Cuando la mentira es la verdad

Cautela de los demócratas tras la voladura de la represa ucraniana de Kajovka

 

La destrucción de la hidroeléctrica de Kajovka, en la provincia ucraniana de Jersón, el martes en la madrugada, se suma al estilo de atentado ocurrido contra los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que transportaban gas natural por el mar Báltico hacia Alemania y desde allí hacia otros países del territorio europeo. En ambos casos, Rusia y Ucrania se culpabilizan, sin que se haya establecido claramente la autoría.

Incidentes de menor magnitud como los drones dirigidos al Kremlin –uno de los cuales se estrelló contra la residencia oficial del Presidente Putin días antes de que el mismo Kremlin fuera el escenario de la celebración del día de la Victoria, el 9 de mayo– así como el lanzamiento de misiles a Polonia, que causó la muerte de dos personas, fueron inicialmente atribuidos a Rusia. En el primer caso se la exculpó de cometer un autoatentado luego de que el New York Times informara el 25 de mayo que las autoridades estadounidenses creían que grupos paramilitares ucranianos podrían estar detrás de los hechos, aunque no podían confirmar si el Presidente Zelenski tenía conocimiento de ello. En el segundo, pronto se comprobó con total certeza que los misiles partieron de Ucrania. El atentado contra la represa de Kajovka es mucho más grave y tiene repercusiones globales.

 

Los atentados al Nord Stream 1 y 2

Los gasoductos de propiedad ruso-germana fueron dinamitados en septiembre del año pasado. Inmediatamente, Ucrania, la OTAN, los países occidentales y los grandes medios inculparon a Rusia.

Como se sabe, los lobbies de la industria petrolera y gasífera estadounidense presionaron a los Presidentes Donald Trump y Joseph Biden para impedir el funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2 en particular. Lo que buscaban era tener el campo libre para exportar su gas licuado, más costoso y contaminante, extraído con técnicas de fracking. El resultado es que perjudicaron a Europa y le hicieron un enorme favor a China e India, cuyos gobiernos no acatan las sanciones económicas impuestas por occidente a Rusia y obtienen de ese país –con importantes descuentos– el gas y el petróleo, que luego es revendido a los europeos.

A mediados de febrero, el diario Berliner Zeitung publicó una entrevista con el periodista Seymour Hersh (Premio Pulitzer 1970) sobre su investigación en torno al papel estadounidense (y noruego) en la destrucción de los gasoductos del Nord Stream. En ella señaló que estaba claro que el Estado Mayor Conjunto, la CIA, el Departamento de Estado y el Departamento del Tesoro podían volar los gasoductos, luego de que Victoria Nuland –activista en el golpe de Estado de Ucrania en 2014 y actual Subsecretaria de Asuntos Políticos del Departamento de Estado– informara que era posible su destrucción mediante el uso de un explosivo llamado C4. La investigación de Hersh fue desestimada por no revelar sus fuentes.

A fines de marzo el Consejo de Seguridad de la ONU, con la excepción de China y Brasil, rechazó la propuesta del gobierno ruso para poner en marcha una investigación internacional con miras a determinar quiénes encargaron y llevaron a cabo el atentado terrorista a los gasoductos, cuyos principales interesados en que no operaran provienen de las industrias gasíferas y petroleras estadounidenses.

Esta semana el diario The Washington Post señaló que el gobierno de Estados Unidos habría sabido de los planes de Ucrania para sabotear la red de gasoductos del Nord Stream, toda vez que una agencia de inteligencia de un país europeo –que no se cita por pedido de los funcionarios– habría informado a la CIA sobre dichos planes en junio de 2022, tres meses antes de que ocurriera el sabotaje.

 

La voladura de la represa

El caso de la represa de Kajovka es aún más serio. Además de su importancia en la generación de energía y el uso de agua en la agricultura, también es una fuente importante de suministro de agua para la península de Crimea, región que se reunificó con Rusia en 2014 después de un plebiscito al no reconocer el golpe de Estado en Ucrania. Asimismo, afecta a la central nuclear de Zhaporizhzhia, la más grande del este europeo.

Con razón, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, lo ha calificado de “catástrofe monumental, humanitaria, económica y ecológica”, y se ha abstenido de atribuir la autoría del atentado. Guterres ha dicho que la ONU no tiene acceso a información independiente sobre las circunstancias de la destrucción de la presa, por lo que se abstiene de atribuir culpabilidades a alguno de los dos países. Debe pesarle el hecho que le acaba de recordar la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova, cuando en octubre de 2022 el representante de su país ante la ONU le envió una carta donde alertaba sobre los planes del gobierno ucraniano para destruir la central hidroeléctrica. Entonces, le pidió “encarecidamente hacer todo lo posible para prevenir un crimen atroz”.

 

Asimismo, en diciembre, The Washington Post publicó una nota en la que se informó –citando al general del Ejército de Ucrania, Andréi Kovalchuk– que las tropas ucranianas habían realizado un “ataque de prueba exitoso” contra una compuerta de la represa de Kajovka, con el objetivo de elevar el nivel de agua del río Dniéper, que atraviesa la central hidroeléctrica. Para ello, señaló el diario estadounidense, usaron un sistema de lanzamiento múltiple HIMARS proporcionado por Estados Unidos.

Pero el secretario general de la OTAN, el presidente de la Comisión Europea y Ucrania han culpado inmediatamente a Rusia del atentado. El Presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, responsabilizó a las tropas rusas de haberla destruido mediante la colocación de minas, pues dijo que es imposible volarla desde el exterior. Durante una reunión virtual con líderes de los países de Europa del Este, descartó tajantemente la hipótesis del accidente o la negligencia al aducir que fue una explosión deliberada y que los rusos sabían exactamente lo que estaban haciendo.

Apenas ocurrido el atentado, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, afirmó que la destrucción de la represa de Kajovka es una consecuencia directa de la guerra de agresión que Rusia había lanzado contra Ucrania y demuestra que esa invasión es “totalmente inaceptable”. Si bien cualquier invasión militar a otro país es condenable, Stoltenberg le hace trampa a la historia. Pasa por alto la promesa de “ni una pulgada al este” hecha por James Baker a Mijail Gorvachov en febrero de 1990, durante el proceso de reunificación de Alemania. Según documentos de la entonces Unión Soviética, Reino Unido y Francia desclasificados por el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington, existió un compromiso de que la OTAN no expandiría las fronteras hasta las de la Unión Soviética. Ello no se cumplió y no solo incorporaron a 13 países más. Cuando se buscó incorporar a Ucrania, y luego de reiteradas advertencias de Putin, se produjo la invasión.

Asimismo, el presidente de la Comisión Europea, Charles Michel, dijo que Rusia tendría que rendir cuentas por una flagrante violación a la Convención de Ginebra. Esta norma internacional básica para limitar los conflictos bélicos establece que las obras e instalaciones que contengan fuerzas peligrosas –a saber, presas, diques y centrales eléctricas nucleares– no serán objeto de ataque, ni siquiera cuando dichos objetos sean objetivos militares, si tal ataque puede causar la liberación de fuerzas peligrosas y las consiguientes pérdidas graves entre la población civil.

Entre tanto, apenas ocurrido el atentado, el martes en la madrugada, el gobierno ruso convocó a una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para investigar los hechos. Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, las tres potencias occidentales del Consejo de Seguridad de la ONU, evitaron atribuir a Ucrania o Rusia la responsabilidad de la voladura de la represa de Kajovka, pero insistieron en que sin la invasión lanzada por Moscú este desastre nunca se habría producido.

Ante la falta de medidas adoptadas en el Consejo de Seguridad de la ONU, el Presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, le propuso a sus pares de Ucrania y Rusia que funcionarios de ambos países, juntamente con los de la ONU, conformen un Comité de investigación sobre el atentado en Kajovka. Mientras que Putin aceptó, Zelenski la desestimó al argüir que sería inconducente un comité si Rusia forma parte de él.

 

Mostrar las garras

Estos hechos ocurren en un escenario en el que la OTAN está organizando el mayor ejercicio aéreo en Europa con la participación de 25 países, 10.000 operativos y 250 naves. Los ejercicios están previstos para fines de la próxima semana. Mientras tanto Suecia, aunque no es miembro de la OTAN, ha decidido que sus tropas entrenarán con las de los países de la OTAN y desplegará tropas militares en su territorio. Los tanques Leopard de Alemania y los rifles de asalto de Bélgica ya se encuentran en Ucrania.

Paralelamente, el viernes Putin se reunió con el Presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, para informar respecto del despliegue de armamento nuclear táctico en territorio de su vecino, a partir del 8 julio. Los representantes de ambos países, que en la práctica constituyen una suerte de confederación, habían acordado a fines de mayo emplazar misiles nucleares de corto alcance en territorio bielorruso, donde seguirán bajo comando de las fuerzas armadas rusas. Ambos países han firmado un tratado de seguridad común y mantienen una estrecha unión política y económica. El anuncio ha causado preocupación en la contraparte occidental, que parece olvidar que también hay armas nucleares de Estados Unidos almacenadas en Alemania y en Italia.

Ad portas de la campaña presidencial, el presidente de la Cámara de Representares, Kevin McCarthy (representante del Partido Republicano por California), con quien Biden negoció la ampliación del límite de endeudamiento, dice no tener intenciones de aceptar una legislación que impulse la ayuda militar a Ucrania y otros gastos de defensa por encima de los niveles permitidos, en un proyecto de ley firmado por el propio Presidente Biden que frena el gasto militar.

Los demócratas se ven forzados a ser más cautos con el tema. No es casual que el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, contralmirante retirado de la Marina, John Kirvy, se haya abstenido de culpabilizar a Rusia y diga que prefiere esperar a que se realicen las investigaciones correspondientes. En tiempos electorales la opinión pública, hastiada de medias verdades, adquiere un peso mayor y se convierte en el arma con mayor poder destructivo.

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí