De cuentas y cuentos

La colecta de Maratea para pagar deudas de Independiente pone en riesgo su transparencia

 

Hace cuentas. Si 92.000 personas ponen 500 pesos se alcanza la meta de 46 millones de pesos para que Candela, de 14 años, viaje a Barcelona a recibir un tratamiento contra un cáncer avanzado en el Hospital Sant Joan de Déu. Se acerca fin de mes y todos deben poder participar: abre un link de 100 pesos para quienes puedan aportar ese monto.

Los incendios avanzan en Corrientes consumiendo casi un millón de hectáreas, alrededor del 11% de la superficie de la provincia. Comienza una campaña para comprar camionetas con autobombas y medicamentos para animales: se puede aportar 60, 120, 300, 600 o 1.200 pesos. El objetivo inicial eran 20 millones de pesos, pero se sorprende al constatar que en sólo 12 horas recaudó más de 40. Presiona F5 y graba un video mientras refresca la pantalla de los fondos disponibles, un recurso audiovisual que lleva su sello. Repite la operación hasta llegar a 183 millones.

 

“Lo logramos”: una misión colectiva alcanzada, según la calculadora.

 

Es una operación matemática simple: la multiplicación. El capital acumulado son 3,7 millones de seguidores en Instagram. Un tercio de esa comunidad la había construido antes de devenir el influencer de las “movidas solidarias”. Previo a 2020, divertía en vivo a su público de redes sociales al entregar al repartidor del Delivery 1.000 pesos de propina y, luego, experimentaba con el periodismo tradicional con el programa “Generación Perdida”, en la radio de Mario Pergolini. En sus inicios, fue lo que usualmente se reconoce como un “famoso” en el mundo del espectáculo: alguien que construye su popularidad desde la lógica del entretenimiento.

Santiago Maratea vuelve a abrir la calculadora. Esta vez, la ecuación es más compleja: incluye las variables deudas, fútbol, política y un fideicomiso inscripto en Neuquén para agilizar los trámites administrativos. De yapa, la reserva de una comisión del 5% de lo recaudado para sí mismo como retribución por la administración de los bienes, en carácter de fiduciario.

 

La nueva colecta de Santiago Maratea: ¿Habrá hecho bien las cuentas?

 

 

 

 

 

Después les cuento

El jueves 27 de abril, Maratea lanzó una colecta para pagar las deudas del Club Atlético Independiente y, en una conferencia de prensa en el estado Libertadores de América “Ricardo Enrique Bochini”, explicó que había un 5% reservado, pero que no era para él sino “para pagar los gastos del fideicomiso”. Aclaró que la comisión directiva no se llevaría un porcentaje y valoró: “Es de muy chorro pensarlo así”. Dos días después, en sus historias de Instagram, colocó un sticker —una herramienta interactiva de la red social— para recibir preguntas de los usuarios y, ante la consulta de una persona llamada Lautaro, ofreció una nueva versión de lo acordado: “Yo me llevo el 5%. El resto de los gastos, no los sé. Se los averiguo”. Allí le admitió a sus seguidores estar “tan sorpresa” como ellos y haberse enterado de todo al firmar el contrato: “Si juntásemos 8.800 millones de pesos, yo ganaría 400 millones. Es una locura”.

La ventana a la intimidad de su hogar vuelve a abrirse en cada entrega diaria. Sin filtros agregados por la aplicación y con un nítido primer plano, Maratea compartió su incomprensión con su comunidad: “Me dijeron ‘vos tenés que decir que es que es una obligación legal’”. En efecto, el Código Civil y Comercial de la Nación en su artículo 1.677 prevé la retribución del fiduciario, aunque no determina fracciones ni establece su carácter obligatorio: “Excepto estipulación en contrario, el fiduciario tiene derecho al reembolso de los gastos y a una retribución, ambos a cargo de quien o quienes se estipula en el contrato”. En otra publicación, el influencer justificó su remuneración: “Lo que hice siempre y lo que estoy haciendo ahora con Independiente es un trabajo, amigos”, un argumento que no es extraño para su audiencia. “Ustedes saben la responsabilidad penal que tengo y la presión que sufro… puedo ir preso”, agregó.

Pocos días atrás, Maratea había manifestado estar interiorizándose de qué iba el asunto:

 

“Depositen y después les cuento”, ironizaron varios usuarios de Twitter.

 

De este modo, el influencer genera un vínculo pedagógico con sus seguidores, pero desde una posición enunciativa horizontal: comparte una experiencia sin sacralizar su saber. Para la comunicadora especializada en Educación y Nuevas Tecnologías, Marcela Boragina, al compartir datos sobre las causas que elije Maratea suele referir que está “aprendiendo un montón” y que piensa que su comunidad “también puede aprender”. En consecuencia, cuando explicita que se está enterando que se queda con el 5% de lo recaudado al mismo tiempo que quienes participan de la colecta, genera cierta identificación. Orienta la interpretación hacia un “yo soy igual que ustedes”.

Sin embargo, algo falló en el registro discursivo que el joven tantas veces había empleado: “Con la colecta para el equipo de fútbol, de repente, entra en una lógica que es más tradicional, y ahí es donde empieza el caos sobre la credibilidad”, analizó Boragina. Las plataformas digitales generan una ilusión de transparencia que, hasta el momento, Maratea supo maniobrar con habilidad para legitimar su rol de intermediario en las campañas solidarias. Otros dos recursos que lo han autorizado son la inmediatez y el predominio de la imagen por sobre lo textual: sus acciones son transmitidas casi en directo, lo que le aporta materialidad a aquello que presenta como pruebas irrefutables.

Formula, en la misma línea, una táctica que se destaca por su originalidad. Maratea tiene la pericia de anteponer una advertencia cada vez que va a publicitar una marca:

 

 

 

 

“Soy un influencer, los estoy por influenciar”

 

 

 

 

 

 

El antihéroe

La apelación a mostrarse “tal cual es”, con sus intereses privados, sus consumos fastuosos y sus frivolidades como “pasar la gorra” para que sus seguidores le financien un viaje en un jet privado, actúan como refuerzo positivo a ese perfil traslúcido y, paradójicamente, manchado. Es “para que se entienda que hay un disfrute”, alega Maratea, que dedica gran parte de su tiempo a impugnar la etiqueta caritativa que le pretenden estampar.

Su comunidad se ve representada en la imperfección de su referente y se autodenomina la D&D: Drogadictos y Disciplinados. Maratea cristaliza ese lazo libidinal y utiliza esas siglas para crear su propia Fundación.

 

 

Para María Esperanza Casullo, doctora en Teoría Política, el populismo no tiene en sí mismo un sesgo ideológico –no es de derecha ni de izquierda– sino que es un tipo de estructura narrativa que resulta muy eficaz para construir identidades colectivas porque adopta la forma de un mito. Como tal, tiene tres protagonistas arquetípicos: un líder personalista y carismático, un héroe colectivo (el pueblo) que establece un lazo sin mediaciones con el líder, y un villano, que ha infringido un daño contra ese “nosotros”. “En sus discursos, los líderes populistas siempre se presentan como outsiders, es decir como alguien que viene ‘de afuera’, incontaminado por los vicios de la ‘partidocracia’ o el establishment, y que se ha visto casi forzado a entrar en la política debido a la indignación moral que el sufrimiento del pueblo y la traición de la élite generan”, expone Casullo [1].

El antihéroe también necesita un villano.

Boragina, quien dicta clases de “Narrativas Transmedia” en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, considera que hay un relato –que Maratea estimula, aunque no nace con él– de que “como el Estado no hace nada, nosotros nos tenemos que organizar paralelamente y somos los que sacamos el país adelante”, y que esto se logra “a través de la suma de esfuerzos individuales”. Pero el paradigma de que existe un Estado ineficiente y políticos corruptos se sostiene sobre una simplificación: “La idea de que, en realidad, todo es más fácil y que es una cuestión de voluntad; y que, si todos fuésemos buenos y personas de bien, el Estado funcionaría y la política estaría donde debe estar”, añade la docente universitaria. La comparación (recurrente en algunos portales) de Maratea con el Estado es, en sí misma, incongruente: el Estado, por su propia estructura y por estar constituido por sujetos que ocupan circunstancialmente posiciones que no les son propias, no puede tener el mismo nivel de transparencia que un particular que mediatiza toda su vida y que se dedica a la producción de contenido.

Lo que las soluciones por “cuenta propia” se resisten a divisar es la complejidad de las relaciones de poder. Y, por eso, no incomodan. El filantrópico acto de comprar el medicamento más caro del mundo para una beba con atrofia muscular espinal puede llevarse a cabo sin siquiera cuestionar que exista un laboratorio (Novartis) que monopoliza una droga y fija su valor en 2,1 millones de dólares. Al periodismo le gusta contar historias de “ángeles guardianes” y, por tal motivo, es posible que todos recuerden que, en 2021, Maratea acompañó a Emma a recibir la vacuna de Zolgensma. No tuvo tanto eco mediático, en cambio, que en enero de este año el Ministerio de Salud de la Nación compró dicha terapia génica para asegurar el acceso a cualquier ciudadano que lo necesite, sin importar la cobertura que tenga.

Aliados en aquellos tiempos, el caso Independiente los dejó en campos opuestos de la cancha. “El laburo que están haciendo ciertos medios de comunicación y ciertos periodistas es decadente”, se descargó Maratea en su habitual escenario virtual el jueves por la noche: “No les quiero mostrar el fideicomiso porque está clarísimo que van a distorsionarlo para vender una noticia que es falsa”.

 

 

 

“Rompamos este mito de que el periodismo es el juez. El juez juzga, el periodista informa”.

 

 

 

 

 

 

Batería baja

Maratea popularizó el sintagma “acá te dejo el link”. Estés donde estés, en el trabajo o en la cama, participar está al alcance de un clic. “Es propio de las generaciones que nacen mediatizadas la poca capacidad de mantener la atención y que haya una intención de que sea todo más simple y lleve menos esfuerzo”, contextualiza Boragina, y completa: “La gente que lo sigue no tiene ganas de hacer mucho esfuerzo, pero tampoco es que no quiere hacer nada”.

El gran mérito de quien los medios apodaron “el influencer solidario” fue convertir esas voluntades débiles en una acción colectiva. “Logra capitalizar cosas que suceden en la sociedad y que, por ahí, el mundo de la política no estaba interpretando”, dice la especialista en Nuevas Tecnologías. Y va más allá: la participación ciudadana se volvió neurálgica en su contenido. Abrís tu celular y “de repente te sentís más parte de algo que hace un rato”, ilustra Boragina.

Antes de asumir un punto de vista tecnofóbico y condenar este tipo de involucramiento pasivo de las y los jóvenes conviene intentar comprender que las nuevas formas de sociabilidad virtualizada habilitan esas prácticas. La discusión es cómo la organización territorial se suma a la conversación virtual para hacer converger esos mundos y que no queden en manos de las derechas o de la antipolítica. Es, también, cómo desde el Estado y las políticas públicas se logra interpelar ese tipo de compromiso ciudadano para otorgarle un repertorio de acción que resulte realmente transformador.

El 17 de junio de 2022, Santiago Maratea lanzaba al ciberespacio una pregunta:

 

 

Lo que necesitamos, propone Boragina, es “reconstruir esa confianza en el Estado como herramienta para la transformación social y para el bienestar”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Casullo, María Esperanza (2019). ¿Por qué funciona el populismo? Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

 

 

 

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