EFECTO BOMBA

Las consecuencias en el crecimiento argentino de las sanciones a los rusos

 

Para dar cuenta de las repercusiones sobre nuestro país de la disputa entre Rusia y Ucrania hay que observar los flujos del comercio exterior y los precios mundiales de los alimentos y la energía. Esas variables hacen a los pagos de las acreencias externas, cuya secuencia se está negociando. A raíz del conflicto ucraniano, la previsible trayectoria azarosa de las magnitudes involucradas torna más incierta las pulsiones emanadas desde la economía global; las que ya de por sí a partir de su sesgo pandémico e inflacionario destilan considerable preocupación. La efectividad de la respuesta argentina coyuntural a estas contingencias depende, por un lado, de cómo encare las tendencias más probables que configuran el escenario del porvenir mediato y, por el otro, de qué manera hace jugar a su favor la realidad de un planeta muy endeudado (la pandemia profundizó un dinámica que venía de antes) y enfrenta el verdadero alcance de las sanciones (del tipo comercial y financiero) con que Occidente —encabezado por los Estados Unidos— intenta punir la estrategia defensiva rusa a través de reconocer la independencia de dos territorios allende su frontera que la reclamaban.

Por estremecedor que sea el árbol de los tiros de estos días, no debe impedir ver el bosque quieto que queda luego de que el fuego se apaga, el humo se disipa y las armas se guardan hasta nueva orden. La guerra pasa, la economía queda. Para evaluar la pertinencia del eventual derrotero argentino en lo que vendrá, el mundo de aquí a veinte años es un lapso que luce adecuado de cara a esta situación internacional de la actualidad, que no ahorra en dificultades. La elección del período obedece, entre otras razones destacables, a que una parte importante del oficialismo propuso ese intervalo de tiempo para pagar la deuda del FMI. Ocurre que el FMI, conforme sus estatutos, acuerda préstamos a no más de diez años. La iniciativa de una parte de la coalición oficial de solicitar la ampliación de ese plazo al doble no tuvo eco en los negociadores gubernamentales que por la razón que fuere (no explicitada públicamente) no fue propuesta al FMI. De cualquier forma, tiene todo los visos de ser una idea prudente y vale retener esa extensión de tiempo.

En términos de escenarios futuros, la demografía invita a reflexionar sobre lo que nos aguarda. Los datos demográficos no pueden responder los interrogantes que provienen de las promesas de las innovaciones tecnológicas u otros por el estilo, pero sí darnos algunas pistas. Es así que con gran probabilidad la ONU estima que alrededor del 70 % de la humanidad se localizará en áreas urbanas a veinte o treinta años vista. La agricultura vertical y las compras por internet son grandes candidatas a rediseñar el espacio urbano, al igual que el teletrabajo y la semana laboral de cuatro días. Todo esto implica mayor consumo de energía. Distintos estudios oficiales y privados coinciden en que el mundo de 2040, poblado más o menos de 9.000 millones de seres humanos, un 20% de habitantes más que ahora, necesitará aproximadamente un 28 % por ciento más de electricidad que hoy. Es un promedio mundial en que se tiene en cuentas la cantidad de habitantes por país y los patrones de consumo. El gran reto es de dónde saldrá esa electricidad, en un planeta que está para descontaminar antes que otra cosa. Harían bien en preguntárselo los que entre nosotros recusan la minería y la explotación petrolera sin proponer o bien nada a cambio, o bien meras ensoñaciones o expresiones de deseo.

La población es un motor del crecimiento. Permaneciendo todo lo demás igual, poco crecimiento poblacional significa poco crecimiento económico. Viene a cuento que para mayo se hace el censo de población, demorado dos años. Está pactado a nivel mundial que los censos de población se hagan en todos los países en años terminados en cero cada diez. El virus lo impidió. Comprobaremos en los hechos lo que nos alertan las proyecciones: lo poco que demográficamente estamos creciendo. En un mundo desarrollado que envejece y declina poblacionalmente, más temprano que tarde se verá una disputa por los inmigrantes. La derecha argentina, que siempre va en sentido contrario de la realidad, no puede controlar su xenofobia. Tal parece que es anti estratégica por definición.

 

 

 

 

Ese comportamiento se constata en la patética carta de hace unos días con la que el ex Presidente Mauricio Macri pretende conmover al electorado a través de la descripción de un éxodo de connacionales, el que sólo existe como acción psicológica. Macri parece querer encubrir que el modelo de apertura y bajos salarios que propugna, tiene como condición necesaria de funcionamiento la salida de escena de una proporción importante de la población. El corto capítulo VII del ensayo de David Ricardo de 1817 sobre y a favor del libre comercio –ciertamente, de una perennidad llamativa—, fuente de inspiración de Macri (lo sepa o no), es muy claro al respecto. Lo único cierto en esta materia es que por primera vez en siglo y medio —y desde hace cuatro o cinco años– la tasa de migraciones es neutra. Entran a la Argentina igual cantidad de personas que salen. Siempre fue positiva en ese siglo y medio: entraban más de los que salían. La excepción que confirma la regla fue la dictadura genocida 1976-1982.

 

 

Los ingresos y la deuda

Para que el sistema se reproduzca mediante la inversión productiva es necesario mantener cierto nivel de consumo, que además ponga a buen resguardo a la democracia. Este nivel queda determinado por el ritmo al que crece la población y al que crecen los ingresos y su más ecualizada distribución. Siendo que la población crece poco y, de momento, la inmigración no reacciona lo suficiente, hay que enfocarse en el aumento de la tasa de crecimiento del ingreso. Pero claro, aquí un serio problema es el endeudamiento externo y no solo el propio, lo que obstaculiza conseguir saldos del comercio exterior que alivien la pesada carga financiera.

Las naciones han acumulado niveles de deuda pública no vistos desde la Segunda Guerra Mundial en sus esfuerzos por abordar la crisis del COVID y mitigar la dislocación económica resultante. El sector privado también ha experimentado un aumento de la deuda, pero a diferencia de la crisis de las hipotecas de 2007-8, esta vez la encabeza el sector empresarial. El 24º Informe del Centro Internacional de Estudios Monetarios y Bancarios (ICMB) y el Centro de Investigación Económica y Política sobre la economía mundial explora los riesgos geoeconómicos que implican estos niveles históricos de deuda. Repasar esa realidad implica revisar los márgenes de maniobra que tiene la negociación argentina. Aporta datos y elementos para colegir si se están usando adecuadamente o no.

Luego de un nuevo repunte global del endeudamiento durante los dos años de pandemia, todo parece bastante tranquilo, indica el 24º Informe de Ginebra. Pero a continuación se pregunta: es la deuda solo el ojo de la tormenta? ¿Perdurará la suave absorción de la emisión de deuda sin precedentes, o la tensión de este shock global finalmente hará sentir su presencia aquí también? ¿Dónde están los puntos débiles? Desde una perspectiva más amplia, la deuda ya era elevada antes de la pandemia. La deuda del sector público y privado en las economías avanzadas y de mercados emergentes se disparó a niveles sin precedentes en las últimas cuatro décadas, antes de aumentar aún más durante la pandemia. Según el 24º Informe de Ginebra esa tendencia a largo plazo se desarrolló en un contexto de abundante financiamiento de tres fuentes principales: los excesos de ahorro de la población que envejece, los ricos y el resto del mundo, y se desenvolvió en un contexto de inversión débil.

La caída de las tasas de interés reales en las economías de mercados emergentes y avanzadas en un momento en que la deuda aumentaba, sugiere que el impulso de ahorro de los acreedores ha superado con creces cualquier cambio en el deseo de los tomadores de crédito de financiarse emitiendo más deuda. En opinión del 24º Informe de Ginebra, una tasa de interés real baja es una característica estructural de la macroeconomía global,escapa en gran medida al control de los responsables de la formulación de políticas y es probable que permanezca ahí durante un tiempo considerable, a medida que las fuerzas subyacentes sigan empujando al mundo hacia el ahorro.

Mientras la oferta de crédito siga siendo abundante con relación a la emisión de deuda y, por lo tanto, las tasas de interés se mantengan bajas, los niveles más altos de deuda parecen sostenibles. A medida que cambia el ciclo del interés (la Reserva Federal los sube), los mayores riesgos se concentran en las economías emergentes, donde los hogares y las empresas se han apalancado sustancialmente. La transición de China del auge financiero al colapso es un factor de riesgo particular. Sin embargo, es probable que las tendencias detrás del exceso de oferta de crédito continúen durante un buen tiempo. El 24º Informe de Ginebra dice no ignorar los desafíos que tendrán que enfrentar los funcionarios a cargo de las políticas monetarias y fiscales. No niegan que en un mundo inundado de deuda los impactos negativos generen más episodios de inestabilidad, que inevitablemente se extenderán a todos los actores de la economía globalizada. En un momento de deuda tan alta, es difícil no ser pesimista sobre la futura estabilidad económica, financiera, social y política. Incluso se podría concluir que la deuda debe reducirse con urgencia. En vista de que la vulnerabilidad financiera es endémica en un mundo altamente apalancado, las quitas no serían una alternativa, devendrían inevitables.

 

 

Sanciones

Sobre un volumen de comercio exterior argentino de 140.000 millones de dólares anuales, el intercambio comercial argentino-ruso araña los 1.000 millones de dólares anuales. Como Ucrania es importante en el mercado mundial de trigo y Rusia en el del petróleo y gas y en la producción de fertilizantes, el meollo está en las repercusiones indirectas de las sanciones contra los rusos alentadas por los norteamericanos. Los precios de esas materias primas meneados al alza por los avatares de la conflagración estropean el ya escorado salario argentino, dada la ausencia de un nivel de retenciones que está lejos del porcentaje adecuado para proteger el poder de compra de las remuneraciones al trabajo. Sería una pena no aprovechar la espinosa coyuntura para poner retenciones móviles.

Y esto a despecho de que se discuta, como siempre se discute, si las sanciones son o no efectivas o resultan ser el peor es nada de la política exterior. Sobre la sanciones, además, valga tener presente que el profesor de economía internacional Peter A.G. van Bergeijk de la Universidad Erasmo de Róterdam, acudiendo a la más nueva y amplia base datos sobre estas penalidades de entre las cuatro o cinco existentes, infiere que el uso de sanciones económicas como herramienta de política exterior ha aumentado considerablemente durante la última década en la que se han convertido en la herramienta diplomática preferida (Voxeu 05/01/2022). Según los cálculos de van Bergeijk, entre 2010 y la actualidad las sanciones aumentaron 73%.  “El aumento de las sanciones impuestas coincide con una fase de desglobalización. Esto contrasta con el auge de la globalización que caracterizó la década de 1990 (…) Es tentador concluir que el aumento en la aplicación de sanciones económicas ha reducido el alcance del intercambio mundial internacional, pero, por supuesto, es igualmente posible que las sanciones económicas sean un síntoma de la enfermedad subyacente de la desglobalización que comenzó alrededor de 2008-09. Si es así, esto puede ofrecer una explicación estructural para el marcado aumento de la implementación de sanciones en la década de 2010 y sugiere que el uso cada vez mayor de sanciones económicas se mantendrá en el futuro previsible”, afirma. El profesor van Bergeijk no considera la hipótesis de que posiblemente lo que él llama “fase de desglobalización” no sea otra cosa que la profunda fractura interna norteamericana, que se expresa en poner y poner sanciones porque se carece de espacio interno para parecer blando.

Las sanciones de 2014, tras la anexión de Crimea, mellaron poco a Rusia que desde entonces juntó reservas por 650.000 millones de dólares, lo que le da fuerte capacidad de aguante. Alemania –secundada por Francia— es el mejor amigo de Rusia en la UE. La decisión del canciller alemán Olaf Scholz de suspender el proyecto del gasoducto Nord Stream 2 suscita sospecharlo de ser un impasse momentáneo para calmar al Tío Sam, que quiere cuadrar el círculo geopolítico mediante la OTAN, en aras de soldar su profunda fractura interna. No más que eso. Pero también no menos, pues una Ucrania incorporada a la OTAN siempre podría invocar la protección común y volver ultra caliente esa zona, cosa que rusos, franceses y alemanes ven con profunda alarma y desagrado. Les daría a los norteamericanas un grado de injerencia inaceptable para el trío.

La película rusa Pasaron las grullas (1957), de Mijaíl Kalatózov, narra una triste historia de amor (violencia de género incluida) entre el inicio y las postrimerías de la Segunda Guerra. El título proviene de la leyenda rusa que dice que las grullas encarnan los espíritus de los soldados rusos muertos en el exterior que vuelven. Mientras otra vez se espera que pasen las grullas, en este río bien revuelto hay que ver cómo le va al pescador argentino. Con las ideas de siempre nos haremos la mala sangre de siempre.

 

 

 

 

 

 

 

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