Despatriarcalización como antídoto

Entrevista a la ex ministra de economía de Bolivia, Ana Teresa Morales Olivera

 

Bolivia recibió por quinto año consecutivo medalla de oro al crecimiento económico. Cambió la fisonomía del Estado con presencia de mujeres en cargos públicos, 60 por ciento de las cuales son indígenas. Y generó mecanismos de articulación con cientos de organizaciones de la calle. Descolonización, dicen ellos. Y despatriarcado. Ahora, ante la emergencia de las derechas en la región —con Bolsonaro como estandarte— enfrentan el dilema de entender si todo eso servirá como trinchera. Ana Teresa Morales Olivera fue ministra de Economía entre 2011 y 2015. Ovacionada en el Foro Mundial de Pensamiento Crítico, en esta entrevista dice que el único secreto para crecer fue hacer todo lo contrario de lo que les decía el Fondo Monetario Internacional. Y retoma a Álvaro García Linera para pensar más profundamente en un trabajo aún pendiente y fallido sobre los incluidos y aquello que una y otra vez se nombra como sentido común, ese sedimento humano conservador que se abre de modo catártico en medio de una crisis y vuelve a cerrarse en períodos de recesión.

¿Puede la economía, entonces, ayudar a construir un mundo de iguales?, le preguntaron en el encuentro. Y ella dijo que sí y que no. Dijo que sí y dio estos números: 11 millones de habitantes con 3 millones que salieron de la pobreza en los últimos diez años; 1,5 millón de cuentas bancarias cuando aun había una economía bancarizada y la gente pobre no tenía dinero para hacer una cuenta y hoy 10 millones de cuentas bancarias, la mayor parte con unos 500 dolares de ahorro, lo que quiere decir, dijo, que la gente pobre ha podido incluirse en un segmento de ingresos medios. Pero la economía no alcanza porque todo eso es reversible, dice, sino no construimos política.

¿Como viven este momento?

Preocupados. Los procesos progresistas están sufriendo duros ataques por las miradas del neoliberalismo y en Brasil, del fascismo. Y preocupa. Cuando había varios progresistas en la región era posible articular economías, sociedades, culturas. Pero ahora eso se bloquea. Diplomáticamente todo es difícil, más bien hay resistencias. Ya no hay aliados. Y como no hay aliados tenemos una ofensiva liberal, neoliberal y una conexión de todo eso los deseos de Estados Unidos. En todo foro internacional vemos a los países que antes eran nuestros aliados convertidos en nuestros enemigos, y eso muy complicado.

¿Cuáles son las fortalezas que les permitieron hasta ahora sostener el modelo?

Como dije hace un rato, han habido políticas económicas muy acertadas. Y se ha confiado mucho en la redistribución del crecimiento económico. Al revés, justo al revés, del neoliberalismo. Y te diría que el secreto es justo hacer lo contrario de lo que te decía el Fondo Monetario Internacional. Haciendo justo lo contrario es que hemos llegado al crecimiento económico. Esa es la receta económica, justo lo contrario. Y lo segundo, conectar eso con el empoderamiento de los sectores históricamente discriminados, oprimidos, que han sentido una liberación ya no económica, sino política. La inclusión en el aparato del Estado de dirigentes indígenas, de mujeres. Yo era parte de un gabinete donde la mitad éramos mujeres. Y la presencia de mujeres en el Estado, en los consejos municipales, en las alcaldías, en el parlamento donde la mitad son mujeres, y buena parte de ellas, 60 por ciento, indígenas. Eso significó un cambio en la fisonomía política del Estado, tan grande que revolucionó la lógica del Estado latinoamericano standard. Ahora los pueblos indígenas pisan fuerte en todo lugar. Entran a cualquier hotel cinco estrellas con su vestimenta indígena, cuando antes, hace diez o doce años, estaba prohibido y era imposible pisar las instalaciones de un hotel sino era como parte del servicio. O un banco. Ahora son autoridades, diputados, senadores, concejales, ministros. Creo que ahí entonces tenemos dos claves: una revolución descolonizadora y despatriacalizadora porque las mujeres hemos avanzado en el respeto de derechos.

 

Foto: Luis Angeletti

 

En ese sentido, ¿cuánto incidió el trabajo contra el acoso político a las mujeres? ¿Cómo fue?

Sacamos una ley contra la discriminación y acoso político contra las mujeres. Es la única ley en el mundo que combate el acoso político a las lideresas políticas y sindicales. El acoso político aparece cuando comienzas a ser líder, a dirigir un grupo social o político, y utilizan tu condición de género para lastimar tu posibilidad de continuar. Lo hacen tanto tus propios compañeros de partido como los opositores. Y la ley garantiza que cuando hay acoso político se pueda abrir un proceso judicial vía código penal, pero también político. Por ejemplo, cuando una alcaldesa campesina renuncia por acoso político, la renuncia no es válida. Se valida una vez que se comprueba que no ha habido presiones contra el esposo o contra los hijos para que esa mujer abandone su cargo. El acoso es ideológico. Muchas veces los propios compañeros de las organizaciones políticas de las mujeres comienzan a decirle al esposo: No está bien que tu esposa salga de casa hasta las tantas horas de la noche. O a los hijos: No está bien que tu madre no acepte ser madre y se dedique a otra cosa. Ese acoso sobre mujeres dirigentas sindicales o partidarias está penado. Hubo muchos casos. Por cuotas, las mujeres aparecían en las listas, ganaban elecciones, pero luego eran corridas por los propios compañeros. O incluso por otros partidos que complicaban la vida al esposo. Esa ley fue sancionada hace tres o cuatro años, y a partir de entonces ninguna renuncia de mujer es válida cuando se origina en este tipo de acoso.

Varios líderes hablaron de algo así como un problema de lealtad, en las nuevas clases medias incluidas. También usted. Pero, ¿cómo imagina ese otro tipo de ascenso posible?

Hay que hacer trabajo sobre los imaginarios colectivos. Creo que lo importante es que haya un horizonte diferente al de la clase media occidental. Una forma distinta de ser clase media, o ser gente de ingresos medios. Una lógica que dialogue culturalmente con la dignidad, la equidad, la ética, la condición social y comunitaria de la vida. Eso es importante. Pero en Bolivia no hemos resuelto ese problema. Y tampoco creo que estemos trabajando bien con la clase media. No estamos resolviendo ese sentido común que es un tarea imprescindible porque si no hacemos ese trabajo, nuestro cambio económico es reversible. Como dije hoy, esos cambios son totalmente reversibles, si no se hace trabajo cultural, ideológico y político entre quienes salieron de la pobreza. Cuando la gente estaba en la pobreza tenía un espacio de solidaridad, estrategias de supervivencia, redes de apoyo social que comienzan a perderse cuando entran a tener ingresos medios, se desarraigan y comienzan a ser parte de una nueva clase media que copia la lógica de la antigua clase media. Ingresa a la clase media, tiene que haber ahí una oferta ideológica, cultural, que penetre y cambie sentidos. De otra manera incluso Bolivia va a caer, porque el cambio económico es irrelevante sino hay trabajo ideológico.

¿No hay una clave en esa relación entre partido y movimiento?

Sí hay una clave. La conexión del gobierno con las organizaciones sociales es una clave para que haya un respaldo político y social importante. Lo bueno de haber empoderado a la gente mas pobre es que esa gente tiene organizaciones sociales fortalecidas. Y esa fortaleza es el respaldo del gobierno. Ahora han salido de la pobreza, y están con ingresos mejores, y con condiciones mejores de inclusión política y son el respaldo político del gobierno. Y esa es una de las cosas que nos ha vacunado contra las caídas de los gobiernos progresistas porque no ha habido nunca una manera de desvincularse. El presidente Evo no toma nunca una decisión sin sentarse con los dirigentes de las organizaciones sociales concentrados en el Consejo Nacional del Cambio. Ninguna decisión trascendental se toma si no se pasa horas y horas discutiendo con ellos. Y si el Consejo lo aprueba. Allí hay organizaciones sindicales, vecinales, deportistas, todo lo que podríamos llamar lo popular. En Bolivia hay mucha lógica corporativa. Y todos están organizados. Ellos se organizan en el Consejo y es el que le pone el visto bueno al Presidente. Y esto es un espacio complementario. La mayor parte de los senadores y diputados del Congreso responden a organizaciones principalmente del MAS, en cambio los dirigentes del Consejo no necesariamente pertenecen a ese espacio.

¿El futuro?

Hacia adelante no lo veo claro. No lo vemos claro desde Bolivia. Tenemos una coyuntura muy difícil. Y aquí uno recoge mucho insumos para darle vueltas a algunas cosas porque en realidad los procesos progresistas en el resto de los países han ido cayendo de una y otra manera, y queremos vacunarnos para no cometer los mismos errores, pero para eso hay que ponerle mucho pienso y mucha convocatoria de organizaciones. Por eso estuvo Álvaro y estuvimos nosotros, para entender y ver América Latina y saber también dónde están las fortalezas y debilidades de los procesos de cambio. Lo que yo he dicho en el evento fue una clave de lo que no debemos hacer que es simplemente trabajar en economía, incluir en economía y creer que la tarea ya esta hecha. Cuando la tarea es sólo económica, los cambios son reversibles. Si cambiamos pautas culturales, vamos a lograr un futuro mejor para nuestra patria.

 

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