El hilo conductor

Ex compinches y mandantes abandonaron a D'Alessio

Los viejos buenos tiempos, en el programa de Fantino, Santoro & Cía.

 

El 27 de noviembre del 2018, la Universidad del Salvador (USAL) y el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) organizaron un sesudo seminario sobre las “Tendencias del narcotráfico en Argentina”. El moderador fue Daniel Santoro, presentado como periodista de Clarín, mientras que Marcelo D’Alessio ofició de invitado estrella. El currículum, difundido por los organizadores, informaba:

 

El listado de diplomas apócrifos nos recuerda los premios falopa que Javier Milei, el Presidente de los Pies de Ninfa, adora recibir durante sus frecuentes periplos junto a la primera dama Karina Milei. Sólo faltó algún doctorado obtenido en el garaje que administra Alberto Benegas Lynch (h).

La presencia del falso abogado en un seminario organizado por FOPEA no era una casualidad. D’Alessio se había transformado en un referente mediático ineludible en materia de seguridad y narcotráfico. Gracias a su estrecha relación con Santoro llegó al quirófano de Animales Sueltos, donde el Pauta Fantino –personaje entrañable de la picaresca mediática– lo presentó como el “doctor D’Alessio, una de las personas en la Argentina que más entiende en Seguridad (...) un tipo muy valioso, que además sabe mucho de narcotráfico”.

Apenas un mes después del seminario estalló el escándalo que tendría al especialista en Seguridad, instructor de tiro táctico (Maine-USA) y tipo muy valioso en el centro de una causa por extorsión.

La misma se originó en el Juzgado Federal de Dolores a partir de una denuncia del empresario Pedro Etchebest presentada por su abogada Natalia Salvo. La banda de D’Alessio le había exigido 300.000 dólares a cambio de no involucrarlo en la causa de los cuadernos quemados y desquemados. Esta fue iniciada por el juez pistolero Claudio Bonadío junto al fiscal Carlos Stornelli a principios del 2018, a partir de la oportuna entrega por parte de un periodista de La Nación de las digitalizaciones de ocho cuadernos con anotaciones que realizara Oscar Centeno, “que habla como Monzón y escribe como García Márquez” según la gran definición de Aníbal Fernández. Centeno había sido chofer de un funcionario kirchnerista y en algún momento sintió la imperiosa necesidad de apuntar en unos cuadernos las supuestas tropelías realizadas por funcionarios y empresarios kirchneristas, o sospechados de serlo. Gracias a la doctrina Lorenzetti-Irurzun, que presume el poder residual de todo ex funcionario imputado (al menos, de todo ex funcionario kirchnerista), la dupla extorsiva Bonadío-Stornelli tuvo un instrumento eficaz para conseguir e incluso inventar confesiones: la amenaza de la prisión preventiva. Por supuesto, la difusión de ese hecho delictivo no disminuyó el apoyo entusiasta que los medios serios siguieron aportando a la causa de los cuadernos que renacieron de sus cenizas. El método era simple: el fiscal Stornelli interrogaba a los sospechosos sin la presencia de sus abogados y los impulsaba a la delación explicándoles que “no hay sortijas para todos”.

 

D'Alessio con Stornelli en Pinamar, poco antes de caer.

 

D’Alessio fue la pata instrumental de esa cofradía extorsiva. Gracias a su relación con el fiscal, amenazaba a sus posibles víctimas con inventarles causas judiciales, mientras que su amistad con Santoro le permitía amenazar con escraches mediáticos. Además de estos contactos, D’Alessio mantenía una relación estrecha con la Ministra Pum Pum, con quien chateaba con frecuencia.

La investigación del juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, sacó a la luz las acciones de inteligencia que llevó adelante D’Alessio incluso sobre los integrantes de Animales Sueltos, programa del que era un columnista frecuente. Según el magistrado, quien le proveía información sobre sus colegas era el propio Santoro. Por supuesto, los panelistas del programa, que durante años difundieron todo tipo de operaciones ilegales contra el kirchnerismo en general y CFK en particular, se indignaron al ser ellos los espiados. Al fin y al cabo, no eran kirchneristas como para andar soportando esa clase de maltrato.

La semana pasada, el Tribunal Oral Federal 8 condenó a D’Alessio a trece años y medio de cárcel por extorsión, violación de leyes de inteligencia, lavado de activos y asociación ilícita. Los jueces dieron por probado que el falso abogado era el “hilo conductor” de una organización que hacía inteligencia ilegal para amenazar a sus víctimas con involucrarlas en causas judiciales o presionarlas con escraches mediáticos.

Cabe recordar que el experto imaginario ya cumplía una condena de cuatro años por un intento de extorsión similar contra el despachante de Aduanas Gabriel Traficante, con la participación de su compinche Santoro. Este se defendió señalando que su vínculo con D’Alessio había sido “en el marco del ejercicio de su profesión”, aunque no aclaró cuál. En todo caso, fue oportunamente sobreseído por el juez que inicialmente lo había procesado. Al no ser kirchnerista ni sospechado tal, podía ignorar lo que hacía su secuaz.

Según el fiscal que intervino en la segunda condena de D’Alessio, la información que hacía llegar a algunos medios era publicada tal cual, sin verificación alguna, lo que explicitaba la complicidad de quienes la difundían. Sin embargo, su amigo Santoro también fue salvado en esta causa. La Cámara Federal de Apelaciones de Mar del Plata revocó el procesamiento dictado por el juez Ramos Padilla. Emocionado hasta las lágrimas, Santoro afirmó en aquella oportunidad que “la libertad de prensa venía siendo atacada por el kirchnerismo y el juez Ramos Padilla”. Sin la libertad de extorsionar, no hay prensa libre que aguante.

 

Operador judicial Daniel Santoro y espía inorgánico Marcelo D'Alessio.

 

 

El fiscal Stornelli conoció un destino judicial similar: declarado “en rebeldía” por negarse a presentarse durante casi nueve meses ante el juez Ramos Padilla, quien finalmente lo procesó por extorsión junto a D’Alessio, fue salvado por la Cámara Federal de Apelaciones de Mar del Plata, que revocó el procesamiento. Luego, la Corte Suprema rechazó por cuestiones formales un recurso de la Unidad de Información Financiera (UIF) presentado durante el gobierno de Alberto Fernández contra ese fallo de segunda instancia, dejando firme el sobreseimiento del fiscal extorsionador. El fallo fue firmado solo por los jueces Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti, ya que Carlos Rosenkrantz se excusó de intervenir en el expediente por figurar en la lista de los espiados de D’Alessio. Es la famosa justicia poética.

La Ministra Pum Pum, contacto frecuente de D’Alessio, con quien mantenía un vínculo amistoso que incluía tiernos saludos para las fiestas, pero también mensajes relacionados a temas de Seguridad y reuniones oficiales, tampoco fue importunada.

El caso D’Alessio sigue una noble tradición macrista, que persiste bajo el gobierno de los hermanos Milei. Sus compinches y mandantes mediático-judiciales –el fiscal Stornelli y el periodista Santoro–; su contacto personal, la Ministra Pum Pum, o el Pauta Fantino, cuyo quirófano de Animales Sueltos fue partícipe necesario de las extorsiones del hoy condenado, no fueron incomodados por la justicia. Los jueces retomaron así la misma lógica contorsionista que llevó a la Cámara Federal de Casación Penal (integrada por Mariano Borinsky, Gustavo Hornos y Javier Carbajo) a considerar que ni el entonces Presidente Mauricio Macri, ni el titular de la AFI –su amigo personal Gustavo Arribas– estaban al tanto del espionaje ilegal que un grupo de agentes llevó a cabo contra figuras políticas relevantes, en particular opositores (algunos presos, como Amado Boudou o Julio de Vido), pero también contra el entorno de Macri, incluyendo a su propia hermana Florencia.

Espiar a su propia familia parece ser una tradición calabresa, ya que unos años antes el gobierno porteño contrató a Ciro James, quien, entre otros objetivos, espió ilegalmente a Sandra Macri, otra hermana del entonces jefe de gobierno. También en ese caso, la justicia sobreseyó a Mauricio, considerando que los agentes y el propio titular de la Policía Metropolitana, el célebre Fino Palacios, habían actuado por propia voluntad. Al no ser kirchnerista, Macri podía ignorar lo que hacían sus subordinados directos, que espiaban hasta a su hermana.

Lo mismo ocurre con D’Alessio: al no ser kirchnerista ni sospechado tal, el falso experto que todos valoraban –desde la AFI hasta FOPEA– resultó ser una asociación ilícita unipersonal. Un hilo conductor sin conductores.

Otro asombro de época.

 

USAL y FOPEA publicitando a D’Alessio, dos meses antes de caer en desgracia.

 

 

 

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