El bache y el abismo

Milei es una bomba neutrónica para arrojar contra un país al que se quiere destruir

 

 

La coyuntura

El fallo de la jueza Loretta Preska, que condena a la Argentina a indemnizar con 16.000 millones de dólares al fondo buitre Bedford por la expropiación de YPF, será apelado por el país y aún no puede considerarse resuelto el litigio.

Sin embargo, vale reiterar lo fundamental: estamos en esta situación de dependencia de una justicia completamente sesgada hacia los intereses financieros, en el país que es el epicentro del capital financiero global, porque hubo un poder económico y político en nuestro país, en la década del '90, que decidió vender la petrolera estatal argentina al capital extranjero.

De esa ruinosa decisión inicial se derivaron varios otras desgracias: que la española Repsol usara a YPF para fortalecerse en todo el mundo menos aquí, que no se invirtiera y el país estuviera desabastecido de combustible, que se impulsara el ingreso de “burguesía nacional” (el grupo Petersen) a la empresa pero que eso no cambiara nada del comportamiento empresario, que por lo tanto fuera imprescindible expropiar a sus dueños improductivos para ponerla en marcha de vuelta, con el resultado colateral que la “burguesía nacional” (Petersen) también entabló juicio contra el estado nacional por la expropiación. Finalmente le vendieron el juicio contra el país a… Bedford, que les dará parte de lo que obtenga en el juicio.

Todos los lobistas del capital extranjero, empezando por Patricia Bullrich, salieron a festejar el fallo de la jueza norteamericana, y a atacar y a señalar al gobierno que trató de enmendar las consecuencias de ceder instrumentos nacionales claves al capital extranjero.

Más allá del andarivel judicial en el cual es necesario continuar la batalla, los sectores nacionales tienen que establecer una estrategia de largo plazo para que ese pasado de claudicaciones con remezones constantes en el presente, no termine por condicionarnos permanentemente el futuro.

Al mismo tiempo el gobierno se encontró con una suerte de rebelión de sectores empresariales y gobernadores, en torno al pago de la modesta suma fija otorgada a los asalariados para compensar los efectos de las remarcaciones delirantes realizadas con la excusa de la devaluación del 22%. La situación reitera problemas de toda esta gestión: la debilidad política del Estado para tomar medidas que se cumplan en forma efectiva, y las concesiones discursivas que hace el oficialismo, en muchos casos por omisión.

No es cierto que la devaluación del 22% originó aumentos del 25, 40 ó 70%. Si todos los costos de las empresas estuvieran en dólares, incluidos los salarios y los impuestos, se podría entender que hubiera aumentos de hasta 22%. Pero no es verdad que toda la estructura de costos esté en dólares. El 22% debió ser un techo ¡y no un piso! de las remarcaciones empresariales. Se trata de un estado de anomia que se ha consolidado en el tiempo, pero que no debe ser admitido ni en el terreno del razonamiento, ni en el de las prácticas económicas. Por empezar deberían ser los sectores populares los que rechacen el saqueo empresarial a sus bolsillos, con la excusa de que “el Estado me obliga”.

La contracción de la actividad productiva, producto de la presión recesiva fondomonetarista se notó ya en una caída registrada de la industria en julio, que muestra una baja del 3,9% en relación al mismo mes del año pasado. En la construcción, otro rubro con peso en la actividad económica, la baja fue del 5,8%. El gobierno casi todos los días lanza medidas compensatorias, promoviendo con créditos y bajas impositivas la actividad de diversas áreas productivas y el consumo, pero se hace muy difícil gobernar contra un conjunto de actores que parecen promover sus beneficios aun a costa de la contracción del resto de la economía.

Entre tanto, los especuladores corren de un mercado al otro, inflando y desinflando activos. El Merval en dólares, luego de mostrar alzas espectaculares en el último mes, se desinfló en la pasada semana. Hay mucho dinero que no va a inversión productiva sino que se dedica a extraer recursos de otros sectores productivos.

El gobierno enfrentará de aquí hasta fin de año vencimientos muy importantes de deuda pública, lo que le confiere también poder al sector privado financiero para incidir tanto en la economía como en las elecciones.

Milei y quienes lo votan

Que Milei sea un producto fabricado, esponsoreado por grupos con capacidad financiera y comunicacional, no quita que constituya también un fenómeno social.

La mayoría de los analistas supuso que el personaje fue creado y promovido para obligar a endurecer más a la derecha real, Juntos por el Cambio, generándoles un mastín que los molestaba y presionaba por derecha. Pero la sociedad hizo otra cosa de esa apuesta política aventurera, basada en la astucia de poca monta de cierto empresariado derechista.

Parece que ahora lo están intentando maquillar y adornar para que no se note ni su peligrosidad social, ni la inconsistencia de la mayoría de las políticas públicas que propone.

Si se juntan las declaraciones que ha realizado desde su debut en la vida política local, surge un compendio de violencia verbal contra la izquierda, el socialismo, el Papa, la justicia social, la naturaleza, los políticos, las personas con síndrome de Down, los científicos, lxs feminismos, los empleados públicos, los ecologistas, los sindicatos.

Ahora apareció con mayor precisión, de la mano de la candidata a Vice, el odio al tema de los derechos humanos, el rechazo a los castigos a los crímenes de lesa humanidad, y el repudio al mismísimo pacto democrático alfonsinista. Trabajan sobre nuevas capas poblacionales que no perciben el sentido histórico de los discursos y consignas surgidos hace 40 años.

La máquina de odio fascista convencional se complementa perfectamente en Milei y su núcleo con la agenda antinacional característica del neoliberalismo extremo. Para eso se ha rodeado de un equipo que es la cabal expresión de la continuidad con la dictadura militar y el menemismo. Es inocultable la furia que les genera la existencia del Estado Nacional, al que quieren reducir a un municipio sin fondos, su desprecio por todos los elementos que constituyen la soberanía de cualquier país que quiera serlo –la industria, la educación, las capacidades científicas y militares– y su adhesión incondicional a los halcones de la política exterior norteamericana y sus intereses, dejando de lado cualquier agenda nacional.

No se podría imaginar una bomba atómica mejor para arrojarla contra un país al que se quiere destruir, pero sin necesidad de contaminar la atmósfera de la tierra.

Pero lo que debe ser analizado con detenimiento es qué hay de nuevo en el voto a Milei, qué es lo que están diciendo esos votos. En principio, tenemos la obligación de desagregarlos y diferenciar todo lo que hay allí adentro. Partimos de la hipótesis de que sólo una minoría reducida tiene una coincidencia ideológica con todo el ideario expresado por el personaje. En el resto de los votantes se encuentran muchos y diversos elementos, a medida que vamos escuchando testimonios de quienes protagonizaron ese voto.

No cabe duda que quien pone una boleta con Milei refleja múltiples malestares, violencias contenidas –sociales y también personales—, y deseos de cambio urgente contra un mal difuso, que Milei puso en “la casta”. Debemos recordar que ese discurso contra “los políticos” no es nuevo en ningún sentido. Ya se usó en 2000 y 2001 para desviar contra el sistema político los efectos demoledores del fracaso concreto de la convertibilidad, antes de su derrumbe definitivo.

Insistimos: no es un voto homogéneo, y mucho menos doctrinario. Hay también un voto vinculado a la liviandad en cuanto a la elección, a la falta de conocimiento político, al menefreguismo, a la moda, al deseo confuso de un cambio, a la venganza, a “¡que se vaya todo al carajo!”. Incluso la aparición de un nuevo imaginario que se habría creado con la irrupción de las cripto-monedas y todas las formas electrónicas de hacerse rico en pocos minutos…

En otros términos, creemos que no es un voto sólido, homogéneo y estable, sino compuesto por diversos elementos y capas de intereses que convergieron en una coyuntura política determinada. También debe verse esta heterogeneidad desde la distribución geográfica, porque la sorpresa Milei no residió en el AMBA, sino en otras regiones. También debe ser pensada la preponderancia masculina y juvenil en ese voto.

Lo que es ineludible es que hay de fondo un bajísimo nivel de información y formación política a nivel colectivo, en el que han incidido los medios de comunicación, el empobrecimiento cultural general de las capas medias y la falta de eficaz acción formativa de las agrupaciones políticas populares que necesitan de un público politizado e informado para tener trascendencia en la escena pública.

Si esto que señalamos es cierto, un trabajo político bien organizado y sistemático puede reducir significativamente el espacio social del cual se está alimentando el fenómeno libertariano.

Todos tenemos diversas ensaladas de ideas en la cabeza. Eso es natural, aunque tratemos de hacer esfuerzos por ser coherentes.

Pero el hecho que nos preocupa es que, en esta etapa del capitalismo periférico, esa “ensalada de ideas” está fuertemente intervenida desde los poderes fácticos, que utilizan sus enormes recursos para incidir en que derive en los resultados políticos deseados. El primer gran éxito de los poderes fácticos fue Cambiemos, que fue producto de un clima de liviandad colectiva que propició un gobierno que generó un desquicio de endeudamiento y llevó al achicamiento del país. Ahora la novedad cambiemita está un poco desgastada, pareciéndose cada vez más a lo que realmente es, una estafa conservadora, y se lanzó el fenómeno Milei.

Vale sintetizar nuestra hipótesis en estos términos: La Libertad Avanza en una formación de ultraderecha antinacional, pero que no es apoyada por un público que masivamente sea de ultraderecha, sino que en momento de vacío político y de falta de un horizonte que genere ilusiones, tomó lo primero que le pusieron a mano. Aquí vale hacer una referencia tanto al kirchnerismo como al FIT, que no pudieron ser los canales para orientar productivamente el descontento y la desorientación de diversas franjas populares y juveniles.

 

La dolarización

Dentro de las estafas a la población, es destacable la promesa de dolarización. Rodeada de numerosas incoherencias y problemas técnicos, la dolarización fue un éxito publicitario, basada en la fantasía de que no sólo eliminaría la inflación, sino que los salarios serían mucho más altos.

Este embuste descomunal sólo puede funcionar en un contexto donde hay bastante desesperación, demanda de magia y muy baja formación en cuestiones elementales de la economía. Volvemos en ese sentido a la “magia” de los '90: alguien viene y por su sola voluntad determina que “un peso es un dólar”, y nos habilita un largo período de consumo y buena vida.

La realidad es la que señaló en un documento reciente el Instituto de Finanzas Internacionales, institución que agrupa a 38 de los principales bancos del mundo, comentando el caso ecuatoriano: “El dólar estadounidense se ha fortalecido enormemente en la década pasada. La vinculación al dólar importa (trae) esa fortaleza (a la economía que adoptó el dólar), cobrando un alto precio en términos de competitividad y crecimiento. Ecuador es una vívida demostración de esto. La dolarización redujo rápidamente la inflación, pero a costa de un menor crecimiento crónico y un desempeño inferior al del resto de América Latina”.

Conociendo al tipo de “economistas” de los que se rodeó Milei recientemente, no sorprendería que estas sensatas consideraciones de los banqueros internacionales no les importen. Porque lo que se conoce de sus proyectos de dolarización implica muy complejas ingenierías financieras, que van a dar trabajo a numerosas instituciones financieras globales, y generarán interesantísimas comisiones por esos trabajos dedicados a la ruina argentina. Además, nuestro país pondría como garantía de todas las alquimias financieras sus principales activos, como YPF y los que tiene en el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de ANSES. En otros términos, la dolarización de Milei podría derivar en que por arte de magia, activos estratégicos del país terminen traspasados a prestamistas internacionales, por la módica inversión de algunos miles de millones de dólares.

La zanahoria para la opinión pública es que nos suministrarían los ansiados dólares, aunque en realidad la mayoría de la población tendría un acceso más que limitado a esas divisas soñadas, dado que sus salarios serían paupérrimos, debido a la recesión económica extrema que se generaría.

Por lo tanto, y de cara a los próximos comicios, el principal deber de los sectores comprometidos con un futuro argentino con desarrollo e inclusión es clarificar masivamente estas cuestiones y poner nuevamente en el centro del debate público un proyecto colectivo de recuperación nacional, y no ilusiones truchas de salvación personal.

Es la forma de evitar que un “bache” en la situación económica actual –pero con importantes posibilidades de ser superado y revertido– no sea convertido por la derecha antinacional en una oportunidad para pegar un irresponsable salto al abismo.

 

 

 

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