Cuatro kilómetros

Lo que dejó el encuentro entre Trump y Putin

 

Los días posteriores al encuentro del 15 de agosto en Anchorage, Alaska, han producido muchísimo material, tanto propagandístico como de análisis, que apunta a los resultados de la cumbre.

Las opiniones son discrepantes, los puntos de vista variados; los medios más serios consideran que la cumbre no podía producir efectos inmediatos. Uno de los más esperados era la famosa tregua. Expectativa imposible si tenemos en cuenta los antecedentes; era más un montaje mediático que acompañaba los deseos de Zelensky y los voluntariosos que una expectativa real.

Mario Giro, un diplomático italiano de gran experiencia, comenta que Trump está acostumbrado a otro tipo de gestión, como en el ámbito de los negocios; agrega que en el mundo de la diplomacia es importante la confidencialidad y el duro trabajo subterráneo, ajeno a los titulares de prensa y TV.

En ese sentido, Rusia y su ministro de Relaciones Exteriores, Lavrov, pertenecen a esa vieja escuela, que al final es la de siempre: se trabaja con los equipos y los expertos, se intercambia con la parte opuesta, se lima, se cambia, hasta llegar, en lo posible, a un resultado que pueda llevar a los contendientes a sentarse juntos en una mesa para terminar el trabajo. Probablemente Trump sueña con una foto similar a aquella de Clinton con Arafat y Rabin, donde el Presidente parece empujar a los adversarios a estrecharse las manos, Arafat sonriente, Rabin resignado; por ahora la foto con Putin y Zelensky es un objetivo lejano, quizá imposible.

Sin embargo, a pesar de su experiencia, Putin rompió las reglas de la etiqueta diplomática en Alaska. Afirmó que con Trump en el gobierno esta guerra no se hubiera producido, un pequeño premio para halagar la vanidad de Trump. Esto fue inapropiado por dos razones: primero, porque criticó públicamente la política del país con el que tendría que encarar una cumbre en la hora siguiente; y segundo, lo hizo en suelo americano, como huésped. Trump tendría que haber rechazado la frase, ¿pero qué podemos esperar de una persona como Trump? En su caso, la política es un asunto personal; la sutileza de la diplomacia le es ajena.

El analista Larry C. Johnson en Sonar 21 escribe que Trump piensa que la guerra es un choque personal entre Putin y Zelensky, aunque podría comenzar a entender la complejidad del asunto en base al trabajo de sus delegados.

Yendo a las cuestiones derivadas del vértice, entre ellas el intercambio de territorio, Zaporiyia y Jersón son parte ya de la Constitución rusa; Putin no podría hacer ninguna concesión al respecto, Johnson la equipara al Estado de Alaska, que Trump no podría devolver a Rusia ni aun queriendo.

El punto principal es el restablecimiento del diálogo, y sobre todo que se sostenga a pesar de que la cuestión de la tregua haya sido descartada. Alberto Bradanini, ex embajador italiano en Bélgica, Venezuela, Noruega, Irán y en Pekín del 2013 al 2015, considera que Trump a este encuentro llegó con la conciencia de que Estados Unidos ha perdido la guerra en Ucrania, cosa que evidentemente no puede reconocer explícitamente, y comienza a presentarse como país tercero en la guerra, como si el historial intervencionista a partir de plaza Maidan nunca hubiera existido. La intención, según Bradanini, es transferir la culpa del fracaso a la Unión Europea, descargando en Zelensky la responsabilidad de un acuerdo que, como es claro, prevé la cesión de jure de territorios en manos rusas.

 

 

Sin tregua

La presión de Putin no cede y quedó en evidencia en dos ataques muy significativos. A la Refinería Kremenchuk en Poltava y a la terminal/depósito petrolero SOCAR en Odessa.

Kremenchuk es propiedad de Ukrnafta, la mayor empresa petrolera de Ucrania, de la que el Estado controla el 43% a través de Naftogaz of Ukraine, en sociedad con el grupo PRIVAT del empresario Ihor Kolomoyskyi, que estuvo exiliado en Israel y Suiza, uno de los oligarcas más notorios de Ucrania.

Kolomoyskyi cumplió un rol fundamental en la ascensión de Zelensky y en el triunfo electoral; el oligarca le brindó su apoyo mediático a través de su canal AT1, que además transmitió la serie Siervo del pueblo, que consagró a Zelensky.

También estuvieron unidos, a través de relaciones comerciales, la sociedad de Zelensky Kvartal 95 nombró asesor al abogado de Kolomoyskyi, que viajó al exterior a encontrarse con su cliente cuando todavía estaba exiliado. Estas conexiones inicialmente originaron la idea "Zelensky, candidato de Kolomoyskyi", o de títere en manos del oligarca. En el programa electoral de Zelensky figuraba una "plataforma antioligarcas"; a partir del público apoyo de Kolomoyskyi, ese punto del programa fue visto con escepticismo por parte de la ciudadanía. Actualmente están separados, pero Kolomoyskyi sigue siendo un hombre rico y poderoso.

El ataque ruso lo perjudica seriamente, y pone en una situación compleja la comunicación y el abastecimiento del parque militar. 

El bombardeo a SOCAR es aún más grave, dado que las instalaciones pertenecen a la compañía estatal de Azerbaiyán; la empresa gestiona y controla una red de estaciones de servicio, terminales y estructuras logísticas, y opera en diversos países, incluida Ucrania. El depósito de Odessa es punto de acceso de productos petrolíferos y de salida para mercados europeos e Israel.

Es un golpe duro para Azerbaiyán bajo el aspecto financiero, un aviso a la dirigencia de ese país y un golpe a la capacidad de Ucrania para abastecer sus fuerzas armadas.

La revista ucraniana Strana considera que en Alaska sucedieron cosas, entre ellas que Trump consiguió plegar ciertas resistencias de Zelensky.

Trump y Putin se encontraron de acuerdo en tres puntos.

  • rechazar el alto el fuego;
  • Rusia conserva el control de los territorios ocupados, y
  • garantías de seguridad para Ucrania.

Sucesivamente, Trump informó a los aliados europeos, que rechazaron vivamente los dos primeros puntos; en cuanto al tercero, sostuvieron una posición ya conocida: las garantías de seguridad las darían contingentes europeos; también sabemos que Rusia se opone a esta posibilidad.

Según Strana, Macron y Merz intentaron convencer a Trump de que era necesaria una tregua antes de iniciar las negociaciones, cosa a la que Trump se opuso, como sabemos; además, solicitó a las partes que trabajen para lograr un rápido tratado de paz.

En cuanto al retiro de las tropas ucranianas del Donbass, Zelensky no lo rechazó directamente, pero alegó las dificultades que se presentarían, como las restricciones constitucionales y reinsertar sectores de población eventualmente desplazados.

Regresan en tanto los rumores sobre el reemplazo de Zelensky; The Guardian de Londres publicó que el Vicepresidente J. D. Vance intentó contactar telefónicamente al embajador ucraniano en Londres, el exiliado general Zaluzhnyi. La llamada se realizó después del choque entre Zelensky y Trump en el Salón Oval; el objetivo era sondear la disponibilidad del general para un eventual reemplazo presidencial en Ucrania. El general, después de una consulta con el staff de Zelensky, rechazó la llamada.

 

 

Garantías

La cuestión de las garantías aparece clara cuando se la menciona en abstracto; cuando se desciende a los detalles prácticos, la claridad desaparece.

Ya la portavoz americana Karoline Leavitt confirmó: "Las tropas de Estados Unidos no estarán nunca sobre el terreno en Ucrania, pero ciertamente ayudaremos en la coordinación y quizá proveeremos otros tipos de garantías de seguridad a nuestros aliados europeos". Agregó que "el apoyo aéreo es una opción o una posibilidad", sin aclarar el punto.

Sucesivamente, Elbridge Colby, subsecretario del Pentágono, señaló que su país tendrá un rol mínimo en la cuestión de las garantías.

Esta decisión es firme y deja a los europeos en una situación difícil. El primer paso hacia las garantías ha sido el compromiso de Ucrania de adquirir armas a Estados Unidos por un monto de 100.000 millones de dólares. El contrato pertenece a la modalidad "Ucrania compra, Europa paga", ¿pero tiene Europa semejante disponibilidad económica? Se verá en el momento de sacar las chequeras; mientras tanto, el secretario de Estado Marco Rubio ya está trabajando en el asunto.

La posición rusa es clara, mientras que las condiciones de las tropas que cubrirían el rubro seguridad son una nebulosa, y esto lo confirma el magazine online politico, en la reunión de Washington del 18 de agosto no se definieron ni el perímetro ni la modalidad de actuación de las garantías.

Y el 19 de agosto Trump envió la pelota al campo europeo: "Europa está en condiciones de proteger Ucrania", dijo.

Macron habló de una misión conjunta con el Reino Unido, Alemania y Turquía; los detalles permanecen indefinidos.

Fuentes europeas hablaron de un posible mandato de combate para las tropas occidentales, pero sin la misión de hacer respetar la paz, lo que resulta incomprensible.

Siempre según fuentes diplomáticas europeas, el proyecto corre el riesgo de no salir del campo teórico a raíz de la debilidad política y económica de algunos países clave.

Alemania considera que le falta personal y capacidad operativa para comprometerse en Ucrania; según el vice portavoz Steffen Meyer, se apunta a reforzar la defensa aérea de Kiev y poner al ejército ucraniano en condiciones de defenderse en autonomía.

Y el jefe del grupo parlamentario de la CDU/CSU ha invitado a todos los grupos parlamentarios a la moderación: "Si las garantías de seguridad comportarían el despliegue de soldados alemanes en Ucrania, no es simple, sobre todo en estos momentos". Otra incoherencia.

Mientras tanto, Polonia excluye la posibilidad de enviar tropas dado que las necesita para defender su territorio; evidentemente, la "invasión rusa" sirve como excusa para no comprometerse.

Y es conocida la posición del gobierno italiano, fuertemente contrario a enviar soldados a Ucrania. La Presidenta Meloni habría dicho: "Si uno de nuestros militares muere, ¿debemos reaccionar?"

Gran Bretaña se declaró disponible a enviar fuerzas militares para defender puertos y cielos, pero no en primera línea, sino bien lejos de las fronteras y puntos de contacto con los rusos.

Dicho así, estaríamos en presencia de aviones que sobrevolarían los cielos de Ucrania sin acercarse al espacio aéreo controlado por Rusia, y de naves que patrullarían el Mar Negro sin acercarse a Crimea o a la desembocadura del Dniéper.

Y Macron otra vez: "Fuerzas de disuasión listas para operaciones, no en primera línea y no en modo provocativo, disuasión aérea, terrestre y marítima".

Es evidente que, más allá de los discursos, ninguno de los países quiere arriesgar nada si Estados Unidos no es de la partida, y es probable que el mismo Zelensky haya flexibilizado sus posiciones, consciente de la debilidad de los aliados; la guerra no obtiene consenso de la ciudadanía y, por lo tanto, votos; como en la crisis de 1938, nadie quiere morir por los Sudetes.

 

 

Los números de los pequeños voluntariosos

Algunos comentadores se han tomado el trabajo de analizar los recursos que podrían ofrecer en el campo de batalla los pequeños voluntariosos, aquellos que destilan bravatas cotidianamente.

Un análisis de número y calidad muestra pobres resultados para tantas ganas de pelea.

Examinando los países que limitan con Rusia, Finlandia, con 1.340 km de frontera, cuenta con un ejército de 17.000 hombres, de los cuales solo 4.400 son profesionales y el resto de leva. Un ejército de ese nivel apenas podría sostener Pokrovsk, donde los ucranianos han desplegado más de 20.000 soldados para contrarrestar a los rusos.

Por esa razón, Finlandia, Polonia y las tres repúblicas bálticas están abandonando el tratado de Ottawa sobre minas antipersonal, para poder minar la frontera con Rusia.

Noruega, un país con 5.500.000 de habitantes, cuenta con 25.000 soldados, de los cuales 8.400 en el ejército, la mitad de los cuales de leva. Menos de los 10.000 ucranianos que defienden Kostantinyvka.

Dinamarca sigue la línea rusofóbica de manual, con su premier Mette Frederiksen que apenas puede proclamar la necesidad del rearme contra el enemigo; ha cedido a Ucrania su parque de artillería y cuenta con un ejército de 5.700 soldados; las fuerzas armadas totalizan 13.000 efectivos.

Los tres países bálticos se destacan por la virulencia verbal contra Rusia; sus representantes cubren algunas cargas importantes en la Unión Europea como Exteriores/Seguridad, presidida por Kaja Kallas, Economía, con Valdis Dombrovskis, y Defensa con Andreus Kubilius.

La Estonia de Kaja Kallas dispone de un Ejército de 3.700 efectivos dentro de una fuerza de 7.100, pocos elementos para custodiar sus 294 km de frontera con Rusia; no cuenta con misiles, tanques, naves o fuerza aérea; la vigilancia del territorio está a cargo de aviones que los aliados de la OTAN prestan a rotación. El sistema cubre también las otras dos repúblicas bálticas.

Letonia cuenta con 6.600 militares, de los cuales 1.500 pertenecen al Ejército; cuenta además con la Guardia Nacional con sus 14.000 hombres para la vigilancia de su frontera de 217 km con Rusia.

Lituania puede alinear unas Fuerzas Armadas de 16.000 efectivos, de los que 10.000 forman el Ejército; no posee ni tanques ni misiles, cuenta con naves de patrullaje; debe defender, en caso de ataque ruso, una frontera de 255 km, incluyendo Kaliningrado, y 677 km de frontera con Bielorrusia. No obstante estas visibles limitaciones, el Presidente lituano Gitanas Nauseda declaró que su país está en condiciones de contribuir a una misión de paz en Ucrania "con los soldados que decidirá el Parlamento, y con equipamiento militar".

 

 

Epílogo en Rimini

Las playas italianas tienen un magnetismo especial que atrae a ciudadanos del mundo y de Europa a relajarse en el Adriático; así seguramente pensaba Serhii Kuznietsov, que fue arrestado el miércoles 20 de agosto en un bungalow en la zona de Rimini. Esta persona, de 49 años, probablemente nacida en Kiev, poseía tres identidades falsas; perdió la reserva realizada a través de booking.com con su verdadero nombre.

El arresto se realizó en base al mandato internacional de la Corte Federal alemana por el delito de "sabotaje anticonstitucional"; en el momento del arresto estaba acompañado por la esposa y dos hijos.

La caza a Kuznietsov se prolongaba desde hace tiempo; formaba parte del comando que quería "impedir definitivamente el abastecimiento de gas ruso a Alemania". Por esta razón, según la Corte, en la noche del 25 al 26 de septiembre de 2022 hicieron saltar en el mar Báltico los gasoductos Nord Stream 1 y 2; el NS2 todavía no había entrado en funciones; el NS1 en el 2021 había proporcionado a Alemania la mitad de las necesidades anuales.

En las siete páginas del mandato de arresto figura la reconstrucción de los hechos: Kuznietsov, considerado el jefe de la excursión, y su gente se embarcaron en el yate a vela "Andrómeda" el 8 de setiembre de 2022 en el puerto de Wiek, isla de Rügen, en el norte de Alemania, "con un plan de acción previamente concordado". Las funciones estaban distribuidas; Kuznietsov, según los jueces, colocó  "al menos cuatro artefactos explosivos, cada uno de 14 a 27 kg, compuestos de exógeno y octógeno, provistos de mechas temporales en la zona de la isla Bomholm, a una profundidad de 70/80 metros, en las bases de los gasoductos.

El grupo regresó a Wiek el 22 de setiembre de 2022; desde allí Kuznietsov fue trasladado en automóvil a Ucrania. Si se confirmara la tesis de la Magistratura alemana, se pondría en claro una operación que inicialmente fue atribuida a Rusia (porque, como se sabe, los rusos son idiotas que se sabotean a sí mismos).

El gobierno de Kiev siempre ha negado su relación con el atentado; apenas trascendió la noticia de la explosión, el consejero presidencial Mychajlo Podoljak denunció "un ataque terrorista planificado por Moscú y un acto de agresión contra la Unión Europea".

A comienzos de febrero de 2022, dos semanas antes de la invasión rusa, Olaf Scholz estaba en Washington; en la conferencia de prensa conjunta, Joe Biden fue muy claro: "Si Rusia invade, entonces Nord Stream 2 no existirá más, pondremos fin a todo esto".

Dicho y hecho.

La distancia entre la Rusia de Putin y la América de Biden era gigantesca; el encuentro de Anchorage ha dado a la comunidad internacional un momento de respiro dentro del caos mundial (del que Estados Unidos es responsable en gran parte); si bien Putin sabe que no puede confiar totalmente en Estados Unidos, que a su vez no quiere renunciar a su rol hegemónico, los Presidentes organizaron un momento de acercamiento que va más allá de los cuatro kilómetros que separan Rusia de Alaska.

 

 

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