Destino final

Una muestra fotográfica de 20 años de investigación

 

Apenas se entra al quinto piso del Centro Cultural Kirchner, un cartel anuncia la muestra interactiva “Destino final” bajo la autoría del fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo, y entonces se escuchan voces: son los audios de testigos que sobrevivieron al horror. Al caminar por las diversas salas hay gigantografías, textos, videos y un archivo de 90 fotos con eje en los vuelos de la muerte. Es imposible sentirse ajeno, más allá del conocimiento previo del ocasional visitante, a las imágenes documentales del fotógrafo sobre el Equipo Argentino de Antropología, centros clandestinos, sobrevivientes y familiares de las víctimas junto a textos del juez Baltasar Garzón, Taty Almeida, Horacio Verbitsky, Enrique Piñeyro, Carlos “Maco” Somigliana, Alejandro Covello y el relato de la periodista y ex detenida Miriam Lewin y del propio Giancarlo Ceraudo extraídos del libro Destino final, publicado en 2017, y cuya base compone el material de la muestra.

No es, en efecto, cualquier colección fotográfica. Además de la fina mirada de Ceraudo, capaz de encontrar el encuadre justo, el sofisticado contraste lumínico y capturar el gesto humano para construir su propia poética de la memoria, hay un notable rasgo: se cree que es la única colección en el mundo que llevó a la sentencia de dos cadenas perpetuas por crímenes del terrorismo de Estado.

Todo se remonta al 14 de diciembre de 1977, cuando el avión Skyvan PA-51 de la Prefectura despegó desde el Aeroparque Jorge Newbery para arrojar macabramente a las aguas del mar argentino a las Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, María Eugenia Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga, secuestradas en el operativo de la iglesia de la Santa Cruz tras la infiltración de Alfredo Astiz. Allí también viajaban las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet. A pocos días de ese vuelo, el océano devolvió algunos de los cuerpos en la playa de Santa Teresita.

Mucho tiempo después, tras años de impunidad, la Justicia argentina acreditó que el Skyvan se usó para los vuelos de la muerte que partían con prisioneros desde la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Hoy, en un hecho inédito, el Estado compró dicho avión en Estados Unidos y será repatriado en las próximas semanas para exponerlo como símbolo del terror en el Museo Sitio de Memoria ESMA.

¿Cómo es que la Justicia acreditó los hechos? Por una investigación que hicieron Ceraudo y Lewin sobre varias aeronaves comprometidas en los vuelos de la muerte y de las planillas de vuelo correspondientes. Al comparar los informes médico-legales de los cuerpos tirados en el mar argentino y en base a los datos de los planes de vuelo, la Justicia concluyó que las víctimas habían sido arrojadas desde el Skyvan PA-51, encontrado por Ceraudo y Lewin en Fort Lauderdale, Estados Unidos. Otros dos aviones, modelo Lockheed Electra, fueron encontrados en Buenos Aires y Bahía Blanca, mientras que unos últimos dos, modelo Short Skyvan, aparecieron en Luxemburgo.

El papá de Giancarlo Ceraudo lo llevaba de niño al aeropuerto a ver despegar los aviones. Un amigo piloto de la familia, además, lo subía a bordo para sobrevolar Roma. Giancarlo confiesa que creció sabiendo que los objetos podían narrar cosas. Así, se enfocó en los aviones del horror para encontrar respuestas, y a partir de los aviones, en los pilotos. Cuando llegó a la Argentina para cubrir los coletazos de la crisis del 2001, conoció a Taty Almeida y sintió que la memoria era una herida abierta. Uno de los hechos que más lo había conmovido en el exterior fue el de los vuelos de la muerte. Y quiso saber más.

“Mi pregunta inicial fue saber dónde estaban los aviones. Me di cuenta de que se les había perdido el rastro, luego se sumó Miriam Lewin e iniciamos una investigación que llevó mucho tiempo. El trabajo fotográfico que hoy derivó en la muestra duró 20 años, y en el medio aportamos pruebas cuando la Justicia nos las requirió. Es emocionante que eso haya llevado a condenar represores”, dice Ceraudo en diálogo con El Cohete a la Luna. La muestra estará abierta al público hasta el 2 de julio, de 14 a 20 y de miércoles a domingo, todo en el quinto piso del Kirchner, bajo el marco del Proyecto Ballena con curaduría de Arianna Rinaldo y coordinación de Flor Guzzetti.

Nunca se hubiera imaginado el fotógrafo que su curiosidad profesional se trasladaría a los expedientes judiciales. Fue una larga pesquisa en la que recopiló información sobre aquellos vuelos con detalladas planillas en las que se incluían el modelo de la aeronave, el número de serie, la fecha del vuelo, el itinerario, el nombre del piloto y la duración de las misiones. Aquellos documentos, en rigor, representaron una invaluable prueba de acusación en manos de la Justicia argentina. De hecho, así se pudo acusar y condenar a prisión perpetua a dos ex pilotos de la Prefectura Naval después de cuarenta años de cometidos los delitos.

Fue entonces que, el 12 de abril de 2011, un fiscal solicitó la detención de Enrique José De Saint Georges, Mario Daniel Arrú y Alejandro Domingo D'Agostino, tres de los pilotos, quienes, según los planes de vuelo, figuraban al mando del Skyvan PA-51 la noche del 14 de diciembre de 1977. La siniestra forma de exterminio, cuya existencia confirmó Adolfo Scillingo en 1995, quedaba por primera vez en evidencia en un proceso judicial. El 29 de noviembre de 2017, finalmente, Arrú y D'Agostino fueron condenados a cadena perpetua en el marco de la Megacausa ESMA. Saint Georges murió en las instancias finales del juicio.

Giancarlo Ceraudo dice que conoce muchos museos y siente que el Centro Cultural Kirchner es uno de los más lindos del mundo. Sus imágenes forman parte de la colección del MAXXI (Museo Nacional de las Artes del Siglo XXI, Roma) y han sido expuestas en galerías de Italia, España, Francia y Estados Unidos. “Estar veinte años en un proyecto es una vida. Se construyó con las relaciones, no fue un trabajo temporario, sino que se requirió un conocimiento profundo. La solidaridad, las amistades y la empatía que recibí en este tiempo fueron un gran cobijo porque fotografiar la memoria es algo complejo, un tanto frustrante, algo que produce un agotamiento emocional. La belleza de los encuentros, entonces, fue lo más extraordinario”, define sobre su muestra.

 

 Inauguración de "Destino final". Foto: Romina Santarelli / Ministerio de Cultura de la Nación.

 

 

La tarea de un fotógrafo suele estar en la contemporaneidad, en el puro presente. “Uno puede sacar 200 fotos en un día sobre una cobertura y después edita y le quedan cuatro. Pero acá, con la memoria, solía trabajar con objetos, muros, y era más un trabajo de pintura que de fotografía. Tomó otra dimensión, quedaban dos o tres fotos en un año. Había que tener una gran paciencia y tenacidad”.

Probó diversos tipos de registro. Recreó hechos que le habían contado de un centro clandestino, ensayó con una luz reflejada en el muro, armó la puesta en escena de sus fotos como espacio de reflexión: un tejido hecho no sólo de pensar una imagen, sino de leer libros, investigar, hablar con sobrevivientes.

En la muestra hay videos, textos y sonidos que completan los relatos fotográficos. “Es un lujo construir un espacio de creación por fuera de los proyectos que se conciben a corto plazo, sin mirar más allá —puntualiza, acerca de su proceso creativo—. Siempre había algo que me volvía a conectar, porque estos trabajos no son pagos y hay que trabajar para vivir. ¡20 años fue demasiado! El título, Destino final, me instaba a seguir trabajando hasta llegar alguna vez a la muestra. Y ahora ese momento ocurrió, justo cuando se conoció la noticia de la repatriación de un avión de la muerte. Es algo muy emocionante”, sostiene Ceraudo.

 

 

 

 

 

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