DESARROLLO Y BRECHA TECNOLÓGICA

El desafío de transformar conocimientos científicos en tecnologías productivas

 

El estilo tecnológico del desarrollo inclusivo

Partimos de la definición propuesta por Oscar Varsavsky en los ‘70: “llamaremos Estilo Tecnológico a un conjunto de características cualitativas generales, comunes a todas las ramas de la tecnología (y la ciencia), deseables porque son directamente deducibles de los objetivos nacionales, y prácticas, en el sentido que ayudan a tomar decisiones pues no son compatibles con cualquier propuesta”. Revisitaremos la definición investigando su aplicación actual en el proyecto de Desarrollo Inclusivo, específicamente en el campo de la producción de bienes industriales o de servicios tecnológicos, es decir bienes o servicios que son producto de las tecnologías que se basan en las ciencias físicas y naturales, las ciencias de las ingenierías y la matemática (conjunto denominado por su acrónimo inglés STEM).

Concretamente un estilo tecnológico debe permitir decidir, en un todo de acuerdo con los objetivos nacionales, qué producir y cómo producir.

Comenzaremos nuestro análisis utilizando como “punto de entrada” el necesario acoplamiento entre el estilo tecnológico y los objetivos nacionales hegemónicos en la sociedad.

 

¿Qué producir?

Hay dos objetivos que no pueden escindirse: industrializar para crear puestos de trabajo de calidad y lograr una balanza comercial positiva que sostenga la industrialización.

Un país con un déficit crónico de divisas como el nuestro debe ser muy cuidadoso con las decisiones sobre los sectores a los que dirigir los modelos de sustitución de importaciones y creación de industrias dinámicas; estos modelos deben satisfacer varios requerimientos:

  1. Minimizar la inversión en divisas.
  2. Impulsar el desarrollo de nuevos puestos de trabajo.
  3. Factibilizar la exportación de productos o servicios de mayor complejidad y por ende de mayor valor agregado.
  4. Maximizar la interacción entre el sistema nacional de Ciencia y Tecnología (SNCyT) y el sector productivo con el fin de disponibilizar el uso de tecnologías avanzadas.

El problema no es sencillo. Aldo Ferrer escribió que “aunque el proceso de sustitución de importaciones avance simultáneamente en las industrias tradicionales y en las dinámicas, el peso creciente de estas puede impedir la reducción del coeficiente promedio de importaciones”.

Siendo que el sector industrial de nuestro país es incompleto, los procesos de sustitución de importaciones que se han intentado se estrellaron sistemáticamente contra la escasez de divisas (restricción externa).

 

¿Cómo producir?

Tratar de apalancar el proceso de sustitución de importaciones en la Inversión Extranjera Directa es contradictorio, simplemente porque no puede lograrse que los inversores extranjeros localicen en el país porcentajes crecientes de sus cadenas productivas; hoy menos que nunca ya que el modelo hegemónico en los países de alta industrialización es el de producción globalizada y si hubiese cambios a posteriori de la pandemia serían para el lado del reshoring.

“La instalación de industrias de bienes de consumo para sustituir importaciones y cuya actualización tecnológica depende de laboratorios situados en el exterior, no hace más que aumentar la dependencia tecnológica del país receptor” (Amílcar Herrera).

El objetivo es una “sustitución de importaciones inteligente” (SII), con la participación activa del SNCyT y el liderazgo imprescindible del Estado nacional. Esta SII debe fijar metas auditables en lo que hace a la modernización tecnológica de los productos y de los procesos productivos, en lo que hace a la calidad de la producción y a la disminución de costos para así converger con la producción internacional y ponernos en condiciones de exportar, y ya no solamente ahorrar divisas sino también generarlas.

En estos procesos la participación del Estado es fundamental, liderando entramado de pymes y organismos de CyT, usando en forma dirigida, no imparcial, el compre estatal y asumiendo el rol de estado empresario como ya lo ha venido haciendo exitosamente desde Nucleoeléctrica Argentina, INVAP, FAdeA y desde el polo de desarrollo YPF-YTEC-CONICET.

 

 

¿Cerrar la brecha o camino tecnológico independiente?

Pregunta fundamental: ¿necesitamos el desarrollo autónomo de tecnologías para cerrar la brecha tecnológica o para tomar caminos tecnológicos originales asumiendo que pudiesen existir?

En los ’70, con la ilusión de construcción del socialismo creíble y con sociedades lejos de la globalización productiva y comunicacional, el objetivo de cerrar la brecha fue criticado por Oscar Varsavsky y por la mayoría de los intelectuales que construyeron el modelo latinoamericano en ciencia, tecnología y sociedad; no desde el punto de vista de la posibilidad de desarrollar tecnologías alternativas sino desde la convicción de que cerrar la brecha era incorporar los modos de vida y condicionamientos ideológicos del “primer mundo”.

La realidad cambió, hoy la esperanza de construcción de una sociedad socialista ha sido reemplazada por la mucho más modesta esperanza de crear puestos de trabajo y de tener una balanza comercial superavitaria, ya no para superar la sociedad compartimentalizada en clases sino para lograr que los índices de desigualdad sean progresivamente menos dramáticos y la educación, la cultura, la vivienda y la salud bienes más ampliamente extendidos.

Hoy cerrar la brecha tecnológica es una aspiración que, muy modestamente, podemos definir como revolucionaria en el sentido que factibilizará una sociedad con menos desigualdad.

Es seguro que para que el país sea exitoso en la empresa de SII deberá recorrer caminos que ya se recorrieron en empresas y laboratorios del exterior con el apoyo de sus respectivos gobiernos. No se trata de auto-imponernos el ser originales, se trata de lograr independencia tecnológica para, en definitiva, aumentar los niveles de igualdad. Por ejemplo, en el desarrollo local de radares y satélites en INVAP y en el desarrollo de aviones en FAdeA no se pueden seguir caminos muy diferentes a los que constituyen el estado-del-arte internacional en sus áreas; lo importante es el desarrollo autónomo de tecnología para desarrollar pymes, formar profesionales jóvenes, concretar ahorros de divisas y crear puestos de trabajo de calidad.

Es importante tener en cuenta que en estos desarrollos hay una inevitable importación de partes, debida al hecho de que nuestra industria es incompleta; pero el uso de una tecnología propia permite seleccionar libremente a los proveedores y en el caso de radares y aviones los repuestos no pueden ser usados por los proveedores extranjeros como instrumento de control.

 

 

El rol del conocimiento científico

No hay desarrollo tecnológico autónomo sin un fuerte sector científico que le sirva de base. Por su lado el sector científico para desarrollar su potencialidad requiere la tracción del desarrollo tecnológico. Escribió Amílcar Herrera refiriéndose a la ciencia griega: “Las causas de su paralización y decadencia, sin efectos visibles en la sociedad de su tiempo, deben probablemente encontrarse en la estructura misma de esa sociedad que, basada en la esclavitud, no tenía estímulos suficientes para buscar su desarrollo material en el progreso de la tecnología”.

Nuestro país tiene y ha tenido históricamente un sector científico de excelencia pero con una baja transformación de los conocimientos científicos en tecnologías productivas. El gran desafío en esta nueva situación, en la que el SNCyT logró recuperarse del desfinanciamiento y del ninguneo del gobierno neoliberal para contribuir activamente en la lucha contra la pandemia, es avanzar en el camino de la transformación de conocimiento científico en tecnología.

 

 

 

 

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