EL CRÁTER Y LOS ENANOS

La exclusión de Cristina puso todos los problemas sobre la mesa

 

La reunión de Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa en la quinta La Colonial de Merlo con una veintena de intendentes de la 1ª y de la 3ª sección electoral de la provincia de Buenos Aires transmitió un mensaje claro, que el Presidente Alberto Fernández tardó sólo un día en decodificar: la convocatoria a una mesa nacional del Frente de Todos que coordine la estrategia para las elecciones de este año no es opcional sino obligatoria, porque de otro modo se establecería igual, sin su presencia. “Pero sin operaciones de prensa”, advirtió la operadora de prensa de la Casa Rosada, Gabriela Cerruti. Las anteriores habían sido, en apenas un par de días:

  1. Un trascendido según el cual Fernández no convocaría a esa mesa, como el domingo volvió a reclamarle Máximo Kirchner en una entrevista con Marcelo Figueras publicada aquí, porque lo primero que le reclamarían en ese espacio es que renunciara a su proyecto reeleccionario. Según los días, Alberto afirma que confía en su victoria o que dilatará todo lo posible el desistimiento para evitar el síndrome del pato rengo.
  2. La versión de que el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, representó en Merlo al Presidente, quien le encomendó preservar la unidad para ganar las elecciones, con reglas claras en las que nadie habla mal de un compañero. Los asistentes afirman que Katopodis participó a título personal y que nadie habló allí de Fernández.
  3. Que Alberto condicionaba la convocatoria al compromiso de que no hubiera objeciones a su candidatura ni a la gestión de su gobierno.

La biógrafa de Carlos Menem y Maurizio Macrì es una peronista genética (su padre fue durante años el chofer de Antonio Cafiero) y una experta comunicadora, que ha mejorado en forma ostensible los mensajes presidenciales. Es menos conocido que su incorporación fue sugerida al Presidente por Máximo Kirchner, cuando las relaciones aún no se habían agriado. La semana pasada, durante el hartante vodevil Alberto, Wado y los códigos, Cerruti le envió un mensaje que sólo decía “Los machos del off the record”. Kirchner no respondió.

En su última pieza audiovisual, Alberto dice que “esto no es un spot de campaña”, inmejorable forma de confirmar que está en campaña. También hay excesos que sugieren una valoración ingenua del carácter performativo del lenguaje: no basta que Alberto y Gabriela digan que el Presidente designó a Sergio Massa y se refiera al ministro de Economía en la primera persona del plural, cuando todos saben, comenzando por el propio Massa, que llegó al gabinete en línea recta desde el Congreso, y no del lado de la Cámara que presidía.

 

 

 

 

 

 

 

It’s the economy, stupid

En 2019, por primera vez en la Argentina post-dictatorial un Presidente en ejercicio perdió la elección en la que buscaba un segundo mandato. Este año podría ver un fenómeno aún más curioso: el de un Presidente derrotado en una elección interna de su propio partido. Más allá de cualquier otra cosa, ni Macrì ni Fernández quedan exentos de la doctrina Clinton. El Poder Ejecutivo celebra que la economía haya recuperado la caída fruto de la pandemia, y acumule una expansión real de +3,5% en relación a la primera parte de 2019. También que la tasa de desocupación haya caído por debajo del 7%, nivel mínimo desde fines de 2015, con un fuerte crecimiento en la población ocupada.

 

Crece el producto y disminuye la desocupación.

 

 

Pero este crecimiento en el empleo estuvo liderado por las formas más precarias de contratación (asalariados informales y trabajadores por cuenta propia, incluyendo el monotributo social). Hasta el salario real del sector privado registrado (que cuenta con el mayor nivel de protección) sigue un 20% por debajo del nivel de 2017 y casi un 4% por debajo de la primera parte de 2019, según los datos del instituto que creó Carlos Tomada en la Universidad Nacional de San Martín (Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo).

 

El poder adquisitivo del salario en el tobogán.

 

 

Las paritarias que se realizan según la ley de contratos de trabajo (LCT) evitan mayores caídas del salario real, pero aun así los precios siguen ganando la carrera.

Aún los mejores salarios pierden con los precios.

 

En este regresivo patrón de crecimiento, que deteriora la calidad del empleo y el poder adquisitivo del trabajo, en la comparación con 2019 el salario perdió 2,2 puntos del PIB, mientras que las ganancias empresariales treparon 3,5 puntos.

 

Cae el salario, suben las ganancias.

 

 

En una visión de más largo plazo, la participación asalariada, que durante la década kirchnerista superó el 50%, retrocedió a los niveles de 2011, consolidando el ajuste iniciado durante el macrismo. El salario no fue en este período causante de la inflación por presión de costos, sino por el contrario la variable de ajuste para el modelo económico.

 

 

La participación del capital y el trabajo.

 

Un dato notable es que el producto se estancó durante el segundo mandato de Cristina, que no pudo evadir la crisis mundial, y sin embargo la participación del salario siguió creciendo. Pocas cosas dejan más en evidencia que el nivel salarial es una decisión política. Los salarios reales y en dólares (incluso al tipo de cambio oficial) son los más bajos en la última década, y para encontrar algo peor (pero no tanto) hay que retroceder hasta la crisis de 2001, cuando el hit del verano no era Muchachos sino Que se vayan todos.

 

En poder adquisitivo y en dólares, el salario más bajo en dos décadas.

 

 

Con tan marcada aceleración inflacionaria y en este contexto distributivo, un programa de estabilización integral debería poner el foco central en reducir las ganancias de las empresas. Cristina lo haría. ¿Alguien más se animaría?

 

 

 

 

Las historias de la historia

Las anécdotas que saturan medios y redes antisociales oscurecen que los conflictos del Presidente con su Vice se remontan a dos décadas atrás. Alberto recuerda con frecuencia que él impulsó a Néstor Kirchner a lanzar su candidatura presidencial, durante el interinato a cargo del Poder Ejecutivo del Senador bonaerense Eduardo Duhalde, a lo que Cristina se oponía. En coincidencia parcial, ella cuenta que por un flash de noticias supo que su compañero había adelantado en varios años el proyecto que ambos compartían. De allí a colegir que el verdadero fundador del kirchnerismo es Alberto Fernández hay una distancia que explica muchos malentendidos. También se considera miembro fundador el empresario gastronómico Fernando Navarro, El Chino masoquista que ahora promueve la candidatura presidencial del gobernador cordobés Juan Schiaretti, como si no hubiera escarmentado con su aventura de 2017 con Florencio Randazzo. Coincidió con él en la señal de noticias del Grupo Clarín la pensadora Beatriz Sarlo, que gracias a Dios milita en la oposición.

A esos desentendimientos se refería Andrés Larroque cuando dijo que Alberto “confundió cuál debía ser su rol con Cristina”. Pero, aunque hoy todos idealicen al ausente, el conflicto del jefe de gabinete de ambos Presidentes Kirchner no fue con ella, sino con él. Durante el conflicto con las patronales agropecuarias amplificado por los medios del Grupo Clarín, Alberto refunfuñaba que Cristina aceptaba sus propuestas diurnas en Balcarce 50, pero que a la mañana siguiente había cambiado de parecer, luego de pernoctar con su compañero en Olivos.

 

 

Alberto con Cristina y Néstor. Sus conflictos fueron con él, no con ella.

 

 

Sin necesidad de entrar en detalles irritantes, vale la pena recordar que en la década posterior a su renuncia las constantes apariciones mediáticas de Alberto presentaron a Cristina como una persona cuya irracionalidad e incompetencia en materia económica puso en peligro los logros del kirchnerismo, “los que obtuvimos con Néstor”. Sus primeros mensajes presidenciales fueron que él sabía cómo salir de esta crisis, porque ya lo había hecho con Néstor. (Si Cristina no interfiere, era el subtexto.)

En octubre de 2010, cuando el ex Presidente murió en Santa Cruz, Randazzo transmitió el deseo de Fernández de ingresar al velorio. “De los tres Kirchner, el único que lo apreciaba ya no está”, fue la cáustica respuesta que recibió. La reconciliación de 2018 y la candidatura compartida el año siguiente fue un acuerdo de mutua conveniencia, que unificó al peronismo y aseguró una victoria que poco antes parecía por lo menos improbable. Pero no borró esa disidencia básica sobre el rol de cada uno en la construcción política común. Hace un año, El Cohete reveló que cuando el Presidente trató de convencerlo de las bondades del acuerdo con el FMI, Máximo le dijo: “Yo no estuve de acuerdo con tu candidatura así como no apruebo ahora esta negociación” .

 

 

 

¿Quién emergerá del cráter?

Del encuentro de La Colonial no participaron los gurkas del antikirchnerismo, como el automovilista Juan Horacio Zabaleta y la enemiga jurada del punto aparte, Victoria Tolosa Paz, quien no puede dejar de sonreír ni cuando anuncia catástrofes, como si la hubiera picado Miguel Angel Broda.

 

 

Tolosa y Broda: ¿de qué se ríen?

 

Una de las afirmaciones que se escucharon allí fue que el anuncio de Cristina de que no será candidata dejó un enorme cráter y que en su ausencia el resto de los aspirantes son enanos, de modo que nadie prevalece sobre el resto y las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias definirán quién emergerá del cráter alzando el estandarte del FdT. Si ella no va, yo puedo, se atribuyó al jefe de Estado. Otro de los aspirantes, el gobernador chaqueño Jorge Capitanich, dijo en una entrevista que si el Presidente era candidato, no podían enfrentarlo su jefe de gabinete y su ministro de Economía. Necesitó siete tuits para enmendarse:

 

 

En 2019, Alberto lanzó su consigna Sin Cristina no se puede, sólo con Cristina no alcanza. Kilómetros de texto y horas de audio repiten ahora que el Frente de Todos debe preservar a cualquier precio la unidad, hasta que duela. Pero dentro del kirchnerismo comienza a circular una reversión de aquella sentencia: Sin Cristina no se puede, con la unidad no alcanza.

El 27 de diciembre Cristina resignificó su anuncio del 6 de diciembre de que no sería candidata. No es una renuncia, sino una proscripción, dijo, contra la que instó a rebelarse. Pero también desalentó una respuesta espasmódica a su condena anunciada: el 17 de noviembre en el estadio Maradona de La Plata había protagonizado la mayor movilización política en años, y no tenía sentido menoscabarla con respuestas emocionales pero incomparables en magnitud y organización, en medio de los festejos por el campeonato de fútbol que ganó la Argentina en tierras árabes y en vísperas de Navidad, Año Nuevo y vacaciones. Las fechas inmediatas para el proyecto que se denomina “Romper la proscripción” son el 9 de marzo, cuando el tribunal que la inhabilitó dará a conocer sus fundamentos (en el aniversario del decreto 4161/56 que criminalizó el mero nombre de Perón y de todos los símbolos gráficos o sonoros de su movimiento) y el 24 de marzo, la fecha tradicional del movimiento en defensa de los derechos humanos. Entre ambas, está el 24 de febrero, cuando se cumplirán 77 años de la primera elección presidencial de Perón. Tal vez Alberto use la fecha para la instalación formal de la mesa.

 

 

 

Se dobla pero no se rompe

La acumulación de fuerzas es un principio básico que se pone en juego en el intento. La palabra mágica la pronunció Martín Insaurralde: “El peronismo no puede pensar en candidaturas hasta no romper la proscripción a Cristina”, escribió hace dos semanas en una red antisocial. Al mismo tiempo así negaba que Axel tuviera ya asegurada a la candidatura a su reelección. El kirchnerismo, que impuso al alcalde de Lomas en la jefatura de gabinete provincial, en algún momento también pensó en postularlo en La Plata, al tiempo que Axel disputaría la presidencia, porque es el dirigente con mayor capacidad de retención del voto por Cristina. Pero un año después esos vientos han amainado, y no por imposición de La Cámpora. Son los otros intendentes de peso los que no aceptan el predominio del lomense: entre ellos el matancero Fernando Espinosa, el jefe de Avellaneda Jorge Ferraresi y el propio Kato. Recién a fines de febrero, en el encuentro en Santa Teresita, se arribaría a la decisión formal, pero es improbable que de allí surja algo distinto a la reelección de Kicillof. No obstante, el gobernador recita que es parte de un proyecto colectivo y que hará lo que su jefa decida, como si ella no hubiera propiciado el juego de los bastonazos [de cada mariscal].

Mientras, el problema es que nadie sabe muy bien en qué consiste romper la proscripción, dado que

  • Es inimaginable que la Casación de Hornos y Borinsky y/o la Corte de los cuatro supremos, sometidos ahora a juicio político, revoque la condena y su accesoria política.
  • Pero mientras no quede firme no se aplica, por lo cual Cristina podría ejercer sus derechos políticos. En casos de alto impacto la Corte Suprema ha dejado correr una década o hasta dos antes de cerrar una causa con un fallo definitivo e inapelable.

Pero también puede hacer lo contrario, porque no tiene plazos. Máximo le dijo a Marcelo Figueras que “con la Justicia que tenemos, si Cristina quisiese presentarse a las elecciones le sacan la condena firme en cinco minutos”. Axel Kicillof agrega que la condena está escrita y que romper la proscripción sería conseguir que los mandamases de Talcahuano 550 no se animen a firmar ese fallo que ya está escrito. Con la polarización vigente, es difícil saber hasta qué punto esta lectura está o llegará a estar instalada en la sociedad. En tal caso, Cristina decidiría qué hacer o a quién apoyar.

 

 

 

Bisagras

Cuatro décadas transcurrieron desde la sorprendente victoria de Raúl Alfonsín en 1983. Cinco años después, la única interna en las ocho décadas de existencia del peronismo consagró la unidad detrás de Carlos Menem, quien le arrebató la candidatura al gobernador bonaerense Antonio Cafiero. Esto le permitió recuperar la presidencia perdida ante la UCR renovada, reformar la Constitución y ser reelecto, hasta gobernar diez años y medio seguidos. Pero esa unidad se forjó sobre el abandono del programa de la revolución productiva y el salariazo con el que Menem batió al candidato del lápiz rojo, el radical conservador César Angeloz. La única disidencia significativa en esa década fue el Grupo de los Ocho, que derivó en el Frepaso, y la CTA. La unidad del peronismo no le bastó a Duhalde para convertir sus críticas a Menem en una opción electoral. En cambio beneficiaron a la Primera Alianza, que se ofreció como continuidad pero sin Ferraris ni Zulemas. Con similitudes y diferencias, esas dos primeras décadas fueron de democracia tutelada por los grupos económicos locales y por los acreedores representados en el sistema financiero internacional, y cada año fueron creciendo los niveles de exclusión.

La hoja de ruta de ese trayecto fue expuesta por Roberto Pedro Verrier, quien fue ministro de Hacienda por apenas dos meses, desde enero a marzo de 1957. Pero le bastaron para acuñar una definición fundamental: dijo que la Argentina era un país espléndido al que le sobraban cinco millones de habitantes. La pugna por el destino de ese sobrante iluminó las dos décadas que pasaron desde ese golpe hasta el de la Junta de Comandantes de 1976.

Entre uno y otro mediaron avances y retrocesos de las opuestas coaliciones agroexportadora-financiera e industrial-laboral, en lo que Juan Carlos Portantiero llamó “el empate hegemónico”. Uno de los indicadores empíricos de esta lid es la participación de los trabajadores en el ingreso, que tendía a crecer con los Presidentes electos (aún en condiciones precarias, como los radicales Arturo Frondizi y Arturo Illia) y a mermar con cada irrupción militar. El ’76 fue el perfeccionamiento castrense del ’55. Verrier rendía cuentas al dictador Aramburu y José Alfredo Martínez de Hoz (h) se entendía con el dictador Jorge Videla: no había prensa libre, sindicatos legales, justicia independiente ni Parlamento. Se gobernaba por decreto y no había límites para el sufrimiento que podía infligírsele a los disidentes.

La idea fue que no hubiera marcha atrás posible. El miedo instilado en la sociedad por la práctica brutal de la dictadura disciplinó a los gobiernos electos que sucedieron a la masacre. Hacia 1980, el economista Aldo Ferrer estimó que en el país diseñado por Martínez de Hoz ya no había lugar para 15 millones de personas. El número de excluidos necesarios para que funcionara el plan no cesó de crecer y cuando comenzó a morder los talones de la clase media con capacidad de ahorro dio lugar al estallido de 2001.

La segunda bisagra la colocó el kirchnerismo en 2003, cuando retomó la lógica histórica del peronismo y los asalariados volvieron a imponerse en la distribución de los frutos del esfuerzo colectivo. Pero no pudo construir una sucesión consecuente, de modo que el peronismo conservador le impuso a Daniel Scioli en 2015, y no encontró nada más potable que el actual Presidente en 2019. El discurso de Fernández es impecable, se sacaría una buena nota en el examen de Veinte Verdades Peronistas, pero sólo a veces es corroborado por los duros datos de su gestión.

No es casual que el liderazgo del PRO atribuya todos los males del país a los 70 años en los que cree que gobernó el peronismo, mientras se codea con Miguel Pichetto, Ramón Puerta, Cristian Ritondo, Eduardo Amadeo, Diego Santilli o Emilio Monzó, que no brotaron de un repollo liberal. Por eso, a pesar del carácter avasallador de Cristina, de su tedio por la rosca entre dirigentes, a la hora de lo que en una época se llamaba recuento globular y en otra poroteo, hasta Pablo Moyano le pide que haga un esfuerzo más y revea su decisión. La segunda parte de la oración varía, según quien la enuncie, pero la primera es inamovible: Sin Cristina no se puede.

 

 

 

La mesa

En los primeros años del FdT Alberto presidió una mesa, que todas las semanas se reunía en Olivos, con participación del kirchnerismo y del FR de Sergio Massa. La coordinaba el jefe de gabinete Santiago Cafiero. Se mantuvo hasta las elecciones de 2021. En julio de ese año, Cristina y Alberto analizaron las candidaturas bonaerenses en RPO, junto con Axel Kicillof, Sergio Massa, Wado de Pedro, Máximo Kirchner y Gabriel Katopodis. Kirchner mostró un estudio detallado sobre las elecciones legislativas de las últimas dos décadas, en el que se apreciaba que los allí reunidos representaban en forma estable la mitad del electorado provincial, en configuraciones distintas cada vez y formuló una propuesta para la lista de diputados, expresiva de ese universo oficial:

  • Santiago Cafiero, en nombre de Alberto,
  • Luana Volnovich, por La Cámpora,
  • Carlos Bianco, en representación de Axel, y
  • Malena Galmarini, compañera en la política y en la vida de Sergio Massa, quien había prestado su acuerdo para ello.

En tal caso, Kirchner cedería a Cafiero su cargo en la Cámara de Diputados. Alberto y Axel recelaron que querían correrles a sus jefes de gabinete. Por eso Kirchner sugirió también una alternativa: Sergio Massa y Luana Volnovich. Nadie hizo ningún comentario y a través de Clarín se enteraron que Alberto dispuso por sí y ante sí que las listas en Buenos Aires y Capital Federal fueran encabezadas por sus amigos Tolosa Paz y Leandro Santoro, dos personas estudiosas y trabajadoras pero sin grandes antecedentes de construcción colectiva e inserción territorial. Ese muletto del FdT perdió cuatro millones de votos respecto de 2019, de lo que ninguno de ellos se hizo cargo. La catástrofe no fue peor porque no los capitalizó Juntos por el Cambio, que también padeció la deserción de un millón de votantes. Alberto celebró la derrota como una victoria, porque entre las PASO y las generales se achicaron sus márgenes.

 

 

 

El Espejo

También ahora el principal activo del oficialismo es el recuerdo de los sufrimientos que causó el gobierno anterior y su promesa de amplificarlos si pudiera. Contribuyen al estado caótico de la oposición la ambigüedad de Macrì sobre qué hará, la pugna cada día más enardecida entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta y los conflictos entre el PRO y la UCR. Macrì y su ex jefe de gabinete en la Capital Federal tienen fortalezas cruzadas. Si Macrì decidiera ir por su segundo tiempo, podría imponerse en la elección interna, pero es más que dudoso cómo le iría en la elección general. Rodríguez Larreta, en cambio, tendría mejor desempeño contra el Frente de Todos, pero le costaría más llegar a la candidatura de su coalición.

Su pugna con Bullrich no escatima golpes bajos:

  • Su (¿ex?) Ministro de Seguridad, Marcelo D’Alessandro, acabó con la carrera política del jefe de campaña de Bullrich, Gerardo Milman, haciendo trascender la denuncia sobre el auto cedido a Jerry por una empresa contratista de la Nación, que manejaba una amante del diputado procaz.
Milman, en el balneario CR de Pinamar. Unas largas vacaciones.

 

 

  • La ahora colaboradora de Rodríguez Larreta, Florencia Arietto, enrostró a Bullrich las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en operativos de las fuerzas federales que conducía la entonces ministra, de quien era asesora. Después se arrepintió y pidió disculpas, pero la guerra nuclear ya se había iniciado. La ex diputada radical Silvana Giudici le recordó cuando Arietto planteó que a la provincia de Buenos Aires sólo se podía entrar con metra y que debía enviarse el Ejército a Villa Mascardi, mientras el pitbull de JxC, Fernando Iglesias, la llamó hija de puta. En un mensaje privado, por supuesto, que ella difundió porque, dicen, no tiene códigos (salvo el penal).
  • Bullrich aprovechó el brulote para facturárselo a Rodríguez Larreta, frente al que reivindicó su propia presunta dureza, que es lo que le ofrece al país.

 

Además insistió en reformar las leyes de defensa nacional y seguridad interior para enviar al Ejército a combatir el narcotráfico en Rosario, el tipo de decisión por el que México y Colombia todavía están pagando las consecuencias, con la autonomización de una parte de sus militares, la corrupción de otra y una enorme cantidad de muertos por completo ajenos a la cuestión.

 

 

 

 

La música que escuché mientras escribía.

 

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