las limitaciones humanas. Desde ese entonces, el repudio a la guerra ha persistido en la conciencia colectiva de todos los tiempos. A pesar de ello, esta se ha transformado hoy en un fenómeno natural y la vida diaria se militariza sin que nos demos cuenta.

Desde mediados del siglo pasado, el desarrollo de una poderosa industria de guerra/espionaje en los Estados Unidos ha constituido la cara oculta de una acumulación del capital que, expandiéndose en cadenas de valor global, integró a la economía y a las finanzas globales a niveles inéditos en la historia de la humanidad. En paralelo se multiplicaron las guerras localizadas sin aparente fin, los países inviables, los desplazamientos de poblaciones y la inestabilidad geopolítica. Este estado de guerra localizada y permanente ha revolucionado a la tecnología, dando lugar a una transformación de todos los aspectos de la vida social y abriendo nuevos espacios para la maximización de ganancias.

Poco a poco, estas tecnologías de punta se han incorporado a los objetos que consumimos y  nuestra vida cotidiana se militarizó de un modo dramático. Un informe del mes pasado da cuenta del número creciente de compañías con redes de usuarios en distintas partes del mundo a los que pagan pequeñas sumas de dinero a cambio de fotos e información aparentemente inocua que deben obtener con sus celulares. Luego, y sin conocimiento de los usuarios, las empresas venden esa información a una gama variada de clientes: desde otras empresas a gobiernos, organismos de inteligencia y hasta a las fuerzas armadas norteamericanas (wsj.com 24 6 2021). Este es sólo un pequeño ejemplo de un fenómeno oscuro y turbulento que subrepticiamente nos envuelve en su vorágine.

 

Biden y la construcción del enemigo

En el poco tiempo que lleva como Presidente, Joe Biden ha desarrollado una política internacional destinada a fortalecer aceleradamente la hegemonía mundial de los Estados Unidos. Esta estrategia empieza con la construcción de un nuevo enemigo externo: China y Rusia sustituyen ahora al “terrorismo internacional” y son “los enemigos sistémicos de la humanidad” (dni.gov 7 2021). Los medios de comunicación y las redes sociales juegan un rol determinante en la elaboración y difusión de esta estrategia que incluye, entre otras cosas, provocaciones bélicas, sanciones económicas y políticas, desinformación, exageraciones y fake news. De este modo, al mismo tiempo que se confunde a la población inculcando miedo y odio ante un “cuco” que acecha, se obtiene del Congreso más financiación para armamentos y operaciones de todo tipo y se reproduce el poder político y económico del vasto engranaje militar y de espionaje que constituye al Estado en las Sombras. En paralelo, sin embargo, se multiplican los incidentes bélicos que pueden escalar rápidamente y provocar un caos de consecuencias imprevisibles para la humanidad.

El 23 de junio, por ejemplo, un navío de guerra inglés se internó 3 kilómetros adentro de aguas territoriales de la península de Crimea, a escasa distancia de Sebastopol, sede de la flota naval rusa en el mar Negro. Luego de hacer caso omiso a los disparos de advertencia que le hicieran barcos patrulleros rusos, el navío se retiró cuando aviones de guerra rusos lanzaron bombas de fragmentación a su alrededor. Acto seguido, el gobierno ruso advirtió al británico que la próxima vez hundirá a los barcos que se internen en sus aguas territoriales y no obedezcan a las advertencias. Esta semana el Presidente Putin comunicó que el navío británico había sido acompañado en todo momento por un avión de guerra norteamericano. Asimismo, advirtió que estos incidentes pueden derivar en una catástrofe mundial y que “los que los provocan… saben que no pueden salir indemnes” (zerohedge.com 23-25-30 6 2021).

Esto ocurre al mismo tiempo que la región bañada por los océanos Índico y Pacífico se transforma en un teatro de operaciones y ejercicios militares de índole y magnitud inéditas. Sólo en el mes de junio el comandante norteamericano de esta región participó en más de 35 operaciones militares con aliados de la OTAN, Australia y Japón, movilizando para ello a cientos de navíos, submarinos y aviones de guerra. En paralelo, Rusia realizó vastos ejercicios militares en Hawái y aviones de guerra chinos transgredieron a diario el espacio aéreo de Taiwán mientras sus barcos de guerra patrullaban constantemente la región del Mar del Sur de la China (político.com 15 6 2021, zerohedge.com 30 6 2021, ft.com 1 7 2021).

Por si esto fuera poco, el domingo pasado Biden ordenó el bombardeo de instalaciones civiles en la zona fronteriza entre Siria e Irak y el Pentágono los explicó como una consecuencia “del ejercicio del derecho de defensa propia de los Estados Unidos”. Esta operación replica las pautas de las guerras permanentes, que sin autorización del Congreso norteamericano se desarrollaron a lo largo de las últimas décadas (Glenn Greenwald, zerohedge.com 28 6 2021).

 

China y Estados Unidos: interdependencia económica

Un estudio encargado por el Presidente Biden a las áreas de Defensa, Energía, Comercio Internacional y Salud del gobierno norteamericano analiza la interdependencia de las economías norteamericana y china en las cadenas de valor global de cuatro productos considerados fundamentales para la seguridad nacional: semiconductores, baterías para autos eléctricos, minerales raros y productos farmacéuticos. (Building resilient supply chains, revitalizing manufacturing and fostering broad based growth; whitehouse.gov 6 2021). El informe analiza el grado de concentración económica en la producción de estos bienes, tanto aguas arriba como aguas abajo de la producción manufacturera. Incluye un análisis del tamaño de los mercados, de la existencia de insumos estratégicos y de las fases de abastecimiento.

El informe revela disparidades competitivas a favor de China y para corregirlas propone una mayor intervención del Estado con el fin de desarrollar investigación y tecnología en determinadas áreas consideradas de crucial importancia, y propone medidas para multiplicar los recursos humanos y técnicos existentes, frenar el avance de las corporaciones chinas y aumentar la competitividad de las corporaciones norteamericanas. Más allá de los detalles de cada caso, el estudio permite inferir algunas conclusiones generales. Por un lado, la ventaja competitiva de China en relación a los Estados Unidos se deriva del tamaño de su mercado y de la aplicación de un programa que planifica el desarrollo de infraestructura y recursos humanos privilegiando la estabilidad social y el crecimiento económico por encima de las ganancias de corto plazo y de los contratos financieros y recompra de acciones por parte de las corporaciones. El éxito chino deriva pues de una creciente intervención del Estado que, con total control sobre la economía, planifica la distribución de los recursos y subsidia tanto a la producción como al consumo según los objetivos perseguidos por dicho plan, entre los que se destaca la estabilidad social y económica.

Otra conclusión implícita en el informe es la imposibilidad de romper la interdependencia de la economía norteamericana con la china y con países aliados que controlan ciertos segmentos de las cadenas de valor. El caso los semiconductores sintetiza esta situación: las corporaciones norteamericanas que actualmente dominan los procesos de diseño de semiconductores enfrentarían el colapso si no acceden al mercado chino. Paralelamente, el grado de interdependencia económica mundial es tan grande que traer la industria manufacturera al territorio nacional llevaría varias generaciones y perjudicaría especialmente a economías aliadas a los Estados Unidos, como las de Japón y Corea del Sur.

Así, mientras la política exterior norteamericana busca definir a China como el principal “enemigo sistémico”, la interdependencia económica impide cortar definitivamente los lazos. Esta paradoja ocurre en un contexto de gran fragilidad del sistema financiero internacional. La guerra comercial con China y la pandemia han tenido gran impacto sobre las cadenas de valor global y son en buena medida responsables por la inflación que hoy amenaza al mundo. Este fenómeno acorta los tiempos que supuestamente tiene la Reserva Federal para continuar con una política monetaria basada en el endeudamiento creciente a tasas de interés negativas o cercanas a cero.

El descontrol de la inflación amenaza con desvalorizar a los activos financieros y erosionar el valor del dólar como moneda internacional de reserva. La suba de las tasas de interés para controlar la inflación puede en cambio detonar a la deuda (corporativa, de los consumidores y del propio gobierno federal) mientras la enorme deuda con derivados que interpenetra a todo el sistema financiero amenaza con desencadenar una crisis en cascada de magnitudes inéditas y consecuencias nefastas para el dólar. De este modo, el principal problema de la economía norteamericana no es la economía china sino el futuro del dólar como moneda internacional de reserva.

De ahí la creciente especulación de bancos y fondos de inversión con el Bitcoin y otras criptomonedas; la emergencia del yuan digital y la posibilidad de una reforma de la arquitectura financiera internacional que termine imponiendo al dólar digital. De ahí también el interés creciente de las corporaciones tecnológicas por emitir sus propias monedas, controlar las finanzas digitales e impedir los intentos oficiales de regular su creciente poder económico y político.

Así, este mundo multiplica los conflictos entre los Estados y entre estos y un puñado de enormes corporaciones en un contexto de creciente hostigamiento bélico. Al mismo tiempo, nos muestra que sólo desatando el poderío de los monopolios e incluyendo socialmente podremos crear condiciones para desarticular a la violencia que hoy contamina nuestro presente. En este camino, las tecnologías que hoy nos dominan pueden potenciar nuestros esfuerzos.

 

De la autocracia y el pobrismo a la creación de trabajo digno

A medida que se acercan las elecciones y avanzan las causas judiciales contra el macrismo, esta tribu muestra abiertamente sus veleidades golpistas. Hace poco tiempo un periodista de guerra se preocupaba por el nivel creciente de pobreza y proponía la solución casi “académica” de “formatear a la Argentina de un modo más autoritario” (ambito.com 21 4 2021). Hoy, en medio de una interna feroz, Macri lanza al estrellato a dos representantes de la anti-política: uno es un cantante popular que convoca a “echar al gobierno de una patada en el culo” al tiempo que mancilla confusamente la trágica historia argentina, porque "los que odian la dictadura y te hablan de 30.000, son los mismos que después bancan a Maduro. Son los mismos que los militares. Los mismos que te reclaman, las madres de Plaza de Mayo. Los mismos que te bancan el Nunca Más pero bancan a Perón que era milico",  (ambito.com 1 7 2021). La otra nueva estrella de la tribu macrista, Maximiliano Guerra, descubre una nueva índole de golpes de Estado: el “neogolpismo” a través “de un ‘pobrismo’, a través de un montón de gente que era de clase media y hoy en día esta pidiendo comida en los comedores” (infocielo.com 29 6 2021). Así construye al enemigo el discurso de odio y miedo del macrismo. Esto ocurre en un contexto de creciente descontrol inflacionario y advertencias empresarias sobre inminentes corridas contra el peso que supuestamente se justifican por la incertidumbre del contexto electoral, “el atraso cambiario” y la inflación incontenible.

La nueva aparición pública de Cristina Fernández puso de relieve la necesidad de terminar con la incertidumbre, esta vez dentro del propio Frente de Todos. La Vicepresidenta propuso no engancharse en las consignas de la “sarasa” opositora y empezar a discutir con seriedad “los temas que son relevantes”. Uno de estos temas fue adelantado hace poco tiempo por los representantes de los movimientos sociales: la necesidad de sustituir los planes sociales por trabajo digno. Este es un tema crucial que no puede ser postergado hasta que pase la pandemia. Tampoco depende de las elecciones ni puede dilatarse por falta de recursos. Esto último es una falacia peligrosa. Hay recursos, el problema es cómo se asignan. En los últimos nueve meses se han colocado cerca de 3.000 millones de dólares de bonos de deuda publica refinanciados en dólares a paridades del mercado, es decir pagando más del 15% anual en dólares. El Tesoro deberá pagar por esta parte de la deuda pública cerca de 450 millones de dólares en concepto de intereses. ¿Por qué seguir “tranquilizando a la macroeconomía” y “durmiendo al dólar” endeudando al Estado a tasas de interés en dólares, ampliamente superiores a las que se pagan en el mundo e incluso a las que exige el FMI? ¿Por qué no dormir al dólar aumentando la eficiencia de un cepo por el que se cuelan los chanchullos de los Agentes de Liquidación y Compensación (ALyC) utilizando cualquier resquicio para dolarizar carteras y fugar divisas? Asimismo, próximamente entrarán los 4.300 millones de dólares de los Derechos Especiales de Giro que le corresponden a la Argentina. ¿Por qué no dedicar parte de los mismos a impulsar la creación de empresas cooperativas con participación estatal y de pymes y movimientos sociales a fin de generar empleo en la construcción, en la industria y en sectores agroindustriales, tanto del interior del país como en el conurbano? Sería un error enorme dedicar ese dinero a saldar los compromisos de deuda e intereses contraídos para este año con el FMI, como muchos pretenden. Un error semejante no sólo deslegitimaría el discurso político del gobierno sino que le restaría fuerza en la negociación con el propio FMI.

 

 

 

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