Descorrer el velo

La verdad sobre el destino del músico brasileño Tenorio Jr.

Tenorio en Buenos Aires, en 1964, con el bajista Zezinho Alves y el baterista Pocho Lapouble.

 

Un cotejo de huellas dactilares. Esa fue la acción clave con la que la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad (PCCH), a cargo de Ángeles Ramos, despejó un enigma que obnubilaba a la música latinoamericana: la desaparición de Francisco Tenorio Jr. El pianista había venido a tocar a la Argentina en gira con Vinicius de Moraes y Toquinho. Fue visto por última vez en la madrugada del 18 de marzo de 1976, a una semana del golpe militar. Había salido del hotel a buscar algo para comer, por cigarrillos o por unas medicinas en la calle, según quienes lo trataron, antes de que, en pleno centro de Buenos Aires, fuera interceptado por un grupo de tareas parapolicial. Y a Tenorio se lo tragó la oscuridad. 

Descorrer el velo. Es lo que logró la pesquisa de la fiscal Ángela Ramos: determinó que a Tenorio, tras su secuestro, le habían disparado a quemarropa. Fueron varias detonaciones en el cuerpo. Y dos días después de que lo separaran a la fuerza de sus conocidos, el 20 de marzo de 1976, sus captores arrojaron el cadáver en un terreno baldío en la calle Belgrano y Ruta Panamericana, en Tigre. Allí, las autoridades policiales le habían tomado las huellas dactilares y, poco después, la autopsia certificó que había muerto por impactos de bala. La reconstrucción de su secuencia de muerte culminó en un típico procedimiento de los verdugos: Tenorio fue enterrado como N.N. en el cementerio de Benavídez, en la provincia de Buenos Aires. 

¿Por qué el cuerpo fue identificado ahora, después de años oculto en el secreto? Esencialmente, por un trabajo de archivo. Desde hace un tiempo, y con el objetivo de aportar información para las investigaciones por delitos de lesa humanidad, la Procuraduría avanzó en un proceso de revisión de expedientes tramitados por la Justicia penal entre 1975 y 1983. “Desde octubre de 2023 se acentuó una línea del trabajo que consiste en el análisis de causas iniciadas por el hallazgo de personas muertas, y cuya identidad era desconocida”, dijeron desde el organismo, en una tarea que empezó antes del gobierno de Javier Milei y que, pese a los recortes presupuestarios y el despido de numerosos empleados del sector, sigue avanzando con persistente estoicismo. 

Las causas judiciales de aquella época, contrariamente al deseo de borramiento que impulsaron luego los militares, concentran aún mucha información: lugar en el que fue encontrada la víctima, dónde fue inhumada, huellas dactilares, autopsias, peritajes y, en algunos casos extraordinarios, contienen sobres que resguardan material biológico que hoy puede ser reestudiado para intentar la extracción de ADN. En el caso de Tenorio, a partir del expediente recuperado por la Procuraduría y el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), habilitados por una orden de la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, se cotejaron las huellas del expediente judicial de 1976 con otras archivadas del pianista en Brasil. Fue entonces que, de ese modo, pudo ser confirmada la identidad del músico. 

De 34 años, considerado como una gran joya de la modernidad de Brasil, suerte de eslabón perdido entre la bossa nova y el jazz, se cree que el músico pudo haber sido secuestrado por error, porque lo confundieron con otra persona o por tener el aspecto exterior de un intelectual de izquierda, según los parámetros militares. “Tenorinho” era la manera cariñosa con que Vinicius de Moraes, el compositor brasileño más famoso de la época, autor del himno de la bossa nova Garota de Ipanema, llamaba a Francisco Tenorio Cerqueira Junior, el pianista que lo acompañó en el verano del ‘76 en una gira por Montevideo, Punta del Este y Buenos Aires. Vinicius y su banda, compuesta además por Toquinho en guitarra, Azeitona en el bajo y Mutinho en la batería, habían tocado en Europa con un éxito descomunal. Las tres fechas en el teatro Gran Rex —17, 18 y 19 de marzo— estaban agotadas. Vinicius aún lo desconocía, pero su recital del 17 de marzo de 1976 iba a ser la despedida definitiva de los grandes escenarios porteños.

Las gestiones de los músicos brasileños para saber acerca del paradero de su compañero fueron tan intensas como infructuosas. Más adelante, quienes lo buscaron con desesperación en Buenos Aires empezaron a entender que, posiblemente, estaban frente a una de las primeras víctimas del siniestro Plan Cóndor que conectaba a los servicios de inteligencia de las dictaduras del Cono Sur. Los militares brasileños conocerían la suerte de Tenorio, pero el caso nunca se resolvió. 

“Tenorinho. Tenorinho desapareció”, fue lo primero que escucharon los músicos de la gira de boca de Vinicius cuando atendieron el teléfono del hotel donde se hospedaban en Buenos Aires. Su performance había sido especialmente destacada por la prensa. El Cronista Comercial lo ponderó del siguiente modo: “El espectáculo presentó una revelación que sorprendió a muchos espectadores: la excelente labor de Tenorio. El pianista, además de acompañar eficazmente, ejecutó una brillante composición que, paradójicamente, se constituyó en la más auténtica expresión de la música contemporánea brasileña”. No era la primera vez que Tenorio pisaba suelo argentino, pero los melómanos sentían que había alcanzado una madurez musical a la altura de los grandes pianistas del jazz: “Manos de oro, autor de notable talento y enorme futuro”, según Ruy Castro, escritor de célebres libros sobre la bossa nova y la cultura carioca.

 

Tenorio en medio de la calle, cerca de su casa, en el barrio de Cosme Velho (Río de Janeiro).

 

En la reconstrucción judicial se comprobó que Francisco Tenorio salió solo del hotel Normandie, donde se hospedaba con los músicos, cerca de las tres de la madrugada. En la ciudad se respiraba un aire enrarecido y había razzias organizadas por las fuerzas de seguridad junto a organizaciones paramilitares como la Triple A. Los Ford Falcon aparecían como los garantes del orden en la lucha “contra la subversión”, que el gobierno de Isabel Perón había oficializado con decretos presidenciales. Si una buena parte de los argentinos no terminaba de entender qué pasaba en los días previos a uno de los golpes militares más sangrientos de la historia, menos un ciudadano brasileño que había llegado para tocar en un show musical. 

Algunas personas que lo habían visto en el hotel dijeron que le agarró hambre y salió a buscar un sándwich. Otras comentaron que había ido por cigarrillos y por unas aspirinas. Lo cierto es que en la habitación había dejado el pasaporte número 197.803. Nunca más lo volverían a ver. Tenía cuatro hijos y su mujer estaba embarazada de ocho meses. En la búsqueda del pianista, Vinicius de Moraes, que había sido diplomático durante años en el exterior, llamó a hospitales, comisarías y hasta a depósitos de cadáveres. Cuando fue a la embajada de Brasil, y pese a que estaba al tanto de la avanzada militar en Latinoamérica, no se imaginó que en esas mismas oficinas funcionaba un acuerdo secreto. Era la Operación Cóndor, un plan de inteligencia de las dictaduras del Cono Sur que se activó en 1975 para perseguir opositores políticos.

 

Tenorio y Carmen con sus hijos (Elisa, Francisco, Margarida y João Paulo).

 

Según la periodista Stella Calloni, especializada en el tema, la desaparición del pianista ocupó un capítulo del intercambio diplomático entre Brasil y la Argentina. “Los militares brasileños conocían la suerte de Tenorio, pero la estaban ocultando —reflexionó—. Hay documentos encontrados en los archivos de la policía política brasileña, el DOPS (Dirección de Orden Política y Social), que refieren a un mensaje dirigido por la ESMA a la Embajada brasileña informándole sobre el fallecimiento del pianista, secuestrado y torturado desde el 18 de marzo”. La hipótesis de Calloni es la que abonan la mayoría de los que investigaron el caso: que a Tenorio lo secuestró un comando ¿militar?, ¿paramilitar?, ¿policial?, que al parecer lo habría confundido con otra persona, y lo condujo tiempo después a la ESMA, donde lo torturaron y finalmente lo mataron. “Porque una vez que reconocieron que se habían equivocado de persona, ya no podían dejarlo libre. Habría sido un escándalo”, explicó la periodista.

Sin rendirse, aunque sin encontrar respuestas, Vinicius presentaba hábeas corpus, hablaba con el ex yerno que era cónsul en Buenos Aires, metía presión a políticos y diplomáticos, agitaba contactos en la prensa. Y después se recluía en el silencio. “Todos estábamos en shock. Vina estaba reflexivo y ensimismado; era parte de su personalidad reaccionar así cuando algo lo desbordaba. No había respuesta y la tristeza era abismal”, dijo Marta Rodríguez Santamaría, en aquella época la novia argentina de Vinicius. 

Se supo luego que Tenorio no era militante político ni tenía una posición ideológica asumida. Su ambición era exclusivamente estética: convertirse en un pianista de avanzada en la moderna música brasileña. Pero al momento de su desaparición, el physique du rôle era el de un intelectual de izquierda: pelo largo, barba, gafas cuadradas. “No era un hombre de presumir —acotó la ex mujer de Vinicius—, sino alguien bonachón y de bajo perfil. Era un estilo que estaba de moda; no necesariamente había que ser de izquierda, pero el contexto represivo etiquetaba las conductas. Igualmente nunca pensamos que había sido un secuestro. Pensamos, más bien, que Tenorio había enloquecido y se había ido por ahí”.

En meses de búsqueda no se recolectó ninguna prueba ni apareció siquiera un testigo. Marta y Vinicius juntaron todas las fotos de Tenorio. Y consultaron a una vidente. “Nos dijo que estaba en manos de militares en el sur. Esas fotos no las recuperé nunca más”, contó Marta Rodríguez Santamaría. 

Tenorio nació el 4 de julio de 1941 en el barrio residencial de Laranjeiras de Río de Janeiro en el seno de una familia de clase media-alta. Estimulado en el arte y en el estudio académico, a los 23 años grabó el disco Embalo mientras estudiaba Medicina. El trabajo causó furor en la prensa especializada. Piezas como Nebulosa, Samadhi, Sambinha y Fim de semana em Eldorado deslumbraron con un swing pegadizo que agitaba los cuerpos en las madrugadas de la bohemia carioca. “Pero él no quería ser el típico pianista que acompañaba al cantante. Era líder de grupos. Quería ser un pianista con su propia banda, sus propias composiciones, a la manera de un Bill Evans o un Horace Silver brasileño”, lo definió el cineasta Fernando Trueba, que dirigió el documental animado Dispararon al pianista

La pesquisa por la desaparición y muerte de Tenorio durmió por décadas en los archivos judiciales. Nunca llegó a juicio. Hasta 1997 el Estado argentino no había reconocido su responsabilidad en el tema. En 2006 un juez brasileño dictó una sentencia favorable para indemnizar a la familia. Cinco años después se colocó una placa en memoria de Tenorio Jr. en la fachada del hotel Normandie. Pero su entorno cercano no pudo superar la tragedia y abandonó la búsqueda.

Además de Stella Calloni, otro que llegó lejos fue el periodista brasileño Domingos Meirelles, que viajó a Buenos Aires con familiares de Tenorio. Allí encontró un escrito revelador firmado por Jorge “Tigre” Acosta, que nunca fue confirmado por autoridades argentinas. De acuerdo con el escrito, el 25 de marzo de 1976 la Armada envió un comunicado a la representación brasileña en Buenos Aires con el siguiente texto: “Lamentamos informar el fallecimiento del ciudadano brasileño Francisco Tenório Júnior, músico de profesión, residente en la ciudad de Río de Janeiro. El mismo se encontraba detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, lo cual fue oportunamente informado a esa Embajada. El cadáver se encuentra a disposición de la embajada en la morgue judicial de la ciudad de Buenos Aires”. Pese a que nunca se comprobó, el nombre de Alfredo Astiz se mencionó varias veces como su posible asesino. 

A casi cincuenta años de su asesinato, las huellas del rompecabezas sobre el cuerpo de Tenorio, por el trabajo conjunto de la Justicia argentina y el peritaje del EAAF, llegaron a su fin. “Era un hombre muy talentoso y afable, fue una pérdida notable”, lo calificó Caetano Veloso, y otra leyenda de la música popular brasileña, Danilo Caymmi, dijo que, enterado de su identificación, sintió tristeza y a la vez alivio. Algo semejante deben haber sentido sus familiares, que esperan ansiosamente los restos para darle sepultura en su tierra. 

 

Casamiento de Carmen y Tenorio en 1967.

 

 

 

 

 

 

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