Depredadores y triunfalistas

Lecturas exitistas vs. fragilidad subyacente del gobierno

 

La costumbre política argentina de leer los resultados electorales no como una contingencia, sino como un veredicto estructural destinado a modificar para siempre el destino del país, ha alcanzado niveles sorprendentes tras las elecciones legislativas del pasado 26 de octubre. Donde antes había pesimismo y la imagen de un outsider desvalido luchando por mantener el dólar dentro del sistema de bandas, hoy impera un triunfalismo desbordado que procura ver en la victoria un fenómeno irreversible.

Esta proclividad a sobredimensionar las cosas, y a identificar tendencias de fondo en lugar de fenómenos electorales circunstanciales, encuentra anclaje –en el momento actual– en dos condiciones aparentemente potentes: la convergencia de élites tecnológicas disruptivas con liderazgos que a priori expresarían la “antipolítica” radical; y el acceso privilegiado, sin precedentes históricos, al “proveedor de dólares” que constituye la fuente de estabilidad económica duradera.

En este contexto, un grupo de analistas –al que definiremos como “exitistas” o “triunfalistas”– identifican en la victoria legislativa de Milei no solo un éxito coyuntural, sino la confirmación de que el país ha recibido una “invitación para el desarrollo”, respaldada por fuerzas globales capaces de superar cualquier resistencia local.

 

La hora de los depredadores

Para quienes sostienen la tesis de un cambio irrefrenable, el triunfo de Milei simboliza la manifestación local de un fenómeno global descrito por Giuliano da Empoli en su ensayo La hora de los depredadores. El sociólogo ítalo-suizo describe, con menos embelesamiento que sus exégetas vernáculos, a estos “depredadores” como una nueva élite autoritaria que se impone en el escenario mundial mediante el caos, la provocación y la velocidad, todo ello alimentado por tecnologías dominantes como la Inteligencia Artificial (IA) y por las redes sociales.

Esta hora estaría marcada por la alianza entre dos categorías de figuras: los líderes populistas extremistas inspirados en la figura premoderna de César Borgia (como Trump, Bukele o Milei) y los poderosos del mundo de la tecnología, como Elon Musk o Sam Altman, que operan libres de regulaciones. Vale la pena, al respecto, reproducir algunas de las afirmaciones de da Empoli:

“Lo que ha cambiado con relación a hace ocho años es que el zócalo sobre el que descansaba el antiguo orden se ha hundido. Si a mediados de la década de 2010 los partidarios del Brexit, de Trump y de Bolsonaro podían parecer unos grupos marginales que desafiaban el orden establecido y adoptaban una estrategia de caos, como hacen los insurgentes en guerra contra una potencia superior, hoy la situación se ha dado vuelta: el caos ya no es el arma de los rebeldes, sino la marca de los más fuertes” [1].

“Pero lo que está claro es que, más allá de preferencias individuales, la convergencia entre los señores de las tecnológicas y los borgianos es estructural. Estas dos especies de depredadores sacan su poder de la insurrección digital y ninguna de las dos está dispuesta a tolerar que se pongan límites a su voluntad de poderío (…) En la hora de los depredadores, los borgianos de todo el planeta ofrecen a los conquistadores digitales los territorios que gobiernan como un laboratorio, para que desplieguen en ellos su visión del futuro sin que se interpongan leyes o derechos de otros tiempos” [2].

 

 

 

Milei, bajo este prisma conceptual, tiene el estilo de un depredador. Forma parte de una generación de líderes que ha ejercido la agresión en todos los ámbitos, sin importar la fortaleza o la debilidad de quienes son objeto de sus invectivas. Esta mentalidad se alinea con el espíritu disruptor de las nuevas élites digitales, para quienes –advierte da Empoli– el antiguo eslogan de Facebook, “Move fast and break things” (muévete rápido y rompe cosas), constituye un principio rector. Así, los conquistadores tecnológicos se hallan en sintonía con políticos que buscan romper las reglas del Estado de derecho y liquidar lo que consideran anacrónico, ya se trate de la vieja guardia de “ñoños republicanos”, de los periodistas a los que no se odia lo suficiente o de la “casta” de profesores universitarios e investigadores científicos.

Da Empoli utiliza en La hora... imágenes potentes para describir la pérdida de soberanía que acompaña esta nueva era. Nuestras democracias occidentales se han comportado –sostiene– como los aztecas frente a los conquistadores: pasivos y entregados [3]. La vida social y política se traslada a una esfera digital que no está gobernada por la democracia, sino por lógicas de poder sobre las que no tenemos control. La aplicación Waze sirve como un ejemplo elocuente de este desplazamiento de la soberanía: en la práctica, un algoritmo, y no el alcalde o el Concejo Deliberante de una ciudad, es quien decide cómo se transita un territorio [4]. Esta esfera digital, al no estar sujeta a las reglas de la democracia, se convierte en lo que da Empoli llama una “Somalia digital”, un estado fallido donde las reglas las dictan los señores de la guerra, prevalece la violencia y solo los conceptos más extremos son exitosos [5].

El éxito de los depredadores se basa, según da Empoli, en la receptividad que encuentra en ciertos sectores de la sociedad su promesa de un “milagro” que altere sistemas políticos previamente percibidos como bloqueados o en crisis. En este sentido, Milei y su “inventor” Santiago Caputo, el Mago del Kremlin [6], siguen a rajatabla las prescripciones del sociólogo ítalo-suizo, al asignarle al último libro del Presidente argentino –un nuevo compendio que combina sus célebres plagios con hipérboles estadísticas disparatadas– el título La construcción del milagro. El libro fue presentado a puro alarido el pasado 6 de octubre, en el marco de un concierto brindado por una banda desafinada que se dedicó a destrozar en el Movistar Arena temas legendarios del rock argentino.

 

La invitación al desarrollo

Este triunfalismo estructural se vio catapultado por el análisis del politólogo radical Andrés Malamud, quien identifica en el momento actual del gobierno de Milei la consecución de un quiebre histórico que podría validar la solidez del proyecto libertario. En efecto, el investigador de la Universidad de Lisboa señala que el gobierno de Milei ha conseguido algo que nadie logró en la historia argentina: el acceso a la provisión infinita de dólares. Este abastecimiento –prosigue Malamud– no se logró ni mediante el blanqueo ni a través del Fondo Monetario Internacional (FMI), sino que se debe a que el Presidente libertario es el primero en la historia en tener incondicionalmente de su lado al que “maneja el cañón” que imprime los dólares: el gobierno de los Estados Unidos.

 

Andrés Malamud.

 

Malamud enmarca este fenómeno dentro de la teoría del “desarrollo por invitación”, una categoría a la que apela sin referencias a quienes acuñaron originalmente el concepto, los economistas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), Carlos Medeiros y Franklin Serrano [7]. El olavarriense ofuscó con su hipótesis a algunos de sus viejos correligionarios como Ricardo Alfonsín, quien consideró el análisis del politólogo “boina blanca” como una “simplificación ingenua” y una lectura “exageradamente optimista”.

La tesis del “desarrollo por invitación” describe el crecimiento económico de países que se benefician de un acceso privilegiado a los mercados y capitales de una potencia dominante. El modelo de desarrollo conceptualizado por Medeiros y Franklin se aplica a países que, de alguna manera, fueron “invitados” a integrarse en el sistema económico mundial a través de relaciones de dependencia con las potencias del momento. Se diferencia del desarrollo autónomo, ya que se basa en las oportunidades ofrecidas por la potencia dominante en lugar de respaldarse en un desarrollo impulsado internamente. La Argentina, según la interpretación triunfalista de Malamud, habría recibido, de manera inédita, la “invitación” para beneficiarse del acceso privilegiado a los capitales de la potencia hegemónica.

Lo que el “análisis exitista” tiende a omitir es que, hasta el domingo mismo de las elecciones, el gobierno no generaba en absoluto las expectativas necesarias para sostener el tipo de cambio. El triunfo electoral fue, en esencia, el resultado de un rescate político-financiero de Washington que evitó el colapso inmediato. La clave –que contradice lo que muchos pensamos respecto de que la idiosincrasia del votante argentino todavía gozaba de anticuerpos anti-injerencistas– fue la aceptación de una abierta intromisión del gobierno de los Estados Unidos en la campaña electoral. Según el siempre lúcido Atilio Borón, resulta difícil subestimar el impacto de esta intervención imperial en el proceso electoral, atrayendo a votantes decepcionados pero temerosos de lo que pudiera ocurrir “el día después” si el mileísmo llegase a ser derrotado. O, como ha señalado el analista mexicano Jorge Camacho: “La doctrina del shock, como la describió Naomi Klein, se activó con precisión quirúrgica. Una sociedad vulnerable, sometida a la incertidumbre, acepta el chantaje como salvación”.

Desde luego, esta intervención inédita –que supera con creces cualquier injerencismo previo– vendrá acompañada, como venimos advirtiendo en notas previas de El Cohete y como anticipó el propio Scott Bessent en la Casa Blanca, de notables concesiones de orden geopolítico y estratégico-militar.

 

Algunos ejes de una dura derrota

El exitismo post-electoral de exégetas que se sobregiran y extralimitan argumentos que ni Giuliano da Empoli ni Carlos Medeiros ni Franklin Serrano serían capaces de emplear no debe impedir, sin embargo, un ejercicio crítico acerca de las razones que llevaron al triunfo de La Libertad Avanza en los comicios del 26 de octubre, más allá de la decisiva intervención del tándem Trump-Bessent.

Dos artículos interesantes de análisis post-electoral fueron los elaborados por el mencionado Atilio Borón y por el Área de Política Subnacional y Relaciones Intergubernamentales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), ensayos que han puesto el foco de manera ecléctica en una multiplicidad de factores.

Borón comienza por identificar una desventaja organizativa crucial: mientras La Libertad Avanza logró la unificación y se presentó en los 24 distritos del país, Fuerza Patria lo hizo solo en 14, enfrentándose al mileísmo con una mixtura de diferentes sellos partidarios desorganizados y carentes de una estrategia compartida. Además, durante la campaña electoral bonaerense, por ejemplo, la lista opositora encabezada por Jorge Taiana no ofreció, según Borón, propuestas concretas de cómo salir del desastre económico y social, limitándose a la denuncia de los horrores del gobierno. El mensaje principal de la campaña, consistente en “sumar fuerzas en sentido contrario” para “frenar a Milei”, refleja con claridad que el eje estructurante de la discusión fue el propio Milei y que se careció completamente de un mensaje propositivo y de futuro.

 

Atilio Borón.

 

Borón advierte, por otra parte, que el fracaso opositor hunde también sus raíces en los profundos cambios producidos en el tejido social. En esta dirección, señala que el “sentido común” actual se encuentra dominado por un “radical individualismo alentado por la uberización del capitalismo de plataformas”. Este universo simbólico genera rechazo o indiferencia ante las clásicas estrategias de acción colectiva (articuladas a través de sindicatos y partidos políticos) y exalta a la denominada “antipolítica”. En este contexto, temas que otrora hubieran resultado devastadores para un oficialismo en campaña —como el caso Libra, las coimas del 3 por ciento de Karina, el narcogate de Espert, etc.— no alcanzaron a “conmover la fibra moral de los desencantados electores”. En una sociedad signada por el temor y la bronca, el temor demostró —según Borón— tener “mayor capacidad de formatear la conducta del electorado”. Ese temor, sin dudas, se alimenta del recuerdo del descalabro económico de la última etapa del gobierno de Alberto Fernández.

Por su parte, el análisis de los expertos de la UNSAM señala que las legislativas repitieron el fenómeno del voto dual o diferenciado observado en 2023. Los electores refrendaron la estabilidad y el apoyo a sus gobernadores a nivel provincial, pero a nivel nacional manifestaron un cansancio con las fuerzas políticas tradicionales que gobernaron en los últimos años, respaldando nuevamente a quien todavía consideran un outsider. Esta decisión resultó en la derrota de los partidos de los gobernadores en 13 provincias. El fracaso de la búsqueda de una tercera vía también se reveló contundente: el nuevo espacio Provincias Unidas, conformado por gobernadores como el santafesino Pullaro y el cordobés Llaryora, no logró convertirse en una alternativa viable frente a la polarización, quedando sus líderes en el futuro inmediato condenados a ser “convidados de piedra” del oficialismo.

 

 

El grupo de la UNSAM, que dirige Jacqueline Behrend (DPhil en Politics, Universidad de Oxford), entiende que a pesar de que La Libertad Avanza aumentó considerablemente su caudal de diputados y senadores, ganando bancas a costa del PRO, la UCR y los partidos provinciales, su victoria no le da garantías de permanencia: sigue sin tener quórum propio y se verá obligada a negociar o a seguir gobernando por decreto y a través de vetos presidenciales.

Llegados a este punto, corresponde señalar que la lectura exitista de Malamud debe contrastarse con la fragilidad subyacente de un gobierno que estaba destinado al fracaso ante la corrida bancaria en los días previos a la elección; y que logró providencialmente un auxilio financiero inédito para obtener aire y procurar terminar su mandato. Por supuesto, este apoyo traerá —como hemos señalado— costos incalculables en materia de renunciamientos geopolíticos y de concesiones de soberanía. Aún así, con el formidable apoyo del Tío Bessent y su “cañón de imprimir dólares”, cabe rebatir las posturas triunfalistas. Como advierten los expertos de la UNSAM, “los dos años que le quedan a Milei son largos y las cartas no están jugadas”. En este marco, el milagro político prometido por el depredador “se convierte en una distopía”, señala da Empoli, con el riesgo de un aumento de la corrupción y un creciente deterioro de la democracia.

La incapacidad de gestión demostrada en estos dos años de gobierno, sumada al incumplimiento de sus promesas —como el combate a la casta y la corrupción—, representan grietas significativas para el proyecto libertario. El electorado, aunque hoy se mueve por el temor, en el futuro inmediato reclamará a Milei, además de estabilidad de precios, políticas que generen crecimiento, aumento del empleo y condiciones para que la gente llegue a fin de mes. La crueldad de los ajustes y el desastre económico que, en la práctica, se seguirán sintiendo, a la larga terminarán por acotar notablemente las chances del “depredador” en 2027.

En paralelo, el desafío del peronismo y del campo popular no puede ser más urgente. Más allá de reorganizar sus fuerzas y resolver sus problemas de conducción, se debe superar la inercia de la antipolítica y del individualismo con una oferta que sea algo más que una simple resistencia. El peronismo, si lo que busca es reconquistar la confianza de una sociedad agotada, no puede limitarse a la consigna de que solo viene a “frenar a Milei” y “oponer una fuerza en contrario” al proyecto libertario. Demasiado poco para un movimiento con tanta historia.

 

* Luciano Anzelini es doctor en Ciencias Sociales (UBA) y profesor de Relaciones Internacionales (UBA-UNSAM-UNQ-UTDT).

 

[1] da Empoli, G. (2025). La hora de los depredadores. Seix Barral, p. 80.
[2] Ibídem, pp. 134-135.
[3] Ibídem, p. 10.
[4] Ibídem, p. 163.
[5] Ibídem, p. 179
[6] El mago del Kremlin (Seix Barral, 2023) es la obra que catapultó a la fama a Giuliano da Empoli, galardonada con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. Se trata de un relato de ficción, pero basado en personajes y hechos reales. El libro gira alrededor de la figura de Vadim Baranov, encarnación literaria del enigmático y poderoso Vladislav Surkov, un antiguo asesor de Vladimir Putin.
[7] Medeiros, C. y Serrano, F. (1999). “Padrões monetários internacionais e crescimento”. En J. L. Fiori (ed.), Estados e moedas no desenvolvimento das nações. Petrópolis: Vozes.

 

 

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