DETECTAR Y DESPUÉS

La poca y mala asistencia alimentaria es otro eje que preocupa

 

El ABC de la política indica que, antes de implementar cualquier programa o plan para los habitantes de un barrio, el gobierno en cuestión se debe sentar con las organizaciones sociales que trabajan en el territorio. Son sus militantes quienes mejor conocen las características de las viviendas, las particularidades de sus vecines, sus costumbres, su manera de habitar y organizarse. Por esa razón es que esa escucha, esa articulación de tareas se vuelve imprescindible si se busca que el plan funcione. Sin embargo hoy, a 110 días de la mayor crisis sanitaria del mundo, las organizaciones de los barrios populares no son tenidas en cuenta por el Gobierno porteño –o al menos no lo suficiente— al momento de coordinar acciones. Pero eso no las hace menos presentes. Por el contrario, son las que tejen las redes que impiden que todo se caiga. Y las que día tras día multiplican los reclamos y exigencias para arrancar políticas públicas más inclusivas.

Los días 13, 14 y 15 de junio llegó a La Boca el plan DetectAr. Los casos en villas y asentamientos estaban creciendo de manera acelerada y, debido a las características habitacionales de La Boca, las organizaciones comenzaron a exigir la búsqueda activa de casos de coronavirus para frenar a tiempo su propagación en el barrio. El aislamiento en las viviendas multifamiliares como los conventillos es prácticamente imposible. La mayoría de sus habitantes comparten espacios comunes como el patio, el baño o la cocina. La búsqueda de contactos estrechos se complejiza. Más aún si no se conoce a las familias.

El gobierno porteño confirmó la realización del DetectAr menos de 48 horas antes. No sólo faltó previsión sino también información, recursos humanos y organización. El Ministerio de Salud de la Ciudad desembarcó con listados de direcciones para recorrer, que en muchos casos no tenían correlato con la realidad. Lo mismo ocurrió días después en Barracas, donde los voluntarios tocaban un timbre tras otro sin respuesta.

Pese a esto, los equipos de voluntarios y trabajadores de la salud lograron hacer la recorrida, difundir las medidas de prevención y que les vecines se acercaran a la Escuela 3 del campito o a la Técnica 10 en el caso de Barracas para ser entrevistados y, según el caso, hisopados.

Pero la falta de información clara sobre el circuito posterior al hisopado o, en muchos casos, los relatos de personas que no fueron correctamente atendidas en los sitios donde esperaron los resultados o donde fueron enviadas a realizar el aislamiento, complicaron y complican la decisión de aquellos que, por síntomas o por contacto estrecho, deberían ser testeados.

Los resultados de los tres días de operativo en La Boca fueron bajos: 83 hisopados, 17 positivos. Mientras que en otros barrios como Flores o Balvanera la cantidad de personas testeadas fue más del doble. Al 2 de julio los números totales marcan que La Boca tiene 596 casos positivos mientras que Barracas ya acumula 2.320 y es el barrio donde más creció la cantidad de contagios en la última semana.

 

 

Post DetectAr

Una vez terminado el operativo intensivo, el DetectAr se queda con un móvil sanitario en los barrios con curvas crecientes de contagio, para continuar con la detección. Además el gobierno porteño debe seguir presente en las zonas vulnerables, asistiendo a las familias contagiadas o aisladas al menos por dos semanas.

Por lo general, en La Boca se trata de familias que ya venían buscando el almuerzo, la merienda y/o la cena en comedores y que ahora, aisladas en sus casas, aguardan que el Estado les garantice la asistencia alimentaria. Sin embargo, según denuncian desde la Red de Cooperación del barrio, el Gobierno está tardando varios días en concretar la entrega que, además, no tiene en cuenta la importancia de ingerir alimentos nutritivos para estar en mejores condiciones para enfrentar la enfermedad. Por eso, cada vez que es posible, son las propias organizaciones las que, gracias a donaciones solidarias, le suman a ese bolsón productos como huevos, naranjas y carne.

Otra situación que despertó el reclamo de las más de 50 organizaciones nucleadas en la Red fue la falta de garantías en los traslados cuando, a falta de unidad sanitaria móvil, les vecines se debieron ir a testear, por ejemplo, a Balvanera. Hubo casos donde las personas regresaron desde el Centro a esperar los resultados en su casa en transporte público.

Para insistir en una mayor articulación que mejore las condiciones de prevención y de atención, la Red le envió al Ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, una carta en la que vuelve a pedir ser parte del post DetectAr pero que, a la vez, advierte que deben cumplirse ciertas condiciones como que los testeos se realicen en el barrio; que los listados para la búsqueda activa tenga en claros criterios de prioridad de intervención; que se designe un coordinador permanente en el centro operativo; que se realicen testeos rápidos a los miembros de las organizaciones que participan del proceso, que se garantice la asistencia alimentaria y de higiene para aquellos/as vecinos/as que se encuentren aislados/as en sus domicilios en tiempo, forma, calidad y cantidad suficiente; y que se realicen seguimientos eficientes de las personas hisopadas.

 

 

De hoteles y centros de golf

La villa 21-24 es la tercera con más casos de Covid-19 en la Ciudad. Mientras en la 31 de Retiro los contagios se pudieron ir controlando luego de un pésimo arranque que no escuchó las alertas de las organizaciones, la villa de Barracas está cerca de alcanzar los 2.000 contagios.

El DetectAr llegó hace ya un mes y medio (el 18 de mayo). Como relatamos en la edición de junio de Sur Capitalino, las primeras experiencias de testeo, espera y derivación fueron de mucho maltrato hacia las y los vecinos. Según las denuncias de las organizaciones sociales del barrio y de los propios trabajadores y trabajadoras de los Cesac y del Cemar, las cosas no mejoraron demasiado. Con la instalación de un laboratorio en el Cemar de la avenida Iriarte 3501, sí se logró acelerar la entrega de los resultados de los hisopados por lo que la instancia de espera se hace más corta. Sin embargo, hoy el ojo está puesto en la etapa de aislamiento.

“Estamos preocupados por las condiciones de aislamiento extra-domiciliario de la población del barrio. Las políticas que se implementan desconocen las necesidades de la población, generando situaciones de violencias y maltrato de todo tipo, y vulnerando derechos básicos de las personas”, señalaron les trabajadores de la salud en un comunicado.

En ese sentido, exigieron que se garanticen “plazas en hoteles con servicios adecuados de higiene, alimentación, conectividad, privacidad, y preservando la unidad familiar”, ya que “las condiciones deficientes de los espacios para la espera de resultados de los centros de testeo, y de los centros de aislamiento como Costa Salguero impactan en la viabilidad de la estrategia de testeos”. Es decir, si no se garantizan condiciones dignas, mucha gente se resiste a ir.

Costa Salguero es uno de los 44 centros de aislamiento para casos leves que dependen de la Ciudad, donde actualmente se encuentran, en total, más de 4.500 personas. La principal diferencia entre Costa Salguero y la habitación de un hotel es que en el ex centro de golf las personas conviven (duermen, comen) todas en un mismo gran espacio. Casualmente, Costa Salguero parece ser el lugar elegido para derivar a la mayoría de los contagiados que provienen de las villas.

 

 

 

Todo sigue igual

Mientras tanto, en la 21-24 y en Zavaleta los problemas habituales continúan. El agua va y viene, lo que hace difícil poder higienizarse como se recomienda para evitar el contagio. La precariedad del tendido y provisión de electricidad tampoco mejoró, a pesar de que hay un fallo de la Justicia que le ordenó al Gobierno de la Ciudad adoptar medidas urgentes para eliminar el riesgo eléctrico. La última semana de junio, parte del barrio estuvo sin energía por lo que salió a la calle a visibilizar su reclamo mientras otres seguían trabajando en la oscuridad para poder dar de comer a la gente que lo necesita.

Otro tema que generó la reacción en plena pandemia del Equipo de Curas de Villas y Barrios Populares es la necesidad urgente de ambulancias. También habitual, los móviles sanitarios suelen poner de excusa el ancho de los pasillos para no ingresar. Desde el inicio de esta crisis sanitaria, esta situación empeoró. Y, como siempre, las horas de demora provocaron la pérdida de vidas como la de Ramona Collante, que murió de Covid-19 esperando la ambulancia.

 

 

 

* Publicada en Sur Capitalino

 

 

 

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