El gasto militar en post-pandemia

Los esfuerzos de los países por lograr un mundo más pacífico podrían tener un efecto económico positivo

 

Gobiernos de todo el mundo adoptaron programas de estímulo en 2020 para hacer frente a la pandemia de Covid-19, y los programas de las economías avanzadas superaron con creces a los del resto del mundo. A medida que se reanude el crecimiento previo a la pandemia, los altos déficits presupuestarios resultantes tendrán que ajustarse en función de los recursos disponibles. Para ello, los gobiernos tendrán que reexaminar sus políticas generales de impuestos y gastos. Una cuestión fundamental es cómo podrían evolucionar las principales categorías de gasto público en los próximos años y dónde aumentarán o se reducirán las necesidades de gasto adicional.

El gasto militar, en promedio, absorbió aproximadamente 6,5% de los presupuestos públicos de todo el mundo en 2019, de acuerdo con los datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, la fuente más exhaustiva y comparable de datos sobre gasto militar. Desde el final de la guerra fría en 1990, los gastos en defensa han disminuido, tanto como porcentaje del gasto público como del producto total de la economía (PIB). Esta tendencia ha dado cabida a otras formas de gasto público, como en educación, salud e infraestructura. Pero, ¿sigue el gasto militar en niveles históricamente bajos? En este artículo examinamos con mayor detenimiento el gasto militar durante un período largo y extraemos conclusiones preliminares para los presupuestos públicos.

 

 

Tendencias en el gasto militar

El gasto militar mundial, estimado sobre la base de promedios no ponderados de los países, se ha reducido cerca de la mitad, del 3,6% del PIB durante el período de la guerra fría (1970-90) al 1,9% del PIB en los años posteriores a la crisis financiera mundial (2010–19).

 

 

Son varios los factores que podrían explicar el descenso observado en el gasto militar, más allá del final de la guerra fría y la consiguiente reducción de las tensiones internacionales. En las economías avanzadas, una de las razones podría ser el mantenimiento de la presión en favor de la consolidación fiscal: en el período posterior a la crisis financiera, la relación deuda/PIB promedio se situaba por encima de 100%. La llegada de la pandemia de Covid-19, y el correspondiente uso de los presupuestos para luchar contra ella, han aumentado esta relación en otros 16 puntos porcentuales (FMI, 2021).

En segundo lugar, desde principios de la década de 2000, las economías en desarrollo han intentado asignar un porcentaje mayor de sus presupuestos a educación, salud e infraestructura para satisfacer las crecientes necesidades de su población y fomentar el crecimiento mediante la inversión en capital físico y humano.

Más recientemente, la atención ha girado hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, que requieren un aumento importante del gasto público en el desarrollo de capital humano.

Por último, las economías avanzadas se enfrentan al rápido envejecimiento de la población. En ausencia de grandes reformas de los sistemas de pensiones y de salud, el aumento de los gastos derivados del envejecimiento de la población seguirá ejerciendo presión sobre otros gastos públicos (Clements et al., 2018).

Si bien el gasto militar ha disminuido, varía considerablemente según el país. El gráfico 2 muestra qué países dedican menos del 2% del PIB a defensa (83 en total), entre el 2% y el 5% (48) y más del 5% (7). Varias economías avanzadas se encuentran entre los 15 países con mayor gasto militar y son responsables de más del 80% del gasto militar mundial. Pese a esta heterogeneidad, no se puede descartar la posibilidad de que un gran número de países comparta a lo largo del tiempo la tendencia hacia un nivel similar de gasto como proporción del PIB.

 

 

Convergencia en el gasto militar

Encontramos que, en los 138 países de nuestra muestra, el gasto militar en relación con el PIB no está convergiendo hacia un nivel común, sino que más bien está adoptando tres trayectorias diferentes (Clements, Gupta y Khamidova, 2021). En el primer grupo de 20 países, con un alto grado de conflicto, el gasto ha aumentado hasta un nivel sustancialmente superior y se ha separado de la tendencia mundial (gráficos 3 y 4). Este grupo da cuenta del 5% del gasto militar mundial e incluye Arabia Saudita, Armenia, Azerbaiyán, Omán y la República Democrática del Congo.

El segundo grupo de países es el más numeroso –77 países, de los cuales 30 son economías avanzadas–, y representa más del 90% del gasto militar mundial. En este grupo, el gasto se ha estancado, en promedio, en aproximadamente el 2-2,5% del PIB. Su gasto militar promedio en relación con el PIB cayó significativamente desde 1990 hasta mediados de la década de 2000, y ha cambiado poco desde entonces. Este grupo incluye China, Estados Unidos, India, el Reino Unido y Rusia. Todos estos países se encuentran entre los 15 países con mayor gasto militar en términos absolutos.

En el tercer grupo, formado por 41 países, el gasto ha disminuido hasta un nivel incluso inferior, de algo menos del 1% del PIB. Este grupo está formado por 41 países, de los cuales solo 2 son economías avanzadas (Eslovenia y Lituania).

 

 

Son muchas las consideraciones que influyen en la probabilidad de que un país pertenezca a un grupo de gasto concreto. En primer lugar, el elevado gasto militar de los vecinos puede percibirse como una amenaza, llevando al país a asignar más recursos a defensa. Además, un país dedicaría más recursos a sus fuerzas armadas cuando se enfrenta a un nivel significativo de inestabilidad política, violencia y terrorismo dentro de su territorio. Más aún, como se ha analizado antes, el aumento del gasto social (en educación y salud) y del gasto derivado del envejecimiento de la población, en las economías en desarrollo y avanzadas, respectivamente, podría influir en las asignaciones presupuestarias para defensa. La competencia por recursos presupuestarios puede ser menos dura en economías en desarrollo que tienen el potencial de recaudar más impuestos y tratan de hacerlo; esto es improbable en las economías avanzadas.

Por último, que un país se encuentre en un grupo en lugar de en otro puede verse afectado por su pertenencia a una alianza militar, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La pertenencia a una alianza puede ejercer presión para aumentar o disminuir el gasto militar. Un país que pertenece a alguna de las principales ocho alianzas militares del mundo tiene ciertas obligaciones en cuanto al gasto militar, al tiempo que se beneficia del gasto de otros miembros de la alianza.

Encontramos que la estabilidad política y el escaso riesgo de violencia o terrorismo, un alto gasto social y un bajo nivel de gasto militar de los vecinos están asociados con una mayor probabilidad de situarse en los grupos de gasto bajo (grupos 2 y 3). Nuestro análisis muestra que la pertenencia a alianzas militares (como la OTAN) no tiene un efecto notable sobre el gasto militar.

 

 

 

Implicaciones para la era tras la Covid-19

Nuestros resultados destacan distintas tenencias en el gasto según el grupo de países. En un grupo pequeño de países (grupo 1), los conflictos han dado lugar a aumentos del gasto hasta sustancialmente por encima del 5% del PIB, mientras que en un grupo integrado principalmente por economías en desarrollo (grupo 3), el gasto ha caído a niveles relativamente bajos. La estabilidad política y el riesgo de violencia, el gasto social y el gasto militar de los vecinos influyen sobre un grupo concreto de países. Estos resultados ponen de relieve el efecto colateral económico positivo de los esfuerzos por lograr un mundo más pacífico mediante la reducción de conflictos internos y externos; no solo sobre el crecimiento económico, sino también sobre los presupuestos públicos, al reducirse el gasto militar.

Para el grupo más grande de países (grupo 2), dos fuerzas compensatorias parecen determinar la trayectoria futura del gasto militar. Por un lado, la necesidad de reducir el gasto no relacionado con la Covid-19 para respaldar la consolidación fiscal y mantener el gasto social presionará a la baja estos gastos. Por otro lado, el gasto militar en este grupo se ha estancado en los últimos años como porcentaje del PIB y ya no muestra una tendencia a disminuir con el tiempo. De hecho, el gasto de defensa puede comenzar a subir poco a poco si aumentan las tensiones mundiales.

 

 

* Benedict Clements es profesor visitante en la Universidad de las Américas, Ecuador; Sanjeev Gupta es investigador principal en el Centro de Desarrollo Mundial, Washington, DC; y Saida Khamidova es investigadora independiente. El artículo se publicó en la revista Finanzas & Desarrollo, junio de 2021.

 

Referencias
  • Clements, B., K. Dybczak, V. Gaspar, S. Gupta y M. Soto. 2018. “The Fiscal Consequences of Shrinking and Ageing Populations”. Ageing International 43 (4): 391–414.
  • Clements, B., S. Gupta y S. Khamidova. 2021. “Is Military Spending Converging to a Low Level across Countries?”. Economic Modelling 94 (enero): 433–41.
  • Fondo Monetario Internacional (FMI), 2021. A Fair Shot, capítulo 1. Washington, DC, abril.

 

 

 

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