CUANDO LA MILITANCIA ES POESÍA

La belleza que nos deja Gabo Ferro

 

Estremecidos aún por la reciente muerte del querido poeta, cantante, compositor, performer e historiador Gabo Ferro, nos preguntamos cómo sintetizar tanta poesía, tanta producción diversa y polifacética, tanta militancia, arte y compromiso en una sola nota. Decidimos dejar de lado las usuales reseñas de obra para dar paso a testimonios de artistas con los que estableció vínculos entrañables, que nos ayudan a reconstruir la dimensión de su aporte a la cultura y a nuestras vidas.

 

 

Una caricia y un puñal

Nos cuenta la cantante Luciana Jury sobre su encuentro con Gabo: “Alguna vez me escribió al Facebook. Como no éramos amigos el mensaje fue a parar a una bandeja de spam, no pude verlo. Cuando lo conocí me contó que me había mandado ese mensaje, revisé y sí, estaba ahí. Era una invitación para cantar Dios me ha pedido un techo a dúo. Fue en 2011, había quedado medio sentido por no recibir respuesta, después me enteré por él, pensó: 'Es una turra, cómo puede ser que no me contesta' (risas). En 2012 Lisandro Aristimuño nos invitó a participar de su primer Gran Rex, a Gabo, a mí y a otros artistas. Estábamos en los pasillos de los camarines y alguien me dice: 'Hay un tipo que te mira fijo'. No me había dado cuenta, lo miro y era él que me estaba clavando la mirada. ¡Era como un lobo acechando a su presa! Cuando lo vi me cayó súper bien, me pareció tan guapo además… Se acerca con los brazos abiertos a saludarme, a decirme cosas lindas, me cuenta que había escuchado mi primer disco, que había quedado impactado y me regala su disco La aguja tras la máscara. Ya en el escenario lo escucho cantar Green Lover con Lisandro. Yo lo veía desde el costado, desde las bambalinas. Quedé impactada y me dije: '¿Cómo no había escuchado antes a este hombre?' Sentía que una elipse multicolor le brotaba desde el ombligo hasta el coxis, cruzándole por la cabeza. Fue un viaje sideral. Terminó de cantar, lo abracé, estaba muy conmovida con su manera de cantar y contenta de ese disco que me había regalado, que a partir de la primera frase, diciendo: Lo que te da terror te define mejor, sentí que encontré a mi hermano perdido. Fue una caricia y un puñal. A partir de ahí sentí que nos unía un mismo conflicto, una misma angustia”.

 

 

Gabo Ferro y Luciana Jury en la TV Pública.

 

 

 

El veneno de los milagros y una amistad que cura

Sobre la gestación del disco El veneno de los milagros, los recuerdos coinciden con los inicios de esa amistad-hermandad, prosigue Luciana Jury: “Me dijo que cuando me descubrió había quedado impactado y muy sensibilizado, que mi forma de cantar tenía una conexión con su arte y quería regalarme canciones. Me puse feliz, ya me había convertido en una fan total suya. Al poco tiempo él se va de vacaciones y en lugar de descansar se puso a crear El veneno de los milagros, un disco que terminamos haciendo a dúo porque cuando vio las canciones encontró que estaba hablando de mí pero también de él. Y dijo: 'Soy bueno pero boludo no soy (risas), esto lo quiero compartir”. Terminaron siendo canciones para los dos. Es, como Gabo decía, un decálogo de canciones de despedida, de algo que murió y que debía renacer en algo mucho mejor, la manifestación de profundo desgarro que provoca una despedida. Yo había tenido la pérdida de mi tío (Leonardo Favio) y sentí que estaba hablando un poco de eso y de otras cosas muy íntimas mías también. Lo grabamos en siete días. Fue una cosa muy fácil, muy simple y muy potente, me pude acomodar tan orgánicamente a su voz y con la guitarra también. Un disco que me transformó y me sigue transformando, porque en cada canción aparecen distintas manifestaciones o posibilidades de revisarse internamente. Yo digo que es un disco que me curó. Siempre se lo agradecí”.

 

 

La bestia escénica que jugaba con el vacío

Con el pianista y compositor Juan Carlos Tolosa se conocieron en 2014 durante los ensayos de Ese grito es todavía un grito de amor. “Una ópera de Gabriel Valverde (basada en Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes) con régie de Rubén Szuchmacher y el protagónico de Gabo, un maravilloso ensamble y yo haciendo la dirección musical. Fue un placer trabajar con él, la obra estaba escrita para Gabo. Fue maravilloso, ahí se vio el tipo luminoso que era, la persona generosa, cero divo. Pero era una bestia escénica, un artista superlativo: aportó tanto a esa obra, me dieron ganas de sumergirme en su universo”, subraya Tolosa.

La experiencia de trabajo conjunto no se agotó allí. “En 2015 Gabo me contó que estaba con muchas ganas de hacer algo con piano y voz, quería que hiciera versiones de sus temas, había escuchado mi dúo con Germán Náger, le gustó el juego con el vacío, y entiendo por qué: él jugaba todo el tiempo con el vacío”.

 

 

Ese dardo preciso

“Otra cosa que uno recuerda es el nivel de exigencia que Gabo tenía con su trabajo: un total control de lo que estaba haciendo, una precisión que tenía que ser como un dardo, había sólo un dardo para dar en el blanco. Cuando fue el concierto en 2016 en la Usina del Arte hicimos El agua del espejo. Fue una experiencia increíble escuchar su respiración y tratar desde el piano de no invadirlo, respetar sus textos y su universo. No se trataba de hacer algo medio jazzero, poner el estilo de uno y modificar sus temas, sino de hallar el mundo de Gabo en cada canción que él había elegido”, rememora Tolosa.

Sobre el trabajo conjunto puntualiza: “Soy meses más chico que él, hace poquito cumplí 54. Había toda una conexión con el mundo de la infancia y de la distorsión que teníamos de ese mundo. De ahí empezaron a salir las imágenes sonoras, la armonía, los colores, las texturas, los hipervínculos con Tom Waits, con Eduardo Lagos el folclorista, con algún madrigal del renacimiento, incluso Bill Evans, había un panorama muy grande que se abría de la música de Gabo, su música era un abanico que se abría hacia un montón de músicas”.

Acerca de su nivel de composición resalta: “Fue uno de los más grandes escritores de canciones en lengua hispana, como una especie de Lorca argentino del siglo XXI, pero aparte tenía un plus enorme. Le habían propuesto dar un curso sobre canciones y decía que era imposible porque tendría que dar previamente un curso de años de literatura. Su música era de una complejidad tremenda”. “No volví a ser el mismo, me hizo entender mejor todos los hiperlinks que tenía en mis propias músicas, y cómo yo buscaba eso que él ya tenía totalmente asumido en su música”, concluye.

 

 

Juan Carlos Tolosa: “Fue una especie de Lorca argentino del siglo XXI”.

 

 

 

Tejiendo hermandad y abrigo

Virginia Innocenti, actriz, cantante y compositora, nos cuenta sobre aquel día en que se conocieron para no separarse más.

“Yo estaba ensayando en el CCC Noches romanas, la historia de la amistad entre Anna Magnani y Tennessee Williams, y voy a tomar un café al lado. Se hacía tarde porque tenía que regresar al ensayo, el mozo no venía, entonces me paro, voy a pagar a la caja y había un hombre de espaldas pagando también. Cuando me acerco a la caja lo miro y digo: 'Discúlpame ¿vos sos Gabo Ferro?' Se pone colorado, se le llenan los ojitos de lágrimas, muy emocionado… Me dice: 'Sí', entonces le digo: 'Le agradezco a la vida que me esté dando la posibilidad de decirte mirándote a los ojos lo que agradezco tu obra y tus canciones, sin duda no sos de este mundo'. Me miró y me dijo: “Y yo tengo que decirte lo mismo”. Fue como un encuentro en el que nos reconocimos, como la pertenencia a la manada, no nos separamos nunca más. Vino al estreno de la obra, yo empecé también a leer sus escritos. Es un vínculo poético, filosófico, militante, ideológico, teníamos mucho respeto y admiración mutua, y también nos divertíamos mucho y nos convocábamos, nos acompañábamos en los proyectos y en los sueños”.

Desde ese momento se sucedieron numerosos proyectos compartidos. En 2013, como madrina del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, Virginia lo convocó a cantar juntos para la apertura y cierre. Ella cantó en la presentación del libro Costurera Carpintero, antología de las letras de Gabo Ferro, y leyó fragmentos cuando se presentó su poemario Recetario panorámico, elemental, fantástico y neumático.

Cuando Virginia participó de la serie Cuentos de identidad presentó a Gabo a su director, Alberto Lecchi, porque sintió que para un capítulo en que se contaba la historia de la recuperación de una nieta y el encuentro con su abuela la canción de Gabo Dios me ha pedido un beso era perfecta. Así fue como Gabo grabó en el estudio y se hizo un clip que fue parte del programa.

“Nos unía también el amor y la admiración a Leonardo Favio, a Tita Merello, a las cancionistas”, recuerda Virginia. “Empezamos a tener muchos amigos en común, lo acerqué a todo el ámbito teatral, que era algo que él adoraba y que hacía tan bien. En los últimos años hizo muchas presentaciones como performer. Celebramos cumpleaños, compartimos veraneos, nos reíamos mucho, era un ser de luz, una persona con una tremenda sensibilidad”.

“Cuando dirigí mi primer obra teatral, la versión que hice de La oscuridad de la razón de Ricardo Monti, le pedí asesoramiento. Vino a dar una charla a los actores para ponerlos en contexto histórico. Y para la obra que dirigí para el Teatro Cervantes, una adaptación que hice de La barca sin pescador, le pedí unas canciones de El veneno de los milagros, que fueron la banda sonora de la obra. Yo no concebía la obra sin esas canciones”.

La hermandad y el aliento mutuo se fueron tejiendo desde el minuto uno. Al respecto nos cuenta Virginia: “No sé si consciente o inconscientemente volví a tejer, luego de muchísimos años, después de conocer a Gabo, porque le tejí unas bufandas para que tuviera siempre su garganta protegida”.

 

 

Con Virginia Inocenti: “Nos acompañábamos en los proyectos y en los sueños”.

 

 

 

Gabo y “La leona”

Era el año 2016 y se habían instalado tiempos oscuros para nuestro país. La telenovela La leona, que se centraba en la historia de una fábrica recuperada, encarnó parte de la simbología de la resistencia. La incorporación de la potencia, originalidad y belleza de algunos temas de Gabo Ferro permitió que lo conocieran muchos de los que aún no integraban su público “de culto”.

Al respecto nos cuenta su autor, Pablo Lago: “Nos unió La leona. Agradecido por la difusión que el programa daba a su música, un buen día su representante Celia Coido se apareció en casa con toda su discografía y la invitación para su próximo concierto. Un gesto que da cuenta de su calidad de persona. Allí fuimos con Susana Cardozo (la otra autora) y nuestras hijas. Y nos abrazamos fuerte en camarines. Desde entonces fuimos a verlo siempre que pudimos. Gabo fue, es y será un ser de luz, como Spinetta. El desgarro hecho voz. Un ángel rebelde, solitario y solidario, dueño de una personalidad amorosa y magnética sobre el escenario, capaz de conmover solamente con su guitarra o su sola voz a capella a un teatro entero”.

Lago recuerda el aporte de uno de sus temas emblemáticos, Volver a volver. “Fue la primera canción de él que escuché y que incluimos en La Leona para la muerte de Pedro (Hugo Arana), padre de la protagonista (Nancy Duplaá). Me emocionó hasta las lágrimas desde el primer día. Si la potencia de esa secuencia ya te erizaba la piel, la música y letra de Gabo la vistieron de modo único. No puedo hoy escuchar esa canción sin rememorar esas imágenes y no podríamos haber concebido esas escenas sin su música”.

En cuanto a otros temas particularmente conmovedores, Lago menciona La silla de pensar. “El macrismo es la noche que nos ancló el neoliberalismo. En la oscuridad de esos años Gabo seguía pensando y creando a pesar de la dificultad. Y nos convocaba al abrazo resistente en torno a la nueva luz que indefectiblemente iba a llegar y hoy disfrutamos. Hay una guerra es otra convocatoria a la libertad, la autenticidad, a escribir nuestro destino y no permitir que nos lo impongan. Si bien la canción es del 2009 adquirió especial significación desde el 2016 en adelante”, recuerda.

 

 

Revisitando a Artaud

Emilio García Wehbi, otro de los artistas que compartió la intensidad de los escenarios con Gabo Ferro, nos recuerda su proceso: “Lo conocí cuando estaba escribiendo la tesis de lo que luego sería su libro Barbarie y Civilización, sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas, creo que en 2012. Como yo había hecho hacía poco un montaje operístico con una versión libre de El matadero, de Echeverría, se contactó conmigo para pedirme el texto y ver imágenes de la puesta en escena. A partir de ahí fue como un flechazo”.

En cuanto a la forma de trabajar juntos, reflexiona que “era extraño porque a priori nuestras estéticas no eran conciliables (la de Gabo era despojada y la mía sobrecargada) pero de inmediato nos dimos cuenta de que teníamos una enorme afinidad en el modo de encarar los procesos artísticos (un feroz deseo de autonomía e independencia tanto a las modas y corrientes artísticas dominantes como a los modos de producción y representación dentro del sistema del arte)”. “Eso sirvió para que encontrásemos un punto de partida afín para pensar en una colaboración artística. Luego de cruzarnos materiales encontramos una figura en común que siempre nos había atraído: Antonin Artaud. Nos pusimos a trabajar. Decidimos escribir nuestro Artaud. Hicimos un proceso de escritura y borramiento a cuatro manos hermoso. Cada uno escribía uno o varios textos/poemas que luego le pasaba al otro, otorgándole la potestad para que lo corrigiera, editara, cambiara, agregara y reescribiera. Luego nos devolvíamos los materiales intervenidos y volvíamos a hacer eso mismo en los propios textos. Finalmente nos cruzábamos otra vez los escritos y repetíamos la operación. Al final de todo no podíamos discernir —más allá de algunas huellas— quién había escrito cada parte de lo que terminó por llamarse Artaud: Lengua Madre, primero un material para una performance que presentamos en 2015 y luego texto del libro homónimo que se publicó ese mismo año”, rememora.

 

 

Con Emilio García Wehbi escribieron y protagonizaron Artaud: Lengua Madre. Foto: Nora Lezano.

 

 

Así en el arte como en la vida

Gabo Ferro tenía la capacidad de forjar amistades profundas con aquellos con quienes compartía escenarios, que coinciden en destacar su manera de vincularse a través de la ternura y la generosidad.

“Nos conocimos en un concierto que compartimos en La Plata en 2006”, cuenta el cantautor Lisando Aristimuño. “La música nos unió y luego nuestra ideología, pensábamos muy parecido en muchas cosas. Mi recuerdo más potente de Gabo es su voz y su persona tan brillante. Influyó en mi canto y fue además un gran amigo. Una de sus canciones que me movilizó profundamente es Aquí tus manos”, recuerda.

Alejandro Pugliese, encargado del sonido de Gabo, compartió episodios de la historia que los unió. “Nos conocimos muy ‘a lo Gabo’. Yo lo había visto con Porco (banda hardcore de los '90 con la que se inició musicalmente) cuando era chico y me había destruido el cerebro. Yo tocaba esa música, lo que tenía de diferente de todas las bandas era a Gabo, con su lírica tan particular. Luego les perdí la pista hasta que en 2006 mi compañera me hizo escuchar los dos primeros discos de Gabo solista y me salió mandarle un mail a la página web contándole que escuchaba su música con Porco y que había escuchado sus dos primeros discos solistas y me había encantado. Le conté que era sonidista, y músico pero no pidiéndole laburo, ni esperaba respuesta… Para mi sorpresa me contestó, con su manera amorosa de contestar a todo el que le escribía. Me comentó que estaba buscando sonidista porque estaban creciendo los conciertos… Hicimos unos conciertos en el CCC, en la época de Todo lo sólido y fue amor. Desde ahí trabajamos juntos trece años. Hay una anécdota que es la síntesis de mi relación con Gabo. La mayoría de las personas piensan que yo cuidaba de él todo este tiempo pero en realidad el tipo nos cuidaba a todos. Volviendo un día de Jujuy en avión había una tormenta, el avión se zarandeaba un montón, yo hacía poquito que volaba, Gabo sabía que estaba muy asustado y todo tranquilo me decía ‘no te preocupes, esto es normal’, con la compostura de un duque. ¡Resulta que ese día por Buenos Aires habían cruzado dos tornados! Después me confesó, y nos matábamos de risa, que estuvimos en medio de una tormenta violenta y se mantuvo así para no ponerme nervioso. En medio de una batalla gigante si vos necesitabas que él estuviese tranquilo para dejarte tranquilo a vos, él iba a estar tranquilo y eso se traduce a toda la forma de laburo con él. Lo voy a extrañar un montón, además era un amigo de fierro”.

Para finalizar, subraya Juan Carlos Tolosa: “Creo que Gabo habla para mucho más adelante, que es un clásico. No encuentro esa carga con una herramienta tan difícil como es la canción. Es como crear un cuento breve: él tenía la eficacia de Borges, de Cortázar, ese nivel de precisión en sus canciones. Va a pasar mucho tiempo y va a seguir creciendo su música, su arte, sus textos y sus entrevistas, su sonrisa, las cosas que podemos ver, videos y material suyo, es todo luminoso. Así que yo creo que Gabo está en permanente expansión”.

Hay una guerra allá afuera dice tu canción, querido Gabo. La guerra sigue pero tu obra nos hace más fuertes. No te fuiste. Estuviste, estás, estarás. Siempre.

 

 

 

 

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