Derechos Humanos, fuente de Cultura

Una nueva estructura ministerial prodría conjuntar y conjugar Cultura, Educación y Derechos Humanos

 

La sociedad argentina del presente muestra una carencia con origen en su historia cultural-idiosincrática (Talcott Parsons, 1959), que ha sido fuertemente reforzada con el mensaje neoconservador de los últimos 30 años. Se trata de una creciente ausencia de valores en el relacionamiento ciudadano. Se ha instalado un bajo tono ético en nuestra interacción cotidiana. Es, sin duda, una problemática compleja, a la vez que de necesario y urgente tratamiento.

La futura calidad cultural de esta sociedad, en su proyección de mediano y largo plazo, dependería de un difícil proceso de deconstrucción que implique la identificación de los aspectos cualitativos y positivos de nuestra idiosincrasia para actualizarlos y fortalecerlos, y que también identifique los aspectos negativos que empobrecen la interacción ciudadana, para ser sustituidos con nuevos mensajes superadores y enriquecedores de la ética social.

Este trabajo de deconstrucción requerirá visión, energía política y tiempo por parte del Estado, las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en su conjunto.

Sobre la base de un diagnóstico que sea el resultado de una reflexión entre el Estado y las organizaciones sociales, se podrá convocar a la ciudadanía para su consulta, construyendo así los consensos necesarios para emprender la tarea de transformación cultural.

Al sólo efecto ilustrativo, con esa intención, se mencionan dos ejemplos –uno positivo y otro negativo— del universo cultural nacional.

El particular significado de la amistad tendría su impronta en las condiciones generales de la inmigración en los siglos XIX y XX; el individuo, en su soledad y necesidad de sustituir el espacio de contención cultural perdido, conforma nuevas relaciones en la vecindad y en las asociaciones de las colectividades. Esos nuevos vínculos se asentaron en la rica posibilidad de la amistad como ámbito de sustitución del afecto de la familia original. Se dio así una suerte de amistad fuerte, con connotación familiar.

También es necesario identificar los aspectos negativos para la convivencia. Un rasgo característico como tendencia entre nosotrxs, es la vida centrada en la dimensión individual a ultranza, con efectos fuertemente degradantes del vínculo social. Se instaló el individualismo como comportamiento social esperado, es decir, naturalizado. Ello, en parte, producto de los esfuerzos individuales que tuvieron que asumir los inmigrantes, dada la ausencia de aquel Estado que los había invitado a construir la nueva nación. Pero esta tendencia histórica se vio reforzada en las últimas décadas con la fortísima impronta individualista del capitalismo en su versión neoliberal.

La cuestión central u objetivo de la tarea sería el comportamiento de las mayorías populares (clases medias, sectores trabajadores, empresariado PYMES, clase media empobrecida, varias generaciones que sobreviven en marginalidad y pobreza absoluta), atravesado por rasgos con origen en la propia historia cultural y tendencias de nueva data, instaladas desde el mensaje neoliberal global.

La confluencia de tendencias (con origen local y externo) propiciaría un comportamiento popular confuso que lleva por momentos a no aprender de las propias experiencias y reiterar actitudes y decisiones que, a la postre, terminan deteriorando sus posibilidades y calidades de vida.

Parecería que el proceso de aprendizaje de la sociedad, para transformarse atendiendo a sus experiencias y genuinos intereses, se daría a partir de situaciones extremas. No obstante, esto no parece suficiente por sí mismo. La experiencia histórica demostraría que para la incorporación de las grandes lecciones colectivas es fundamental el rol activo del Estado democrático con todas sus contradicciones y limitaciones.

 

 

¿Cómo deconstruir el armado cultural?

El rol del Estado democrático es, a no dudarlo, el instrumento propiciador, el más adecuado para dar inicio a ese proceso.

Su capacidad para convocar las múltiples representatividades del conglomerado social es una de sus habilidades destacables. Esto es, la posibilidad de co-generar proyectos e iniciativas, a través de la participación y consultas, para el logro de los consensos y al final del camino obtener la necesaria legitimidad.

En ese contexto, el Estado a través de la educación con contenidos culturales novedosos y su difusión a través de medios informativos respetuosos de aquellos contenidos (tanto estatales como de financiamiento colectivo) parecen ofrecer resultados expectantes.

Dos experiencias culturales iluminan los pasos a seguir: el devenir de la problemática de los Derechos Humanos a partir de la recuperación democrática y las responsabilidades de las Fuerzas Armadas, ante el estado de derecho.

Ambas situaciones, vinculadas entre sí, llegaron a situaciones extremas. (En especial, las sufridas por las víctimas, pero también los victimarios, que al no reconocerse como tales siguen mostrando su extremismo.)

La más despiadada dictadura cívico-militar-eclesiástica deshumanizó las relaciones sociales del momento con la persecución, tortura sistemática, desaparición de 30.000 ciudadanxs, miles de presxs políticxs, cientos de miles de exiliadxs. Y en su relacionamiento externo, expuso a la Nación a la última ratio, una guerra internacional.

No obstante la envergadura destructiva ejercida por la dictadura sobre la sociedad, no surgió inmediata o mecánicamente el darse cuenta, la toma de conciencia, como actitud colectiva necesaria para garantizar y fortalecer un nunca más en el futuro de la sociedad.

Desde la presidencia de Raúl Alfonsín con la conformación de la CONADEP, el histórico Juicio a las Juntas Militares sin antecedentes internacionales, las leyes de la impunidad (Obediencia debida, Punto Final, y los indultos) hasta los intentos de reconciliación, todo ello, mostró idas y vueltas en un camino sinuoso y contradictorio, asemejando el movimiento de un péndulo.

La democracia, en su expresión de gobierno popular y progresista, inició en 2003 un sistemático y coherente trabajo cultural, a modo de Política de Estado para, precisamente, salir de esa situación pendular. Fueron doce años que dieron respuesta persistente a las pretensiones de olvido y reconciliación nacional. Tremendo y efectivo esfuerzo por aportar una sustancial mejoría en la cultura social de lxs argentinxs, desde los conceptos de Memoria, Verdad y Justicia.

El negacionismo, en el último intento conciliador con los genocidas (juzgados y presos con todas las garantías del debido proceso), utilizó una artimaña interpretativa del derecho (procesal-carcelario). El gobierno actual pretendió la libertad de esos delincuentes, proponiendo el criterio del 2X1; pero la reacción y movilización social de rechazo, por cuantiosa, por su composición y contenido, fue determinante. Se confirmó que el “Nunca Más” había producido un paso cualitativo, un punto de inflexión en la cultura social de lxs argentinxs.

Un proceso complementario se desarrolló —desde el gobierno de Alfonsín— en el ámbito de la Fuerzas Armadas que llevó a superar el llamado Partido Militar, lo que inauguró una búsqueda de profesionalidad en el marco de la democracia, esto es, asumiendo la subordinación al poder político democrático y como organización estatal ocupada de la defensa nacional frente a un eventual agresor estatal externo. Estos hechos fueron reforzados por la revisión de los planes de estudio y formación de las FF.AA., verificada en los 12 años de kirchnerismo.

Esta rica experiencia muestra muy a las claras las potencialidades del Estado Democrático para generar cultura con altísimos parámetros éticos destinados a regir la convivencia en sociedad. Se trató de una transformación cultural que advierte acerca de las capacidades de dicho Estado que, convocando a las organizaciones de la sociedad civil, logra la necesaria sinergia deconstructiva.

El ahora, el momento por el que transita la Patria a la luz del saqueo destructivo –cultural, institucional y económico— de los últimos cuatro años, muestra a las claras la imperiosa necesidad de comenzar a enriquecer el bagaje ético-cultural de nuestra sociedad.

 

¿Cómo hacerlo?

Ya se señaló la metodología. Un proceso de deconstrucción.

El campo o ámbito conceptual en el que intervenir es el denominado Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

Con mas precisión, se trataría de pesquisar y relevar aquellos valores que alimentan, dan base y sustentan los Derechos Humanos. Para luego tomar esos valores como argamasa para una enriquecida cultura que facilite y mejore nuestra convivencia ciudadana.

 

¿Qué se propone?

Un proceso con resultados a mediano y largo plazo, a iniciarse sin dilaciones, en el próximo gobierno democrático popular y progresista.

La propuesta cuenta con dos aspectos claramente legitimadores y facilitadores para el cambio cultural.

El primero consiste en tomar el legado, positivo y demostrado, de la Política Cultural de Estado que inauguró con contradicciones Raúl Alfonsín y que retomó para su fortalecimiento Néstor Kirchner en 2003, luego sostenido coherentemente por Cristina Fernández de Kirchner en sus dos mandatos.

Se trataría de una suerte de continuidad de aquel esfuerzo cultural, proponiendo ya no sólo concentrar la mirada en los Derechos Humanos sobre el genocidio de Estado que mantiene su absoluta legitimidad y necesidad de seguir avanzando. (La lucha continua en sede judicial, con el férreo compromiso de los organismos de derechos humanos y el firme acompañamiento del Estado en su expresión de gobierno, pero en el contexto de una sociedad ya concientizada.)

El enfoque ahora —sin restar importancia al anterior— enfatizaría como novedad la apropiación articulada del conjunto de valores que subyacen en la base de los Derechos Humanos, como materia prima para una nueva cultura de la convivencia social.

El segundo aspecto remarcable es que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos constituye en sí mismo un orden o sistema de valores. Por otra, ese sistema ha sido largamente trabajado, estudiado, y lo que resulta más significativo, ampliamente aceptado por comunidades nacionales y la comunidad internacional. Ya no es materia de discusión, goza de amplia legitimidad global, que se ha traducido en Tratados, Convenciones y organizaciones internacionales formales como la Organización de Naciones Unidas y sus organismos especializados. Dentro de ello, los derechos a la igualdad de genero, a la preservación de la niñez, al matrimonio igualitario, son partes constitutivas del derecho internacional de los Derechos Humanos.

Con lo cual estamos señalando algunos aspectos facilitadores de la tarea a realizar: como ya fue mencionado, en nuestra democracia tenemos antecedentes de políticas culturales de Estado que han sido muy exitosas. A su vez, el ámbito de los derechos humanos, sugerido para comenzar la transformación, goza de legitimidad nacional e internacional. Siendo en su totalidad paradigmas comprensibles para amplios sectores de la sociedad, y en este sentido nos parece el mejor camino para propiciar despertares en la conciencia colectiva.

Se trata de un primer abordaje, a ser enriquecido estableciendo las vinculaciones dentro del Derecho Internacional con las previsiones, tratados y convenciones para el cuidado del eco-sistema global, base y sustento para la humanidad.

Finalmente, como señalamiento orientativo se podría pensar en una nueva estructura ministerial que conjunte y conjugue, Cultura, Educación y Derechos Humanos; de tal manera, que el Estado sustente aquellos contenidos valóricos en la currícula para la instrucción, educación y formación de la ciudadanía toda.

Asumiendo este enfoque propositivo de gestión, el Estado podría interpelar al más amplio espectro de representatividades de la sociedad civil, incluyendo la consulta popular, con intención de lograr y enriquecer el requerido consenso, sobre la síntesis cultural estratégica, de Memoria, Verdad y Justicia.

 

 

 

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