El fútbol, ahora y siempre

Un libro recupera las historias de 46 socios e hinchas de Racing asesinados por el terrorismo de Estado

 

En la convicción de que los clubes de fútbol, igual que el resto de la sociedad, fueron “víctimas del plan sistemático de exterminio desplegado por la dictadura”, Julián Scher (de probadas condiciones académicas, por ser licenciado en sociología, por su maestría en ciencia política y por ser hincha de la Academia) publicó en 2016 su libro Los desaparecidos de Racing, con once historias de vidas de víctimas del terrorismo de Estado y seguidores del club de Avellaneda. En 2019 agigantó su propuesta. Entendiendo que “Racing no solo no fue ajeno al horror que padeció la Argentina, sino que perdió a una parte de su comunidad a manos del terror genocida”, trasladó a la comisión directiva la idea de que el club restituyera la condición de socios a hinchas asesinados y desaparecidos poco antes y durante el golpe de Estado iniciado en marzo de 1976. Su proyecto se multiplicó informativamente en las redes sociales y los once casos de su inicial investigación pasaron a ser 46. Persiste la convicción de que ese número puede crecer. Scher lo tiene claro: “Esos 46 son representativos de los 30.000”. Periodista y escritor, Julián redondeó su iniciativa con la publicación de un nuevo libro, Socios eternos, los desaparecidos de Racing, de Grupo Editorial Sur, presentado hace dos semanas en la Biblioteca Nacional.

El 24 de marzo de 2022 la AFA y los clubes de todas las categorías recordaron el Día de la Memoria, Verdad y Justicia. En esa fecha se lanzó la Coordinadora de Derechos Humanos del fútbol argentino. En años recientes los clubes no patearon afuera esta cuestión. En 1997, impulsado por el entonces diputado socialista Alfredo Bravo, también víctima de los militares, River dio de baja el título de socios honorarios que había otorgado a los integrantes de la primera Junta Militar, esa línea media del terror integrada por Videla, Massera & Agosti. En mayo de 2021, Boca expulsó de su jerarquía societaria a Alejandro Lanusse y a Emilio Massera. Colón, de Santa Fe, le quitó su condición de socio a Roberto Viola, aunque post mortem. También fue cancelado el temible represor Carlos Suárez Mason, quien había ocupado en Argentinos Juniors la comisión de patrimonio, cargo desde el que en su momento operó para impedir que Maradona fuera a jugar al exterior. A Defensores de Belgrano y a Banfield se les reconocen condición de pioneros. Además de rehabilitar a sus socios, la institución del sur también hizo propio el reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado, en tanto que en la cancha de Comodoro Rivadavia y Libertador “Defe” recordó en su tribuna principal a Ricardo Pato Zucker. Lo hizo con una justificación tan sencilla de comprender como conmovedora: “Aquí fue feliz”. Una explicación totalmente extensible a todos los que, por la fuerza y la violencia, fueron privados de una alegría única como es ir a la cancha a ver a su equipo favorito. No hay una sola institución, desde la más humilde hasta la más poderosa, que no haya tenido en su lista societaria alguna víctima del genocidio. Lo que vuelve a demostrar que la acción represiva de la dictadura llegó a todas las tribunas de la sociedad: la local, la visitante y a la platea también.

 

 

Racing, un caso

Antes del inicio de la pandemia, cinco socios de Racing formalizaron la iniciativa de Scher firmando una carta dirigida a la comisión directiva. Eran Jorge Watts, torturado en el campo clandestino El Vesubio, sobreviviente de la dictadura, fundador de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y fallecido por Covid-19 en marzo de 2021; Carlos Krug, cuyo hermano Alberto está desaparecido desde diciembre de 1976; el actor y actual vicepresidente de RTA Osvaldo Santoro; el científico Miguel Laborde, hasta el 2019 presidente de CONICET y viudo de la defensora de los derechos humanos Adriana Calvo, y quien esto firma. Pasó el tiempo y el 7 de diciembre de 2021 en el Cilindro tuvo lugar un acto con mucho de mágico. En esa fecha y en ese ámbito –no podía haber uno más adecuado– se materializó la entrega de unos carnets de cuero color azul, con el nombre y la foto, el número 30.000 y la acreditación de “Socios Eternos”. Lo que sucedió aquel día fue un pequeño gran acto de reparación compartido que hizo posible que “la memoria caminara por el pasto de la cancha”, como dijo Francisco Ferreyra, hermano de Diego Ferreyra, desaparecido en mayo de 1976. Scher apunta: “El Cilindro escuchó la música de una memoria no futbolera: ‘Como a los nazis, les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar’”. En la contratapa del libro de Scher, el poeta, escritor y militante Vicente Zito Lema completa: “Socios e hinchas de Racing que sufrieron las brutales consecuencias del terrorismo de Estado son amorosamente dignificados en un acontecimiento ejemplar: ser nombrados Socios Eternos de una pasión popular de la que fueron significativa parte”.

 

 

¿Quiénes eran los 46?

Eran peronistas, eran de izquierda, eran villeros, eran sindicalistas, eran estudiantes, eran laburantes. Montos, perros, bolches, clandestinos, militantes todos, revolucionarios y, eso sí, hinchas de Racing. A quienes en diciembre pasado les tocó venir en representación y retirar el correspondiente carnet eran madres y padres, hermanos y tíos, primos, hijos y nietos recuperados, amigos, viejas inefables con pañuelos blancos en la cabeza, familiares que –como los Gallina– recibieron más de un carnet. Ahí, diciendo “presentes”, estuvieron Avellino, Schapira, Zalazar, Bruzzone, Dorigo, Russo, García, Steimberg, Rossi, Laporte, Ruggieri. Sznaider, Flores, Falabella, Abdala, Santos Soto, Elischer, Scarpato, Maza, Cobacho, Gómez. Todos y cada uno acunados por un cartel con estirpe de trapo tribunero: “Acá fueron felices y vivirán siempre”.

 

 

Cada carnet, una historia

Algunos de los (ahora y siempre) eternos fueron –son– conocidos. Otros no. Unos y otros, hinchas en estado puro. Bien cita Scher: “La humanidad es una combinación de apellidos”. Cuentan los familiares de Diego Beigbeder que estando clandestino asumía máximos riesgos con tal de no perderse un partido. Taty Almeida, madre parida por su hijo desaparecido en 1975, recuerda que en un clásico frente a River, Alejandro largó una gallina al campo: cosa de hincha. Zulema vino por Jacobo Chester, su papá, desaparecido en noviembre de 1976, y René llegó convocado por su hermano José, con el que cada domingo escuchaban a Racing por radio. Y también están, por ganas y por convicción, profesionales del fútbol como Becacece, Mena, Copetti, el profesor Signorini y la jugadora Rocío Bueno.

Rodrigo Cárdenas atesora el carnet en nombre de Álvaro, su hermano, que lo instruyó blanquiceleste. Están los familiares de Jorge Cafatti, asesinado en la ESMA, y también se acercó Jorgelina Nieto Cepeda, que apenas tenía dos meses cuando secuestraron a su mamá Olga Ana Cepeda. Ella precisa: “Es la alegría de compartir una tarde de cancha con mamá”. Carlos Krug fue a ver el partido de despedida de Licha López y llevó su carnet y el de su hermano Alberto. Rosa, la madre de ambos, siguió pagando la cuota social con la esperanza de volver a tener a su hijo en casa. “Por un instante todo vuelve a ser como en los viejos tiempos”, explica Carlos.

Vino la hermana de José Amigo, a quien antes también homenajearon en Quilmes poniéndole su nombre a una calle. A Ricardo Capelli le tocó retirar el de su amigo, el sacerdote Carlos Mugica, a quien vio caer asesinado por las balas de la Triple A en 1974. Capelli cree ver a Carlos, el mismo que llegó a ser asesor espiritual del club en tiempos deportivamente aciagos, “saltando y cantando con la hinchada”. Cerca suyo está Isabel, la hermana de Lucía Cullen, amiga del cura villero. Recuerdan a Lucía intentando alfabetizar a Corbatta, un ídolo de la institución. Pablo de Iriarte le agradece a Jorge, su viejo, “por acercarme la pasión racinguista”. Lleva puesta una antigua casaca (esa que tenía el auspicio de la yerba Rosamonte) que en el año 2000 ligó en el partido de despedida de Teté Quiroz.

 

El padre Mugica, de los 46 y de los 30.000.

 

A Tota Guede le arrebataron a Dante, su marido, y a su hijo Héctor (fana del rojo de la otra cuadra). Avellanedense de Villa Domínico, sigue viviendo allí y también es socia honoraria de Victoriano Arenas, otra institución representativa de la zona. Igual que Taty, recibió el carnet con su pañuelo blanco. A las dos, la cancha entera las abraza. Miguel Dicovsky iba a la cancha con su hermano Gustavo. Se lamenta: “Desde noviembre de 1974 que no gritamos un gol juntos”. Neneca, la hermana del poeta y autor del clásico Literatura de la pelota, Roberto Santoro, cuenta que era tan fana que no le importó escaparse de su luna de miel con tal de no faltar a un partido. También Armando Croato es reconocido: hincha de Independiente, trabajaba en el sector administrativo de Racing y el club no olvida su gestión.

Camilo y Javier, hijos de Enrique Juárez, militante de la JP y Montoneros, director, fundador del grupo Cine Liberación, besan el carnet. Ese gesto, aunque por un instante, mitiga el dolor de lo irreparable. Es un acto de reivindicación de los Derechos Humanos. En el libro resalta la historia del secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, nieto restituido 75 y que se mueve entre dos lealtades partidarias. Su padre, asesinado en Córdoba en 1975, es socio honorario de San Lorenzo, y su mamá, Liliana Corti, asesinada en Villa Adelina en 1976, es otra socia eterna de la Academia.

Los familiares de los Socios Eternos agradecen. Estas son algunas de sus palabras:

  • “Los trajeron de nuevo a la vida”.
  • “Hoy cumplí un sueño: pisar el césped del club al que mi papá quería”.
  • “Estamos acá por los compañeros que ya no están”.
  • “Desde algún lugar mi hermano se está pellizcando de emoción”.
  • “Si naciera mil veces, mil veces sería de Rácing”.
  • “Tengo el carnet en la mesita de luz. Antes de dormir, le digo ‘chau, querido, te prometo que mañana seguiré peleando’”.

 

Socios eternos y familiares atesorando el carnet.

 

 

 

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