Al Presidente Javier Milei no se le ha ocurrido mejor idea que apoyar la iniciativa del secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., para crear un sistema de salud internacional “alternativo” a la Organización Mundial de la Salud (OMS), luego de ratificar su decisión de retirar a la Argentina de dicho organismo durante una reunión en la Casa Rosada. Feliz con el encuentro, Kennedy Jr. escribió en su cuenta de Twitter que tuvo “una maravillosa reunión con el Presidente argentino sobre el retiro mutuo de nuestras naciones de la OMS y la creación de un sistema de salud internacional alternativo basado en la ciencia de referencia y libre de impulsos totalitarios, corrupción y control político”. El encuentro tuvo lugar cinco días después de la presentación por parte de Kennedy Jr. del informe MAHA (Hacer la salud de Estados Unidos grande otra vez), con presencia del Presidente Donald Trump, en la Casa Blanca, y cinco días antes de que el medio virtual de noticias Notus y el Washington Post denunciaran que el mismo contiene datos falsos, citas de estudios inexistentes o inventados, textos no científicos de inteligencia artificial o autores que niegan la autoría de los estudios que se citan en el informe.
Independientemente de la gravedad que reviste la falta de rigurosidad científica del socio de la Argentina en un ámbito esencial para la existencia de un país, la decisión de debilitar a la OMS es un atentado contra la salud pública mundial que refleja la poca importancia que tiene el bienestar social, y en particular la salud, para ambos gobiernos. Además de ser una apuesta que no tiene asidero, respaldo internacional ni chances de prosperar, constituye otro golpe contra el multilateralismo y la institucionalidad de la gobernanza global.
Al retirarse de la OMS, Milei se convierte en cómplice de una de las decisiones más cuestionables tomadas por Trump, quien viene incrementando su desprestigio a nivel internacional. Pocos gobiernos en el mundo lo toman en serio y su incontinencia para tomar medidas desopilantes ha añadido dosis de incertidumbre, caos e inestabilidad al escenario internacional. Su impopularidad es también creciente en su propio país. Desde 1953, ningún Presidente estadounidense ha sido tan impopular como Trump en esta etapa de su mandato.
El gobierno de Milei, cuyo supuesto pensamiento liberal se ubica en las antípodas del proteccionista Trump, mantiene una política exterior obsecuente con ese gobierno, no solo en el tema de salud. Es el único que acompaña, junto con Israel, la posición estadounidense de rechazar el pedido de suspender el embargo a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; el que sabotea, luego de coordinar con algún otro gobierno como el de Paraguay, la declaración minimalista emanada de la reciente Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) y el único que no firmó la declaración conjunta que suscribió esta organización en el Foro Ministerial China-CELAC que tuvo lugar en Beijing el 13 de mayo.
Los inadmisibles recortes en salud
Como Chirolita del gobierno estadounidense, el Ministerio de Salud de la Argentina ha señalado que las recetas de la OMS no funcionan, porque no están basadas en ciencia sino en intereses políticos y estructuras burocráticas que se resisten a revisar sus propios errores. “Lejos de corregir el rumbo, la OMS ha optado por ampliar competencias que no le corresponden y condicionar la soberanía sanitaria de los países. Frente a esto, urge que la comunidad internacional repiense el sentido de los organismos supranacionales: si están financiados por todos, deben rendir cuentas, cumplir con los fines para los que fueron creados y no convertirse en plataformas de imposición política por encima de los Estados miembros”.
Paradojas de la vida. El comunicado argentino resalta la importancia de la ciencia cuando ambos gobiernos recortan gastos destinados a ese rubro y, lo que es peor aún, Kennedy Jr. defendió durante décadas teorías conspirativas que han alimentado la reticencia a las vacunas. El alto funcionario ha criticado sostenidamente a las principales agencias sanitarias estadounidenses –la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC)– con relación a la producción y seguridad de las vacunas al afirmar, entre otros, que existe un vínculo entre las vacunas y el autismo, , lo que ha sido desmentido rotundamente por numerosos estudios científicos.
Diversas instancias como la Asociación Estadounidense de Salud Pública (APHA), que agrupa a 25.000 profesionales de la salud pública, se opusieron tajantemente a su designación como secretario de Salud al señalar que no tenía experiencia en el ámbito de la salud como para liderar un departamento con un presupuesto de casi 2.000 millones de dólares y 80.000 trabajadores, además de haber causado un gran daño a la salud en el país por su escepticismo sobre las vacunas. Muchos expertos consideran que Kennedy Jr. está provocando un período de mayor reticencia a las vacunas, causando brotes de enfermedades como el sarampión en Texas y otros Estados vecinos. Esta enfermedad se había erradicado en Estados Unidos en el 2000.
El Comunicado del Ministerio de Salud de la Argentina señala que “la OMS ha optado por ampliar competencias que no le corresponden y condicionar la soberanía sanitaria de los países”. Habría que ahondar en este último concepto, puesto que Estados Unidos era el mayor aportante financiero. Esta realidad le permitiría tener capacidad para plantear y realizar reformas en una institución que, con errores y falencias, ha tenido un rol crucial en el ámbito de la salud –en particular en la lucha contra enfermedades infecciosas, la coordinación de respuestas a emergencias sanitarias globales y el apoyo a comunidades desatendidas– desde su creación en 1948, y de la cual forman parte 194 países.
Ni Trump ni Milei tienen reparo en cortar los gastos en la salud pública. El “gran y hermoso” proyecto de ley fiscal, como lo denomina el Presidente estadounidense, aprobado esta semana por un voto en la Cámara de Representantes, establece ajustes draconianos en salud y ayudas sociales, a la par que extiende amplios recortes de impuestos para los más adinerados. Así, el hermoso proyecto, si es aprobado en el Senado, introducirá importantes recortes en el seguro médico Medicaid para personas de bajos ingresos, así como en un programa de ayuda alimentaria. Mientras los gastos no relacionados con defensa se reducirán un 22%, el gasto público para defensa aumentará un 13% y un 65% para seguridad nacional, con el objetivo de frenar la inmigración ilegal.
En la Argentina no es muy distinto. En una nota publicada en El Cohete la semana pasada, Horacio Feinstein describe las consecuencias del dramático desfinanciamiento de la salud pública en el país, lo que ha traído como consecuencia una grave crisis, aún en progresión, como consecuencia del cierre de reconocidos hospitales en salud mental y hospitales de alta complejidad, luego de haber echado a personal profesional, técnico y administrativo.
Señala, asimismo, que se ha afectado severamente a diversos equipos médicos que trabajaban en el Ministerio de Salud, en particular (oh casualidad) en el área responsable de las vacunas para enfermedades prevenibles, en medio de brotes de enfermedades como sarampión y hepatitis A y bajas tasas de vacunación. En esa dirección se despidió al 30% de los trabajadores, cifra que asciende al 40% en el área de enfermedades infectocontagiosas como es el caso de los líderes de la campaña de VIH-sida, rabia, coqueluche y fiebre hemorrágica argentina, y de referentes en sarampión, justo cuando reaparecen casos en el país por la insuficiente vacunación. En este punto, es importante destacar que Kennedy Jr. prioriza el combate de las enfermedades crónicas por sobre las infecciosas, prevalentes en los países pobres o menos desarrollados.
Todo esto ocurre en un contexto en que, por la crisis económica, el porcentaje de población que recurre al sistema público de salud se ha acrecentado, ya que muchas personas han tenido que desertar –por no poder pagar– de obras sociales y prepagas.
Quedarán marginados
Amanda Klasing, una de las directoras de Amnistía Internacional en Estados Unidos, considera que la decisión de retirarse de la OMS socavará la salud pública tanto en ese país como en el resto del mundo. “No tenemos más que mirar a la pandemia de Covid-19 para saber que las enfermedades no se detienen en las fronteras”. De acuerdo a Amnistía Internacional, la OMS es la organización mundial mejor equipada para responder a emergencias globales de salud.
“Históricamente, Estados Unidos ha sido uno de los grandes financiadores de la OMS y un socio fundamental para garantizar que exista una agrupación global que promueve la salud, intenta mantener a salvo al mundo y trabaja para que llegue el día en que todas las personas, sean cuales sean sus circunstancias, puedan acceder a su derecho humano al más alto nivel posible de salud”, recuerda Amnistía. Por ello, ha instado al gobierno de Trump a reconsiderar su postura para que Estados Unidos mantenga su compromiso de apoyar a esta institución internacional comprometida públicamente con la promoción de la salud y la preservación de la seguridad mundial.
En la nota "Trump y la salud mundial: crónica de un mes de destrucción", publicada en Le Grand Continent, el ex diplomático e Inspector para asuntos sociales de Francia, Louis-Charles Viossat, señala que lo más peligroso en lo que respecta al desfinanciamiento de la OMS es la interrupción total o parcial de los programas de lucha contra las 42 emergencias sanitarias en curso, 17 de las cuales son graves, como el cólera, la viruela del simio o el virus de Marburgo, justo cuando la institución había hecho un llamado para recaudar 1.500 millones de dólares adicionales y cuando una grave epidemia de gripe aviar, con los primeros casos humanos, amenaza directamente a Estados Unidos y al mundo entero.
La decisión de abandonar esta organización le genera un ahorro de dinero a Estados Unidos pero, a la vez, una pérdida importante de protagonismo de la gobernanza de la salud mundial. Si Trump abandona la OMS el país perderá un asiento en la mesa de decisiones globales sobre la prioridad en el uso de vacunas; dejará de participar en los planes para abordar amenazas emergentes a la salud pública y tendrá acceso tardío a datos globales sobre virus circulantes. La grandeza de un país no sólo se mide en billetes, sino sobre todo en el rol protagónico que tiene en materia de cooperación.
Los gobiernos de Estados Unidos y de la Argentina han acordado trabajar en un proyecto alternativo a la OMS al que han convocado a otros países para unirse. Sueños de opio. Ninguno es un modelo a seguir. Menos aún, cuando el secretario de Salud estadounidense no es capaz ni siquiera de presentar un informe de su cartera con rigor científico.
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