CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

El hacinamiento es el peor remedio para una vida saludable y para prevenir futuras pandemias

 

Veníamos cómodos con las iniciativas del manejo de la pandemia. Parecía que, salvo puntuales excepciones, la curva se deslizaba aletargada en una suave escala ascendente que iba a permitir que el sistema sanitario no colapsara. Periodistas impacientes hasta la histeria, economistas ortodoxos, ex ministros, ex candidatos a Presidente o Vice, comenzaron a exigir doble apertura, de economía y cuarentena. En la pandemia no nos va a matar el virus, vociferaban. Nos va a matar la tozudez del gobierno nacional, “enamorado de la cuarentena”.

Hacia comienzos de mayo la polémica mantenía un empate técnico. Los logros sanitarios del gobierno lograban atenuar las diatribas diarias de la caterva de indignados. Esos que suelen poblar las tapas de los grandes matutinos y la pantalla chica de los programas en horario central.

Hasta que estalló la Villa 31. Como un grito solitario, desgarrador y desencajado se alzó una voz que muchos, hasta los canales más ranciamente opositores al llamado “macrismo residual”, defensores de la nueva gobernabilidad entre el Presidente y el Intendente, a ultranza pugnaron por silenciar. ¿Cómo quieren que nos lavemos las manos si no hay agua?, gritaba Nacho Levy. ¿Cómo quieren que nos recluyamos en cuarentena cuando en una misma vivienda cohabitan quince personas?, gritaba al viento. Como Casandra, sin respuesta, mucho antes de que los casos de infección no superaban la decena. Al miércoles 20 de mayo los infectados en las villas porteñas ya representaban el 17% de los infectados en todo el país.

 

 

Ningún cántaro de agua

La historia de las villas porteñas es una tragedia en materia de desatención estatal, de indiferencia, de maltrato y de estigmatización social. Allí viven entre 300 y 400.000 ciudadanos porteños, un 15% de la población total del distrito. Pero la historia de la 31 es paradigmática. Es el emblema cabal del manejo siniestro de un Estado que atiende a la ciudadanía no cuando se trata del bienestar general, sino cuando hay un negocio detrás. Y detrás de la Villa 31 hay un negocio suculento: se asienta en uno de los predios más apetecibles del negocio inmobiliario que el Intendente quiere poblar a la vera del Río desde la Isla Demarchi hasta el partido de Vicente López con torres de 50 pisos que, créase o no, estarán bajo agua dentro no menos de veinte años si el calentamiento global sigue su curso. La llamada urbanización de la 31 es, en este sentido, un significante vacío. Pura fantochada, pura mampostería de ocasión. Los frágiles edificios de tres pisos construidos con suculentos aportes del Banco Mundial y contracción de deuda externa constituyen un escenario ficticio. No tienen agua, no tienen gas, no tienen cloacas, el cableado eléctrico es frágil e insuficiente.

El mismo gobierno que haciendo alarde de progreso con bombos y platillos instaló un McDonald's en la 31 (al que sí proveyó con agua) no tuvo ninguna intención de hacerse cargo del entubamiento interno que empalmara el servicio de AYSA con el interior de la Villa. Lo confirmó el 18 de mayo Malena Galmarini (actual presidenta de AYSA) en un diálogo radial con Alejandro Bercovich.[1] “Nunca hubo prioridad en hacer esos empalmes: todos los frentes de obra donde deberían haberse hecho están cerrados”, confirmó Galmarini, haciendo referencia a una reunión que el 5 de mayo había tenido con el Intendente. Y agregó: “En las tantas reuniones que tuvimos desde enero de este año con los equipos del gobierno de la Ciudad, los empalmes de la Villa nunca fueron un tema. Sí me hablaban reiteradamente del Colector del Bajo Costanera, que es el empalme para terminar esos edificios junto al Río que ellos están haciendo con sus empresas amigas”.

Esto vale para todas las villas de la Ciudad: cuando Mauricio Macri barruntó su plan de urbanización de los barrios carenciados, firmó en 2010 un convenio por el cual la red troncal provista por AYSA llegaría solo hasta el perímetro de las Villas. El entubamiento interno debía estar a cargo del gobierno de la Ciudad. Y esto jamás se cumplió: ni en la 31, ni en la 1-11-14, ni en la 20 y así sucesivamente.

No se trata solamente de deficiencias que se jactan de lo contrario, incumplimientos o significantes vacíos como implantar un McDonald's en medio de la indigencia. Se trata de un gobierno que desde hace trece años es manejado por un ejército de atildados voceros quienes, como el Pangloss del Cándido de Voltaire, están programados para farfullar de todas las manera posibles que estamos en el mejor de los mundos. Hablan como si escribieran publinotas, que los diarios (la mayoría) repiten ya no como los slogans que son, sino como parte de la realidad. Larreta es el más blindado de los funcionarios de la historia argentina se lee y se escucha por doquier. Si esto no es verdad, al menos es verosímil. Aunque nadie ha podido probarlo, porque el sistema de gastos reservados de la Ciudad está estructurado para que no pueda ser auditado. De hecho, Cecilia Segura, hoy legisladora de la Ciudad por el Frente de Todos y ex presidenta de la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires (2015-2019), sostuvo que bajo la primera intendencia de Larreta solo se auditaba el 17% de los gastos totales de la Ciudad.

 

 

 

Diego Fernández, funcionario ejemplar

Existe un modelo de funcionario que el PRO cultiva con fruición. Hablar con frases hechas a contrapelo de la realidad, simular eficiencia, no dar nunca lugar a repreguntas y concluir siempre con la misma tonadilla: Estamos trabajando. Y a veces una tendría ganas de pedirles que no trabajaran tanto, porque ese empecinamiento en la eficiencia tiene solo dos resultados posibles: o es cosmético o es un suculento negocio.

La crisis de la pandemia en las Villas no se explica solamente por la falta de previsión o por la falta de política. La falla está en el origen. Después de la muerte de Ramona Medina y Víctor Giracoy el domingo 17 de mayo pasado, Diego Fernández, Secretario de Integración Social Urbana, no convocó siquiera a una reunión de trabajo al equipo que está instalado desde hace por lo menos tres años en la Villa 31.

“El área que conduce Diego Fernández tiene 500 personas asignadas de forma permanente en la villa 31 y dispone de una trabajadora social cada 25 o 30 familias, una proporción que —aunque resulte suficiente— genera la envidia de los habitantes del resto de los barrios de emergencia. Cuenta con un registro unificado que se elaboró junto al ministerio de Salud de Nación y permite identificar no sólo a los infectados sino también a sus contactos estrechos.”[2] En buen romance, todo al divino botón.

Cuatro días antes de la muerte de Ramona Medina, la Comisión de Vivienda de la Legislatura porteña había convocado a Diego Fernández a una reunión para tratar la ya entonces gravísima situación de la 31.

El funcionario, del que se esperaba un informe, participó no de cuerpo presente... sino desde su auto. Ante el requerimiento de informaciones concretas acerca de la cada vez más desesperante situación de la Villa, Fernández repuso sin que se le moviera un pelo: "Desde hace cinco días que no hay reclamos por falta de agua”, además de lanzar una afirmación que sonó a una tomadura de pelo: “El Barrio 31 tiene la mejor red de agua potable de cualquier otro barrio vulnerable de la República Argentina”. A modo de ejemplo expuso la absolutamente estéril estrategia de la Secretaría a su cargo: comunicación con cartelería interna, motocarros con parlantes con mensajes de concientización, una red de grupos de WhatsApp y un sistema de “evacuación de dudas telefónicas”[3]. Agregó que ante casos positivos había "hospital y hotel", sin dar nombres o referencias.

Hoy sabemos que el caso de esos hoteles y hospitales adonde se trasladan los sospechados de infección de Covid-19 provenientes de las Villas es un recorrido por la Ciudad con destino incierto. Familias enteras son cargadas en transportes para ser hisopadas en nosocomios de la Ciudad de los que ni siquiera el transportista sabe si podrán ser atendidos. Tampoco se sabe si están contagiados, de modo que sanos y eventualmente enfermos tienen que convivir en habitáculos estrechos a la espera del cuerpo médico que los va a testear. Contrariamente a la jactancia publicitaria, se espera que los hospitales de la Ciudad colapsen si la curva de infectados sigue creciendo como en los últimos siete días.

La situación de las Villas de la Ciudad es el espejo de una desoladora crónica de muertes anunciadas. Toda la gestión del PRO se redujo a alimentar empresas de poda y tala de árboles (tres veces por año, lo que no sucede en ningún lugar del mundo), refacción de veredas, planes de unificación de cinco hospitales, hacer patios de comidas cercenando plazas y espacios verdes, poner parquímetros, alentar empresas de acarreo, empresas de alquiler de bicicletas, monopatines, organizar noches multimediáticas de dudosa “cultura para todos”, dar impulso a unos Juegos Olímpicos de la Juventud que costaron 1.070 millones de inútiles dólares con el solo fin de trasladar clubes y centros deportivos para liberar apetitosos predios comunales, generar cosméticas insalubres y, lo peor de todo, entregar 550 hectáreas públicas a la especulación inmobiliaria con un solo justificativo: crear una ciudad para 6 millones de habitantes. Esto último significa: construir a lo loco y desaforadamente no para dar vivienda sino para estimular inversiones financieras de amigos. Precisamente cuando de salud se trata, el Intendente de la ciudad no va a comprender que el hacinamiento es el peor remedio no solo para una vida saludable, sino la peor estrategia para prevenir las pandemias que vendrán después de esta pesadilla.

 

 

 

[1] Pasaron Cosas https://ar.radiocut.fm/audiocut/malena-galmarini-con-bercovich-sobre-ramona-medina/

[2] “Falla en la Villa el gobierno de los técnicos” https://elcanciller.com/opinion/falla-en-la-villa-el-gobierno-de-los-tecnicos/

[3] “Insólita e inútil reunión por Villa 31: funcionario de Cambiemos participó desde su auto”

http://www.laizquierdadiario.com/Insolita-e-inutil-reunion-por-Villa-31-funcionario-de-Cambiemos-participo-desde-su-auto

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