Desatando el poder de los monopolios

El fracaso del Covax mostró los límites del modelo de gobernabilidad multisectorial

 

Varias décadas de expansión del capitalismo global monopólico han engendrado una enorme concentración del poder global que impacta sobre todos los aspectos de la vida social. La pandemia ha contribuido a desnudar los conflictos desatados por esta estructura de poder, tanto dentro de los países como a nivel internacional. Entre estas turbulencias se destaca la puja de un puñado de mega corporaciones por maximizar sus ganancias sin límite alguno, desgarrando en el proceso a las instituciones democráticas y afectando las decisiones y la capacidad de regulación de los Estados nacionales y de los organismos internacionales surgidos después de la Segunda Guerra.

En este contexto, el Foro Económico Mundial, que nuclea a las elites más poderosas del mundo, propone resolver la actual crisis sistémica “reseteando al capitalismo mundial”. Para ello, propugna la adopción de las tecnologías de la cuarta Revolución Industrial conjuntamente con una nueva forma de gobernabilidad mundial basada en la institucionalización de un diálogo entre actores que, con distintos intereses, provienen tanto del sector público como del privado y de la sociedad civil (empresarios, partidos políticos, sectores académicos, instituciones de investigación, organizaciones no gubernamentales, etc.). Este diálogo, sostenido a escala global, busca encontrar e implementar soluciones consensuadas a problemas comunes y globales. Debajo de esta fachada democrática se esconde, sin embargo, la estrategia de poder de un núcleo de monopolios tecnológicos que busca impregnar a las decisiones y regulaciones de las naciones y de los organismos internacionales con políticas que benefician a sus intereses específicos y consolidan su dominio sobre el mundo. En este modelo de gobernabilidad lo decisivo no radica en la relación entre los actores y sectores que se convocan sino en la disputa/negociación de las grandes corporaciones con los Estados nacionales y organismos internacionales. El objetivo último de las primeras es controlar los recursos y mecanismos de regulación que los segundos monopolizan y aplican en los territorios nacionales y en el escenario internacional.

En los últimos tiempos, sin embargo, el fracaso del mecanismo Covax en la lucha contra la pandemia ha mostrado los límites de este modelo de gobernabilidad multisectorial sacando a la intemperie la voracidad insaciable de un pequeño núcleo corporativo altamente tecnologizado y la dinámica irracional de un capitalismo que ha colocado a la humanidad en una situación sin salida. La impronta de ese modelo dominó a la estructura organizativa de Covax desde el vamos y los acuerdos logrados fueron el resultado de las decisiones de un conjunto de actores emanados de organismos públicos y privados, y de la sociedad civil: laboratorios, corporaciones farmacéuticas, institutos y organismos de investigación, representantes de la comunidad científica y fundaciones filantrópicas. Este conjunto fue liderado por la Fundación Gates y articulado por la Organización Mundial de la Salud, que quedó relegada a la supervisión. Covax fue lanzado en abril del 2020 y tuvo por objetivo lograr la contribución en dinero y otros recursos de los países más ricos para el desarrollo y producción acelerada de las vacunas contra el Covid-19. Otro objetivo fue la distribución mundial de 2.000 millones de estas vacunas en 2021, siguiendo para ello principios equitativos, a precios razonables, y sin costo alguno para los países más pobres.

Al día de la fecha Covax sólo ha repartido el 4% de las vacunas que se propuso repartir. Los gobiernos de los países ricos no invirtieron en Covax y, pasando por encima de los acuerdos estipulados, negociaron directamente con un puñado de corporaciones farmacéuticas para producir y apropiarse rápidamente de la mayor cantidad de vacunas. Así, a fines de junio del 2020 el Presidente Trump puso recursos técnicos, infraestructura y 10.000 millones (billions) de dólares al servicio de seis corporaciones farmacéuticas con las que firmó contratos sin estipular condiciones ni precios (marketwatch.com 24 6 2020). Hacia principios de junio de este año, sólo diez países habían administrado el 75% del total de las vacunas producidas en el mundo, algo que según el Secretario General de las Naciones Unidas “no sólo es claramente injusto sino contraproducente” (bbc.com 22 6 2021). Se refería así a la irracionalidad del acopio de vacunas por parte de unos pocos países frente a la carencia de la mayoría y a otros que las reciben con cuenta gotas. Esto ha permitido el avance incontenible de la pandemia y la mutación del virus en versiones cada vez más letales, situación que amenaza ahora con neutralizar la eficiencia de las vacunas existentes.

A poco más de un año de su creación, el mecanismo Covax demostró ser el escenario de una supuesta participación multisectorial que operó como fachada para encubrir el posicionamiento de un pequeño grupo de mega corporaciones farmacéuticas en su intento de realizar rápidas y enormes ganancias. Lograron así cooptar los recursos de los Estados más ricos y de la OMS y ganar “competitividad” frente a otras corporaciones farmacéuticas, infligiendo en el proceso un daño a la salud de la población mundial y facilitando la continuidad de la pandemia.

 

 

Naciones Unidas y el Sistema Alimentario Mundial

La convocatoria de Naciones Unidas para realizar a fines de este año una Cumbre Mundial sobre Sistemas Alimentarios y Desarrollo Sostenible parece seguir el mismo camino que siguió la OMS al organizar a Covax al inicio de la pandemia. Esto ocurre en un mundo donde la concentración económica avanza a pasos agigantados siguiendo una estrategia de control corporativo del sistema mundial de alimentos, tanto en lo que hace a la producción como a la comercialización, investigación tecnológica y financiamiento. En la década de los ‘70, 7.000 corporaciones controlaban la producción de semillas. Hoy la controlan sólo cuatro enormes agro-negocios. Esto es sólo un indicador del grado de concentración actual de la producción agropecuaria y de alimentos.

La digitalización de la vida cotidiana ha abierto un enorme potencial de ganancias y ha colocado a las actividades agropecuarias y a la producción y venta de alimentos en el centro de la pelea entre un puñado de enormes monopolios por la apropiación de recursos. Así, Amazon, Alibaba, Google y Tencent buscan hoy controlar a los agro-negocios y dominar a las cadenas de valor global de la producción de alimentos. En este contexto, la convocatoria de Naciones Unidas otorga a los monopolios tecnológicos una oportunidad única para imponer un modelo de gobernabilidad multisectorial a los organismos internacionales. Esta puede ser la fachada que utilicen para consolidar el uso de plataformas tecnológicas, inteligencia artificial, manejo del Big Data, robótica, etc., en la producción agropecuaria y de alimentos y, a través de estas tecnologías, expandir su dominio sobre recursos estratégicos para la vida humana y para el propio medio ambiente.

 

 

Oposición a los monopolios y su modelo de gobernabilidad

Una encuesta reciente muestra que el 94% de los adultos norteamericanos rechazan el control de la oferta global de vacunas contra el Covid-19 por parte de las corporaciones farmacéuticas. Tanto los que votaron a Biden como los que eligieron a Trump lo rechazan con la misma intensidad. La mayoría de los encuestados considera inaceptable que las corporaciones farmacéuticas hayan obtenido ganancias sustanciales con vacunas desarrolladas con financiación pública. Así, si bien los norteamericanos han sido especialmente privilegiados en la repartija mundial de vacunas, pareciera que empiezan a olfatear que detrás de las vacunas existe una trama de intereses corporativos que poco tiene que ver con el bien común (zerohedge.com 20 6 2021).

Asimismo, en los últimos tiempos se empieza a delinear una estrategia que busca oponer resistencia a los monopolios en distintas áreas de la vida social. Esta estrategia pasa por la acumulación de poder de un modo descentralizado y tejiendo complicidades solidarias e intereses comunes de abajo hacia arriba y en forma horizontal. Esta estrategia busca poner fin a la fragmentación y el aislamiento individual que produce la concentración del poder, da visibilidad a los intereses comunes y permite articularlos con otros intereses, potenciando así el alcance y la eficiencia de las acciones que se toman.

Este modo de operar apareció desde principios de este año en el árido mercado financiero norteamericano. En otras notas hemos analizado la rebelión de miles y miles de pequeños inversores nucleados en el grupo wallstreetbets (WSB) de la plataforma social reddit. Potenciando el impacto de múltiples pequeñas inversiones, el WSB actuó en varias oportunidades al unísono y en la misma dirección con el objetivo de infligir daños a grandes fondos de inversión que, posicionados en corto, jaqueaban a determinadas empresas con problemas.

La estrategia de acumular poder de un modo descentralizado, de abajo hacia arriba, también aparece en el plan formulado por el Panel de Expertos Internacionales en Sistemas Alimentarios Sostenibles (IPES, Long Food Movement), que nuclea y pretende dar voz y poder político a diversas redes de movimientos agroecológicos y campesinos, cooperativas y sindicatos de pequeños productores ubicados en distintos países y regiones del mundo. El IPES propone una serie de políticas destinadas a impedir la degradación del medio ambiente y de la biodiversidad y a dar presencia y voz política a las pequeñas y mini-empresas que desarrollan la agricultura, la ganadería y la pesca en el mundo. Este tipo de producción, ejercida en zonas rurales y urbanas, hoy asegura la subsistencia del 70% de la población mundial. Asimismo y según el IPES hoy hay más de 350 millones de granjas que innovan con 7.000 cultivos diferentes y 38 especies animales frente a enormes agro-negocios que, desarrollando solo 12 cultivos y 5 especie animales, poseen más del 75% de las tierras fértiles disponibles y son responsables por la creciente degradación de la tierra y del medio ambiente. El IPES busca impedir que los monopolios tecnológicos controlen el futuro del Consejo Internacional Digital para la Agricultura y la Producción de Alimentos (International digital council for food and agriculture) y que impongan su estrategia de poder a los Estados y a los organismos internacionales especializados en la producción agropecuaria y de alimentos.

 

 

La Argentina en el ojo del huracán

La Argentina puede producir alimentos para centenares de millones de personas. Sin embargo, más del 40% de su población y el 57% de los menores de 14 años son pobres. La producción agropecuaria está dominada por los agro-negocios mientras la producción industrial, y en particular los alimentos, son controlados por monopolios transnacionales. En estas circunstancias, el proyecto de un país inclusivo y soberano es imposible sin una transformación de la matriz productiva que permita, como manda la Constitución, satisfacer las necesidades de su población. Esta matriz viene de lejos y se profundizó con las políticas de Mauricio Macri y del FMI. Si bien no se la puede cambiar de un día para el otro, dejar pasar el tiempo sin aplicar políticas que tiendan a erradicarla implica profundizar las raíces de la pobreza y dar combustible a una oposición que siembre el miedo y el odio para desestabilizar a la democracia y controlar al país.

Esto es comprendido por los grandes empresarios que, olfateando debilidades y anticipando elecciones, han pasado a la ofensiva formando precios, especulando con los tipos de cambio, sobrefacturando importaciones y subfacturando exportaciones. Ahora anticipan una corrida cambiaria en los meses que vienen, cuando no haya cosechas para exportar, se acentué la caída de los precios de los commodities por los cambios que están ocurriendo a nivel internacional y haya que enfrentar pagos por 4.575 millones de dólares al FMI por amortización de la deuda e intereses. Creer que estas presiones amainarán si se hacen concesiones y/o una buena elección es creer en espejitos de colores. La Argentina está en el ojo del huracán que agita al mercado financiero internacional y a la pugna entre mega corporaciones. Su dependencia del dólar, sus recursos naturales y su producción agropecuaria atraen a las mega corporaciones que pujan por dominar al mundo. Al mismo tiempo, sus recursos, su gente y la coyuntura geopolítica le brindan la oportunidad de salir de la trampa.

La estrategia de vacunación seguida por el gobierno le ha permitido sobrevivir a las consecuencias del fracaso de Covax y a la violenta oposición macrista a las restricciones impuestas por la pandemia. Posicionándose geopolíticamente, el gobierno logró avanzar en la vacunación y empezar a producir localmente las vacunas. Ahora también puede fortalecerse políticamente si moviliza de abajo hacia arriba a sus votantes para controlar a la inflación en todos los eslabones de las principales cadenas de valor, empezando por los alimentos. Esto se puede hacer en forma organizada y con las restricciones que hoy existen por la pandemia. La formación de precios y la consiguiente inflación son actualmente el principal campo de batalla política. Movilizar es acumular poder y mostrar los dientes para imponer cambios a los poderosos intereses económicos y políticos que buscan desestabilizar al gobierno.

El último conflicto con la “mesa de la carne” y las organizaciones que nuclean a distintos sectores agropecuarios ha dejado al desnudo, entre otras cosas, la impunidad con que se forman los precios (6% de aumento de la carne durante el periodo en que las exportaciones estuvieron cerradas) y la impunidad con que se especula con los tipos de cambios, la subfacturación de exportaciones y las cantidades que se exportan. Esto ocurre a plena luz del día y ante organismos de control estatal que parecen dormir la siesta de la “simplificación de trámites” impuesta por el macrismo. Se impone pues un control inmediato de estos organismos y de la hidrovía por la que sale, sin control efectivo, más 80% de las exportaciones del país.

Por último, el gobierno podría aprovechar las turbulencias que azotan al dólar como moneda internacional de reserva, y los cambios que se están gestando en la estructura financiera internacional, para lanzar una moneda paralela que permita eventualmente poner fin a la dolarización de la economía.

 

 

 

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