De regreso a casa

El relanzamiento de la Comunidad Andina marca un punto de inflexión en la política exterior subregional

 

Los Presidentes de Chile, Gabriel Boric, y de Colombia, Gustavo Petro, buscan imprimir un nuevo dinamismo a la integración regional. Tienen la convicción de la importancia de buscar una voz regional, con denominadores comunes en diversos temas. Para lograrlo, han priorizado como plataformas a la olvidada Comunidad Andina (CAN), en el ámbito subregional, y a la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (Celac) en el ámbito regional. En la práctica, han descartado al Grupo de Lima, la Alianza del Pacífico y el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur).

 

No la mató el tiempo y la ausencia

Como el beso del príncipe a la bella durmiente, la presencia de los cuatro mandatarios andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) en el XXII Consejo Presidencial de la Comunidad Andina en Lima, sede de esta institución, ha sacado a la CAN de un prolongado letargo. En efecto, después de la firma de los tratados de libre comercio que Perú y Colombia firmaron en 2005 y 2006, respectivamente, con Estados Unidos, y la salida de Venezuela de ese organismo en 2006, el organismo había quedado agónico.

En el evento realizado el lunes, los Presidentes –con excepción del ecuatoriano– propusieron la reincorporación de sus ex miembros, Chile y Venezuela. Asimismo, los Presidentes de Colombia y Perú mencionaron la conveniencia de extenderle una invitación a la Argentina, nación atravesada de norte a sur por la cordillera de los Andes, que la separa de Chile, mientras que el boliviano retomó la vieja idea de coordinar las agendas de la CAN y del Mercosur.

Los antecedentes del relanzamiento de la CAN como plataforma para impulsar una agenda común en temas fundamentales como el cambio climático, la integración energética –en particular la eléctrica, con energías limpias–, una nueva estrategia desmilitarizada para combatir el narcotráfico –la actual fracasó– y el fortalecimiento de algunos organismos del Sistema Andino de Integración como el de salud y educación, ya habían sido conversados por Boric y Petro. Ambos emitieron una declaración conjunta al día siguiente de la toma de posesión del colombiano, el 7 de agosto. Fortalecer la la CAN, reintegrar a Chile y Venezuela, y reconocer la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) como plataforma regional fueron los temas centrales. Según Petro, la CAN debe convocar a una reunión regional para abordar la fracasada estrategia de lucha contra el narcotráfico, causa fundamental de la violencia creciente en América Latina y el Caribe, que debilita las instituciones y carcome a la democracia.

 

Boric y Petro tras la asunción del colombiano, el 7 de agosto.

 

 

Con este marco, Petro eligió Lima como primer destino al exterior desde que asumió la presidencia. Horas antes de la cumbre de los cuatro Presidentes, mantuvo una reunión privada en el Palacio de Gobierno con Pedro Castillo, quien no pudo asistir a la ceremonia de toma de posesión de mando porque el Congreso no autorizó su viaje. Castillo tiene una zigzagueante política exterior. Su actual canciller, Miguel Rodríguez Mackay, era un severo opositor y decía que votar por Castillo era una traición a la patria, porque implicaría la llegada del comunismo y el marxismo al Perú. Al asumir el cargo de canciller, el pasado 5 de agosto, su primera acción fue romper relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharahui Democrática, restablecidas por el mismo Castillo en septiembre del año pasado. Como si no bastara, considera que el Acuerdo de Escazú –primer tratado ambiental de América Latina y el Caribe que entró en vigor en abril de 2021, ratificado por la Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, Uruguay entre otros–no debe ser aprobado por el Congreso a pesar de que fue firmado por el gobierno anterior.

Sin embargo, respalda la reincorporación de Chile y Venezuela a la CAN. “La patria andina necesita y requiere en este nivel de interdependencia que pueda fortificarse y por eso trabajaremos para que se produzca el retorno de Chile al seno de la CAN y también en su momento, cómo no, el retorno de Venezuela”, señaló en la reunión de cancilleres previa al encuentro entre los jefes de Estado.

Chile abandonó la CAN en 1976 cuando Pinochet abrió la economía, y el régimen común al tratamiento de la inversión extranjera, entonces vigente en ese organismo, reñía con el nuevo modelo neoliberal que instrumentó la dictadura militar. Venezuela se retiró en 2006, pues para que los tratados de libre comercio que Perú y Colombia habían firmado con Estados Unidos pudieran tener vigencia se requería modificar la normativa andina –que los países miembros deben incorporar en sus legislaciones internas–, lo que el gobierno de Chávez no aceptó. En particular, se opuso tajantemente a cambiar aspectos de propiedad intelectual, especialmente los referidos a la ampliación de plazos de las patentes para medicamentos y agroquímicos y a la importación libre de aranceles de productos agrícolas subsidiados procedentes de Estados Unidos. El entonces Presidente venezolano dijo que las normativas de los tratados del libre comercio eran las mismas que ellos habían rechazado en el plano continental, al observar algunos puntos en la Cumbre de Quebec del ALCA, en 2001, y luego, junto a los miembros del Mercosur, en la Cumbre de Mar del Plata en 2005.

 

 

A la baulera

La nueva correlación de fuerzas políticas de los gobiernos en la región ha dado lugar al destierro del Grupo de Lima, de la Alianza del Pacífico y del Foro para el Progreso Social de América del Sur (Prosur).

Al igual que hizo Castillo al inicio de su gobierno, Colombia ha restablecido las relaciones diplomáticas a nivel de embajadores con el gobierno de Venezuela, lo que representa la estocada final al Grupo de Lima, creado a instancias de Washington, desde donde exhortó a las Fuerzas Armadas de Venezuela a derrocar a Maduro y reconocer a Juan Guaidó. El golpe más reciente al Grupo de Lima lo había dado antes el ex canciller Felipe Zola, en marzo de 2021, al formalizar su retiro mediante una carta en la que señaló que era un organismo inconducente.

La elección de la CAN como plataforma para coordinar una agenda común en temas prioritarios descarta a la Alianza del Pacífico, creada en 2011 para hacerle sombra a la Unasur, al Mercosur de aquel momento –más ideologizado y proteccionista, que había acogido a Venezuela en 2006 después de su retiro de la CAN–y dejar aislados a Bolivia y Ecuador en una moribunda CAN. Dicha Alianza fue y es solo una etiqueta, pues su comercio intrarregional apenas bordea el 3% y está sustentada en el fracasado principio de que el bienestar de las sociedades se maximiza mientras más libre es el mercado. El mercado es fundamental pero el Estado no puede tener un rol subsidiario, tal como está consignado en las Constituciones de Perú y Chile. No es casualidad que en los cuatro países de esta Alianza del Pacífico hayan ganado las elecciones López Obrador, Castillo, Boric y Petro, lo que denota de su precario andamiaje.

En la última Cumbre de la Alianza del Pacífico, realizada en enero en Colombia, no participaron el Presidente ni el canciller de México, a pesar de que recibía la presidencia pro tempore. El recién electo Presidente Boric se negó a acompañar a Sebastián Piñera, quien buscaba dar una señal de continuidad de la política exterior.

También en Colombia, en fechas consecutivas –como para matar dos pájaros de un tiro– tuvo lugar la III Cumbre de Presidentes de Prosur, en la que Boric tampoco participó “por tratarse de una agenda propia del Presidente Piñera”, pero señaló que las relaciones internacionales serían “tremendamente relevantes” en su gobierno. En el caso de Perú, Castillo participó de la Cumbre de la Alianza del Pacífico, pero delegó en su canciller, Oscar Maurtua, su representación en la Cumbre de Prosur.

Como hemos señalado en El Cohete, Prosur es una irrelevante agrupación creada en Chile, en marzo del 2019, por un grupo de gobiernos de derecha (Chile, Colombia, Perú, la Argentina, Brasil, Ecuador, Guyana y Paraguay) liderados por Iván Duque, el propio Piñera y la Dirección para Asuntos del hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, en tiempos del ex Presidente Trump. El objetivo era desactivar la Unasur, que institucionalizó en América del Sur un espacio de concertación política, donde los aspectos sociales, energéticos, de infraestructura y, en particular, de seguridad regional, serían los ejes centrales, relegando los aspectos comerciales, pues ya varios países habían suscrito tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, entre otros. Los cambios de signo político en los gobiernos de los países miembros y las negativas de Nicolás Maduro y Evo Morales de aceptar al candidato designado por el ex Presidente Mauricio Macri para presidirla –y quedar acéfala en 2017 y 2018– le sirvió en bandeja al propósito de Washington de desaparecerla y crear en su lugar Prosur, “un foro sin ideología ni burocracia”.

 

 

Nuevos pilares

El impulso que se le ha dado a la CAN con la probable incorporación de Chile y Venezuela, y a la que se ha invitado a la Argentina, marcan un punto de inflexión en la política exterior subregional. No se trata de retomar los objetivos primigenios bajo los que fue fundada la CAN, en 1969, sino de aprovechar la institucionalidad de esa entidad para coordinar una agenda mínima de interés común, con la inclusión de sus antiguos socios y tener una voz más potente en el contexto regional y, a través de la Celac, en el plano internacional. Así lo hacen regiones como la Unión Africana, la Unión Europea, la Asociación de Países del Sudeste Asiático (Asean) o la Liga Árabe.

En el actual escenario internacional, la política exterior y la diplomacia revisten una importancia crucial pues son los factores externos los que crecientemente determinan los márgenes para el manejo económico al interior de los países. América Latina ha perdido presencia en los foros internacionales. Hoy se presenta una nueva oportunidad para recuperar una mayor presencia regional si, como todo indica, Lula gana las elecciones en octubre.

 

 

 

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