Declinación y deriva

Malaria creciente y candidatos que actúan como si el pesado lastre estructural no existiera

 

La Argentina transita un camino de declinación económica, política y social desde hace bastante tiempo. Este poco feliz andar coincide actualmente con un reacomodamiento a escala mundial de las relaciones entre los países más poderosos, que se manifiesta claramente en los planos de la seguridad internacional y la economía. La guerra entre Rusia y Ucrania es una muestra de lo primero. A lo que se suma la pugna de las grandes potencias en la región de Asia-Pacífico, en particular de China y Estados Unidos (que, dicho sea de paso, actúa allí sin pertenecer a ella). En cuanto a la economía, hay ya un claro registro que indica la existencia de un desplazamiento del centro de gravedad económico mundial del Atlántico hacia el Pacífico. Pero vayamos por partes.

 

La situación argentina

Las situaciones económica, social y política de la Argentina son hoy muy graves. La economía viene en un plano inclinado que se ha incrementado durante las presidencias de Mauricio Macri y Alberto Fernández. La crisis económico-financiera que padece desde hace ya bastante tiempo nuestro país es probablemente la más profunda y persistente de todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI. Los niveles de deuda externa alcanzados y las exigencias financieras del Fondo Monetario Internacional superan a cualquiera de los anteriores. Los niveles de pobreza son espeluznantes, la indigencia abunda, el desempleo asusta. En fin, la malaria cunde pavorosamente.

Lamentablemente, dos de los principales actores de nuestro sistema político han encarado la actual coyuntura electoral como si el pesado lastre estructural que se acaba de mostrar no existiera, sólo importara el voto, la elección y se debiera atender exclusivamente a la ya vieja puja antinómica entre peronistas y no peronistas.

Llevamos ya más de 77 años de este conflicto que comenzó el 17 de octubre de 1945, cuando una multitud amontonada en la Plaza de Mayo presionó de tal manera a los gobernantes de entonces que consiguió que se sacara de la cárcel a Juan Domingo Perón, preso desde el 12 de octubre por presión de un grupo de generales –afines a los liberales o a los conservadores de entonces– que lo despreciaban. En ese momento Perón era simultáneamente Vicepresidente, ministro de Guerra y secretario de Trabajo.

Hoy en día esta antinomia se replica nuevamente, pero con algunas alteraciones. Esta vez chocan dos coaliciones: por un lado Unión por la Patria, que incluye al Partido Justicialista y al Frente Renovador de Sergio Massa, y por otro Juntos por el Cambio, que contiene al antiperonismo clásico, en el que cohabitan Propuesta Republicana (PRO) y la Unión Cívica Radical. Hay, empero, una notoria novedad: ha aparecido un tercero en discordia, La Libertad Avanza (LLA), encabezada por el inefable Javier Milei, que alcanzó nada menos que el primer lugar en las recientes PASO.

Sí. Un novato outsider de destemplado talante, peinado extravagante, de escasa experiencia política y con ideas y comportamientos de derecha con algún tinte liberal superó, en la antedicha elección, a esas dos alianzas, que contienen incluso a una ex Presidenta –Cristina Kirchner– y a un ex Presidente –Mauricio Macri– poseedores aún de no poca incidencia sobre sus correspondientes agrupamientos políticos.

Así las cosas, es posible decir que la vieja antinomia ha recibido un tremendo balde de agua fría, que resulta difícil de entender.

 

¿Cada cual atiende su juego?

El triángulo se ha puesto complejo. Patricia Bullrich se ha enfocado últimamente –aparte de las prioridades que menta de cajón: economía, educación, salud, seguridad y narcoactividades, entre otras– a procurar sustraerle electores a Milei. Es comprensible: ambos apuntan para un mismo y clase-mediero segmento, a la vez que contienen otros que son diferentes. Por ejemplo, los nacionalistas que, no sin euforia, apoyan a aquel. Por otra parte, los recientes triunfos electorales de gobernadores en las provincias de Santa Fe y del Chaco fueron favorables a Bullrich.

Massa, en cambio, tiene frente a sí un duro trabajo: el de recuperar a los propios votantes mayoritariamente peronistas que no acudieron a votar en las elecciones legislativas de 2021 y mostraron un apreciable desgranamiento. Se trata de una tarea difícil per se, tanto más cuanto que el candidato hace tiempo que abandonó el peronismo y organizó su propio partido. Rara estructuración: un partido de menor envergadura encabeza una unión en la que predomina el peronismo que, aun complicado y declinante, se mantiene todavía suficientemente activo y con mayor cantidad de seguidores que el frente de Massa.

Milei, en cambio, camina hacia adelante eufórico y agresivo blandiendo su raramente emblemática motosierra. Es toda una novedad, que al día de hoy –paradojalmente– tiene como exclusiva representación política tan solo dos bancas en la Cámara de Diputados: la de Victoria Villarruel y la de él. Ambos integran el bloque de La Libertad Avanza. Una tercera diputada se ha acercado al binomio desde su monobloque, denominado “Buenos Aires Libre”.

Sorprendentemente Milei pegó un salto espectacular con las PASO, en las que quedó en primer lugar imponiéndose nada menos que a la añosa antinomia peronismo-antiperonismo. Da la impresión de que hay dos actores que no han atendido su juego suficientemente bien. En fin, sea como fuese dicha antinomia –de casi 78 años de existencia– ha sido relegada por un completo outsider. Algo tan inesperado como novedoso.

 

Un mundo incierto y cambiante

Se habla ya de un mundo incierto. Se vislumbra con cierta nitidez el desplazamiento del poder global desde Occidente a Oriente, que se ha ido produciendo de a poco. Comenzó con el crecimiento de Japón, luego con la aparición de los tigres asiáticos –Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur– y mucho más recientemente con el auge de China e India. En 2010, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica constituyeron los BRICS, que se convirtieron en un conglomerado que recientemente ha incorporado a nuevos socios, entre los cuales está la Argentina. En 2016 se produjo el restablecimiento, impulsado por Rusia, de las relaciones entre Arabia Saudita y Siria; tiempo después China empujó la reanudación de las relaciones entre Arabia Saudita e Irán.

Por otra parte, Estados Unidos generó una competencia con China en los rubros comercial, geopolítico y armamentista, entre otros. Y debe anotarse, desde luego, la guerra entre Rusia y Ucrania, que es apoyada por la OTAN.

Todo esto ha instalado una situación de incertidumbre y cambio a escala mundial, frente a la cual nuestro país parece haber estar en un limbo.

 

Final

Los dos conglomerados políticos que, exceptuando los períodos de golpes y gobiernos militares o de proscripción del peronismo, disputaron entre sí la presidencia del país han quedado por primera vez de lado, desplazados por un novato de difuso talante. Habrá que ver cómo se desenvuelve esta inesperada y rara situación política actual. Por otra parte, nuestro desempeño en el campo internacional ha sido poco congruente.

Tal vez como nunca antes, la Argentina navega hoy, lamentablemente, a la deriva, tanto en el plano nacional como en el internacional.

 

 

 

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