El extraño de pelo cano

Fue campeón mundial juvenil, una enfermedad lo alejó del fútbol y le permitió abocarse a la escritura

 

Lanao se inició en los planteles menores de Vélez Sarsfield. Le gustaba la natación. Llegó al fútbol más por la insistencia de su papá que por interés propio. “Directo a la octava”, recuerda hoy y agrega: “Enseguida fui parte de la séptima división campeona, pero ya entonces sabía que el fútbol no sería una obsesión para mí”. Cumplió con disciplina y algunos campeonatos ganados el escalafón de las inferiores y en 1980 el director técnico Reynaldo Volken lo ascendió a primera. Venía de la gloria de un título mundial obtenido en Japón en 1979. En ese equipo, liderado por Diego Maradona y dirigido por César Menotti, fue el suplente de Ramón Díaz: ese blasón no se lo quita nadie.

Era un número 9 entrador y goleador, pero el regreso desde el fútbol francés de Carlos Bianchi determinó su salida de la institución del barrio de Liniers. Ese centro delantero alto, delgado y de cabello enrulado pasó primero a Unión de Santa Fe, en donde lo compararon con Andrés Cuqui Silvera. Su paso posterior fue en Huracán, en donde encontró en Claudio Morresi un compañero con inquietudes comunes. En ambos clubes marcó goles y eso no pasó inadvertido para el descubridor de talentos español José María Minguella, que lo acercó al fútbol europeo. Entre Salamanca y Castellón, finalmente fichó para el Logroñés, como el primer jugador extranjero que se sumó a ese club.

A la vuelta de ese campeonato sub-20 en el que la selección ganaba y demolía a sus rivales, Lanao precisa un acontecimiento que le tocó vivir: “Tanto la selección campeona de 1978 como la juvenil de 1979 fueron dos equipos maravillosos. Pero a los dos el sistema de ese momento los utilizó para amplificar un acontecimiento deportivo. Alguna vez escribí un artículo a partir del obligado saludo a Videla en la Casa de Gobierno. Se llamaba La mano. El joven de entonces nunca olvidó ese apretón, pero la vida le depararía una experiencia más traumática que haberle dado la mano al dictador.

 

El plantel campeón mundial del 79, en la Rosada escuchando a Videla.

 

 

 

Sin piernas

–Doctor, no siento las piernas.

Lanao viajaba en un micro con sus compañeros del Logroñés (por entonces en la segunda división) para enfrentar al Cartagena. Era octubre de 1985, tenía 25 años y una carrera por delante porque la dirigencia del Atlético de Madrid ya había reparado en sus condiciones. Los especialistas españoles le diagnosticaron una paraplejia de origen virósico que incluso le llegó a lastimar la médula. Su maligna manifestación física recibió otras denominaciones: “reacción inmunoalérgica”; “secuela de una lesión que se infectó”; “inflamación medular producida por contacto con un químico utilizado para el césped”. Hasta hoy piensa que nunca recibió una evaluación definitiva, aunque esa enfermedad le estalló en la cara y le hizo cambiar el rumbo de su vida. Inicialmente invalidado, se movilizó en silla de ruedas y más adelante en muletas. Lo cierto es que nunca volvió a ser el que era. Cuando todavía le costaba entender volvió a recibir la palabra de la medicina:

–Tengo una noticia mala y otra buena. La mala es que nunca podrá volver a la práctica del fútbol. La buena es que pronto podrá volver a caminar.

Dicho y hecho. No sin padecimientos, volvió a andar por las calles, pero en 1986, más temprano que tarde, decidió retirarse del fútbol.

 

Septiembre 1986, partido homenaje en Logroño.

 

Aquella frase que Diego Maradona pronunció con su habitual elocuencia en 1994 (“Me cortaron las piernas”), Lanao la atravesó y la sintió ocho años antes. Todavía padece en una pierna la derivación de aquel daño neurológico. Desde hace más de 30 años el ex jugador reside en Logroño, capital de la comunidad autónoma de La Rioja, España. Hoy está en Buenos Aires por razones familiares y en un bar de Palermo dialogó con El Cohete a la Luna.

“Siempre entendí al fútbol como un trabajo. Un trabajo pesado, de excesiva presión. Disfrutaba del picado con amigos, pero nunca tuve necesidad de trascender o jamás me preocupé por ser contratado por un equipo grande. Por eso, el trámite de mi retiro fue más sencillo. Vi a amigos y compañeros de la actividad que tomaron el alejamiento de la actividad de un modo muy obsesivo, como que les llevó tiempo despegarse. Soy muy sincero cuando digo que nunca me pesó la condición de ex jugador”.

Hablando, tranquilo, sorprende todavía más. “Después de todo, el fútbol no era mi vida. Tenía condiciones y talento, podría haber llegado más lejos, pero casi termino agradeciéndole a la enfermedad que haya aparecido en mi vida. Eso me abrió la posibilidad de dedicarme a escribir, que es realmente lo que me apasiona”. Sin embargo, tiene todavía en su cabeza al que considera el más bonito de los 34 goles que marcó como profesional. “Fue uno que hice jugando para Unión, contra Argentinos Juniors, y se lo marqué de caño al Pato Fillol”. De inmediato aclara: “De veras. No sueño con jugadas ni con goles”.

El retiro lo llevó a buscar otros horizontes. Los descubrió en el periodismo deportivo, pero en un ejercicio en el que pudo mezclar sus inquietudes culturales, sociales y políticas. Durante más de 15 años contribuyó en medios del Grupo Vocento y en la radio COPE, de España. En la Argentina, actualmente se lo puede leer en Página/12 y en La Tecla Eñe. Así tituló informes recientes, que explican sus intereses de este tiempo. “La copa América y los genitales del fascismo distópico”; “El hígado neo fascista de Chilavert y de Milei”; “Agüero, López Murphy y los millonarios patrióticos”; “El sudaca Messi y la guerra de ojos azules”, “Ex presidentes ociosos para un mundial de oligarcas”. En otras columnas también se refirió al próximo mundial en Qatar para advertir sobre la homofobia de sus gobernantes o acerca de los miles de trabajadores que murieron en la construcción de los estadios y otras sedes. “A Qatar no quiero ir por convicción. Este mundial se ha llevado por delante a 5.900 trabajadores, en su mayoría inmigrantes. También a la comunidad LGTB y con su corrupción, a la decencia ética. Será el mundial del fútbol neoliberal sostenido en el dinero y en el poder del mercado”.

Queda claro: eligió esta tarea de divulgación antes de continuar vinculado al fútbol como director técnico o representante, como hacen tantos jugadores en situación de retiro. Esto, y varias cosas más, lo convierten en lo que es, hoy, con poco más de 60 años: un extraño de pelo cano.

 

Lanao hoy: mucha pelota a los libros.

 

 

 

Hay otra vida

Su papá, decisivo en su temprano acercamiento al fútbol, también le despertó la afinidad política. Lanao fue un adherente a la Federación Juvenil Comunista, pero las obligaciones del entrenamiento y algunas discrepancias ideológicas lo fueron distanciando de La Fede. Eso no declinó su interés por la realidad. Dice que no sabe si Menotti, su DT en el juvenil de Japón, y de quien siempre se dijo que estaba cercano al PC, conocía su costado militante. La ficha de Lanao no estaría completa si no se menciona otra de sus aficiones. “Siempre me gustó la pintura. Pero un día descubrí el arte gótico y me apasioné. Me di cuenta que somos hijos de ese estilo. Las catedrales europeas, medievales, eran el único edificio que simbolizaba la ciudad. Los frescos de inspiración religiosa de esas catedrales, pintados por artistas góticos, eran como el telediario de hoy: contaban lo que estaba pasando”, cuenta. Y admite: “Yo, un ateo militante, fui capaz de convertirme admirando tanta belleza”.

Su vínculo con el fútbol está completamente intervenido por sus inquietudes políticas. Infatigable lector, encontró en libros y pensamientos de Orwell, Hanna Arendt, Oriana Fallaci o Umberto Eco claves valiosas para entender por qué va muy poco al buen estadio del Logroñés, que milita en la tercera categoría española: “Ver el juego me seduce, pero me rechaza el modelo fascistoide que hay en el vestuario y también en la platea”.

 

 

Picadito de entretiempo

Las que siguen a continuación son otras definiciones de Lanao, una rara avis de los 90 minutos del partido de la vida. Y si hay alargue, también.

Diego: “Charlé muy cordialmente con él, cuando jugaba en el Sevilla. Llegó a mi ciudad para enfrentar al Logroñés. Sigo en contacto con otros campeones de 1986 como Valdano, Burruchaga, Olarticoechea y Trobbiani”.

Messi: “No lo conocí. Todavía no se dio”.

Amigos: “Los de toda la vida. Muchos de los que conocí cuando, con 13 años, llegué a Vélez. A veces no tengo tantas afinidades, pero con una mirada o con una sonrisa nos entendemos”.

Seguidores: “No me imagino cómo son mis lectores. Lo que intento siempre es aportar alguna idea con la que puedan identificarse”.

La escritura: “Con frecuencia es más inconsciente que consciente. Me nace como forma de expresión”.

Representantes: “Es una profesión legítima. Pero pienso que es una clase de intermediación que al mundo del fútbol no le hace bien”.

Fútbol Femenino: “Es necesario difundirlo. Más que nada para legitimar la inserción de la mujer en el mundo actual. No creo que alguna vez el fútbol sea mixto”.

Hincha de: “De varios. Primero, por historia, me identifico con Vélez. También con el Rayo Vallecano, por la concepción política de su hinchada, capaz de resistir la llegada de un jugador que tenía ideas nazis. Con el Barcelona por la influencia de Johann Cruyff, a quien me admiré por haber cambiado todo. Y también con el St. Pauli, que juega en el campeonato de tercera de Alemania, por su compromiso anti-racista, por su apoyo a la igualdad y a la diversidad y por su aceptación a los inmigrantes”.

Admiraciones: “Por su compromiso de vida, por su generosidad ideológica y por su mirada hacia los más vulnerables menciono a Diego Maradona, a Víctor Hugo Morales y a Alejandro Dolina”.

 

Lanao con Cruyff, uno de sus favoritos.

 

 

 

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