De regreso al proteccionismo

Las medidas de Trump para no perder la hegemonía

 

Transcurridos 35 años desde que las autoridades estadounidenses lanzaran oficialmente el decálogo de los principios liberales que debían regir la economía mundial, recogidos en el denominado Consenso de Washington, el Presidente Trump ha echado por la borda su pilar comercial al anunciar uno de los mayores paquetes arancelarios de la historia y ha retomado la senda del proteccionismo. Desandar, con su impronta imperial, el camino recorrido en el que se han construido complejas relaciones de encadenamientos productivos, y debilitar las instituciones vinculadas al ordenamiento jurídico que los garantizaba, promovidas fundamentalmente por el gobierno estadounidense, tendrá altos costos para la economía mundial. Entre otros, desincentivará las inversiones en los sectores exportadores.

 

 

La nueva geografía arancelaria 

Desde el jueves 7 de agosto, las exportaciones de casi todo el mundo son gravadas con aranceles al ingresar a Estados Unidos. Su implementación está generando un caos en la economía internacional debido, entre otros motivos, a las marchas y contramarchas del Presidente Trump, cuyo criterio para imponerlas no solo obedece a consideraciones comerciales de una supuesta inequidad que perjudica a su país, sino a su uso como arma geopolítica. Así, el miércoles 6 de agosto, Donald Trump emitió una orden ejecutiva en la que anunció la imposición de un arancel adicional del 25% a las importaciones procedentes de la India, elevando así el gravamen a los productos de ese país hasta el 50%, al considerar que actualmente "el gobierno de la India importa, directa o indirectamente, petróleo de la Federación Rusa". 

En la misma orden ejecutiva se advierte que el secretario de Comercio, Howard Lutnick, en coordinación con el secretario de Estado, Marco Rubio, y el secretario del Tesoro, Scott Bessent, determinarán si algún otro país importa, directa o indirectamente, petróleo ruso. Esto podría llevar a la adopción de más medidas, incluyendo la posibilidad de imponer un arancel ad valorem adicional del 25% a las importaciones de artículos de aquellos países que así lo hicieran.

Por eso, como si las autoridades chinas no estuvieran atentas a estos comunicados, el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, dijo al día siguiente que no descartaba la posibilidad de que el Presidente Trump impusiera más aranceles a China si no suspendía las importaciones de petróleo de Rusia. Las autoridades chinas han defendido la legitimidad y legalidad de sus relaciones económicas, comerciales y energéticas con Rusia, y han señalado que China seguirá actuando con vistas a garantizar la seguridad energética del país, a pesar de la amenaza del Presidente de Estados Unidos de imponer aranceles secundarios a los países que compren petróleo ruso. El portavoz del Ministerio de Exteriores de China ha subrayado que "la cooperación económica, comercial y energética habitual de China con países de todo el mundo, incluida Rusia, es legítima y legal” y ha asegurado que seguirán adoptando "medidas razonables de seguridad energética" basadas en los intereses nacionales de China. 

El acuerdo alcanzado entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el Presidente Trump, en Escocia, el pasado 27 de julio, contempla un arancel del 15% a la mayoría de los productos europeos exportados a Estados Unidos. Además, incluye el compromiso de compra por parte de la Unión Europea de productos energéticos —principalmente petróleo, gas natural licuado (GNL) y combustibles nucleares— a su socio estadounidense por un valor de 750.000 millones de dólares en tres años. Con absoluta renuncia a la soberanía energética del viejo continente, von der Leyen dijo que así la Unión Europea dejaría de depender definitivamente de los suministros energéticos rusos para 2028. Además se acordó un aumento de 600.000 millones de dólares en inversiones europeas en Estados Unidos, lo cual no puede ser garantizado por la Comisión Europea. El acuerdo, que no tiene carácter vinculante, ha dividido a los países miembros de dicha comunidad.

 

 

América Latina

En nuestra región no se ha salvado ningún país: ni los que tienen suscritos tratados de libre comercio (TLC), ni su fiel seguidor, el libertario Presidente Milei, quien a estas alturas de la vida negocia a hurtadillas una suerte de tratado de libre comercio con Estados Unidos.

A excepción de Ecuador, Venezuela y Costa Rica, que deberán pagar aranceles del 15%, y Nicaragua con un 18%, al resto se les ha impuesto un arancel generalizado del 10%, sin tomar en cuenta la situación superavitaria o deficitaria de su balanza comercial o si tienen vigente algún tratado con el país del norte. Es el caso de los países de América Central, Panamá, República Dominicana, Chile, Colombia y Perú. Cabe señalar que la mayoría de los países latinoamericanos que han suscrito tratados de libre comercio con Estados Unidos tienen una balanza comercial deficitaria con ese país. Tal es el caso de Costa Rica, mientras que Ecuador (en ambos casos, importantes aliados políticos de Estados Unidos en la región) viene negociando un tratado de libre comercio sin éxito desde hace años y mantiene un superávit comercial con su vecino del norte.

México fue eximido por 90 días del 25% que Trump impuso a principios de febrero a los bienes no cubiertos por el Acuerdo Canadá/Estados Unidos/México de 2020 (T-MEC), mientras que los mantuvo con Canadá. El futuro es incierto para estos socios, pues el T-MEC será revisado a mediados de agosto, a solicitud del Presidente estadounidense. México destina cerca del 85% de sus exportaciones a su vecino del norte y Trump tiene intenciones de que el país azteca autorice el ingreso de tropas del Ejército de su país para combatir el narcotráfico.

El más castigado sin duda ha sido Brasil, país al cual Trump le ha aplicado un arancel de 50% a cerca de la mitad de las exportaciones que el gigante sudamericano envía a ese destino. En efecto, el jueves 31 de julio, Trump oficializó los aranceles —aunque exceptuó algunas partidas importantes, las de la empresa EMBRAER y el jugo de naranja— después de firmar una orden ejecutiva que acciona la ley de emergencia internacional (IEEPA) al calificar a Brasil como “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional, la política exterior y la economía de los Estados Unidos”. 

A raíz de las amenazas proteccionistas de Trump desde que asumió el gobierno en enero de este año, el gobierno brasileño cuenta con una ley de retaliación, que contempla medidas de liberación de los derechos de propiedad intelectual. Sin embargo, el Presidente Lula ha dicho que optará por las negociaciones comerciales sin que ello interfiera en el juicio a Jair Bolsonaro, conforme lo dispuesto por el Supremo Tribunal Federal, y no aceptará que las denominadas empresas big tech sean exoneradas de cumplir con la legislación brasileña.

Salvo los Presidentes de Brasil y México, el resto ha preferido un bajo perfil de sus gestiones. 

 

 

Los efectos internos en Estados Unidos

Según el Departamento del Tesoro, el gobierno estadounidense recaudó casi 30.000 millones de dólares en ingresos arancelarios en julio, lo que representa un aumento del 242% en los ingresos arancelarios en comparación con julio del año pasado. A Donald Trump le gusta la idea de bajar los impuestos a la renta y reemplazarlos con aranceles, lo que tiene un efecto regresivo, pues los primeros benefician más a los estadounidenses más ricos, que son los que más ganan. En cambio, los aranceles a los productos importados aumentan el costo de los bienes cotidianos que proporcionalmente afectan más a la población de menores ingresos.

El incremento de los aranceles se volverá contra los consumidores y empresarios estadounidenses. Por el momento, muchas empresas han absorbido los mayores costos sin subir los precios. Aunque no es el caso de los electrodomésticos, juguetes, tarifas de productos electrónicos de consumo y otros bienes sensibles a los cambios arancelarios que se están encareciendo, según muestran los recientes informes de inflación publicados por el gobierno. Muchas empresas, como Walmart y Procter & Gamble, han advertido sobre futuras subidas de precios. Estados Unidos tiene actualmente una tasa arancelaria media efectiva del 18,3%, la más alta desde 1934. 

Las ventas finales a los consumidores se han ralentizado (1,2% en el segundo trimestre frente al 1,9% en el primero). El consumo privado ha registrado altibajos, con una recuperación en el segundo trimestre, pero con proyecciones de crecimiento  moderado para el resto del año. La tasa de desempleo (4,2%) aumentó un 0,1 % en junio y en el mismo mes se crearon 73.000 puestos de trabajo, una cifra inferior a las expectativas. La creación de empleo durante los meses de mayo y junio se ha revisado fuertemente a la baja. 

Como al Presidente Trump no le gustaron las cifras débiles sobre la creación de empleo, despidió a la jefa de la Oficina de Estadísticas Laborales, Erika McEntarfer. Para muchos, su despido representa una muestra más del ejercicio extraordinario del poder presidencial. Consideran que Trump ejerce la autoridad de la Casa Blanca para intentar controlar el sistema de comercio internacional, las empresas de medios, las principales universidades de Estados Unidos y el poder constitucional del Congreso sobre el presupuesto, entre otras instituciones. Asimismo, Trump criticó muy duramente al presidente del Sistema de la Reserva Federal, Jerome Powell, por su decisión de mantener las tasas de interés. La inflación registró un 2,7% en junio, frente al 2,4% en mayo, por encima del 2% al que apunta Powell.

El FMI prevé un crecimiento económico estadounidense del 1,9 % para 2025 (por debajo del 2,8% de 2024) y advierte que los “choques comerciales persistentes” podrían perjudicar la estabilidad a mediano plazo. 

 

 

El escenario 

La imposición de aranceles a las exportaciones que ingresan al mercado estadounidense tiene lugar en un contexto caracterizado por una dispersión en la construcción del poder global, cuya expresión más visible es el protagonismo creciente de los miembros del BRICS+. Este foro es rechazado por el Presidente Trump al verlo como potencial amenaza a la hegemonía que Estados Unidos todavía mantiene, aunque cada vez más compartida.

La creciente rivalidad de Estados Unidos con China se expresa no solo en la guerra comercial, iniciada ya durante su primer mandato, sino en las medidas de sabotaje para impedir su desarrollo tecnológico, ya sea mediante la prohibición de exportación de nanochips con tecnología estadounidense desde otros países, así como el establecimiento de alianzas con países que producen tecnología a la que China no tiene acceso.

El problema para Estados Unidos es que la imposición imperial de aranceles y sanciones le generan un búmeran toda vez que, en un mundo interdependiente, los países afectados buscarán desviar su comercio de Estados Unidos o buscarán sustitutos al dólar para comerciar. Ello atenta contra su privilegio de tener la moneda de circulación y de reserva internacional, lo que menoscaba su capacidad de liderazgo. 

 

 

 

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