Defensa en tiempos de posverdad

Macri se jactó de una inversión que no existe: el presupuesto de Defensa es 42% del que era en 2015

 

El  martes 30 de julio Mauricio Macri compartió su última cena anual de camaradería con las Fuerzas Armadas. Con su habitual pericia para introducirse en una temática tan delicada como la defensa nacional, señaló: “Más allá de la buena noticia que me acaban de dar, que clasificó River a los cuartos de final, es un honor participar por cuarto año consecutivo de la cena de camaradería (…) En estos tres años y medio logramos avances significativos para los argentinos, revertimos años de desinversión y juntos estamos construyendo el futuro de una política de defensa de largo plazo”.

Macri se dirigió a los uniformados apelando a un discurso congruente con los tiempos de la posverdad. Desligándose de modo sorprendente del ajuste feroz que aplicó sobre el presupuesto militar, agregó: “En este camino de reconversión, reequiparnos no es una tarea menor, por eso iniciamos un proceso de modernización de las capacidades que debe ser sostenible para revertir años de desinversión y abandono”.

Nada de eso es cierto.

 

 

La única verdad es la realidad

El presupuesto de la “función defensa” para el año 2019 asciende a $ 71.042.483.247, mientras que el del Ministerio de Defensa trepa a $ 102.838.290.570. Esto significa en términos nominales un aumento del 24,98 por ciento y del 25,83 por ciento respecto del año anterior, muy por debajo de la evolución de la inflación [1]. Expresado en dólares, y tomando como referencia una cotización de 40 pesos para 2018 y de 49,25 para 2019 [3], el presupuesto de la “función defensa” implica un aumento de 1,5 por ciento; mientras que el del ministerio de Defensa experimenta un incremento de 2,2 por ciento. La información dolarizada exhibe, en efecto, una estentórea caída de 41,64 por ciento con respecto al presupuesto de 2015 para el Ministerio de Defensa; y de 42,18 por ciento para la medición de la “función defensa” [2].

En perspectiva histórica, se puede apreciar que desde la hiperinflación del año final del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989), el presupuesto destinado a la defensa nacional, medido en dólares, descendió moderadamente durante la década de 1990, se recuperó durante los años 2000, para volver a descender de manera pronunciada durante la gestión de Mauricio Macri [3].

Gasto en defensa 1989-2019

Fuente: EISSA, 2018.

 

En términos de la composición del gasto, la comparación punta a punta del gobierno de Macri presenta un evidente deterioro de las capacidades operativas del instrumento militar. Mientras en 2015 el inciso 1 (sueldos y pensiones) representaba el 77,15 % del presupuesto jurisdiccional, en 2019 esa cifra asciende al 83,52 %. Por su parte, el inciso 4 (equipamiento) pasa del 4,57 % al 2,51 por ciento durante el mismo periodo, es decir, una significativa reducción del 45 %. Este deterioro excede al gobierno de Macri –de hecho, se viene experimentando sin solución de continuidad desde 1983–, pero la actual administración lo ha llevado a niveles superiores a los de la peor crisis económica de la historia argentina (en 2003, tras la crisis 2001/2002, el gasto en salarios y pensiones representó el 79,74 %, sólo superado por el actual 83,52 %).

Antes de que el Congreso Nacional aprobase el presupuesto 2019, las fuentes mejor informadas daban cuenta de un notorio recorte presupuestario para el ministerio de Defensa. Esa poda se expresaría, según lxs cronistxs de mejor acceso al gobierno, en tres variables: un fuerte recorte de gastos de personal, una reingeniería administrativa y un desprendimiento de tierras pertenecientes a las Fuerzas Armadas [6]. En cuanto al recorte de personal, se contemplaba que la cartera de Defensa tuviera alrededor de 9.000 sueldos menos por jubilaciones, retiros voluntarios y no renovación de contratos. En materia de reestructuración administrativa, se anticipaba el rediseño del esquema de agregadurías militares, con una reducción extraordinaria de los delegados castrenses en las embajadas argentinas en el exterior. De casi 90 sedes diplomáticas, hasta 2017 la mayoría contaba con agregados militares. A partir de 2019 las agregadurías castrenses no superan la treintena. La perspectiva fiscalista del gobierno exhibe como un logro la reducción de los 50 millones de dólares previos a los 8 millones de dólares actuales del gasto en agregados. Este supuesto ahorro implica una debilidad estratégica, toda vez que estos emisarios castrenses cumplen un rol importante en materia de inteligencia estratégico-militar. Asimismo, para 2019 se tiene previsto el ingreso de unos 8.000 millones de pesos adicionales por la venta de tierras militares.

Desde el ministerio de Defensa aseguraron que los fondos obtenidos por esas ventas de tierras fiscales de las Fuerzas Armadas serían destinados al reequipamiento del instrumento militar y al fortalecimiento de las actividades operativas. En especial se hizo referencia al objetivo de impulsar fuertemente el adiestramiento de unidades del Ejército, los vuelos de la Fuerza Aérea y la navegación de los buques de la Armada. Nada de eso ocurrió.

Una revisión del acápite “Metas, Producción Bruta e Indicadores” de cada fuerza, correspondiente a los presupuestos de los años 2018 y 2019, arroja cifras elocuentes. En el caso del Ejército, la comparación de los períodos en cuestión exhibe que el “adiestramiento operacional en campaña” sufrirá en 2019 un recorte del 60 % (de 10 a 4 días), mientras que las horas de vuelo de la Fuerza Aérea experimentarán una merma del 67 % (de 33.810 a 10.200 horas). La Armada merece un párrafo aparte, dado el antecedente del trágico hundimiento del submarino ARA San Juan el 15 de noviembre de 2017. De manera inédita, en el presupuesto 2019 no hay metas operacionales planificadas, ya se trate de días de navegación de las embarcaciones u horas de vuelo de los aviones de la fuerza [4].

 

 

El futuro de las Fuerzas Armadas

Es indispensable que el próximo gobierno revise la actual composición del gasto de las Fuerzas Armadas, donde casi el 85 % se destina a salarios y pasividades. En este sentido debería fijarse un incremento gradual del financiamiento para inversiones y funcionamiento, con el objetivo de que estas partidas alcancen, en un tiempo prudencial, el 30 % del presupuesto anual de defensa.

Resulta perentorio detener el proceso de deterioro de las capacidades militares críticas y poner en marcha un programa de reequipamiento progresivo, razonable y presupuestariamente viable. Es el único modo en que las Fuerzas Armadas podrán adiestrarse para cumplir con su misión principal, así como con las misiones secundarias que les asigna el marco legal vigente. En efecto, resulta imprescindible quebrar la lógica desprofesionalizante del gobierno actual, que incorpora como paliativo –a través de compras de oportunidad– medios y materiales cuya función específica es la seguridad pública. Ello desnaturaliza la función militar. Si se sigue con la dinámica actual de desfinanciamiento crónico y securitización de la defensa, la Argentina deberá debatir en un futuro no tan lejano si quiere convertirse en el cuarto país latinoamericano sin Fuerzas Armadas, siguiendo la trayectoria de Costa Rica, Haití y Panamá. Ya circuló entre los principales asesores del Presidente Macri la idea de convertir a los militares en una “Guardia Nacional” [5].

En este contexto, y ante el carácter oneroso que supone la logística de sostenimiento de los medios militares, no resultaría desacertado evaluar, con vistas al futuro, algún esquema de financiamiento especial para las Fuerzas Armadas. Podría pensarse en algún tipo de fideicomiso que permita la adquisición de equipamiento a través de la reactivación y administración de bienes e inmuebles asignados en uso a las Fuerzas Armadas. El actual estado de postración operativa a que han llevado las políticas de Cambiemos difícilmente pueda subsanarse a través de presupuestos ordinarios, dedicados casi enteramente a pagar sueldos y pensiones.

No existe futuro para las Fuerzas Armadas si, como señala el Presidente, de lo que se trata en los próximos cuatro años es de “hacer lo mismo pero más rápido”. Eso significará, sin más, la carta de defunción del instrumento militar argentino.

 

 

*Profesor e investigador (UBA, UNQ, UNSAM). Ex Director General de Planeamiento y Estrategia del Ministerio de Defensa
[1] Ver Eissa, S. 2018. “Querida encogí a las FF.AA.”. El Cohete a la Luna. 30 de septiembre.
[2] Si se toma como indicador la relación con el presupuesto total, la información es la siguiente: en 2007, durante el último año de la presidencia de Néstor Kirchner, lo ejecutado en el Ministerio de Defensa representaba un 5,2% del total de gastos del gobierno nacional. Se trata del índice más alto de los últimos doce años. En 2018, antes del fenomenal ajuste implementado por Macri para el presupuesto 2019, ese porcentaje ya se había reducido al 3,9 por ciento. Ver Tarricone, M. y Di Santi, M. 2018. “Fuerzas Armadas: qué cambios propone el Gobierno y cómo evolucionó el gasto en Defensa”. Chequeado. 25 de julio.
[3] Dinatale, M. 2018. “Presupuesto de las Fuerzas Armadas en crisis: recortes de personal, ingeniería administrativa y venta de tierras”. Infobae. 22 de septiembre.
[4] Di Santi, M. y Slipczuk, M. 2018. “ARA San Juan: el presupuesto para la Armada se redujo en 2018 y 2019”. Chequeado. 15 de noviembre.
[5] Verbitsky, H. 2018. “Militares en Guardia  [Nacional]”. El Cohete a la Luna. 24 de abril.

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