El decálogo del asedio

Los ejes de la oposición para corroer al gobierno

 

La oposición intenta superar la derrota electoral sin plantearse un proyecto alternativo de gobierno. Busca debilitar en forma sistemática al Frente de Todxs con la interesada colaboración de las diferentes corporaciones empresariales que han visto disminuir su incidencia en las regulaciones, y al mismo tiempo observan con preocupación el horizonte democratizador que se impulsa desde el Poder Ejecutivo.

Las cuatro dimensiones que sirven como plataforma de lanzamiento del desgaste programado tienen su base en la política, el sistema judicial, la distribución del ingreso y la esfera internacional. Dentro del primer conjunto se destaca la búsqueda denodada por oponer la figura del Presidente a la de CFK. El juego de las diferencias entre Alberto y Cristina está impulsado por los medios hegemónicos con el objetivo de instalar una cuña entre ambos. Incluye, también, de manera homóloga, instalar antagonismos entre Alberto Fernández y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, como forma derivada del maniqueísmo anterior.

La catalogación de CFK como una asesina y la permanente referencia a supuestas brechas internas dentro del Frente aparecen como claros intentos de socavar la articulación de las políticas, instituyendo una agenda de supuesto doble comando. Como ejemplo de esta manipulación, el editorialista de La Nación, Joaquín Morales Solá, advierte sobre la posible protección brindada por Alberto Fernández a su vicepresidenta en relación con el caso Nisman. En forma sincrónica, desde Miami, Andrés Oppenheimer convoca a desconocer la soberanía local reclamando que la muerte del fiscal sea juzgada por tribunales ajenos al Poder Judicial argentino, capaces garantizar una condena eterna para CFK. En ambos casos el objetivo es extorsivo: insertar una cuña entre AF y su vicepresidenta con el único designo de minar y carcomer la estabilidad del gobierno.

El hostigamiento internacional también forma parte de la operación de debilitamiento. El reciente viaje de Alberto a Israel logró desmontar una campaña iniciada por la DAIA, en connivencia con las embajadas de Estados Unidos e Israel. Apenas asumió el gobierno se buscó instalar la idea de un peronismo simpatizante –o por lo menos indiferente— al terrorismo internacional, e insensible a la memoria de la Shoá. El etiquetamiento de un Frente de Todxs ligado al Eje del Mal busca, al mismo tiempo, el disciplinamiento de las políticas (neoliberalismo a nivel doméstico y bilateralismo en política exterior) e impedir el cese de la persecución hacia el kirchnerismo.

En la última semana varios voceros del Congreso de los Estados Unidos advirtieron que de ninguna manera se debería modificar la política exterior de la Argentina respecto de lo trazado por el macrismo. El endeudamiento, subrayan, no solo es un condicionamiento de la economía doméstica. Su externalidad —indudablemente calculada por quienes buscaron someterse a los dictados fondomonetaristas— es la restricción soberana para orientarse hacia el multilateralismo y recrear la integración regional latinoamericana. En ese marco, los casos de Venezuela y Bolivia son utilizados en forma sistemática para provocar altercados con Washington.

Otro de los ejes desde donde se prepara el terreno para desplegar la demonización progresiva de esta nueva experiencia de gobierno popular es el relativo a la corrupción. El último jueves se difundió —mientras se hacían públicos los préstamos del Banco Nación a la empresa Vincentin, y el Ministro de Producción denunciaba a la aparición de sobres con miles de dólares en un despacho de su cartera— el índice que mide niveles de transparencia. Según dicho informe, el gobierno de Cambiemos produjo una sistemática mejora respecto a la experiencia kirchnerista durante sus cuatro años de gobierno. Este informe es el adelanto de la ofensiva que será desplegada en futuros daros que comprobarán la alianza indeclinable entre populismo y corrupción.

 

 

 

Arremetida simbólica

 

 

 

En esa misma lógica, la configuración cultural de la derecha argentina volvió a apelar a la identificación (previsible) entre lo popular y lo autoritario. El discurso de asunción de Rosario Lufrano como directora de la Radio y Televisión Argentina (RTA), fue catalogado como militante, por su referencia al destrato sufrido por los empleados durante la gestión de Hernán Lombardi. Sin embargo, el periodismo de guerra inaugurado por Clarín hace una década siempre gozó de calificativos cercanos a lo incisivo, objetivo e incluso valiente.

Otra punta de lanza es la inseguridad. La titular del PRO, Patricia Bullrich es la encargada de convencer a la sociedad de que la orientación de la ministra Sabina Frederic no hace más que empoderar a los delincuentes y debilitar las capacidades de las fuerzas de seguridad. Con este cometido, la ex militante del grupo de Rodolfo Galimberti irrumpe semanalmente con advertencias apocalípticas, que encuentran más o menos eco según la cantidad de sangre capaz de ser reflejada por los medios hegemónicos durante esa semana.

La ofensiva desplegada estrictamente desde la dimensión económica tiene como atributos centrales la temática de las retenciones al campo y la política tributaria. Las recurrentes amenazas de tractorazos se vienen complementando con la histórica crítica a la carga impositiva. Los sectores que motorizan la queja, mientras tanto, hacen malabarismos para evitar que la fuga de capitales se convierta en un tema de debate público. El diputado Mario Negri fue explícito al encarnar esta cruzada: "El gobierno le metió impuestos a los que no lo votaron”. Seguramente esperaba que haga lo contrario. Que recaude a costa de los sectores más postergados.

El asedio orquestado desde las corporaciones locales, en connivencia con Washington, requiere para ser exitoso, que la agenda del hostigamiento se imponga a las iniciativas desplegadas por el actual gobierno. En los próximos meses se estructurarán las bases de esa conflictividad que será decisiva para las elecciones de medio término. En el campo de las significaciones se desarrolla una confrontación en la que la ventaja se obtienen cuando se logra instalar el/los ejes del debate. Se beneficia el que decide qué se debe discutir. Y en forma concomitante, qué debe silenciarse. Cuando los responsables del asedio logran captar la atención generalizada de la sociedad, determinando los temas de la preocupación social, gran parte de la disputa aparece comprometida. Si por el contrario la agenda logra mantenerse en disputa y el gobierno cuenta con iniciativas novedosas y sorpresivas, el asedio perderá coherencia y no logrará sinergizar su espiral de odio.

El recordado escritor y economista español José Luis Sampedro fue explícito al recordarnos que “la opinión pública está influida por los medios de comunicación y los medios están en manos de quienes mandan y los que mandan favorecen a los que dicen lo que a ellos les conviene y borran todo lo que no les conviene. Así que la opinión pública es, sobre todo, opinión mediática”. En la comprensión de esta realidad se juega gran parte del futuro próximo.

 

 

 

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