El frío

Osvaldo Roldán murió en la sala de espera del Pirovano, donde se cobijaba del frío

 

Hacía tiempo que Osvaldo Marcelo Roldán vivía en la calle. Como otras personas sin techo, buscaba amparo donde podía. Se refugiaba del frío en el Hospital Pirovano, en el barrio de Coghlan. Llevaba horas muerto cuando, el domingo por la noche, en la sala de espera de la guardia, notaron que no se movía ni tosía. Su muerte sucedió durante la ola de frío de la semana pasada.

Eran cerca de las 10 de la noche, cuando empezaron a golpear la puerta de la guardia del Pirovano. Pedían que saliera algún médico porque creían que el hombre que dormía en dos asientos tapado con una frazada bordó estaba muerto.

Un testigo contó a El Cohete que, con fastidio, el encargado de seguridad dijo: “Ah, otro más”. El video que llegó a este medio muestra cuando dos médicos jóvenes –un hombre y una mujer— salen a comprobar si tenía signos vitales.

 

 

 

 

—¿Usted es familiar? –se lo escucha preguntar al médico.

—No, nosotros veníamos a darle comida —responde una mujer.

El domingo, la temperatura no pasó de los once grados. Mucho frío para quienes están en situación de calle, arrastrando enfermedades. Ese día estaba especialmente gélido en el Pirovano. No había calefacción en la zona donde fue encontrado muerto Osvaldo.

Los médicos avisaron a la policía. Intervino la comisaría 37a y el caso quedó en manos de la fiscal de instrucción Paula Asaro.

 

Sin registro

La ministra de Desarrollo Social y Hábitat de la Ciudad de Buenos Aires, Guadalupe Tagliaferri, dijo el jueves que no había ningún registro de que una persona hubiera muerto por hipotermia en el Hospital Pirovano.

Ese mismo día, en el Ministerio de Salud, ante una consulta de El Cohete dijeron que la persona tenía historia clínica en el hospital, sufría problemas cardíacos y era reticente a ser atendido. No ameritaba esa muerte ningún tipo de comunicación oficial.

Dentro del hospital, el caso se manejó con hermetismo. Los trabajadores que estaban en la guardia hicieron saber que temían represalias si hablaban. Muchos profesionales se enteraron por los medios. No circuló la muerte de una persona en situación de calle en una de las salas de espera del centro médico.

Tagliaferri, que secunda a Martín Lousteau en la lista de Juntos Somos el Cambio para el Senado en la Ciudad, buscó diferenciar el caso del Pirovano del de Sergio Zacariaz, que una semana antes murió en la calle Perú de frío, a solo cinco cuadras de Casa de Gobierno.

Los dichos de la funcionaria son, al menos, apresurados. A Roldán todavía no le practicaron una autopsia completa. Los estudios previos indican que tenía una cardiopatía y sufría neumonía. “Probablemente recrudeció con el frío”, evaluaron fuentes con acceso al expediente.

La fiscal investiga su muerte. Entre otras cosas pidió las cámaras, que permitirían ver si pidió ayuda y no se la brindaron. También solicitó la historia clínica de la que hablan en el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. Al cierre de esta edición, no había llegado a la fiscalía.

Fiscal Paula Asaro

Sonidos del silencio

El cuerpo estuvo varios días sin identificar. Dejó de ser un NN el jueves, cuando se presentó una hermana ante la fiscalía. Hacía años que no tenía contacto con él.

Era Osvaldo Marcelo Roldán. Cincuenta años. De oficio cerrajero.

Roldán había perdido contacto con su familia. Hace solo cinco meses se había cruzado a otro de los hermanos y le había dicho que había perdido el trabajo en la cerrajería.

Vivía en la calle. Tenía una campera azul, una manta bordó, una bolsita con unos vasos y un pan duro fuera de la bolsa. Todas sus pertenencias al momento de morir.

Los vecinos y las vecinas que se acercan al Pirovano con un plato de comida para los que buscan allá refugio lo describen como un “habitué”. Lo conocían. Los que se acomodaban con él en la sala de espera de la guardia lo reconocían por una tos feroz. Se sorprendieron cuando ya no lo escucharon.

En una ciudad donde oficialmente se declaran que son 1141 personas las que duermen a la intemperie mientras que las organizaciones sociales reportan un número cuatro veces mayor de 5412, el silencio por su muerte enciende una nueva alarma.

 

 

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