El daño estaba hecho

Defecciones, brújulas descompuestas y canalladas

Rocca, Magnetto y la cúpula de la Asociación Empresaria Argentina con Caputo, en diciembre último.

 

En el movimiento de los hilos que accionaron a los títeres de la Corte Suprema el martes 10 de junio, cuando firmaron la condena a Cristina –con ejecución pendiente al cierre de esta nota, a cargo de uno de los futboleros que gustan del mate y en los ratos libres preside el tribunal que la difamó–, se condensan años de ataques a través del dispositivo mediático y los aparatos de inteligencia y judicial, con resultados decisivos: habían conseguido preocupantes niveles de desarticulación del movimiento popular y dejado huellas en el liderazgo de la ex Presidenta, que había puesto el cuerpo como pocos en la historia nacional y soportado agresiones adicionales por su condición de mujer. Esto significa que las manifestaciones populares de acompañamiento a Cristina después del fallo se dan en el contexto de una derrota y retroceso del campo popular; en esta línea, conviene tener presente que tales movilizaciones expresan amor por su lideresa, tristeza y en algunos casos bronca, pero también desorientación de la dirigencia y falta de organización, sin la cual esa energía social no puede convertirse en respuesta política. Es oportuno considerarlo ante la emergencia de infundados triunfalismos.

Pudo haber sido sorprendente, pero no por nueva, la ferocidad con la que el gran capital y su sempiterna masa de maniobra –la del “Viva el cáncer”– iban a buscar la eliminación de la escena nacional de eso que –con razón– visualizaron como lo más parecido a la reaparición del primer peronismo; lo que había cambiado era el método: el gran capital había dejado de lado la fórmula gramsciana del consenso y la coerción para regirse por una reaccionaria: represión más indiferencia.

Tampoco es nueva la conducta política de la burocracia peronista: ¿Qué pasó con gobernadores que aparecen sonrientes en fotos con Milei pero no asistieron a la convocatoria del lunes pasado (9/6) en la sede del Partido Justicialista, donde por primera vez en la historia se iba a rendir homenaje a los fusilados en José León Suárez, y era inminente la sentencia contra la Presidenta de su partido? ¿Y dónde estaba la conducción de la CGT, en momentos en los que para el peronismo el pasado parecía el presente y el presente el pasado? Tal vez estamos en presencia de dirigentes que adhieren dogmáticamente al principio de no intervención, en claro contraste con la izquierda democrática, que hizo pronunciamientos de repudio a la condena y solidaridad con CFK, estuvo en la calle y se movilizó en universidades; en el plano internacional han sido tan potentes como conmovedores los respaldos de Presidentes de países de Nuestra América, entre otros los de Claudia Sheinbaum y Luiz Inácio Lula da Silva.

Entre los burócratas, nadie podía diputarle la bandera a cuadros a Alberto Héctor no me deja mentir Fernández, quien durante años fatigó los canales de televisión del poder denostando a quien después lo llevaría a la candidatura presidencial. Siendo Presidente continuó con el proceso de demolición por otros medios, como reconoció ante un periodista, convirtiéndose en precursor de Milei, quien se propone “poner el último clavo en el cajón del kirchnerismo con Cristina adentro”. Así, en una época en la que las víctimas son convertidas en victimarias/os y viceversa, el ex Presidente también está entre los pioneros: con la inestimable intervención de los medios y el trabajo sin desmayos de sus colaboradores más cercanos, hizo creer a unos cuantos que era víctima de los embates de Cristina, que no sólo era mala sino –además– la responsable de los fracasos de su gobierno: un combo efectivo para erosionar al kirchnerismo y a su jefa.

En momentos de agudización del enfrentamiento con el poder, las decisiones políticas no debieron responder a simpatías o antipatías personales ni a una especie de presente electoral perpetuo que otorga el status de prioritario al “armado de listas”, como parece que entienden algunos participantes de la reunión que el mismo lunes mantuvieron en La Plata integrantes del Movimiento Derecho al Futuro. Sorprende que habiendo alcanzado altas funciones públicas exhiban un amateurismo político difícilmente compatible con esas responsabilidades. Uno de sus fundamentos es el gastado pero siempre consentido discurso que plantea la “necesidad de renovar” y “dar lugar a las nuevas generaciones”, como si liderazgos y conducciones tuvieran que ver con la edad y pudieran imponerse por decisión de los dirigentes, y como si la conducción cuestionada no hubiese promovido un importante trasvasamiento generacional cuyos principales protagonistas se encuentran entre quienes encabezan el reclamo: es posible que hayan cometido el error de suponer que estaban ante un liderazgo extinguido. No obstante, hay que rescatar que asistieron al referido encuentro que tuvo lugar en la sede del PJ, donde Cristina dio un discurso histórico.

 

 

Contemplar una perspectiva más amplia implica mirar hacia atrás –la historia– y hacia adelante –lo estratégico, pero estratégico para el conjunto, no para un grupo: mientras estos compañeros estaban “construyendo poder”, el poder real seguía timbeando las condiciones de vida de los argentinos, y anunciaba otra enajenación del patrimonio social, como explicaron el mismo lunes el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, y el ministro de Economía, Luis Caputo (para quien no tenga tiempo, paciencia y/o tolerancia para escuchar todo el video, la exposición de Bausili está al principio y el anuncio de Caputo en el minuto 35).

En síntesis, las defecciones de los burócratas y la brújula descompuesta de los bien intencionados limaron la conducción y, en esa exacta medida, fortalecieron las posiciones del Régimen, más allá de encendidos discursos de oposición y declaraciones de solidaridad ad hoc.

Los recientes comicios provinciales y en CABA –donde el principal candidato del movimiento popular se “deskirchnerizó para ganar”– han arrojado altos índices relativos de ausentismo que, como ha señalado el sociólogo Artemio López, son más elevados en los sectores populares que forman parte de la base social del peronismo; uno de los factores que determinan el fenómeno sería haber comprobado que, de un tiempo a esta parte, el voto no incide en las políticas de gobierno, algo así como “el voto no cambia nada” o “es lo mismo votar que no votar, porque para mí todo sigue igual”, convicción que obedece tanto a la falta de respuestas del sistema político como al sostenido y potente discurso contra la política, dos caras de la misma moneda. Pues bien, si algo tiene claro toda la ciudadanía –desde el más rico al más pobre–, es que con Cristina al mando el voto tiene un valor no meramente abstracto: las cosas cambian, y todos saben con qué rumbo.

A lo mejor por eso, en los días anteriores a la última canallada circuló en distintos ámbitos una fija que afirmaba que “a Cristina no la van a condenar porque a Milei no le conviene: la necesita para polarizar”, y si la condenan “la va a indultar”. La versión influyó en militantes, que estarían desconociendo quién manda en el país y cuál es la naturaleza del momento: a los efectos de la legitimidad democrática del proceso histórico –algo que al Régimen no le preocupa– y del control del proceso político –lo que realmente le importa, con la mira puesta en la exaltada y desde el martes más cercana peruanización–, cada parte de la sentencia cumple una función clave: el encierro busca consolidar el disciplinamiento del sistema político ampliado, la inhabilitación perpetua busca reducir el peligro que implica la elegibilidad de la única dirigente con condiciones para poner en jaque al proyecto en ejecución y sentar las bases de una reconstrucción. Los jefes del bloque de poder, Héctor Magnetto, Paolo Rocca & Cía., ejercen la conducción del proceso político y no quieren perderla cuando estalle el experimento que tiene a Milei por mascarón de proa, algo que tendría mayor probabilidad de ocurrencia con Cristina en la calle, candidata y elegida. El bloque de poder se completa recordando la sentencia de CFK “si me pasa algo, miren al norte”: hace unos días la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la Argentina, AmCham, reclamó enérgicamente por el fracaso del proyecto conocido como Ficha Limpia, un traje a medida para impedir cualquier candidatura de la dos veces Presidenta. Ahora el trumpismo festeja, según se vio estos días en las redes sociales.

La capacidad de disciplinar del Régimen se ha materializado históricamente con distintos métodos, y se ha incrementado a través del tiempo, cooptando franjas cada vez más amplias del sistema político ampliado. El fenómeno pudo verse en años recientes cuando el aparato judicial que responde a veteranos de la corrupción con el patrimonio de los argentinos, como Mauricio Macri, condenó a peronistas que habían afectado sus intereses con acciones transformadoras en ejercicio de la función pública, como Amado Boudou, Julio De Vido y Milagro Sala: ante tales circunstancias, muchos de sus propios compañeros tuvieron por toda respuesta la parálisis o la indiferencia “para no quedar pegados”, porque los habían convencido o tranquilizaban su conciencia –sin decirlo públicamente– con el siempre a mano “algo habrá hecho”, en la versión que mejor se adaptaba a cada caso.

Lo dicho hasta aquí no significa que los jefes del sistema plutocrático no puedan errar: si bien juegan con dados cargados, pueden equivocarse al introducirlos en el cubilete; por lo pronto, es posible que a partir de este momento el apoyo popular a Cristina –el de su pueblo, no necesariamente el de los dirigentes– se active y se incremente.

Es indudable que estamos transitando entre un antes y un después en la marcha del devenir político. A partir de la maniobra urdida, millones de compatriotas se enfrentarán a la imposibilidad de votar a su candidata preferida: ellos también han sido privados de ejercer plenamente sus derechos políticos, una situación inédita desde 1983 cuyas consecuencias son impredecibles. Sin embargo, entre tanta incertidumbre hay unas pocas certezas:

  1. Que el enfrentamiento político en la Argentina no es entre sellos de goma que se pretenden partidos políticos, sino entre dos bloques sociales;
  2. Que el problema no son las personas que ocupan las instituciones sino las instituciones mismas;
  3. Que la lucha es sin concesiones y, por lo tanto, no da lugar a moderaciones y formalismos vacíos; y
  4. Que para recuperar la representación efectiva de uno de aquellos bloques, el movimiento nacional y popular con el peronismo como eje debe ordenarse/organizarse, explicitar su proyecto y movilizarse: es importante destacar la auspiciosa reunión que tuvo lugar el jueves en la casa del Partido Justicialista, con la presencia –entre otras– de representantes de los partidos que integran Unión por la Patria.

 

 

 

 

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