De lingüística y pandemias

Ni el neoliberalismo ni el populismo dicen nada sobre la Coronavirus-19

 

Se ha argumentado sobre la combinación de modelos políticos con pandemia. Aun con interpretaciones muy distintas. Se asocia el coronavirus con el neoliberalismo y, mucho más, se denuncia la convivencia del virus con el populismo. En el primer caso puede existir algún razonamiento que ubique al desfinanciamiento de los sistemas de salud, como parte del déficit de los estados en enfrentar con mejores chances la enfermedad. No, desde ya, en su génesis.

En el tema del uso del populismo como vector cómplice de la Covid-19, no hacen más que repetir en forma sistemática y errónea una calidad modélica de gobierno, el populismo, sin nunca haber encontrado la exacta definición sobre su significado. Entonces, es populista Bolsonaro, un congénito derechista brasileño pero también Andres Lopez Obrador, un hombre de izquierda heterodoxa. Y suman en esa categoría a Viktor Orban mandamás húngaro, casi heredero de aquel fascismo nativo de los años 40 cuando Ferenc Szálasi lideraba el Partido de la Cruz Flechada con su carga pronazi y antisemita que gobernaron su país brevemente hasta el final de la SGM y a Daniel Ortega cada vez mas lejos del espíritu del Frente Sandinista y más cerca de misticismos con practicas represoras. No falta en esa lista Donald Trump ejemplo de los valores más retrógrados ni Nicolas Maduro situado en una imaginaria línea progresista y emancipadora. Y últimamente agregan en este revolcado espacio repleto de mescolanzas a Pedro Sánchez del Psoe español, mas de 100 años de reformismo mirando la izquierda, al brexista sin modelo de gestión alguna el británico Nigel Farage y al liguista italiano Matteo Salvini cada vez mas enamorado de un “buen fascismo”.

Y, explorando textos, también hallamos a otros sospechados y acusados de populistas como el presidente peruano Guillermo Billinghurst 1912/1914, el uruguayo José Batlle Ordoñez 1903/1909, el chileno Arturo Alesandri 1920/1925 , el peruano Alberto Fujimori y hasta al propio y nuestro Hipólito Irigoyen en su primer mandato 1916/1922.

Por supuesto, jamás falta en este listado nuestro peronismo criollo que tal vez, para estos opinadores desde la tosquedad sociológica y política sea el epitome del populismo mundial.

Como se ve, demasiados personajes para una sola definición ¡

Y con tan disimiles formas de gobierno, y ante tanta carencia científica en su definición es posible suponer que cuando se habla de esta variable política y, sobre todo, en términos peyorativos, en verdad los que lo hacen, no tienen mucha idea sobre lo que están afirmando. Hay una moda, descalificadora, en usar ese término y así lo utilizan.

Es de creer que no han estudiado los orígenes de las primeras formaciones de los llamados “populismos” con su inicio en Rusia del siglo 19 (los narodniki) con su bandera de “ir hacia el pueblo” y su intento fallido de ser representantes del campesinado y el ruralismo ruso bajo el zarismo e incluso rodeados de algún romanticismo de tipo agrario y con experiencias de vida comunal.

O, un poco posterior en el mismo siglo, los populistas norteamericanos con su propio partido el People´s Party que pretendieron liderar a los pequeños terratenientes rurales que habían empobrecido por la surgente industrialización en Estados Unidos.

Quienes pretenden sistematizar el sentido del populismo proponen identificarlo con algunas características como por ejemplo una devoción a los liderazgos,  un discurso comunicativamente sencillo o a la relación cercana entre un dirigente o un partido y los votantes. Cae de maduro que estas condiciones son tributarias de inmensa cantidad de líderes no considerados populistas.

Gino Germani aproxima calidad científica al análisis del populismo y lo ubica como una anomalía en sociedades tradicionales que van hacia futuros más modernos y que al no transitar caminos históricos lineales encuentran espacios donde surgen estos modelos de gobierno. Esta visión es interesante, mas no del todo cierta ya que en geografías como América Latina y siguiendo a José C. Mariategui e incluso lo vemos en escritos de Haya de la Torre, existe poca “cancelación de etapas históricas”,  sino que los procesos se van colocando uno sobre otro por lo que siempre, según Germani, habría populismo. No es así.

Abundamos en la idea de populismo ya que la de neoliberalismo es más fácil de percibir y entender y no está soportando el maltrato mediático que el populismo sufre.

Entonces, por un lado, separemos arquetipos de gobierno de la pandemia. No surge el virus por los neoliberales ni por los llamados populismos. Ya los especialistas en sanitarismo, infectología y epidemiología nos ilustrarán sobre su origen. Y, lo más importante, dejen de englobar en categorías de las ciencias sociales a aquello que, políticamente no comprenden.

Si Orbán es populista, no lo es Trump y si Maduro lo es no lo es Pedro Sánchez. Y si lo fue Fujimori no lo es Lopez Obrador.  Hay que hacer un ejercicio inteligente de apertura mental y filológica para buscar y hallar nuevas y mejores interpretaciones del mundo político.

Es hora que renovemos el lenguaje en torno a los prototipos históricos. No todo gobierno derechista es fascismo, como éste no es sinónimo de nazismo ni es lo mismo que falangismo, salazarismo y franquismo. Y los gobiernos populares en virtud de su origen electoral, democráticos por nacimiento y por gestión y que asumen políticas de equilibrio y justicia social y pueden tener posiciones autónomas ante los unilateralismos y definiciones soberanistas, no son en absoluto populistas. Al menos, no como descalificación.

 

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