Cuando menos es más

La jornada de trabajo como política de redistribución del tiempo y del ingreso

Más horas, menos empleo (y viceversa)

La idea es que trabajemos menos (horas) para que trabajen más (personas). Esa discusión queda relegada cuando hay crisis, porque en general el impacto mayor se produce sobre la cantidad de empleo, sobre la ocupación de mano de obra.

Dos políticas compiten para ofrecer soluciones a las crisis:

  1. Las de flexibilización del mercado de trabajo, reduciendo derechos y bajando costos. Los neoliberales dicen que así se mejora la oferta.
  2. Las neokeynesianas, de mayoritaria inversión pública, para impulsar la demanda, el consumo y de ahí generar más empleo.

Las únicas políticas que en la historia extendida del capitalismo (y en la vida reciente de nuestro país) se han demostrado útiles para quebrar el cerco de pobreza y distribución regresiva son las vinculadas al aumento de la inversión estatal (y privada), que mejoran los estándares de inclusión y movilidad social.

 

 

Grandes problemas, soluciones extraordinarias

Las posibles soluciones tienen que estar a la altura de los problemas que heredaremos en la post-pandemia, con el plus de un fabuloso endeudamiento y consiguiente fuga de divisas durante el cuatrienio macrista. Visto que nos enfrentaremos a una crisis sanitaria, económica y social sin precedentes, todo al mismo tiempo, es el momento de poner sobre la mesa ideas fuera de lo común.

Jacinda Arden, primera ministra de Nueva Zelanda, una de las nuevas líderes de países emergentes en el mundo capitalista, ha señalado que “la semana laboral de 4 días con toda seguridad ayudaría al turismo en todo el país”. Es una experiencia que en la Argentina fue exitosa con los feriados puente durante el período de gobierno de Cristina. Por su parte, en Finlandia, la Primera Ministra Sanna Marin resaltó aspectos de la vida cotidiana implicados: “Creo que los trabajadores se merecen pasar más tiempo con sus familias, sus seres queridos, disfrutar del ocio y de otros aspectos de la vida como la cultura. Este debería ser el próximo paso para nosotros en la vida laboral”. La obviedad funcional es que, además, las semanas de cuatro días impactarían sobre el transporte de manera más que favorable.

 

 

Jacinda Ardern y Sanna Marin, jefas de gobierno de Nueva Zelanda y Finlandia.

 

 

Una propuesta integral

4Suma!, una coalición española de empresas y trabajadores por la semana laboral de cuatro días, ha impactado por sus simples ideas de  fácil implementación.

  1. "Animamos a todas las empresas a implementar la jornada laboral de 4 días. Se puede hacer de varias maneras: con reducción equivalente de jornada (20%) o con una reducción menor de jornada, por ejemplo a 35 horas. Pero siempre manteniendo los salarios. De esta manera se mantienen los beneficios de la medida.
  2. Pedimos que los centros educativos reduzcan también la jornada a 4 días semanales (y no menos). Tanto para estudiantes como para profesores. De esta manera conseguimos que las familias puedan conciliar en esta situación de pandemia y maximizamos el uso de los centros.
  3. Pedimos a las administraciones que implementen un plan de ayudas orientadas a la mejora de la productividad en las empresas que se sumen a esta iniciativa. Porque la semana laboral de 4 días no es solo un parche, es también una oportunidad de mejorar nuestro sistema productivo y hacerlo más eficiente y más equilibrado.”

(+ Conciliación) Más tiempo para cuidados. (+ Productividad) Ganan también las empresas. (+ Igualdad). Una medida justa para las mujeres. (+ Felices). El 75% de los trabajadores querrían trabajar menos horas. (+ Consumo) Aumenta el consumo en el comercio local. (– Contagios) Facilitamos la distancia social. (– Atascos). Reducimos desplazamientos. (–Aglomeraciones) Reducimos el uso del transporte público. (–Emisiones). Combatimos el cambio climático. (–Paro, desempleo) Trabajamos menos para trabajar todos.

 

Ampliemos la discusión

Es cierto que puede ser necesario en la emergencia llevar adelante políticas neokeynesianas de cualquier manera. Las urgencias existen, pero aún así es necesario ampliar el horizonte de la transformación social y económica y expandir el campo de lo posible.  Y esa ampliación podemos hacerla discutiendo la distribución de la jornada de trabajo.

Cuando discutimos sobre la jornada laboral hablamos de la extensión, pero también debemos hablar sobre los horarios: hablemos de cuántas horas pero también de cuándo trabajarlas, ya que el trabajo ocupa cerebro y ocupa vida.

Las luchas obreras buscaron siempre limitar el tiempo de trabajo. Sirvió para mejorar las condiciones de la clase trabajadora incluso en una perspectiva histórica. Pero el chantaje de los capitalistas lleva a que el centro esté puesto en mantener el empleo (en las condiciones que fuera) frente a dudosas promesas del “fin del trabajo” y “la hora de las máquinas”.

Es preciso redefinir no solamente el tiempo de trabajo sino la distribución del tiempo social y del excedente de la productividad, que ha seguido creciendo ya sea con neoliberales o progresistas.

 

Una herramienta sindical

La unión alemana de trabajadores del automotor IG Metall consideró que la medida también permitiría retener a los empleados cualificados y ahorrar costos de indemnizaciones. Es el gremio industrial más numeroso de Europa y sus planteos suelen tener repercusiones en otros sectores. Esta vez propusieron negociar un cambio a cuatro días por semana para asegurar los empleos contra las consecuencias económicas de la crisis del coronavirus y los cambios estructurales en la industria automotriz.

La crisis del coronavirus ha puesto en peligro unos 300.000 puestos de trabajo en la industria metalúrgica y eléctrica de Alemania, dijo el mes pasado un miembro de la junta directiva de IG Metall, que representa a trabajadores de grandes empresas como Audi, BMW y Porsche. El cambio gradual a los coches eléctricos también amenaza decenas de miles de empleos en la fabricación de motores y cajas de cambios en Alemania.

Su presidente, Jörg Hofmann, dijo que, si las empresas acordaran reducir el tiempo de trabajo, los empleados no necesariamente verían reducido su salario en la misma cantidad o no podrían permitirse trabajar menos horas. Dijo que las empresas tenían interés en reducir las horas en lugar de despedir al personal, ya que esto les permitiría retener a los trabajadores cualificados y ahorrar costes de despido.

 

Jörg Hoffmann, presidente del sindicato alemán del automotor.

 

 

La polarización del mercado excluye

El mercado de trabajo, aún más en el marco de la pandemia, polariza de manera excluyente y genera nuevos estratos laborales: trabajos de alta cualificación y laburos cuasi serviles con una intensa carga laboral ambos. Sea en la alta tecnología o en la economía de plataformas, queda demostrado que someten a los trabajadores a condiciones de superexplotación.

La Encuesta Nacional a trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad [ECETSS] (2018), dio cuenta de que en la población asalariada los trabajadores que lo hacen menos de 35 horas semanales (el límite para que la EPH considere como subocupado) es del 36%. Aquellos que lo hacen más allá de la jornada legal de 8 horas diarias asciende al 19%. A su vez, un 25,4% de la población asalariada declara realizar horas extras, 29% del total de la población encuestada tiene turnos de trabajo rotativos o variables (de los cuales al 73% le cambian los horarios con una frecuencia semanal o diaria), 8,9% trabaja de noche y un 21,7% tiene la jornada fraccionada, elevándose al 35,7% si se consideran a aquellos trabajadores que a veces realizan jornadas continuas y a veces fraccionadas.

Los números cantan: muchos trabajan menos de lo que necesitan y caen en el pluriempleo precario y otros trabajan más de lo que debieran. La redistribución debería estar a la orden del día. Pero aún espera en los cajones  su turno de salir a luz.

 

 

Qué tipo de sociedad queremos

Desde el punto de vista normativo, pese a estar vigente la limitación de las horas extraordinarias a un máximo de 30 horas mensuales y 200 anuales, no resuelve la cuestión por cuanto por un lado viabiliza horas suplementarias a la jornada normal de labor y, por otro no arbitra ningún mecanismo de reducción. Del mismo modo la modificación al artículo 198 de la Ley de Contrato de Trabajo introducido en los '90, permitiendo el cálculo en base a promedios, lleva a un camino de más horas o a mayor disponibilidad en favor del empleador, incompatible con la política de reducción que aquí proponemos.

Se ha propuesto reducir a la mitad el promedio europeo de horas trabajadas. La idea está, falta ponerla en marcha. Por supuesto que ello exigiría un amplio debate nacional, un compromiso sindical y un fuerte involucramiento del Estado en su desarrollo. Junto con la discusión sobre el tiempo de trabajo, se abre una más intensa sobre la distribución del excedente, del ingreso y del tiempo de vida en general. La redistribución de las ganancias en productividad de la economía en general, el aporte del Estado para el sostenimiento y dinamización de aquella y de las empresas que se valen de ello, implica discutir, claro, el tipo de sociedad que queremos.

 

Latinoamérica quiere ser parte

En México, el proyecto de reforma al artículo 123 constitucional busca modificar la duración de la jornada laboral, los días de descanso y las vacaciones. Para ello propone establecer que la jornada máxima de trabajo será de siete horas la diurna y de seis la nocturna; señala que por cada cinco días de trabajo, disfrutará el trabajador de dos días de descanso, con goce de salario íntegro; además, los trabajadores gozarán de vacaciones que nunca serán menores de veinticinco días al año.

En Colombia, país que comparte con la Argentina el dudoso mérito de tener la jornada laboral más extensa, el partido Verde radicó un proyecto de ley que busca reducir la jornada de 48 a 36 horas semanales. De este modo, el trabajo diario pasaría de 8 a 6 horas, sin que se afecten los salarios percibidos por los trabajadores. Con esta ley se evita el ausentismo laboral a causa de permisos, se dedicaría más tiempo para la familia, las personas tendrán una expectativa de vida más sana y los colombianos serán más felices.

 

 

Una economía subordinada a los valores

Liberar tiempo de trabajo de muchos, para que se distribuya como empleo para otros tantos, provee ingresos derivados del trabajo a quienes hoy no lo tienen y es un motor de demanda agregada. Por supuesto que en la discusión que propiciamos aquella reducción de la jornada laboral no puede estar supeditada a una reducción consiguiente del salario, pero en una mesa de concertación se debe idear la forma de acompañamiento para que sea política de Estado.

La liberación de tiempo de trabajo, a la vez, redunda en tiempo social y políticamente libre, y por tanto una transformación radical de la política de cuidados, de conciliación con la vida familiar, y por ende profundamente enraizada en las políticas de género.

Junto con otras fórmulas como la renta básica o el ingreso social, es una paulatina forma de desmercantilizar nuestras sociedades, de abrir otras formas de economía social y no mercantil y redefinir, como estableció el economista disidente Karl Polanyi, que deben tenerse en cuenta tres modelos de integración de la actividad económica: reciprocidad, redistribución e intercambio. Con esos parámetros, la economía estaría subordinada a los valores que guarden relación con lo que todos hayamos establecido como destino para los sectores populares, aquellos que finalmente nutren, vitalizan y desarrollan la sociedad.

 

 

 

 

La épica política requiere definir los obstáculos y construir mayorías para derribar esos impedimentos. Se trata ni más ni menos que de la construcción de una relación de fuerzas favorable a los trabajadores. El Plenario de Secretarios Generales de la CTA de los Trabajadores votó introducir como punto central para la resolución de esta crisis la reducción de la jornada laboral. Un numeroso grupo de sindicatos comenzará la campaña nacional con un conversatorio para poner el tema en la agenda política nacional. Existe el compromiso y la necesidad de nutrir esa agenda con la necesidad imperiosa de reducir la jornada laboral. Se trata de “Trabajar menos para que trabajen más.”

 

 

 

 

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