El martes 24 de junio el Presidente de Irán declaró oficialmente terminada la llamada Guerra de los Doce Días. Sucedió después de una intervención urgente de Donald Trump para frenar el cruce de ataques entre Irán e Israel, registrados cuando en teoría había entrado en vigor el cese de las hostilidades impulsado por el Presidente de Estados Unidos. Trump, personalmente, se encargó de telefonear a Netanyahu y con modalidad muy explícita le ordenó que cesaran los ataques; para bloquear los iraníes utilizó los servicios de Doha. Todo parece indicar que las presiones funcionaron.
El ataque
La situación en el área pareció precipitarse cuando Trump anunció que la fuerza aérea de su país había realizado un raid contra las instalaciones nucleares de Irán en la madrugada del 22 de junio, hora local 2.10. La noticia fue una sorpresa para el mundo e incluyó precisiones sobre algunas particularidades del ataque.
Seis aviones americanos Stealth B2 Spirit despegaron desde la base Whiteman, en Missouri. El vuelo se desarrolló sobre el Atlántico norte y las Azores, sobrevolaron España, Grecia y Medio Oriente; el objetivo era la planta de desarrollo nuclear de Fordow y Natanz, donde descargaron 12 bombas, dado que la capacidad de transporte de los B2 para este tipo de bombas es de dos por unidad.
Se trata de la bomba Gbu-57 MOP (Massive Ordnance Penetrator) con un alto poder de penetración. En cambio, Isfahan fue atacada desde submarinos estacionados en el Mar Arábigo, que utilizaron misiles de crucero Tomahawk. En la operación se utilizaron otros aviones B2 desde la base Andersen de Guam para despistar eventuales observadores.
¿Fue Trump arrastrado por Israel para intervenir, como sostienen algunos analistas?
Después de nueve días de bombardeos, Israel no conseguía imponer un resultado, las áreas del programa nuclear resultaban intocadas y comenzaban a escasear los misiles Arrow 3, los únicos capaces de interceptar los misiles balísticos de Irán; dicha escasez provocó una disminución del escudo defensivo de Tel-Aviv y Haifa, ya que los Arrow se concentraban para defender la central nuclear de Dimona.
El Pentágono señaló dos puntos importantes:
- Irán estaba bombardeando Israel con sus misiles más viejos, y
- Atacaba con un índice de contención para evitar una intervención americana.
En el terreno se estaba desarrollando una batalla entre la fuerza aérea israelí y los misiles iraníes. Los misiles más avanzados de Irán pueden llegar a su blanco en 400 segundos y no son interceptables; los aviones israelíes tardan mucho más tiempo en llegar a Terán y necesitan una considerable infraestructura para funcionar.
El costo económico para Israel es considerable: un Arrow 3 cuesta 4 millones de dólares; el bombardeo a Irán cuesta alrededor de 1.500 millones de dólares cada dos días. La situación podía volverse insostenible para Israel si la guerra se prolongaba por ejemplo un mes, de allí la intervención americana con la misión “Martillo de Medianoche”. Era impensable que Estados Unidos abandonara a su suerte el aliado histórico.
Estados Unidos e Israel compartieron comunicados sobre la misión cumplida, intercambiaron elogios y certezas sobre la total destrucción del programa nuclear iraní. Pero las alegrías duraron poco, el New York Times publicó que el bombardeo no había comprometido las instalaciones de Fordow. Richard Nephew, ex funcionario estadounidense, experto en relaciones entre su país e Irán, declaró al Financial Times que nadie sabe dónde fueron a parar los 408 kilos de uranio enriquecido al 60%. El ataque habría solo retardado en algunos meses el programa atómico.
La emisora CNN se unió a las malas noticias insistiendo que no existen certezas sobre los resultados de los bombardeos en Fordow. Como era de suponer, Trump calificó de fake news las publicaciones y el FBI abrió una investigación sobre “fuga de noticias”.
Mohammad Eslami, director de la organización para la energía atómica de Irán, declaró que su país está evaluando la posibilidad de reparar y relanzar las partes dañadas de la industria nuclear. “Hemos planificado de manera que no se interrumpiera el proceso productivo”, dijo.
Asimismo, el portavoz de la comisión de relaciones exteriores del parlamento iraní, Abbas Goiru, declaró a la agencia de prensa ISNA que Irán está analizando la posibilidad de retirarse del Tratado de No Proliferación (TNP).
TNP
El Tratado No Proliferación (1970) se basa en tres puntos:
- Desarme,
- No proliferación, y
- Uso pacífico de la energía nuclear.
El ataque israelí contra las instalaciones del programa nuclear iraní ha creado la excusa adecuada para Irán, firmante del TNP bajo el control de la Agencia Atómica de Viena (AIEA); ahora Irán podrá apelarse al artículo 10 del TNP que permite “retirarse cuando eventos extraordinarios hayan puesto en peligro los intereses supremos” del país firmante. Es evidente que los ataques conjuntos de Israel y Estados Unidos puedan considerarse tales. El mismo principio fue utilizado por Corea del Norte en 2003, y tres años después consiguió su primera bomba, en total respeto de las normas internacionales, ya que nunca se ha declarado prohibida la construcción de armas atómicas.
Estas acciones contribuyen a demoler las construcciones jurídicas conseguidas laboriosamente desde los tiempos del equilibrio del terror de la Guerra Fría. Europa fue un protagonista importante cuando en 2015 fueron retiradas las sanciones a Irán. Entonces parecía que el viejo continente podría ser parte de un nuevo multilateralismo. Con la llegada de Trump, el tratado fue roto en 2018 para Estados Unidos, pero sigue vigente para Europa. Los cambios en sede europea han reducido su impronta. Limitarse a pedir moderación a los Estados en guerra es renunciar a algún tipo de rol. Aceptar el bombardeo para destruir el programa nuclear (hasta el momento pacífico) de un país firmante del TNP, sin reaccionar, es dispararse en el pie, pero así están las cosas. Europa continúa sin tocar pelota.
¿Qué ha sido de la bomba?
Dado que el material nuclear y el personal fueron retirados con antelación de la planta se podría suponer que existen canales de comunicación todavía abiertos entre Estados Unidos e Irán, ciertamente con Rusia. Moscú admitió que Trump y Putin habían dialogado respecto a la guerra Israel-Irán pero el portavoz del Kremlin Peskov desmintió que el Presidente estadounidense hubiese comunicado a los rusos cuándo atacaría en Irán.
El lunes 23 el canciller iraní Abbas Araghchi se encontró con Putin. Llevaba saludos de Khamenei y Pezeshkian, y pedidos de interesarse con Trump para la des-escalada bélica.
Desde el momento que Rusia es aliada de Teherán y mantiene buenas relaciones con Israel (donde residen 1.300.000 judíos de origen ruso) es posible que Moscú haya colaborado con Trump para cerrar el conflicto con un cortafuegos, situación que se parecería mucho a una comedia si no fuera por las víctimas.
Recordemos que, cinco días después del ataque, Rafael Grossi, director de la AIEA, reveló que el anuncio de la eminente construcción de la bomba por parte de Irán (emitido por la AIEA, según Israel) nunca existió, desmintiendo así a Netanyahu.

La respuesta
Como era de imaginarse, Irán tenía que dar alguna respuesta al ataque americano, y así sucedió: el lunes 23 una salva de misiles balísticos fue lanzada sobre la base americana de Al-Udeid, en territorio del Qatar, cercana a la capital Doha, donde la USAF (Fuerza Aérea de Estados Unidos) mantiene el comando central aéreo.
Los misiles iraníes fueron interceptados por los misiles Thaad (Terminal High Altitude Area Defense). El número dos del estado mayor interfuerzas de Qatar, general Shayeq bin Misfir Al Hajri, declaró en rueda de prensa que los primeros siete misiles fueron abatidos sobre el mar y que “inmediatamente la base fue atacada con 12 misiles, 11 de los cuales abatidos en territorio qatarí y el restante cayó en la base de Al-Udeid”. El militar agregó a la CNN que “gracias a Dios” no se habían registrado víctimas.
En Teherán, en cambio, los Guardianes de la Revolución anunciaron que seis misiles habían impactado en la base. La operación fue llamada “Basharat al-Fath” (feliz aviso de victoria) y evocaba inexistentes devastaciones. También se explicó que la cantidad de misiles disparados correspondía al número de bombas descargadas por los B2 americanos en Fordow. Khamenei escribió: “No hemos hecho mal a ninguno y no queremos sufrir vejaciones”.
Que la comedia proseguía quedó claro cuando Trump anunció que no había previsto ninguna respuesta o represalia contra Irán después del ataque misilístico a Al-Udeid.
Además, el personal de la base y los aviones habían sido evacuados en gran parte. El New York Times, citando fuentes bien informadas, escribió que Irán había avisado anticipadamente el ataque a la autoridad de Qatar para minimizar los riesgos y subrayar su carácter simbólico.
¡Y Trump agradeció al gobierno iraní escribiendo en Truth que Irán había tempestivamente avisado del ataque, salvando vidas humanas!
El triunfo tripartito
Como era previsible, cada protagonista compuso su propio relato, destinado sobre todo al frente interno y a la opinión pública. Netanyahu elogió sin reservas a Trump y Estados Unidos, rezó por el Presidente norteamericano y anunció que la amenaza iraní había sido neutralizada.
En realidad Israel acató el alto el fuego exigido por Trump como una concesión táctica: Israel quiere un Medio Oriente sin Irán, objetivo estratégico que permanece como un horizonte por ahora inalcanzable. Israel quería un cambio de régimen y tampoco esta posibilidad se realizó. Por el momento, el veto de asesinar a Khamenei resiste, sobre todo por presiones de los sauditas, que a través de Arab News, cotidiano cercano al príncipe Bin Salman, han manifestado con firmeza su oposición a esta opción, que podría acarrear convulsiones incontrolables en la región.
El ataque a Irán fue bien visto por la población de Israel: el Presidente recuperó puntos en la apreciación de sus conciudadanos. El sorpresivo final de la guerra los ha sorprendido. El periodista Meron Rapoport (que fue jefe de redacción de Haaretz) declaró que “hay un sentimiento latente de desilusión en la población”, que probablemente esperaba la cancelación total de Irán como potencia.
Irán también vivió como un suceso el cese de las hostilidades, y tiene mucho que festejar dado que el régimen está viviendo su momento más crítico, con sus aliados disminuidos y la situación económica difícil para la población: la supervivencia de la conducción política es el triunfo más notable para exhibir, sobre todo después de los asesinatos selectivos que sufrió la elite del país.
En los próximos meses veremos las consecuencias de esta guerra, en tanto Khamenei regresó con un mensaje a la ciudadanía subrayando el triunfo de la República Islámica. Además dio su apoyo al acuerdo de cese del fuego llevado a cabo por el ala dialoguista. Esta manifestación era necesaria dado que los Guardianes de la Revolución habían cuestionado la decisión del Presidente Pezeshkian porque no había sido aprobada por Khamenei, que se encontraba refugiado en un bunker subterráneo con su familia.
Los medios periodísticos de Irán publican desde hace días comentarios que invitan a la dirigencia a concentrarse sobre Israel sin mencionar a Estados Unidos. Provocar otro ataque americano debilitaría al gobierno.
Algún temor ventilado durante la guerra, como el cierre del estrecho de Hormuz, al final no se verificó. China, potente comprador de petróleo, presionó a Teherán para que el flujo de la navegación no fuera perjudicado. También colaboró Arabia Saudita. Hormuz representa un pasaje de 20 millones de barriles diarios, circa el 25% de la exportación mundial.
Claramente, la palma de oro de los festejos corresponde a Donald Trump. Grandes elogios a los heroicos pilotos que después de 36 horas de navegación, con abastecimiento aéreo incluido, atacaron las instalaciones nucleares de Irán con “resultados devastadores”.
Después llegaron los aguafiestas del periodismo a joderle el invento, ya que una inspección directa para verificar los “resultados devastadores” es por el momento imposible. Las famosas bombas anti-bunker superaron los tests en territorio desértico, un tipo de terreno muy diferente a las paredes rocosas de Fordow, pero la expedición dejó contento al aliado y a parte de la opinión pública americana.
Hay un hecho innegable: el cortafuegos funcionó y el espanto de la Tercera Guerra Mundial ha sido momentáneamente conjurado. No se puede negar el mérito que le toca al Presidente estadounidense, que llegó al gobierno como un campeón de la paz, decidido a retirar el país de los escenarios de guerra y jugó una carta muy difícil con este raid, que recuerda el ataque de los Mitchell B25 de Jimmy Doolittle a Tokio en la Segunda Guerra Mundial. Pocos resultados prácticos, pero suceso mediático.
Pero los problemas en casa permanecen: el cierre de la crisis medio oriental ha evitado el aumento del precio de petróleo que podía trasladarse al consumidor americano. Desde la asunción el 20 de enero es bien poco lo que puede mostrar el gobierno de Trump. Parafraseando algunas consignas en boga en la Argentina: extranjeros irregulares detenidos o expulsados y universidades bajo ataque no hacen bajar los precios en el supermercado.
De Kelsen a Trump
La idea de un orden internacional basado en una común aceptación de reglas y valores para desterrar el uso de la fuerza en las relaciones entre Estados comenzó a perfilarse en el proyecto de la Carta Atlántica del 14 de agosto de 1941, finalmente promulgado el 26 de junio 1945 con la Carta de las Naciones Unidas. El proyecto se enriquece con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre del 10 diciembre 1948.
El sustrato ideológico es el enunciado de Hans Kelsen llamado “Peace Through Law” y su núcleo se encuentra en el artículo 2, inciso 4 de la Carta de San Francisco: “Abstenerse del uso de la fuerza”.
Hace unos días, el canciller alemán Friedrich Merz declaró que “Israel está haciendo el trabajo sucio por nosotros”, declaración que revela décadas de falsedad y declaraciones vacías según los casos. Frente al ataque de Estados Unidos/Israel contra Irán ha desaparecido la fórmula agresor/agredido, usada hasta el cansancio en Ucrania con la hipocresía de los 18 paquetes de sanciones contra Rusia. Ningún país ha enviado armas a Irán para defenderse de la agresión y la famosa invocación de “las reglas” de Stoltenberg, Rutte, Von der Leyen y el resto de la charlatanería europea también se ha volatilizado.
El cortafuegos americano por el momento ha funcionado, pero la máxima “Peace Through Law” de Kelsen ha derivado en la máxima trumpiana “Peace Through Force”.
Epílogo en La Haya: la cumbre del 5%
A la reunión de la OTAN en La Haya, Trump llegó como vendedor de armas y fue tratado como un rey. El nivel de obsecuencia más alto corresponde al secretario de la OTAN, Mark Rutte. Habituado en su larga carrera de político a arrimarse al poder, envió al Presidente de Estados Unidos un mensaje confidencial vergonzoso: “Realizarás algo que ningún Presidente americano ha podido hacer en los últimos decenios”, y otras maravillas.
El resto de la dirigencia no se quedó atrás, especialmente la Giorgia Meloni, patriota sui generis que no pierde ocasión para demostrar su vasallaje voluntario. La culminación de estos espíritus europeos fue hospedar a Trump en el palacio real de la ciudad, donde el huésped declaró que había dormido maravillosamente. Es conocida la debilidad de Trump por la realeza. Esta movida, utilizada por el primer ministro británico Keir Starmer para ablandar a Trump con los aranceles, ha sido llamada por la prensa Soft Power Royal.
Pero en este caso no ha funcionado, dado que Trump se anotó otro triunfo haciendo firmar el acuerdo a los socios. En realidad, el 5% famoso se descompone en la fórmula 3,5 + 1,5. La primera cifra corresponde a armamento, la segunda a diversos rubros como comunicaciones, seguridad, inteligencia. La voz discordante fue la de Pedro Sánchez, que se apoya en la interpretación de las decisiones comunes para cumplirlas a su manera. No es descartable la idea de que otros miembros de la organización piensen lo mismo y traten de navegar en los meandros de los reglamentos para no comprometer los presupuestos nacionales.
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