EL CANDIDATO ES EL MODELO

Horacio Rodríguez Larreta: pauta, gestión y marketing

 

Muchas cosas podrán decirse del “obispo” Santiago de Estrada. Que fue funcionario de dos dictaduras designado por Onganía y Videla, pero que también lo fue de Alfonsín, de Menem y por supuesto y más recientemente del gobierno de Macri. Siempre del centro a la derecha y como funcionario de dos de los gobiernos que más daño le hicieron al país en todo el siglo XX (pre-pandémico y con Diego vivo). Siempre franco también, capaz de espetarle a Horacio Rodríguez Larreta: “Horacito, vos sos muy bueno para los cargos ejecutivos pero no vas a ganar nunca una elección”. Eran los tiempos en que Horacio, ya recibido de economista en la UBA con cursos de administración de empresas en Harvard, soñaba con trascender los acuerdos políticos con que lograba ocupar cargos en la gestión pública y el moderado encanto con que atravesó un casting de dirigentes organizado por Macri para elegir a su sucesor en 2011.

Las desigualdades de origen que los gobiernos populares se empeñan en achicar o eliminar situaron a Horacio en un buen punto de partida. Hijo de una familia tradicional e ilustre, está en la línea de su abuelo homónimo que fue procurador entre 1923 y 1935 y convalidó la acordada de la Corte –desde siempre un organismo autónomo y clasista de la vida política nacional– que legitimó el golpe de Uriburu contra Yrigoyen en 1930. Su padre, Horacio Rodríguez Larreta Leloir, fue un activo miembro del Movimiento de Integración y Desarrollo junto al padrino de Horacito, Rogelio Frigerio, y también Héctor Magnetto. Fue justamente la sede del MID y la curiosa efeméride del “Día del amigo desarrollista” el lugar y momento elegidos por Horacio para formalizar la candidatura que comenzó a tomar cuerpo luego de la contundente derrota de Macri y adquirió volumen nacional durante las conferencias tripartitas donde fue muy bien tratado por el presidente, que hasta llegó a nominarlo como “su amigo”. El nuevo líder de la oposición neoliberal al modelo encarnado por el Frente de Todos midió de inmediato la conveniencia de quedar demasiado pegado al frente transversal de gestores responsables impulsado por el entorno presidencial y se desmarcó de inmediato con una frase de resonancia popular: “No soy amigo del presidente, mis amigos son con los que voy a la cancha”.

Horacio nieto e hijo tiene un gran amigo en el Frente de Todos con el que no va a la cancha, con quien trabó coincidencias políticas en los ‘90 en los equipos técnicos de Ramón “Palito” Ortega, que luego declinaría mayores ambiciones integrando una fórmula con Eduardo Duhalde. Cuando el periodista Diego Genoud fue a buscar su testimonio para su biografía no autorizada de Massa, Horacio le advirtió con toda claridad que “yo soy amigo de Sergio, no esperes nada de mí”. Asados en countries, vacaciones familiares conjuntas y la casi incorporación del Frente Renovador como colectora en Provincia de Buenos Aires para apuntalar la campaña de María Eugenia Vidal en 2015 son testimonios mucho más potentes que un domingo de cancha de una amistad profunda y sincera, ajustada en acuerdos ideológicos, fobias políticas concurrentes y que resiste desde hace años los posicionamientos coyunturales. Muchos de los que aún se preguntan si Massa no se cobró demasiado caro los votos que aportó a la coalición gobernante olvidan que Sergio es amigo de Larreta y Alberto y mantiene reuniones de bajo perfil con María Eugenia Vidal, Frigerio y Monzó.

 

Clasistas y populistas. El mantra antigrieta

Martín Lousteau, que como Elisa Carrió no resiste un archivo serio y acompañó a Horacio en su lanzamiento como presidenciable, definió claramente el modelo de Larreta en CABA: compra todo lo que puede y vende todo lo público para consolidar el paraíso de oportunidades inmobiliarias en el que se ha convertido el estado libre asociado y portuario que conduce. Y no puede dejar de representar a los grupos económicos que lo sostienen ni al electorado panradical o pancambiemita que es el núcleo duro electoral gorila. Es un opositor inevitable y que ya aclaró que la pantalla nacional con que el Frente de Todos contribuyó a su proyección nacional fue posible gracias a su tolerancia: “la sostuve cuando ellos tomaron medidas muy diferentes a lo que yo pienso”.

 

Imágenes como ésta alimentan el mito del progresismo neoliberal que encarna Larreta. Foto: Sebastián Pani.

 

A diferencia de algunos de sus amigos y aliados ocasionales, Horacio es claro y no zigzaguea. El punto de coparticipación descontado no desfinancia absolutamente nada y es punto de acumulación política; lo que está en juego es mucho más grande. Larreta  se preparó toda su vida para revertir la sentencia de De Estrada. Su despacho en la villa 31 y sus caminatas rodeado de vecines entre los cuales parece la mosca progre del neoliberalismo, encandiló –además de la pauta más importante del país en volumen, digamos todo– a plumas de izquierda que lo trataron con cuidado durante cuatro años y hoy lo consideran un prospecto sólido capaz de sobrevivir a Macri y una seria amenaza de cara el 2023.

El 2020 se cierra en pocos días dejando algunas certezas ratificadas: de la pandemia no saldremos mejores por deriva espontánea; los ricos no tienen patria sino dinero y lo mezquinan por encima de cualquier interés común; la grieta es histórica, inevitable y debe ser administrada sin gastarse en suturas; se tiene la oposición que se tiene, no la que se quisiera; hacer equilibrios en la pasarela del medio llevó a Massa a la irrelevancia electoral, y es enfrentando decididamente a poderes concentrados como se gana autonomía política y se consolida la base electoral; y finalmente una frase desgraciada en 2015 pero de notable actualidad: el candidato es el modelo, el candidato es Larreta, que no es amigo y no es Macri pero representa exactamente lo mismo.

 

 

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