EL ALTIPLANO NOS DA SORPRESAS

Las raíces profundas de la contundente victoria del pueblo boliviano

 

Triunfos visitantes

El triunfo del seleccionado argentino frente al boliviano por 2 a 1 en Nuestra Señora de La Paz el 13 de octubre pasado, a 3.600 metros sobre el nivel del mar tras 15 años de intentarlo sin éxito, como la victoria del pueblo boliviano en las urnas 5 días después, sorprendieron a propios y extraños. Las huestes de Evo y la selección de Scaloni dieron vuelta partidos de resultados adversos en el arranque, con el mérito adicional de que Argentina y el Movimiento al Socialismo-Instrumento Político de la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) jugaban de visitantes.

Como suele suceder, hay más certezas para explicar por qué pasó lo que pasó que para pronosticar el futuro de los protagonistas. Procuraré aquí desentrañar los factores y la sucesión de episodios a mi juicio claves en la generación de lo que culminó en tan impactante hecho político.

Es cierto que las decisiones tácticas y los aspectos circunstanciales influyeron en esa contienda electoral como en cualquier otra. Tal el caso, por ejemplo, de la selección de candidatos y la unidad de fuerzas afines por un lado, y el pésimo gobierno de los golpistas y su división para concurrir a la elección por el otro. Pero estos avatares, que probablemente hayan influido en la amplitud del triunfo, no alcanzan para dar cuenta de una realidad que fue definiendo sus contornos mucho antes del golpe del 10 de noviembre de 2019 y que está en plena ebullición.

La importancia de interiorizarnos en ese devenir y no sólo en la liza comicial está dada porque entre nuestros países el tránsito histórico-político tiene más en común que los hechos electorales. Así, conocer el camino que recorrieron los bolivianos para llegar al 18 de octubre nos será más útil para hacer el nuestro que si nos limitáramos a analizar lo estrictamente relacionado con lo sucedido ese domingo.

Un indicador significativo de ese proceso es la tendencia histórica del voto. En efecto, en las últimas 4 elecciones nacionales anteriores el MAS-IPSP había logrado un porcentaje promedio de 9,25% por encima de lo que señalaban las encuestas. Si se hacía una estimación previa en base a estos antecedentes y los datos que arrojaban los últimos sondeos, se deducía la alta probabilidad de que el MAS-IPSP ganara esta vez con más del 50% de los sufragios, como finalmente ocurrió. Pero la importancia de esta regularidad nuevamente confirmada trasciende largamente su utilidad para el mero pronóstico electoral.

 

 

Una certeza y una hipótesis

Es un elemento que permite: a) enunciar una certeza y b) formular una hipótesis.

a) Es lícito afirmar que el MAS-IPSP ejercía la hegemonía hasta el momento del golpe.

b) A partir del golpe el MAS-IPSP logró rearticular la hegemonía, sin la cual no hubiese habido elecciones.

En lo que sigue trataré de demostrar una y otra.

En Bolivia como en Chile hay abundante energía popular enfrentada a maquinarias ideológico-políticas que han perdido su capacidad de engañar. En Chile, rebeldía por hartazgo de la opresión. En Bolivia, resistencia a perder derechos conquistados desde 2006, período que se caracterizó por un fuerte empoderamiento de la población indígena originaria, históricamente humillada a partir del previo empoderamiento del Estado: una clase práctica de cómo se invierte una relación de fuerzas desfavorable.

Sin embargo entre estos dos países hay una diferencia crucial: no obstante la impresionante doble victoria simultánea del pueblo chileno, hoy las acciones populares trasandinas nacen y se desarrollan en base a puro espontaneísmo, frente a una oligarquía que —a diferencia de sus pares suramericanas— se ha caracterizado históricamente por un hábil manejo político, como expliqué aquí. En Bolivia, en cambio, hay un proyecto, organizaciones sociales que convergen en una organización política de los sectores populares y un liderazgo que proveyó la indispensable conducción: es el mismo pueblo que con sus organizaciones y dirección triunfó hace poco tiempo en esos hitos dramáticos conocidos como la Guerra del Agua y la Guerra del Gas.

En esta instancia, la conducción se tradujo en importantes aciertos de Evo, tales como la decisión —que no contaba con apoyo unánime en el MAS-IPSP— de no negociar con los golpistas: se deduce que haber salvado la vida del Presidente boliviano, de su Vicepresidente Álvaro García Linera y otrxs compatriotas de la Patria Grande, y haber facilitado su accionar desde nuestro país, fueron —sí— acciones humanitarias; pero también hechos de fuerte contenido político, necesarios al triunfo popular boliviano y definitorios del Presidente Alberto Fernández y su gobierno.

Por su parte, Áñez y sus jefes norteamericanos creyeron que el fenómeno boliviano tenía como único sustento el “personalismo” de Evo; entonces, eliminando a Evo se terminaba el “problema” porque “muerto el perro se terminó la rabia”.

 

 

Historia

Considerar que los “grandes hombres” son los realizadores excluyentes de la historia y no emergentes de las contradicciones sociales —de la lucha de clases— en un momento del transcurrir histórico, además de una expresión de machirulismo explícito es un componente del ideologismo de los sectores dominantes criollos que han terminado por creerse sus historiografías, construidas para justificar/legitimar decisiones políticas del presente con interpretaciones falaces del pasado. Un paradigma de tales maniobras es la Historia Oficial argentina, la historia mitrista. Los denostados “personalismos”, “caudillismos” y “caciquismos” constituyen un caso particular de esta deformación ideológica que explica más de una derrota de la entente oligárquico-imperial en su lucha contra los movimientos nacional-populares en Nuestra América.

Esta concepción de la historia impide ver, por ejemplo, que en Cuba no se puede entender a Fidel si primero no se entiende a Martí, protagonistas de un mismo proceso histórico y representantes de intereses análogos; en Venezuela no se puede entender a Chávez si no se entiende a Bolívar y así podría seguir…

En cuanto a Bolivia, los antecedentes de las luchas a partir de las cuales surge el liderazgo de Evo hay que buscarlos en la década del '30 del siglo pasado. Las bases nacional-populares de la historia boliviana se echaron en esos años y alcanzaron una primera cima con los gobiernos de Toro y Busch, que llevaron a cabo acciones como la expropiación de la Standard Oil, la aplicación de mayores impuestos a la gran minería y la promulgación de la constitución democrática de 1938. Pero la reacción de la alianza minero-imperialista no se hizo esperar: en 1940 instalaron en el gobierno a uno de los suyos, Peñaranda, que no vaciló en pagar “indemnizaciones” a la Standard Oil, comprimir fuertemente el salario de los mineros y consumar masacres como la de Catavi en 1942. Desde entonces las luchas obreras ganaron intensidad y en 1943 fueron un factor decisivo en la caída de Peñaranda.

A partir de ese momento la sociedad boliviana acumuló contradicciones en todos sus niveles, que estallaron en 1952 cuando el movimiento que articuló especialmente la acción de campesinos y mineros obtuvo la victoria por las armas e impuso medidas fundamentales: la aprobación del sufragio universal para las mujeres, los indios y los analfabetos; la nacionalización de la gran minería y la reforma agraria. Es importante destacar que la coincidencia temporal de esta revolución popular boliviana con el primer peronismo no es casual.

Luego, el imperialismo se encargó de desestabilizar la economía boliviana y las limitaciones del movimiento nacional-popular facilitaron el resto. Años después la revolución fue derrotada, hecho ocurrido cuando ya había sido derrocado Perón, otra no casualidad, como diría el ex Vicepresidente de la no lealtad. Estas no casualidades han estado —y están— siempre presentes en nuestros pagos: basta pensar qué hubiese ocurrido con Evo y lo que vendría después si en el momento del golpe el Presidente hubiese sido Macri y no Fernández.

No he analizado en este apartado aspectos sociológicos de Bolivia en esos años. Lo que me interesa destacar es que en aquellas experiencias se forjó la conciencia y combatividad de los sectores populares bolivianos.

 

 

Organización y hegemonía

La rearticulación hegemónica del MAS-IPSP tuvo su manifestación previa a la elección en la acumulación de fuerzas que se visibilizó en la multitudinaria movilización y protesta popular de agosto pasado. Fue éste un punto de inflexión por cuanto el proceso electoral retornó a su cauce constitucional: la fecha de las elecciones se definió por ley y pasó a ser inamovible. En esta conquista jugó un rol decisivo el único poder institucional que controlaba el MAS-IPSP, la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), que los golpistas habían intentado esquivar en lo que constituyó uno de sus primeros fracasos.

Con esa movilización los movimientos sociales y sus estructuras orgánicas, que son el cimiento del armazón general del MAS-IPSP, demostraron fácticamente su capacidad contestataria al gobierno golpista, y a partir de ese momento el MAS-IPSP recuperó la conducción hegemónica como instrumento político de los sectores sociales mayoritarios. Justamente, esta condición de instrumento político es la que confiere al MAS-IPSP la capacidad de conducir con legitimidad a esos movimientos y sectores sociales que —siguiendo a Gramsci— están estructurados a través de sus propios aparatos de hegemonía.

  • En términos esquemáticos, los aparatos político, sindical, de información y cultural.
  • En el ámbito político propiamente dicho está el mismo MAS-IPSP.
  • En el sindical se distinguen la Confederación Única de Trabajadores campesinos de Bolivia (CSUTBU); la Confederación de Mujeres Originarias Indígenas Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa; la Confederación de Juntas Vecinales, Gremiales, de Trabajadores de Cuenta Propia, y otras fuerzas sociales urbanas organizadas en torno a las Organizaciones Sociales de Mujeres por la Revolución Democrática y Cultural.

Estas organizaciones no son sellos de goma, son núcleos numerosos y activos que se desenvuelven en la comúnmente llamada sociedad civil. Tienen en general sus radios comunitarias que interactúan en el contexto de las propias lenguas y diversidad cultural y funcionan reproduciendo la cosmovisión de los pueblos indígenas originarios y campesinos y la filosofía del “vivir bien”, que tuvo el status de política del Estado Plurinacional durante el gobierno de Evo.

El rol de las radios comunitarias es fundamental, porque las comunidades indígenas, campesinas e interculturales se comunican y organizan a través de la radio. Se entiende por qué quienes dieron el golpe en nombre de la democracia y contra la dictadura clausuraron 53 radios comunitarias acusándolas de “soliviantar la sedición, terrorismo y violencia” (sic), en una muestra de su riguroso respeto por la libertad de expresión.

La esfera cultural propiamente dicha probablemente haya sido —y sea— la más importante en la construcción de la hegemonía del MAS-IPSP porque se fortaleció permanentemente con la diversidad social y cultural que garantizó el Estado Plurinacional, lo que le permitió ejercer su supremacía frente al bloque anti-MAS que carece de esta representación social.

Los desarrollos gramscianos postulan que la cultura misma es un espacio crucial de la hegemonía, concepto que lejos de suponer una imposición desde afuera de lo social y cultural implica un trabajo político a partir del cual una clase se hace hegemónica en la medida en que logra representar intereses diferentes de los propios, al mismo tiempo que quienes pertenecen a ella se sienten parte del proceso hegemónico. El MAS-IPSP es hegemónico porque ha logrado representar los diferentes intereses de los sectores populares bolivianos, que se reconocen y representan en este instrumento político que les pertenece.

En virtud de esa articulación hegemónica se puede afirmar que las vinculaciones que construyó el MAS-IPSP entre la cultura y lo político explican que en sus 14 años de gobierno haya dirigido a la sociedad, y que la rearticulación de la hegemonía después del golpe haya desembocado en elecciones que —no obstante la proscripción de su líder— le devolvieron el gobierno del Estado boliviano. Mientras tanto, las élites de los partidos de la derecha no lograron conjugar apoyos significativos a nivel nacional. Es comprensible: discriminan a los 36 pueblos indígenas originarios y campesinos (PIOC) realmente existentes y reconocidos por el Estado Plurinacional; más todavía, los desconocen y niegan. Siempre recorriendo la historia marcha atrás, ofrecían un programa que también parece ser transnacional: “recuperar república”.

Semejante construcción popular tuvo además entre sus pilares las conceptualizaciones de García Linera y la decisión inquebrantable de muchxs de realizar un proyecto de hondas transformaciones progresivas. Este conjunto de factores permite entender el asombro que causó el golpe, comparable al que produjo la rápida y contundente recuperación del gobierno por el MAS-IPSP sin apartarse un ápice del camino democrático, sino todo lo contrario.

Por supuesto, nada de esto implica que lo que sigue será fácil, ni mucho menos.

 

 

 

 

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