El fantasma de la libertad

La incertidumbre como síntoma

 

No soy original. Titular con la palabra “libertad” es insoslayable. Uso el nombre de la anteúltima película de Luis Buñuel. Las imágenes de un artista surrealista no parecen desajustadas a la actualidad política.

Antes del balotaje había dos posibilidades de inicio de gestión de Milei. El plan de las propuestas exóticas y libertarias o un gobierno neoliberal clásico, al estilo Macri 2015-2019, pero con una situación de inicio peor. Ahora no solo no hay dólares, sino que también hay deuda en dólares, y pasaron ocho años de malas gestiones, pobreza, decadencia educativa e institucional.

Por ahora se impone una tercera opción: el desconocimiento.

A poco de asumir, aún no dio a conocer un plan económico. En la gestión, los casilleros se van llenando de un modo desordenado para un observador externo. Tal vez el patrón sea el eclecticismo que refuerza la centralidad de una figura presidencial con un halo de misterio y exotismo, coherente con la visión de sí mismo: “loco o genio”, definido por el éxito o el fracaso.

 

 

Política

Los primeros confirmados fueron los cuadros de Eurnekian en los cargos políticos y de justicia (donde se sigue confundiendo política judicial con abogacía) y de Techint en YPF. Siguiendo con Luis Buñuel: El discreto encanto de la burguesía.

Hay una alianza con Schiaretti que sigue la línea del voto cordobés y daría recursos a Llaryora (aun cuando fue insultado hace poco por Caputo) aunque lo condicionarían políticamente, al menos al principio. No parece que el nuevo gobernador necesite confrontar ahora con un Schiaretti reforzado por el 7 % que obtuvo en las elecciones.

El eventual desprestigio por un fracaso del gobierno nacional no ahuyenta a los políticos o se compensa con los beneficios de ejercer competencias en instituciones poderosas como el Banco Nación o ANSES. No hay castigo para las gestiones horribles. Bullrich fue estrella de De la Rua y firmó la baja del 13 % a los jubilados.

El plan político, que ejecuta Francos, parece ser dividir y cooptar por partes al aliado en el balotaje (JxC) en lugar de tomarlo llave en mano con todos sus gerentes y el CEO (Macri). Empezó por Bullrich y Petri.

Si le sale bien, es atractivo a mediano plazo, pero puede generarle conflictos en los primeros meses y en particular en la sanción de los primeros proyectos de leyes en el Congreso.

Debe confiar —y habrá hecho números— en que mediante propios, casi propios y extraños, necesitados de fondos aportados por gobernadores, pueda lograr las sanciones. Es tradición que unas primeras leyes no se le niegan a nadie, pero muchas verdades quedaron desvirtuadas.

Milei hace unas semanas pasaba de ser un genio que reescribía El Príncipe a un desesperado en la soledad o aun un títere de Macri. Hoy su centralidad no parece en discusión ni tampoco que se siente fuerte. La incógnita no es entonces hoy quién conduce, sino qué quiere hacer y si podrá conducir.

El proyecto y los programas una vez más parecen casi ausentes. La dolarización o el cierre del BCRA pasaron de innegociables a ser archivados a innegociables en el mismo día, según los medios o las señales del futuro PEN. De salud o educación se sabe poco. Lo único claro es “no hay plata”. No es novedoso. En los sesenta fue “ajustarse el cinturón”, en los noventa “cirugía mayor…”, etcétera.

 

 

Economía

La designación de Caputo trae incógnitas. Viene de fracasar como ministro y presidente del BCRA. Es rechazado con términos descomedidos por (ex)altos funcionarios del FMI. ¿Qué aporta?

Dicen que su talento no es como economista, sino en los negocios financieros, conseguir dinero. ¿Para Milei, la Argentina solo necesita endeudarse? No lo creo, tal vez él se concibe como el verdadero ministro de Economía y piense en Caputo como su secretario de Finanzas.

Los informadores hablan de la búsqueda de fondos para reemplazar los pesos implícitos en las letras y pases que emite el BCRA para remunerar a los bancos que absorben pesos vía plazos fijos a tasas altísimas. El consenso de los economistas, por ortodoxia o heterodoxia, afirma que, si es ese el plan, yerra el diagnóstico. También coinciden con el sentido común: sustituir deuda en pesos por deuda en dólares es ruinoso.

La voracidad por prendar las acciones de Nación en YPF (que no son el 51 % porque hay tenencia de las provincias petroleras) y las del Fondo de Sustentabilidad parece haber sido contenida, al menos en lo inmediato. Las empresas emisoras financiarían gustosas —en forma directa o encubierta— si quedaran a tiro de comprar esas acciones, que permiten al Estado designar representantes en los directorios.

 

 

Ajuste o bienestar

Hay debate sobre el sentido del voto a Milei. Esto es, si conlleva un mandato de bienestar inmediato o incluye la conformidad con un sacrificio previo. En el primer caso, la paciencia sería corta. En el segundo, habría que reflexionar cuánto “ajuste de cinturón” está dispuesto a tolerar cada sector social. ¿Cuánta tolerancia puede tener el que está en el límite de la subsistencia? ¿Cuánta un empresario al que el ajuste coloca en insolvencia su empresa?

También hay debate sobre las reacciones sociales. Si pueden ser espontáneas o el resultado electoral estableció una nueva dinámica.

La liberalización absoluta de precios en mercados oligopólicos como alimentos y bebidas o las afirmaciones de Mondino respecto de que los valores de bienes esenciales serán los de exportación pueden provocar situaciones angustiosas respecto de las cuales Milei, como el líder carismático que pretende ser, deberá tomar posición.

Supongamos que de buena fe cree que la liberación de los precios en una plaza como la Argentina producirá, en poco tiempo y por el juego de oferta y demanda, alimentos a precios accesibles. Entonces, su plan puede ser mantener los aportes a los sectores más necesitados y esperar ese equilibrio benéfico. Si en noventa o ciento ochenta días, logró ese equilibrio, su plan sería en principio exitoso. En tal caso, tendrá mayor oxígeno para seguir en la senda neoliberal, y quedarán en cuestión las tesis que afirman que las grandes empresas en posiciones dominantes abusan de esa condición imponiendo precios y cantidades en función de sus intereses y ganancias, sin importarles demasiado las consecuencias sociales y ni ser afectadas por el juego de oferta y demanda que, en esta oportunidad, no parece que pueda ser reforzado a la baja con la importación de alimentos.

Si, en vez, su tesis fracasa porque los precios no bajan ni se estabilizan, ¿cuál será la estrategia del líder carismático? ¿Será pragmático y criticará las prácticas empresarias admitiendo que no existe un mercado en competencia que construye un precio racional o insistirá con dogmatismo?

Gestionar la realidad argentina requiere acertar el diagnóstico, la teoría y la ejecución. 

 

 

 

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