Del Rodrigazo a Macri

Cómo se implantó y para qué la valorización financiera del capital

 

La historia no nos plantea sólo los problemas sino también las soluciones, pero eso no significa que sean las que necesita el pueblo, sino las que interesan adoptar a los sectores dominantes, hasta que los sectores populares alguna vez lo sean.

A fines de la década de los '60 y principios de los '70 en la Argentina los sectores dominantes enfrentaban la resistencia fabril y,  si bien es cierto que había poderosos capitales industriales y que se había conformado un tejido social en torno a una cadena de producción semi integrada y una masa crítica importante, ello no estaba exento de peligro para su concepción elitista y minoritaria.

En 1969, año del Cordobazo, llegó al país por primera vez el sociólogo norteamericano James Petras. Él mismo cuenta que se sorprendió cuando vio la capacidad tecnológica y operacional de nuestra industria, que éramos capaces de producir locomotoras y automóviles, que la división electrónica de FATE hacía la máquina de calcular “Cifra”, que el Profesor Manuel Sadosky, Vice Decano de la Facultad de Ciencias Exactsa de la UBA, había traído equipos de computación y creado el Instituto de Cálculo de esa Facultad, etc.   Petras le preguntó al Presidente de la Unión Industrial (UIA), Elbio Coelho,  por qué, si el país tenía una clase trabajadora numerosa, disciplinada, y con perspectivas de mayor capacitación, no existía una firme decisión de construir un país altamente industrializado. La respuesta de Coelho fue muy sincera: una clase obrera numerosa, capacitada y consciente podría disputarles el poder.

El temor a nuestros trabajadores era azuzado y funcional a los intereses de los Estados Unidos y demás países desarrollados, que terminada la época de trasplantar fábricas y ante los avances del transporte de carga, querían vendernos productos industriales  a cambio de nuestra carne, trigo y petróleo.

Pero la pregunta era, cómo desmantelar el tejido industrial, cómo levantar fábricas de 5.000, 7.000, 10.000 trabajadores sin producir una guerra civil, por un lado y, qué iba a ser de la población sin trabajo, por otra parte.

El gobierno nacional y popular de Perón fue sometido a un permanente desgaste, cuando la burguesía local a través de la Confederación General Económica (CGE) mantenía el rumbo. La muerte de Perón y las pintadas de judío marxista contra el ministro José Ber Gelbard logran que este renuncie.

 

José Gelbard, el ministro del Pacto Social de Perón.

 

Primero fue el desembarco  al frente del ministerio de economía de la Nación del  Presidente del BCRA, Alfredo Gómez Morales, quién devaluó nuestra moneda y levantó los controles de precios generalizando una inflación incipiente, disminuyendo el salario real. Pero la jugada de los monopolios estaba orquestada por Ricardo Mansueto Zinn, hombre del Grupo FIAT (y miembro del grupo Azcuénaga que fueron los que elaboraron el plan de Martínez de Hoz, y años más tarde directivo de SEVEL - MACRI), que fue vice ministro y cerebro de un ingeniero mecánico, nombrado ministro de economía en junio de 1975, Celestino Rodrigo .

El 4 de junio de 1975 el nuevo equipo devaluó el tipo de cambio en un 160%, el dólar pasó a valer de $ 10 a $ 26; duplicó en promedio el precio de las tarifas de servicios públicos y el transporte; aumentó el precio de los combustibles en un 180%; y a cambio concedió un aumento salarial del orden del 45%.

 

Los anuncios de Celestino Rodrigo desatan la hiperinflación.

 

Todo esto desató la remarcación de precios que arruinó a miles de industriales y, ante la presión de los trabajadores movilizados, aceptaron aumentos salariales muy superiores a lo acordado, pero que no pudo compensar la suba persistente de los precios.

El Rodrigazo fue la antesala del camino de valorización financiera del capital que se refleja en la dolarización de la cultura argentina. Desde entonces, la huída hacia esa divisa destruye la capacidad de ahorro en moneda local, lo que fue abonado porque ese 4 de junio de 1975, se liberó la tasa de interés para los depósitos[1] y los créditos de la banca privada y se ajustó la tasa de los bancos oficiales (BNA; BANADE; Hipotecario; CNAyS; y Banco de Tierra de Fuego), creando incluso títulos públicos alternativos al dólar como los VANA (Valores Nacionales Ajustables) que se ajustaban por inflación y llegaron a pagar tasas del 100% anual.

La inflación que se venía acelerando con Gómez Morales de un 32,6% acumulada de diciembre de 1974 a mayo de 1975, pasa  a ser del 63% en solo dos meses (junio y julio 1975). Por supuesto los índices de precios siguieron registrando aumentos del 10 al 11% mensual durante más de un año y paralelamente los salarios crecieron muy por debajo, en un marco en que se devaluaba crecientemente nuestra moneda.

La corrida hacía el dólar transformó el mercado de cambio local, hasta llevar  a la  divisa , en marzo de 1976, al precio más alto del que se hubiera tenido registro hasta ese entonces. La sub facturación de exportaciones y la sobre facturación de importaciones posibilitó la fuga de capitales a gran escala, reduciendo la inversión y generando déficit comercial.

Los recursos monetarios  (dinero creado por el BCRA, nuestra Base Monetaria, los pesos) tendían a reducirse por la inflación y a pasos agigantados se deterioraban los ingresos del sector público por el Efecto Olivera - Tanzi,  que implica que la recaudación que es en nuestra moneda, se erosionaba por la inflación que a su vez se retroalimentaba con la corrida al dólar y que, puede estimarse en seis meses una merma del 40% de la recaudación tributaria nacional y provincial en términos reales.

En un Estado sin poder de fuego, la burocracia sindical encabezada por Lorenzo Miguel se suma a la ola de resistencia popular y logra echar al mucamo presidencial, que renuncia el 11 de julio de 1975 y va como Embajador Plenipotenciario a España.

 

La movilización sindical acaba con López Rega y Rodrigo, pero las relaciones de fuerza ya son otras.

 

Pero ya no lo necesitaban, era claro que los sectores dominantes en acuerdo con la Embajada (hay cientos de cables entre el embajador Robert Hill y el Canciller Henry Kissinger que lo demuestran y corroboran) habían logrado quebrar la columna vertebral del peronismo y con ello subordinar al Estado, que era un espectador más de la valorización del capital y su fuga sistemática, sin atinar a hacer nada.

Los nueve meses posteriores al Rodrigazo configuraron una nueva relación de fuerza en la sociedad, la inflación erosionó el poder político y sindical e hizo depender al país del capital financiero internacional, encabezado por el FMI.

Casi sin resistencia,  con medidas de boicot, pero sin conducción ni coordinación que resista, se produce el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976.  No bien asumieron, el FMI le da un crédito de 100 millones de dólares para hacer frente a los pagos del primer semestre del año 1976, con lo que al 31 de marzo de ese año,  las Reservas Internacionales del BCRA pasan de 23 millones a 150 millones de dólares. En agosto de 1976 el FMI amplía el crédito en 250 millones de dólares y ese aval permite la política de endeudamiento que va a realizar la dictadura a posteriori.

El esquema se tradujo en un retraso de los niveles de ingresos de la población, en la liberación de los precios, y en el fomento a la competencia externa. También en tasas de interés tan altas como confiscatorias que para los tomadores de créditos superaba siempre la inflación,  aumento generalizado de los precios que en promedio entre 1976 y 1981 fue de 193 por ciento anual. Todo ello derrumbó el mercado interno con cierres de establecimientos, desocupación y bajos salarios y el Producto Interno Bruto.  La dictadura terminó en catástrofe y dejó como legado la destrucción de un sinnúmero de eslabones de la cadena productiva, una fuerte concentración, una profunda extranjerización, una impagable deuda externa y sobre todo, con un nuevo modo de acumulación y distribución de valorización financiera del capital.

La gran burguesía local, impulsora y partícipe de la dictadura, ante las altas tasas de interés internas (respecto de las tasas internacionales), tomó créditos en el exterior, no para realizar inversiones productivas, sino para obtener renta mediante colocaciones financieras. El endeudamiento externo del sector público le proveía los dólares que luego serían fugados al exterior. Los recursos que se fugaron tenían (como tienen ahora) su origen en el fuerte descenso del ingreso de los sectores del trabajo y la producción.

El Rodrigazo abortó el modelo sustitutivo de importaciones y transformó el comportamiento económico y social del país, como prolegómeno necesario al golpe de Estado de 1976. Este escenario de predominio de la especulación sobre la producción  potenció la concentración del capital, y trajo un alto nivel de exclusión social. La continuidad de este modelo en democracia, exigió una articulación entre sistema político y valorización financiera. La situación del sindicalismo y el rol que jugó su principal Confederación, muestran las formas de disciplinamiento o cooptación que sufrió el movimiento obrero argentino y las estrategias elegidas por sus dirigentes

 

El rol que nos reserva la división internacional del trabajo

Los Estados Unidos y los países centrales tenían reservado utilizar la creciente y barata mano de obra del este asiático para producir allí los bienes de mano de obra intensiva, pero la planificación no dio los resultados esperados cuando esencialmente la República Popular China ingresó a la OMC  (Organización Mundial de Comercio),  lo que provocó el desmantelamiento de gran parte de la industria de Occidente y el progresivo empeoramiento de las condiciones productivas. Ante las menores barreras comerciales, los demás países responden con la flexibilización laboral y la pérdida de derechos de sus trabajadores.

Hasta la crisis internacional iniciada en 2008, el mayor desarrollo tecnológico y el dominio financiero de los países centrales, promotores de la actual organización de la producción, preservaba a sus economías de las crónicas crisis que afectaban a la periferia. Sin embargo, la evolución productiva, sobre todo de China e India, agudizó la destrucción de puestos de trabajo de esas economías que exhiben la incapacidad de sus mercados para crear empleos como mecanismo de distribución del ingreso. Así, el excesivo endeudamiento generó una explosión inesperada, que exhibió la vulnerabilidad del sistema financiero y su necesidad de  desregular sus mercados laborales.

 

La Argentina de Cambiemos

El gobierno encabezado por Mauricio Macri vino a reimplantar el mismo modelo de valorización financiera, con los mismos beneficiarios y los mismos perjudicados. Pero esta vez duró mucho menos, por incompetencia del gobierno y  porque los principales colocadores de títulos de deuda argentina en el periodo de alto endeudamiento, son los fondos que se fueron desde el 25 de abril de 2018. Si aún les quedan algunos títulos públicos o privados argentinos, tratan de sacárselos como pueden de encima, confiados en que mañana van a costar menos de lo que los mal vendan hoy.  El único soporte del gobierno es el FMI,  pero ya no sirve como aval ante los capitales financieros del mundo, y ni siquiera puede garantizar que el valor de  nuestra moneda no derrape antes de las elecciones de octubre de este año.

Derrapar va a derrapar, el martes 7 de mayo de 2019 basta como muestra. Al vencimiento del pago de los rendimientos del BONAR 2024  por unos 1.600 millones de dólares, sus tenedores los cobraron y se los llevaron, como lo demuestra la reducción de las reservas internacionales del BCRA , en 1.926 millones de dólares  ese día.  También el martes 7 de mayo de 2019 el Tesoro de la Nación coloco LETES por 988 millones de dólares pero a 70 días, y a una tasa del 4% anual en dólares. Y también  antes de las elecciones nacionales, el gobierno coloco LECAP en pesos por 31.127 millones de nuestra moneda, pero con vencimiento en 49 días y a una tasa del 59,43% anual,  mayor que la que se puede obtener por un plazo fijo en el sistema financiero local que abona tasas del 50 al 56% anual  para imposiciones a 30 días.

Hasta octubre falta una eternidad de vencimientos de deuda, para un gobierno que cumple lo que el FMI le dice, pero que ni aún así deja de ser escarnio del sistema financiero mundial, que espera hacer fortunas comprando por la mitad, lo que hoy vale el doble.

El Rodrigazo, el plan de Martínez de Hoz, de Sourrouille, de Cavallo y ahora de Macri y el FMI, siempre estuvieron basados en la devaluación, el ajuste, la emisión de deuda, la apertura económica y la valorización financiera del capital .

Ya lo vivimos y aun así las fuerzas populares no atinan a dar respuestas, tal como pasó en los diez meses del 4 de junio de 1975 al 24 de marzo de 1976. Sabemos cómo terminó esa parte de nuestra historia.

 

 

 

 

[1] Pese a Gómez Morales continuaba la centralización de los depósitos y el BCRA regulaba las condiciones de depósitos y créditos

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