EL FMI Y EL POPULISMO

Un Estado de Seguridad Nacional hunde sus raíces en un enorme complejo industrial militar

 

El nuevo Acuerdo firmado entre el gobierno de Macri y el FMI descarna un futuro inmediato de consecuencias imprevisibles. Al mismo tiempo, los ecos de la victoria de Bolsonaro en Brasil resuenan en la escena política argentina. Ambos fenómenos, aparentemente inconexos, son puntadas de un entramado de poder que sobrevuela al mundo entero y condiciona tanto el bienestar económico de vastas capas de la población mundial como la capacidad de expresión política de la protesta social.

Los rasgos mas salientes del nuevo Acuerdo firmado revelan su carácter insostenible y el abismo insondable de pérdida de soberanía nacional y destrucción del tejido social al que ha sido arrojado el país. Nunca antes en la historia del FMI se ha dado un préstamo tan grande en condiciones de sustentabilidad tan precarias. Cabe entonces preguntarse por las verdaderas razones de este Acuerdo, aquellas que si bien no se explicitan, resplandecen iluminadas por el calor infernal de la relación de fuerzas que este Acuerdo pretende plasmar en la sociedad.

La política monetaria y cambiaria del nuevo Acuerdo busca profundizar un estado de recesión económica sin limites acompañado por la permanente posibilidad de una devaluación. Con este nuevo acuerdo las tasas de interés mas altas del mundo llegaron para quedarse indefinidamente: no podrán bajar del 60% hasta que no transcurran dos meses seguidos de inflación a la baja. Esto, en medio de un proceso inflacionario desenfrenado que preanuncia una hiperinflación es, en el mejor de los casos, una utopía. Al mismo tiempo, este nuevo Acuerdo quita al Banco Central la posibilidad que tenía de intervenir en el mercado de cambios con operaciones de venta de dólares a futuro y con la mesa de dinero del Banco Nación. Ahora el tipo de cambio quedará a merced de las “expectativas” de un mercado agitado por constantes turbulencias desencadenas por la especulación financiera.

Esta política monetaria está inmersa en contradicciones que la llevan a su propia implosión. Estipula que el dólar se mantendrá estable dentro del techo y el piso de bandas designadas para contener su movimiento. Sin embargo, esta estabilidad se logra al precio de engendrar un crecimiento exponencial de la deuda en letras del BCRA, las LELIQs, a siete días y con un interés cercano al 70%. Estas letras de corto plazo que solo compran los bancos ya suman 600.000 millones de pesos y pagan diariamente 1000 millones de pesos en concepto de interés. Los plazos fijos de los inversores privados depositados en los bancos a tasas de interés que rondan el 50% constituyen la contrapartida de este pasivo. Si por algún motivo estos inversores no renuevan sus plazos fijos, las LELIQs tendrán que convertirse a pesos para saldar esa deuda, con el consiguiente desmadre inflacionario y eventual corrida hacia el dólar. Asimismo, al llenar los encajes bancarios con letras del BCRA remuneradas, se generan las condiciones que en el pasado han desembocado en crisis bancarias.

Por otra parte, el Acuerdo pretende cubrir los vencimientos y pagos de intereses de la deuda ya contraída hasta fines de 2019. El 85% del desembolso de este préstamo se hará durante este gobierno. A pesar de ello, de aquí a fines de 2019 los vencimientos superan el monto del préstamo y tendrán que ser financiados con otros aportes obtenidos en un contexto internacional sumamente adverso. Asimismo, el gobierno que surja de las elecciones de 2019 tendrá que afrontar el pago de 131.096 millones de dólares en concepto de vencimientos de deuda externa ya contraída a los que se sumara a partir de 2021 el pago de los 57.000 millones de este préstamo que por ese entonces habrá sido utilizado totalmente. Así, este Acuerdo coloca al país ante una situación insostenible que obliga en el muy corto plazo a reestructurar la deuda y sus intereses. La dinámica que subyace es la reproducción al infinito de un mayor endeudamiento. Este es un objetivo central del Acuerdo, pero no es el único.

En efecto, este Acuerdo con el FMI expresa el apoyo de la comunidad financiera internacional, y especialmente del gobierno norteamericano, a un gobierno que se ha comprometido a eliminar al populismo de la escena política. Paradójicamente, esto ocurre en circunstancias en que el populismo conquista el gobierno del Brasil y agita sus banderas en los Estados Unidos y en varios países europeos.

 

El populismo de derecha

La emergencia en los últimos tiempos de movimientos populistas en los Estados Unidos y Europa es el síntoma de una enfermedad que convulsiona al mundo en que vivimos: la crisis de legitimidad de las instituciones democráticas y la gradual emergencia de nuevas formas de institucionalidad, cada vez mas autoritarias. Desde sus orígenes, el funcionamiento de las instituciones democráticas ha buscado expresar al Interés General de la sociedad, por encima de la pugna de innumerables demandas particulares contrapuestas. Este juego democrático ha sido progresivamente bloqueado por una trama de relaciones de poder de índole mafioso y corrupto que tiene por principal objetivo concretar el Interés Particular de un sector que domina monopólicamente todos los aspectos de la vida social: desde la economía y las formas de representación política hasta la producción y distribución de información, ideas y valores que dan sentido a la vida cotidiana.

En su avance arrollador, la expansión mundial del capitalismo global monopólico ha sembrado una creciente desigualdad social acompañada de apatía política y anomia. Al mismo tiempo, el juego democrático ha sido sustituido por una progresiva manipulación de las instituciones democráticas, el vaciamiento de su contenido, la proliferación de la corrupción y el clientelismo, la imposición de un relato único y la búsqueda de nuevas formas de institucionalidad. Las instituciones democráticas y la estructura administrativa del Estado norteamericano han sido impactadas por el desarrollo de una acumulación del capital basada en la expansión mundial de grandes corporaciones que, dominando la tecnología de las cadenas de valor global, han integrado a la producción y a las finanzas mundiales a niveles inéditos en la historia de la humanidad. La cara oculta de esta acumulación del capital ha sido el enorme desarrollo de la industria de guerra y de la tecnología de punta asociada a la misma.

Hoy día un Estado de Seguridad Nacional hunde sus raíces en un complejo industrial militar de enorme envergadura. El cerebro de esta “comunidad inteligente” reside en un núcleo altamente concentrado, cuyos tentáculos penetran en los tres poderes democráticos, los medios de comunicación, las finanzas y la política. Este núcleo es un verdadero Estado en las Sombras que, operando en secreto, y muchas veces vulnerando la legalidad, impone a los tres poderes de la democracia el rumbo de la política a seguir. Este Estado en las Sombras no es un todo homogéneo, su interior esta impregnado de conflictos “territoriales” por poder y dinero que muchas veces replican los enfrentamientos político- partidarios del país. Este Estado en las Sombras no admite fronteras. Se ramifica como un cáncer dentro de los sistemas institucionales del centro y de la periferia del mundo capitalista y busca manipularlos a fin de imponer su propia agenda. Rastros de esta última emergen en los “golpes blandos” que en los últimos tiempos han azotado a gobiernos populistas en América Latina. Estos gobiernos intentaron, sin éxito, modificar aspectos sustanciales de la estructura de poder vigente en sus respectivos países.

El fenómeno Trump es expresión de un populismo de derecha que disputa la hegemonía dentro del propio Estado en las Sombras. Sin adscripción previa al partido Republicano, con una personalidad volcánica difícilmente controlable y un discurso nacionalista, xenófobo y racista, Trump logró apoderarse de la estructura del partido Republicano y ganar las elecciones de 2016 montado sobre las reivindicaciones postergadas de amplios sectores populares a los que convocó a restituir la grandeza americana. Asesorado por Kissinger y por ideólogos nacionalistas de derecha, Trump planteó desde un principio  una política destinada a redefinir el poder económico norteamericano, los principales conflictos geopolíticos y el poder militar empantanado en guerras que, según él, propagaban el terrorismo internacional. Una parte esencial de la estrategia asesorada por Kissinger se basaba en el acercamiento a Rusia para aislar a China. Bien pronto estos objetivos quedaron sepultados bajo el impacto de la ofensiva de un “golpe blando” desatado en su contra, por sectores del Estado en las Sombras. El objetivo fue, y sigue siendo, su destitución por su supuesta connivencia con Rusia para ganar las elecciones de 2016. Mas tarde los cargos de obstrucción de procesos judiciales y negociados fraudulentos se sumaron a la ofensiva para destituirlo.

Esta operación desestabilizadora ha marcado todo su gobierno y explica en parte el discurso nacionalista y guerrero de un Presidente que encuentra rédito político inmediato militarizando su política económica y financiera. Su gabinete contó desde un inicio con amplia participación de los grupos económicos que han dominado la política económica norteamericana desde el gobierno de Ronald Reagan. Asimismo sumó a ideólogos nacionalistas de derecha y una fuerte participación militar tanto en las funciones de defensa como en la gestión diaria de su gabinete. El resultado ha sido una política económica que no ha alterado la estructura de poder dominante y ha estimulado el fuerte gasto militar y la quita de impuestos a las grandes corporaciones norteamericanas. El proteccionismo se ha transformado en la bandera de una guerra tecnológica que apunta a contener el avance de China en la carrera armamentista. Acosado por el golpe blando que busca destituirlo, Trump ha embarcado al país en una creciente militarización de la política financiera y comercial, en una acelerada carrera armamentista y en un notable endurecimiento de las relaciones con Rusia y China. El mundo no ha estado tan cerca de un incidente nuclear desde el final de la Guerra Fría.

En este contexto cada vez mas radicalizado, las distintas variantes del populismo de derecha que se desarrollan en Europa intentan aggiornar aspectos de una estructura de poder que no es cuestionada en su esencia. Esto ocurre al mismo tiempo que ideólogos nacionalistas vinculados al riñón del Estado en las Sombras convocan a la unificación del populismo de derecha en un movimiento internacional capaz de influenciar y absorber la protesta social bajo nuevas formas de institucionalidad. En este punto, el fenómeno Bolsonaro adquiere toda su importancia: consolida un populismo de derecha violentamente extremista que es respaldado por los sectores con mayor poder económico del país. Al mismo tiempo, este populismo proclama su docilidad al poder hegemónico norteamericano y seguramente redefinirá las alianzas comerciales y políticas de Brasil con el bloque de los BRICS y con nuestro propio país.

Una serie de acontecimientos significativos abonaron la emergencia del movimiento de Bolsonaro. Entre estos se destacan los errores del PT, tanto desde el gobierno como desde la oposición, el espionaje sistemático del gobierno y las empresas oficiales por parte de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos —fenómeno que estalló públicamente en 2013—, las investigaciones sobre la corrupción en el gobierno y en las principales empresas del país que se sucedieron en los años siguientes y alimentaron el operativo mediático judicial que dio por tierra con el gobierno de Dilma Rousseff y proscribió electoralmente a Lula. Finalmente no se puede ignorar el rol que tuvo Steve Bannon —ex jefe de la campaña y Jefe de Estrategia durante los primeros meses del gobierno de Trump— en el asesoramiento de la campaña de Bolsonaro y en la utilización masiva de las redes sociales para implantar noticias falsas que le redituaron un éxito político.

 

El FMI y el peronismo

Desde un inicio este gobierno ha perseguido con operaciones mediático judiciales a funcionarios y dirigentes de la oposición. En esta aventura ha puesto especial énfasis en tratar de impedir por cualquier medio la vuelta de CFK al gobierno. El Acuerdo con el FMI es funcional a este objetivo. Al producir una brutal recesión crea las condiciones para la desmovilización, el miedo y la apatía. En este contexto, y ante el desgaste creciente de este gobierno, la posibilidad de un populismo de derecha empieza a cobrar vuelo y distintas variantes del “peronismo racional” se preparan para jugar un rol protagónico con el fin de garantizar la “gobernabilidad” bajo los auspicios del FMI.

En estas circunstancias, la oposición al Ajuste del FMI no puede esperar a que lleguen los tiempos electorales para salir al ruedo. Tampoco puede separar la campaña electoral de la lucha contra el Ajuste. El desafío es ahora. Se trata de buscar la unidad nacional contra el Ajuste convergiendo en un frente de colectivos que incentive la discusión y la participación de las bases en las decisiones y en el control de la gestión de sus dirigentes. Este es el camino que permitirá eventualmente poner fin a la corrupción y al clientelismo que este gobierno y el populismo de derecha buscan perpetuar.

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