Cuestión de oreja

La música que escuché mientras escribía

 

La semana pasada escuché en BeBop a la Orquesta Típica Pichuco, creada hace diez años pero de cuya existencia recién me desayuno. Ninguno de los once varones y una mujer que la componen había nacido cuando Troilo murió, en 1975, pero sí conocen su música y la veneran. Escuché varias orquestas tributo, un concepto con el que no simpatizo, pero la Pichuco es la que más me gustó. Acaban de presentar un nuevo álbum, Cantoras, donde presentan a varias vocalistas. Entre ellas, Alicia Vignola, que me pareció muy estimable.

 

 

Fui a escucharlos porque además se anunció que cantaría con la orquesta Lidia Borda, para mi gusto lo mejor que le ha ocurrido al tango femenino en décadas y que, además, es una persona hermosa a la que quiero mucho.

 

 

Desde que arrancó esta sección hace siete años, aclaro que no soy ni músico ni crítico musical ni me atribuyo ninguna autoridad. Sólo escucho, y comparto, las cosas que me gustan, ya se trate de tango, jazz, clásica, folklórica o el tutti frutti que se llama world music.

Como ese disclaimer no es falsa modestia, hoy te quiero decir que también me siento orgulloso de mis orejitas, gracias a Lidia Borda. Cuando terminó la función nos quedamos charlando. No me acuerdo si fue en ese parloteo o en el palco antes de cantar Desencuentro, Lidia dijo que su deseo imposible era haber actuado o grabado con la orquesta de Troilo, y que la Orquesta Típica Pichuco le daba la ilusión de cumplir esa asignatura pendiente. Troilo fue un maravilloso maestro de cantores. Varios que brillaron con su orquesta, decayeron luego con otros conjuntos, y algunos que fueron intrascendentes en su juventud, mostraron una espléndida madurez bajo su conducción.

Yo tuve el privilegio de conocerlo, en la década de 1960, cuando tocaba en un local de la calle Talcahuano que se llamaba Caño 14. Mientras actuaban los otros conjuntos, yo me colaba en el camarín para charlar con Pichuco. Una noche, nuestra conversa a media voz competía con la estridencia de una cantante muy famosa en esos años, super maquillada, con escote más profundo que la caída de la economía de Milei y tacos más largos que su pollera. "Y grita, y grita, y grita", fue el fastidiado comentario de Pichuco, que nunca lo haría público porque era una ternura, incapaz de hacerle daño a nadie.

En la charla con Lidia, cada uno dijo quiénes eran sus cancionistas y sus cantores preferidos y de ahí mi jactancia, porque coincidimos 100%. Si se trata de mujeres: Rosita Quiroga, Mercedes Simone y Ada Falcón. Entre los varones que cantaron con Troilo, Fiorentino, Rivero y Raúl Berón. Me distraje contándole que en aquella misma época también tuve la fortuna de conocer a Mercedes Simone, que había puesto un bolichito en la calle Sarmiento, a pocos metros del obelisco, junto con Lucio Demare, que es otra de mis grandes debilidades, y me olvidé de mencionar a Susana Rinaldi, tal vez porque estábamos hablando de otra época.

Hoy vamos con las chicas.

Primero, Mercedes Simone, que además era una morochita bellísima.

 

 

 

Luego, Rosita Quiroga.

 

 

Y por último Ada Falcón, sobre quien Lorena Muñoz y Sergio Wolf dirigieron el hermoso documental Yo no sé qué me han hecho tus ojos, sobre su tormentosa relación con Pirincho, y su retiro en Salsipuedes.

 

 

Por hoy ya está bien. La semana que viene, vamos con los muchachos.

 

 

 

 

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