Cuatro-Cuarenta-Cuatrocientos

¿Puede ser que el fútbol sea lo ‘menos malo’ que tenemos?

 

El problema no es el fútbol. El problema es esta Argentina, donde conviven los violentos con quienes no quieren o no pueden parar la violencia. El Boca-River era un evento que nos iba a mostrar como un ejemplo a todo el mundo. Literal. Un ejemplo de la pasión como se supone que sólo nosotros sabemos practicarla. Pero no pudo ser.  

Claro que hay responsabilidades: tanto el gobierno nacional como el gobierno de la Ciudad, porque no hubo un solo pedido de renuncia a pesar de que queda claro que no pudieron organizar un operativo de seguridad mínimo. Los dirigentes de los clubes de fútbol son responsables: muchos, no todos, son permisivos con los barras, porque están asociados en toda una fauna de los negocios y ahora no pueden controlar las mafias. Y hay más. Los legisladores y los jueces, todos ellos miran para otro lado cuando hay que sancionar.

Sería un error cifrar completamente el fracaso en lo futbolístico, en la organización, en lo que le terminamos mostrando al mundo: que no se puede organizar un partido importante. Porque el daño más grande nos lo hacen a nosotros como sociedad. Vale todo. Pareciera. En cualquier tema. El odio se impone y tiene sus reglas. Y si no hay castigos, entonces va a volver a pasar.

Se ha dicho infinidad de veces: el fútbol constituye una metáfora de la condición humana. He ahí su riqueza. Nos permite ver fácilmente la incertidumbre de las actitudes individuales y colectivas, el azar de la fortuna, la arbitrariedad, el destino, la simulación, la trampa y la injusticia.

Con sus desbordes identitarios o tribales, la pelota en el césped pone a flor de piel la pertenencia, la condición social e incluso la religión. En síntesis, el mundo se aprende mejor con una pelota en la mano. O, mejor dicho, en los pies. Pero habrá que aceptar que ellos, quienes tienen responsabilidades políticas, piensan que no lo merecemos. Por eso la sensación de desamparo que nos dejó el fin de semana.

En definitiva, es la realidad la que se impone. En las finanzas, la economía, la política, lo social. Y el fútbol es un hecho social total. Porque si nos va mal en lo deportivo, nos va incluso mucho peor en lo social. ¿O es menos violento tener cuatro millones de personas con insuficiencia alimentaria en un país que produce alimentos para cuatrocientos millones? ¿O resulta menos nocivo tener que aceptar que el único camino para que el país no quiebre sea recortar bestialmente en educación, salud, vivienda y desarrollo social?  

La violencia está en todos lados, y la violencia más terrible es la que no despierta indignación, la que no genera anticuerpos, la que no mueve a una reacción. Y ya se sabe. Como en el fútbol, en la vida los perdedores son más numerosos que los ganadores. Y nosotros hace rato que perdimos.

 

 

 

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